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1.2.1. Perspectiva trascendente
Por otro lado, esta diversidad de definiciones también se traduce en conflictos y discrepancias entre los departamentos de las organizaciones cuando se trata de establecer pautas estratégicas en el logro de la calidad del producto. Por ejemplo, desde el personal de marketing, es frecuente entender la calidad desde la óptica de las necesidades del cliente, mientras que, desde producción, la calidad se entiende como el grado de conformidad con las especificaciones. De acuerdo con Garvin (1984), no debemos señalar una definición como más correcta que otra, sino que las diferentes dimensiones pueden ser complementarias y de utilidad a la hora de marcar ciertos objetivos estratégicos. A continuación, y siguiendo al propio Garvin (1984), agrupamos las diferentes definiciones de calidad en cinco perspectivas diferentes.
1 .2 .1 . Perspectiva trascendente
La definición trascendente de la calidad deriva de la filosofía y se basa en gran medida en las discusiones sobre calidad, belleza o bondad iniciadas por Sócrates, Platón, Aristóteles y otros filósofos griegos (Reeves y Bednar 1994, Sebastianelli y Tamimin 2002). Bajo esta perspectiva, la calidad es sinónimo de excelencia innata y, por tanto, la calidad es algo absoluto y universalmente reconocible. Un ejemplo sería la afirmación de Pirsig, el cual subraya que, aunque la calidad no pueda definirse, todo el mundo es capaz de reconocerla. Otra definición englobada en este enfoque sería la que se expone seguidamente Tuchman (1980): «Calidad es alcanzar el máximo nivel de un estándar frente al conformismo de lo chapucero o lo fraudulento».
De lo dispuesto, podemos sintetizar que la calidad como excelencia supone ser excelente, no solo en las características del producto ofertado, sino en todas las acciones implicadas en la producción del mismo. Por tanto, la calidad como excelencia implica lograr el compromiso de todos los integrantes de la organización para lograr un producto lo mejor posible, empleando los mejores componentes, la mejor gestión y los mejores procesos posibles. Desde este enfoque, la excelencia es un horizonte que no se llega a alcanzar nunca, pero que se puede aproximar a ella través de una mejora continua. Algunas ventajas, según Reeves y Bednar (1994), de considerar la calidad como excelencia, podrían ser, desde el punto de vista del marketing, el hecho de que sea mucho más fácil articular una visión organizativa basada en proporcionar «lo mejor», que en una que se enfoque en proporcionar valor al consumidor. También, desde el punto de vista de los empleados, es más fácil comprometerse y aceptar esta visión de un producto que pretende dar lo mejor o ser excelente en su categoría. No obstante, esta definición presenta serios problemas prácticos para la dirección de las organizaciones. Dada la subjetividad de lo que es excelente y lo que no, serán los consumidores los que finalmente determinen la excelencia de un producto o servicio. Por tanto, es difícil de antemano conocer si el producto es excelente, ya que no hay un estándar definido de excelencia (Reeves y Bednar 1994).