Correspondencia epistolar (ALBERDI-VILLANUEVA)

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PARÍS

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ARAÍS VALP

JUAN BAUTISTA ALBERDI - FRANCISCO JAVIER VILLANUEVA

Correspondencia epistolar (1855-1881) Selección / Edición crítica / Estudio preliminar

Lucila Pagliai

UNSAM E D I T A

Serie ARCHIVO ALBERDI



JUAN BAUTISTA ALBERDI FRANCISCO JAVIER VILLANUEVA

Correspondencia epistolar (1855-1881)


Colección: Biblioteca Furt Director: José Emilio Burucúa Serie: Archivo Alberdi Directora: Élida Lois Alberdi, Juan Bautista y Villanueva, Francisco Correspondencia epistolar 1855-1881: Selección, Edición crítico-genética, Estudio preliminar de Lucila Pagliai. 1a edición. San Martín: Universidad Nacional de Gral. San Martín. UNSAM EDITA, 2015. 184 pp. ; 26x19 cm.(Archivo Alberdi) ISBN 978-987-1435-80-7 1. Correspondencia. 2. Política. 3. Historia. CDD A866

Para acceder a la versión digital completa de Correspondencia epistolar (1855-1881) puede ingresar a: a) http://archivoalberdi.unsam.edu.ar / Clave para descargar PDF: Edit1779 b) Utilizar el buscador en www.unsam.edu.ar

1ª edición, enero de 2015 © 2015 Lucila Pagliai © 2015 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín Campus Miguelete. Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), provincia de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Laura Petz Se imprimieron 500 ejemplares de esta obra durante el mes de enero de 2015 en: Altuna Impresores SRL, Doblas 1968, CABA, Argentina. Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Editado e impreso en la Argentina. Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.


JUAN BAUTISTA ALBERDI FRANCISCO JAVIER VILLANUEVA

Correspondencia epistolar (1855-1881)

Selecci贸n / Edici贸n cr铆tica / Estudio preliminar Lucila Pagliai



Homenaje a Ricardo Rodríguez y a Etelvina Rodríguez Furt El académico chileno Alfonso Bulnes realizó en 1967 una edición de las cartas de Alberdi conservadas en su país en el Archivo Villanueva. Poco tiempo después, Bulnes envió a Jorge Furt un ejemplar de su libro con la siguiente dedicatoria: “A Don Jorge M. Furt, con toda la consideración debida a su consagración a la memoria de Alberdi”. Furt contrastó minuciosamente las piezas de Alberdi editadas por Bulnes con las de Villanueva conservadas en el Archivo epistolar de Alberdi, anotando en el libro la referencia a la carta correspondiente. Años después, continuando la línea de trabajo iniciada por Jorge Furt, su yerno Ricardo Rodríguez –consciente de la puesta en valor que significaba disponer de un verdadero epistolario de Alberdi y Villanueva con las cartas en correspondencia– decidió emprender la transcripción de las piezas de Villanueva conservadas en el Archivo Alberdi, que permanecían inéditas. Ricardo Rodríguez –cuya pérdida en 2004 seguimos lamentando– llegó a completar una excelente primera versión dactiloscrita de la totalidad de esas cartas. En 2007, la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín tomó la decisión de iniciar la investigación para elaborar y publicar la edición crítica de la Correspondencia (1855-1881) entre Juan Bautista Alberdi y Francisco Javier Villanueva, en el marco del Proyecto Alberdi. La querida y recordada Etelvina Rodríguez Furt –hija mayor de Ricardo Rodríguez y Etelvina Furt, la inolvidable Pocha– acompañó esta nueva iniciativa con el entusiasmo y el compromiso activo que siempre ejerció con el Proyecto Alberdi, con el Centro de Investigaciones Filológicas “Jorge M. Furt” y con la Universidad Nacional de San Martín, hasta su inesperada muerte, ocurrida al poco tiempo de iniciada esta investigación. Tanto Ricardo Rodríguez como su hija Etelvina fueron, con su trabajo minucioso y creativo en el acervo de la Biblioteca, aliados incansables de Etelvina Furt de Rodríguez en su tarea de defender, conservar, y abrir a la consulta el patrimonio de altísimo valor nacional que le legó su padre, Jorge Furt; tarea que en la actualidad continúan activamente los otros descendientes del matrimonio Rodríguez Furt: sus hijas Elena, Isabella y Mercedes, su hijo Ricardo, su nieta Pilar. En ese marco, como acto de justa memoria y agradecimiento por su importante labor, el Centro de Investigaciones Filológicas “Jorge M. Furt” de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín ha decidido publicar la Correspondencia epistolar de Alberdi y Villanueva con el carácter de Homenaje a Ricardo Rodríguez y a Etelvina Rodríguez Furt. Lucila Pagliai San Martín, octubre de 2013



Reconocimientos Esta edición crítica de la Correspondencia epistolar. Alberdi-Villanueva ha sido preparada con el apoyo del equipo técnico de “Los Talas” del Centro de Investigaciones Filológicas “Jorge M. Furt”, dependiente de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. Si bien en distintas etapas del proceso han intervenido otras personas, el esfuerzo mayor fue realizado por Pilar Rodríguez Furt y Mercedes Fliess con notable eficacia y dedicación, además de un gran entusiasmo por el trabajo en equipo, aspectos todos fundamentales para llegar a buen puerto en este tipo de proyectos. Quiero además destacar la labor paciente y minuciosa de Carina Araujo, asistente, en aquel momento, de la Dirección de diseño de la universidad, colaboradora inestimable en la preparación final de los materiales de trabajo para emprender esta publicación. A todas ellas mi agradecimiento.



ESTUDIO PRELIMINAR

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El intercambio epistolar de Alberdi y Villanueva: el discurso político de la intimidad

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Las cartas de Alberdi y Villanueva: la construcción de la correspondencia y sus tramos principales

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Francisco Javier Villanueva y los pares de la juventud de Alberdi

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Las estrategias discursivas de Alberdi y Villanueva

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El tratamiento de cuestiones sensibles en una amistad intocable El crescendo de las posiciones políticas encontradas La espinosa cuestión del Paraguay La construcción del topos del regreso y el manejo a distancia de los bienes

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Las cartas de Alberdi como espacio de reflexiones metaliterarias

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La irrupción de lo privado: placeres y displaceres Los amores de Alberdi y Villanueva La salud de los corresponsales

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Cuestiones filológicas Los formantes del intercambio epistolar Grafemática, gramática y fraseología

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CARACTERÍSTICAS DE LA EDICIÓN CRÍTICA

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Introducción

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Los materiales de trabajo y sus soportes

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ÍNDICE DE LA CORRESPONDENCIA (1855-1881)

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Los grandes temas que circulan por el espacio epistolar: Cincuenta Y DOS cartas, veintiSÉIS años de intercambio

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Siglas

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Bibliografía

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Estudio Preliminar

El intercambio epistolar de Alberdi y Villanueva: el discurso político de la intimidad La correspondencia de Juan Bautista Alberdi con Francisco Javier Villanueva, gran amigo desde la temprana juventud, se halla entre las más nutridas y extensas que Alberdi mantuvo a lo largo de su vida. En la actualidad, se conservan en total 635 cartas de ambos corresponsales, que abarcan el período 1855-1881 con la siguiente desagregación: 1 y 206 piezas inéditas de Villanueva localizadas en el archivo epistolar de Alberdi. 2 y 429 piezas de Alberdi provenientes del archivo personal de Villanueva. Esta diferencia significativa entre la cantidad de piezas de Alberdi que Villanueva conservó en su archivo y las de Villanueva que se encuentran en el Archivo Alberdi remite a problemas complejos en la guarda de los documentos personales de Alberdi y al itinerario que siguieron hasta su localización actual. En el tramo 1865-1870 el silencio de su archivo epistolar es particularmente notorio: eran los años de la Guerra del Paraguay en los que Alberdi, aun viviendo en Francia, se sentía acosado por “la mano negra” (sus enemigos políticos mitristas y sus aliados brasileños de la Triple Alianza), y es muy probable que él mismo haya producido gran parte de esos silencios. En general, la ausencia de piezas de Villanueva en el Archivo Alberdi coincide con las grandes lagunas de ese y otros períodos sensibles de su vida política, aunque las cartas conservadas por Villanueva prueban que, durante esos años, el intercambio entre los amigos continuó.3 Como sucede con el Epistolario inédito (1864-1883). Juan Bautista Alberdi-Gregorio Benites –el otro material de envergadura de este tipo publicado hasta el momento–4 el intercambio epistolar de Alberdi con Villanueva presenta la

1 Archivo documental de Juan Bautista Alberdi, Biblioteca y Archivo Jorge M. Furt, Estancia “Los Talas”, Luján, provincia de Buenos Aires. En este repositorio se conservan 205 piezas de Villanueva, a las que se agrega una copia sin catalogar localizada en el Archivo Villanueva. 2 El acceso a las cartas de Alberdi pertenecientes al Archivo Villanueva se restringe actualmente a la transcripción que realizó Alfonso Bulnes en Santiago de Chile hace más de 45 años (cf. Juan Bautista Alberdi. Epistolario 1855-1881, Editorial Andrés Bello, 1967). Sobre esta situación de los materiales para la elaboración de la Correspondencia, ver más adelante “Características de esta edición”. 3 La correspondencia se abre y se cierra con cartas de Alberdi: su primera carta a Villanueva fue escrita en Panamá el 9 de mayo de 1855, y la última en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1881. La primera pieza de Villanueva –respuesta a la inicial de Alberdi– está fechada en Valparaíso, el 15 de junio de 1855, y la última, también en Valparaíso, el 18 de diciembre de 1880. 4 Juan Bautista Alberdi - Gregorio Benites. Epistolario inédito (1864-1883). 3 vols. Buenos Aires – Asunción, Academia Paraguaya de la Historia, Universidad Nacional de San Martín, “Fundación Biblioteca y Archivo


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peculiaridad de que no solo Alberdi conservó un gran número de piezas de este gran amigo, sino que también se cuenta con las cartas que Alberdi envió a Villanueva. Esta circunstancia posibilitó que la edición crítica de las cartas de Alberdi puestas en correspondencia con las de Villanueva –hasta ahora inéditas– habilite la lectura cronológica y referencial del intercambio, reponiendo con esto la fluidez y la riqueza del espacio epistolar que los amigos entrañables construyeron a lo largo de veintiséis años. Este hecho, poco usual tratándose de cartas de Alberdi, permite también realizar comparaciones interesantes sobre las diversas modalidades que asume el discurso epistolar de Alberdi en los intercambios con sus pares más cercanos –José Cayetano Borbón, Juan María Gutiérrez, Félix Frías, Vicente Fidel López, Gervasio de Posadas– y con otros corresponsales asiduos, como el paraguayo Gregorio Benites o el rico empresario Manuel del Carril, entre otros. En el Archivo epistolar de Alberdi se conservan más de 7.000 piezas –en su mayoría inéditas– que Alberdi recibió a lo largo de su vida.5 Pero la edición de verdaderos epistolarios (es decir, de sus cartas en correspondencia con las de sus destinatarios) presenta un escollo importante: gran parte de las cartas que Alberdi escribió a sus corresponsales no se conserva actualmente o no se conoce su paradero –o se lo conoce pero no se tiene acceso a ellas–, lo que las constituye en una suerte de corpus virtual en movimiento sobre el que hay que estar permanentemente atentos y a la búsqueda de pistas de nuevos hallazgos. Esta dificultad en la localización actual de las cartas se origina en una combinatoria de circunstancias diversas: Alberdi vivió 40 años fuera del país y murió en Francia aislado y en situación precaria; en los últimos años de su vida su actuación en Buenos Aires como figura pública no había sido todo lo satisfactoria que se esperaba; su letra casi ilegible dificultaba el acceso y la comprensión de sus cartas; una vez desaparecidos los destinatarios, esta dificultad en la lectura y en la identificación del remitente seguramente atentó contra su conservación en manos de los allegados; y, salvo casos excepcionales, Alberdi no guardaba copia de las cartas que enviaba. Como consecuencia de esto, gran parte de las cartas de Alberdi que actualmente se conocen –y que ya han sido publicadas– integran los archivos personales de figuras relevantes del panorama político nacional con quienes Alberdi se carteó en distintos momentos de su vida (Urquiza, Sarmiento, Mitre, Juan María Gutiérrez, Félix Frías, entre otros); o son un conjunto parcial y limitado de cartas dirigidas a otras importantes figuras políticas ( Juan Lavalle, Juan Manuel de Rosas,

de Jorge M. Furt”, 2007. [Edición crítica y Nota filológica de Élida Lois y Lucila Pagliai. Estudios históricos de Liliana Brezzo y Ricardo Scavone Yegros]. 5 Además de Villanueva (206 cartas), entre los corresponsales con mayor número de piezas conservadas están José Cayetano Borbón (482 cartas), los diplomáticos paraguayos Gregorio Benites (426 cartas) y Cándido Bareiro (291), Manuel del Carril (291), y el ama de llaves de Alberdi en Francia, Angéline Dauge (216 cartas).


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Martiniano Chilavert, Manuel de Sarratea, Manuel Montt, entre otros). Los archivos de Villanueva en Valparaíso y de Benites en Asunción constituyen una excepción: aunque son menos conocidos, guardan numerosas piezas que Alberdi dirigió a estos corresponsales durante un largo período de intercambio epistolar. En la monumental Bibliografía de Alberto Octavio Córdoba,6 se encuentra el repertorio de cartas de Alberdi publicadas hasta fines de la década de 1960. Con posterioridad a esa fecha, además de un número acotado de piezas que Alberdi dirigió a Borbón, publicadas tres décadas después,7 solo se ha editado, hace pocos años, el ya mencionado Epistolario inédito. Juan Bautista Alberdi-Gregorio Benites (1864-1883), compuesto por más de 800 piezas de ambos corresponsales. En ese marco, esta edición crítica de la Correspondencia epistolar (1855-1881). Juan Bautista Alberdi-Francisco Javier Villanueva, con más de 600 piezas, constituye el segundo epistolario de Alberdi de mayor envergadura publicado hasta la fecha. Se trata de dos ediciones críticas producidas en el marco del “Proyecto Alberdi”, que desde 2005 lleva adelante el Centro de Investigaciones filológicas “Jorge M. Furt”, dependiente de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. Las cartas de Alberdi y Villanueva: la construcción de la correspondencia y sus tramos principales Por el contexto peculiar en que se desarrolló, la correspondencia entre Alberdi y Villanueva está atravesada por una suerte de diálogo sobre la lejanía, que tiñe desde la textualización de las emociones personales hasta la siempre crucial cuestión de la política. Después de la partida de Alberdi hacia su destino diplomático, los amigos no volvieron a verse: Villanueva nunca fue a Europa y Alberdi nunca regresó a Chile; solo las fotos enviadas periódicamente y las noticias directas de los viajeros, largamente comentadas en las cartas, les acercaron la ilusión de la presencia física del otro. Pasados los años, con una vocación escrituraria que habla de una comunicación nunca interrumpida, Alberdi y Villanueva dan cuenta en sus cartas de este triunfo epistolar sobre la distancia y el olvido, que ambos habían logrado construir en paridad: En el naufragio de los tiempos algo hemos salvado, nuestra amistad, de la cual me envanezco. En 20 años que han trascurrido de nuestro último abrazo nada ha cambiado en mis sentimientos de cordial afección por V. y si no ha recibido V. más pruebas de ello, es por que no habré sabido aprovechar las oportunidades (Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de abril de 1875, BF. 7002).

6 Bibliografía de Juan Bautista Alberdi. Buenos Aires, Biblioteca de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, Serie II, Obras, Número 2, 1968. 7 Cf. Correspondencia Alberdi-Borbón (1858-1861). Compilación de Carolina Barros. Buenos Aires, Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, 1991.


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[Mi carta] se ha encontrado en el mar con la de V. del 12 de setiembre, escrita con igual espontaneidad, que acabo de leer con el encanto que me daban sus conversaciones en Valparaíso. Toda su amable personalidad viene expresada en su carta, su brillante buen juicio, la constancia de sus afecciones, la bondad de su alma en todo, el mismo querido amigo de la juventud (Alberdi a Villanueva, St. André de Fontenay, 30 de octubre de 1878, TAB. 418).

A pesar de estas manifestaciones halagüeñas producidas por los amigos poco tiempo atrás, las cartas finales de Alberdi y Villanueva auguran la clausura de la relación epistolar, que se materializó con la designación de Carlos María Lamarca (“hombre joven” y “comerciante bien colocado”) como albacea de los bienes de Alberdi en Chile, en reemplazo de Villanueva. Aunque el afecto como marca de escritura siguió presente en la correspondencia hasta las últimas piezas conservadas, el cansancio de Villanueva frente a tan prolongado alejamiento y las nuevas urgencias de Alberdi desde su retorno a Buenos Aires acabaron por desalentar la amistad cotidiana y entrañable que ambos corresponsales habían podido continuar a lo largo de su vida, con el único recurso de las cartas. La última pieza conservada de Villanueva (Valparaíso, 29 de octubre de 1880, BF. 7025) acusa recibo de la resolución de Alberdi que lo libera de su carga de albacea; en los párrafos siguientes, como si esa sustitución de responsabilidades se tratara solo de un trámite administrativo sin densidad emocional, Villanueva retoma en la escritura el registro habitual de sus comentarios sobre la política y la vida personal, para hablar aquí de la compleja situación de Alberdi en Buenos Aires –ha sido separado de su cargo de diputado en el Congreso Nacional–, de la alentadora relación que su amigo tiene con el presidente Roca, y de su preocupación por el desarrollo de la Guerra del Pacífico que está librando Chile. Si bien en esta pieza la operatoria discursiva da cuenta de un compromiso persistente de Villanueva con su entorno y sus afectos, la enunciación que produce no propone ni espera generar un intercambio enriquecedor con el destinatario. Lejos está el discurso epistolar íntimo y convocante de años anteriores. La última carta de Alberdi en el archivo Villanueva (Buenos Aires, 25 de mayo de 1881, TAB. 429) guarda, en cambio, el registro afectuoso de los mejores tiempos: cubre de elogios al nuevo gobierno que encabeza Roca, e informa a Villanueva que nuevamente partirá hacia Europa. Le habla de su último libro sobre la capitalización de Buenos Aires (“que es el corolario de mis Bases”), y cierra el intercambio epistolar que los mantuvo unidos, con fórmulas retóricas que apelan a una amistad ampliada que se ha vuelto familiar (“Sírvase dar mis recuerdos más afectuosos a su señora, a su señorita y a sus hijos, mis amigos; y nunca deje de creerme su más sincero y afectísimo de toda la vida, que lo abraza. Alberdi”). A mediados del siglo XIX, entre el envío de una carta y su recepción, el correo de ultramar entre Francia y Chile insumía alrededor de 45 días (3 meses el circuito postal completo), y el franqueo era pagado por el destinatario. Como surge de la correspondencia, obviando deliberadamente ese desfasaje temporal, Alberdi y Villanueva acordaron escribirse cada quince días, lo que da una medida de la cantidad de


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piezas que efectivamente intercambiaron. Conservado este compromiso a rajatabla durante largos años, diversas cuestiones que pueden leerse en la correspondencia (potenciadas por la lejanía de Alberdi sine die) hacen que con el paso del tiempo esta periodicidad quincenal deje de cumplirse y el flujo del intercambio se reduzca. En los tramos finales del epistolario, tal vez porque a Alberdi le interesaba seguir de cerca el estado de sus bienes en Chile, no será él sino su amigo quien se mostrará más reticente con la rutina de la escritura epistolar. Con esas peculiaridades y vaivenes, Alberdi y Villanueva construyen el entramado textual de la correspondencia con pulsiones y tensiones personales, que tienen como telón de fondo sucesivas coyunturas históricas nacionales e internacionales. En esa parábola de vida pública y privada que tiñe la escritura, el discurso epistolar de Alberdi y Villanueva se estructura sobre ejes temáticos de diverso tipo y alcance, que segmentan la correspondencia en grandes tramos (cronológicos, entrecruzados o recurrentes): y la Argentina organizada y el lugar de Alberdi en el nuevo escenario; y los entretelones de los sucesivos gobiernos nacionales (Urquiza, Derqui, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca), y el crescendo de las diferencias políticas entre los amigos; y la situación en Chile (la política interna, la guerra con España, el bombardeo de Valparaíso, las relaciones con el Perú, la Guerra del Pacífico); y las calamidades en la patria distante (la violencia política, las luchas provinciales, el terremoto de Mendoza, las epidemias porteñas); y la Guerra del Paraguay, el mitrismo y el Imperio del Brasil; y los acontecimientos de Europa y la visión sobre América (Napoleón III, el imperio fallido en México, el socialismo, las guerras internas, la Comuna de París); y los Estados Unidos en el contexto americano (la Guerra de Secesión, la doctrina Monroe); y la obra pública y el papel de los contratistas del Estado; y la producción, difusión y recepción de las obras de Alberdi; y su siempre postergado regreso y el engorro de manejar sus bienes en Chile; y los avatares de la vida privada: los amores, los amigos, la familia, la salud, el paso de los años, la cotidianeidad perdida. Francisco Javier Villanueva y los pares de la juventud de Alberdi Desde la época del Colegio de Ciencias Morales en Buenos Aires, Francisco Javier Villanueva compartía con José Cayetano Borbón la amistad íntima de Alberdi.8 Los

8 Como se ha visto en nota anterior, Borbón, con cerca de 500 cartas –en su gran mayoría aún inéditas, y actualmente en proceso de transcripción en el marco del Proyecto Alberdi– es el corresponsal con más


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tres, además, habían coincidido en Chile durante el período rosista; y en 1858, cuando Borbón decidió regresar definitivamente a la Argentina, Alberdi transfirió a Villanueva el cuidado de sus bienes en Chile, que tres años antes había dejado en manos de Borbón para residir en Europa como encargado de negocios de la Confederación Argentina ante las Cortes europeas, y realizar gestiones sensibles ante el Vaticano. En sus primeros tiempos de exiliado, Villanueva se casó por poder con su novia mendocina Genoveva García, formó con ella su familia en Chile y se quedó a residir en Valparaíso.9 Si bien no se dedicó a la política sino al ejercicio de su profesión de médico –de forma privada, y también en cargos públicos en la Marina Nacional–,10 por amistad y lazos familiares estaba relacionado con nombres destacados de la vida social de esa ciudad. Como hijo de Josefa Godoy Cruz (hermana de Tomás, refugiado en Chile en el momento en que llegó su sobrino), conservaba además relaciones encumbradas en Mendoza, provincia de la que era oriundo y en la que obtuvo una de las becas que había instaurado Rivadavia, para posibilitar el ingreso en la Universidad de Buenos Aires a jóvenes destacados del interior pertenecientes a familias sin riquezas (la misma que Alberdi había obtenido en Tucumán por gestiones del gobernador Heredia, y de la que Sarmiento había quedado excluido en San Juan).11 Aunque la amistad que los unía se ancló en la temprana adolescencia, Alberdi y Villanueva no se tutean en sus cartas; Alberdi tampoco lo hace con Borbón ni con otros compañeros de juventud como Félix Frías, Gervasio de Posadas, Vicente Fidel López o Juan María Gutiérrez; sí en cambio el tuteo aparece en su correspondencia con Miguel Cané padre, en cuya casa familiar vivió durante los años de estudiante en Buenos Aires.12 Una característica sobresaliente que distingue la correspondencia entre Alberdi y Villanueva de otras que Alberdi mantuvo con sus pares es la franqueza con que ambos expresan sus opiniones políticas, y la dimensión fuertemente personal con

piezas conservadas en el archivo epistolar de Alberdi. En 1879, cuando después de 40 años de ausencia Alberdi vuelve a Buenos Aires, se aloja en casa de Borbón (de cuya hijita era padrino). 9 Para datos pormenorizados sobre la vida de Villanueva y su familia, ver “Prólogo” de Alfonso Bulnes en Juan Bautista Alberdi, Epistolario (1855-1881), op. cit. 10 En la Armada Nacional de Chile, Villanueva ocupó sucesivamente las posiciones de médico de Puertos, cirujano mayor de la Escuadra y cirujano mayor del Departamento de Marina, cargo con el que se jubiló; durante los enfrentamientos con Bolivia y Perú se había embarcado en la escuadra chilena como director del barco hospital. 11 Cf. en Recuerdos de Provincia el apartado “Mi educación” donde Sarmiento narra el episodio; entre los estudios críticos ver especialmente Tulio Halperin Donghi, “‘Surgir en un día’. La búsqueda de un lugar en el mundo y las ambigüedades de un desenlace victorioso”, Filología XXIII, 2, 1988, pp. 3-44. 12 En una carta a Villanueva, Alberdi rememora esta estadía temprana con la familia de Cané (cf. St. André de Fontenay, 15 de agosto de 1874, TAB. 380). Si bien la ausencia del tuteo era corriente en la escritura epistolar de la época, las cartas de algunos corresponsales de gran intimidad registran ese tratamiento (Sarmiento y José Posse, por ejemplo).


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que abordan en el espacio epistolar temas delicados:13 los vaivenes de la economía personal de ambos y los comentarios confesionales sobre los amores y sus destinatarias, las preocupaciones por el hijo Javier, que estudiaría Ingeniería en Gant bajo la mirada protectora del amigo, las reflexiones nostálgicas y la inquietud ante la lejanía de Alberdi del suelo americano, su soledad, su falta de familia. En este último aspecto, refiriéndose a un nuevo aniversario de su partida de Valparaíso, dice Alberdi: Le escribo la presente en una fecha notable en los anales de mi vida privada. Hoy hace catorce años que le di mi abrazo de adiós en la bahía de Valparaíso. Me da horror cuando pienso que he pasado catorce años de mi vida en Europa. Pero ¿los he perdido? ¿los he disipado? Ésta será siempre la duda. Mi conciencia se aquieta cuando pienso que, viviendo en París, no he pertenecido a los placeres y los goces que esta ciudad ofrece, y que el estudio ha sido mi placer y mi ocupación, estéril en dinero, ciertamente, pero tal vez no en otros resultados si Dios me ha dado la ocasión de ejercer mis facultades a favor de nuestro país y de América. Yo le debo el beneficio de estar vivo, en mejor salud, y de ver a V. vivo, rodeado de toda su familia en la que veo un amigo en cada miembro de ella (Alberdi a Villanueva, París, 14 de abril de 1869, TAB. 289).

Tres años antes, siguiendo con una temática que la ausencia permanente de Alberdi convertiría en rutina, Villanueva había abordado otro aniversario de su partida en la línea retórica del ubi sunt: Mi muy querido amigo: ayer cumplieron once años que V. nos dio su abrazo de despedida para un viaje que se creía no duraría más de dos. En tan largo período ¡cuántos cambios se han operado! La mocedad se ha convertido en vejez; mis pequeños hijos hoy ya son hombres; muchos de nuestros queridos amigos nos han dejado para siempre; en fin la esterilidad se está apoderando rápidamente de nuestros corazones. ¿Qué hacer? la rueda no para, nos envuelve, nos arrastra (Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 16 de abril de 1866, BF. 6929).

Con cambios de tono y de sentido según las circunstancias, la referencia de ambos amigos a este aniversario se reitera a lo largo de la correspondencia, casi como una metonimia del topos del regreso que Alberdi tensará al extremo en Palabras de un ausente, uno de sus grandes ensayos agónicos sobre su papel en la política del Plata.14 Cuando Alberdi y Villanueva iniciaron su correspondencia ambos rondaban los 45 años y cultivaban una amistad de larga data. Desde la primera carta de Alberdi, el epistolario da cuenta de su madurez intelectual en plenitud y de la deriva de una

13 Con las diferencias del caso, estas características también se hallan en las cartas de Borbón y en menor medida en las de Gervasio de Posadas, que Alberdi conservó en su archivo personal. Su correspondencia con Juan María Gutiérrez o Félix Frías muestra, en cambio, mayor cuidado en la elección de los contenidos y en el despliegue de los dispositivos discursivos (cf. Las cartas inéditas de Juan Bautista Alberdi a Juan María Gutiérrez y a Félix Frías, edición de Mayer y Martínez. Buenos Aires, Luz del Día, 1953). 14 Cf. Palabras de un ausente en que explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento. Paris, Imprenta Pablo Dupont, 1874.


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vida afectiva sin anclajes sólidos. Las cartas de Villanueva, en cambio, describen una trayectoria de crecimiento en los lazos familiares, en el ejercicio de su práctica médica, en el compromiso con el país en que vive, en sus convicciones humanistas que no le ahorrarán amarguras ni desilusiones en los años avanzados. Como sucede con otros corresponsales asiduos –Borbón, Posadas, Benites en la época de la Guerra del Paraguay–, las obsesiones políticas que Alberdi manifiesta en el intercambio epistolar con Villanueva son las mismas que reformula en los ensayos que escribe en paralelo; en esa línea de indagación, el discurso privado de las cartas –constituidas en verdaderos intertextos de sus escritos públicos– ofrece la posibilidad de estudiar el pensamiento de Alberdi haciéndose, de asomarse al taller de su escritura, en tanto estadios eventuales de sus producciones mayores. Las estrategias discursivas de Alberdi y Villanueva La enunciación de Alberdi y Villanueva en el espacio epistolar es entre pares, con estrategias y operaciones discursivas que varían según el tenor de la temática y los avatares de la relación. En una parábola que se inicia en 1855 con la misión diplomática de Alberdi, y se cierra en 1881 con el cese de funciones de Villanueva como albacea de sus bienes en Chile, y la partida definitiva de su amigo a Francia, los grandes tramos de la correspondencia, atravesados por la intimidad y la confianza, reflejan con pathos romántico los principales sucesos nacionales e internacionales que impactaron a los amigos. En esa línea discursiva, la trayectoria epistolar que van diseñando los corresponsales puede leerse como una crónica vívida y detallada de cuestiones sensibles en el horizonte político-cultural de la época, vistas desde su condición de intérpretes o de testigos privilegiados de los acontecimientos (con comentarios a veces cargados de tintas en las cartas de Villanueva; siempre lúcidos, más mesurados y de gran manejo retórico en las de Alberdi). Con vaivenes y mutaciones que se acentúan a lo largo de la correspondencia, Villanueva es para Alberdi un interlocutor de fuste: vive en un país nuevo, americano (que él añora y al que sueña con volver), está bien informado, conoce la política del Plata y frecuenta el círculo de amistades comunes; además, administra sus bienes en Chile, posición clave para su circunstancia de emigrado. Villanueva tiene, además, una condición que lo recorta de otros pares de la juventud: por personalidad y elección, está fuera del circuito en el que compite Alberdi. Con la libertad que esa condición le habilita, Villanueva comenta en sus cartas la situación de Chile y el Pacífico, apunta y sostiene con firmeza sus opiniones sobre la actualidad política argentina, analiza cuestiones internacionales con perspectiva americanista, resume aspectos cotidianos de la sociabilidad de Valparaíso que él y Alberdi habían transitado juntos, y lo mantiene informado sobre la situación de los mercados chilenos y la marcha consecuente de sus inversiones.


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Con ese bagaje privilegiado anclado en la sinceridad, Villanueva se asume en el diálogo epistolar como un opinante, un comentarista crítico de la realidad que se ve; Alberdi en cambio (imposible soslayar en la lectura de esta correspondencia su condición de constitucionalista, diplomático y publicista reconocido en Argentina y Chile) es el que sabe y acciona más allá de esa apariencia. En ese contrato tácito inicial, el lugar de la enunciación de Villanueva será el de la subordinación intelectual. Dado que las grandes noticias seguramente le llegarán a Alberdi también por el Atlántico –dice–, él se ocupará además, de mantenerlo al tanto de las banalidades sociales y domésticas que los hacen sentir cerca: Crónica profana. Ya sabe V. lo difuso y machacón que soy; pues bien, esta advertencia se la hago al principio de mi carta para que V. se ocupe de ella sólo cuando esté enteramente desocupado. Los asuntos serios que nos conciernen le serán comunicados por algunos de nuestros amigos que V. sabe tienen capacidad y tino para hacerlo. Llamo su vista retrospectiva a lo que ha dejado después de su partida. El público y los círculos sociales se han ocupado de V. asiduamente; el asunto de las conversaciones por muchos días ha sido su supuesto compromiso matrimonial (Villanueva a Alberdi, Valparaíso el 14 de junio de 1855, BF. 1571).

En el marco de esa confianza con que ambos producen su escritura, los dispositivos discursivos y las estrategias retóricas que Alberdi utiliza en sus cartas para abordar cuestiones políticas –eje también aquí de sus preocupaciones– no apuntan a buscar apoyos para avanzar con sus ideas halagando a su destinatario (como en el caso de sus pares políticos Juan María Gutiérrez, Félix Frías o Vicente Fidel López), ni a encontrar una escucha a veces pasiva y complaciente (como en el caso del diplomático paraguayo Gregorio Benites, mucho más joven que él y con una amistad más acotada), sino a tener en Villanueva un interlocutor franco y leal, cuya opinión le interesa porque lo ayuda a pensar y argumentar sin tener que estar en guardia, sin trabajo retórico innecesario, sin estrategias discursivas encubridoras, sin falsa modestia. Con la seguridad de tener un confidente en lo privado, un propalador en lo público, dice, por ejemplo, Alberdi a Villanueva: Estoy cansado de ser empleado. El empleo me tiene mudo: necesito volver a la prensa. Es el verdadero poder. Tengo, necesito, decir mucho: nuestra cuestión, nuestra causa, son minas inagotables de verdades útiles para América. Soy miembro de muchos cuerpos sabios a los que no he concurrido todavía con trabajos especiales, y deseo hacerlo, en el interés de nuestras cosas públicas. Así es que si salgo de la diplomacia, seguiré mi campaña en la ciencia. ¿Le daré una lista de los cuerpos a que pertenezco? Soy Presidente honorario de la Sociedad de estímulo, de Londres. Miembro del Instituto Histórico de París. Miembro de la Sociedad Geográfica de París. Miembro de la Sociedad Zoológica y de Aclimatación de París. Miembro de la Sociedad de los Economistas de París. De la Academia de la Historia de Madrid.


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Si Sarmiento estuviese en mi lugar tendría diez veces más títulos, porque él los busca; yo los acepto (Alberdi a Villanueva, París, 15 de marzo de 1858, TAB. 029).

Sin embargo, ese lugar inicial de subordinación a Alberdi y a su justa fama no le impide a Villanueva plantarse en el diálogo epistolar como un defensor crítico de su amigo, que apela al cariño para reprenderlo por las posiciones que adopta a la distancia, señalarle la falta de oportunidad de algunos de sus escritos difundidos en el Plata y alertarlo sobre sus consecuencias negativas.15 Con el paso de los años, ante la decisión reiterada de Alberdi de permanecer lejos del acontecimiento sobre el que opina e interviene, el entramado textual de las cartas de Villanueva muestra el deslizamiento progresivo de ese discurso inaugural de la modestia hacia un sentimiento solapado de hastío e irritación.16 Transformado en un espacio de confrontación que decididamente no buscaba Alberdi, la correspondencia muestra el afianzamiento paulatino del discurso político de Villanueva, abroquelado a veces en interpretaciones pasionales poco sutiles y contradictorias. Es así como, después de diez años de fluida correspondencia, la política como intercambio valorizado va perdiendo en el epistolario su posición estratégica inicial: De todos modos, no deseo que conversaciones ociosas y sin objeto sobre asuntos políticos que no se pueden discutir con medias palabras sean causa de molestosas expresiones en la correspondencia que V. me hace el favor de entretener conmigo. En esta virtud, esta será la última vez que hable de cosas que suenen a negocios públicos, hasta que algún día podamos hacerlo de viva voz, sin peligro alguno. Son tan grandes los servicios que debo a V., tan nobles y graves los motivos que tengo para quererlo y respetarlo, que sería para mí la mayor contrariedad el ver disminuida la afección y estima con que V. me ha honrado hasta aquí (Alberdi a Villanueva, Caen, 14 de setiembre de 1864, TAB. 175).

Frente a la discusión abierta, Alberdi se retrae y –al menos por un tiempo– su interés epistolar se acota a cuestiones de menor densidad emocional. Así lo indicaría la temática de las piezas de Villanueva del tramo 1865–1870, que Alberdi conservó en su archivo personal: las más numerosas se refieren a sus asuntos en Chile (la quinta, los fondos invertidos) y a circunstancias familiares o sociales que de alguna manera le competen (la estadía en Europa de Javier, el hijo mayor de Villanueva, los consejos sobre el futuro de los otros hijos en Chile, las noticias sobre los amigos comunes). Concluida la Guerra del Paraguay, el discurso argumentativo de los corresponsales se repliega, y durante un largo tiempo el repertorio de temas políticos que interesan a Alberdi se centra en cuestiones europeas a las que Villanueva es ajeno. 15 Cf., por ejemplo, Valparaíso, 16 de setiembre de 1865, BF. 6920. 16 Cf., por ejemplo, Valparaíso, 2 de febrero de 1869, BF. 6954.


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Ya sobre la década de 1870, a Alberdi le preocupa –por ejemplo– el avance del orleanismo en Sudamérica (la boda de Gastón de Orléans con la hija del emperador del Brasil debe leerse en esa clave, advierte Alberdi en esta y otras correspondencias). A Villanueva, en cambio, le preocupa la presencia más cercana y amenazante de otro francés, en territorio mapuche: Orélie Antoine de Tounens con sus pretensiones de erigirse en rey de la Patagonia.17 En la inmediata posguerra paraguaya, los intercambios que Alberdi produjo con diversos corresponsales tienen características diferenciales. Mientras que en sus cartas a Villanueva el discurso epistolar parece inclinarse hacia formas discursivas ligadas a la información comentada sobre cuestiones europeas, en la correspondencia con sus pares políticos (Félix Frías, Juan María Gutiérrez), y sobre todo con Gregorio Benites (ex responsable de la Legación del Paraguay en París durante el gobierno del mariscal López), la escritura de Alberdi deja traslucir su interés en discutir y analizar con estos destinatarios –tal vez porque todos ellos conocen bien el medio y los actores– los escenarios posibles de la política europea y su complejidades. En cuanto a los intereses de Villanueva, si bien su discurso político-social enfervorizado, con amores y odios sin matices, lo coloca en situaciones de permanente contradicción en las que pasa del entusiasmo a la depresión y viceversa,18 hay ciertas líneas ideológicas que soportan los dispositivos discursivos a lo largo de los años, en las que posiblemente haya influido su condición de masón de alto grado en las Logias de Valparaíso: la defensa a ultranza de los valores humanistas y las libertades individuales, el anticlericalismo, el rechazo a la vocación colonial de las potencias europeas, las posturas americanistas, el antimilitarismo, la desconfianza en la rapiña de los grandes inversores extranjeros. Aunque las disidencias manifiestas de los corresponsales, las susceptibilidades y malos entendidos tensan, no pocas veces, la comunicación epistolar, ante cualquier señal de alarma sobre un enfriamiento peligroso de la relación, tanto Alberdi como Villanueva inician un movimiento reparatorio para producir una suerte de discurso de resguardo de una amistad que ambos consideran intocable.19

17 La problemática relación de Orélie de Tounens con las tribus mapuches y su repercusión eventual en el territorio argentino es abordada en esos años por Sarmiento y Félix Frías en su correspondencia (Sarmiento era presidente y Frías se hallaba al frente de la Legación Argentina en Santiago de Chile). Ver Lucila Pagliai. “Aventureros como el francés Orelie: federales insurrectos, indios peligrosos y un rey de la Patagonia en las cartas de Frías a Sarmiento”, en Homenaje a Ana María Barrenechea. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras / Universidad de Buenos Aires, Eudeba, 2006. 18 Cf. Valparaíso, 29 de junio de 1872, BF. 6979; 14 de setiembre de 1872, BF. 6982; 5 de octubre de 1872, BF 6983, etc. 19 Cf. Alberdi a Villanueva, St. André, 29 de noviembre de 1871 y 14 de diciembre de 1871, TAB. 345 y TAB. 346; Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 3 de febrero de 1872 y 15 de abril de 1872, BF. 6974 y BF. 6975, etc.


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El tratamiento de cuestiones sensibles en una amistad intocable El crescendo de las posiciones políticas encontradas En el torbellino de la puesta en marcha de los primeros gobiernos constitucionales, un tema recurrente en la correspondencia es el lugar de Alberdi en el nuevo escenario, y las estrategias que analizan y discuten los amigos para instalar su figura en el país. Las cartas de Villanueva plantean dos ideas machacantes: la imagen de Alberdi es la de un gran intelectual y no la de un gestor de la política, y es indispensable que regrese para que lo conozcan y para entender la realidad in situ.20 Ante estos consejos, que le reiteran también otros amigos, el discurso epistolar de Alberdi pone en evidencia la tensión que lo acompañará toda su vida, entre la vocación política de intervenir en el país y la necesidad de refugiarse en la distancia. Llegado Derqui a la presidencia, en el ofrecimiento del Ministerio de Hacienda que recibe Alberdi, Villanueva ve con lucidez los manejos de la “camarilla cordobesa” que busca obturar toda participación real de su amigo, tanto en Paraná como en París.21 Alberdi rechaza el Ministerio en Paraná, y mientras espera la decisión definitiva sobre su destino diplomático (será Mitre el que lo separe oficialmente de su cargo, ya en suspenso), decide seguir en Europa el desarrollo de los acontecimientos. Desde los Pirineos centrales, escribe a Villanueva: De aquí a un mes espero estar de vuelta trabajando en Londres por nuestras finanzas. Creo que más podré hacer desde Europa, que en el Paraná, por razones que V. pude darse a sí mismo tan bien como yo se las diera. Pero, no hable de esto. Lo que sé es que estoy fatigado de trabajos activos, y necesito un descanso de uno o dos años, pasados en lugares como éste, donde recién veo, desde mucho tiempo, gallos, perros, niños, gatos mezclados en pobres casitas, que me recuerda tanto a la América. El silencio de Valence y el hotel que habito, me traen a Quillota a la memoria (Alberdi a Villanueva, Valence, 25 de mayo de 1860, TAB. 072).

Desde su designación como ministro plenipotenciario de la Confederación ante las cortes europeas, Alberdi había visto obstaculizada su misión por dificultades financieras relacionadas con los libramientos del gobierno argentino –encabezado entonces por el general Urquiza–, tanto de sus sueldos como de los gastos de instalación de la Legación. Unos meses atrás, Alberdi ya había hablado con su amigo de esos obstáculos y del desasosiego que le causaban, responsabilizando al vicepresidente Salvador del Carril de las maniobras hostiles del Tesoro argentino: V. ve qué diabólica táctica la del viejo Carril y Cía. Apenas acabado el pleito sobre el tratado con España, me suscita otro por sueldos. ¿Sabe V. lo que llaman indebidamente pagado? el pago de lo que

20 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de enero de 1859, BF. 6866 y ss. 21 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 31 de marzo de 1860, BF. 1585.


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asigna la ley para gastos de instalación de Ministro acreditado en más de una corte (Alberdi a Villanueva, París, 28 de febrero de 1859, TAB. 047). 22

Anclado en estos cuestionamientos y en la escasez de fondos en el Tesoro Público, el Estado argentino quedaría debiéndole a Alberdi gran parte de sus sueldos atrasados, que los sucesivos gobiernos nacionales –con mayor o menor encono frente a sus reclamos reiterados– dejarían impagos hasta la década de 1880. El triunfo de Mitre en la elección nacional no le auguraba a Alberdi buenos tiempos y así se lo advierte Villanueva, aconsejándole una prudencia política en sus escritos que Alberdi desestima;23 su eficacia –dice Alberdi– está a la vista: Mis escritos no son leídos en Buenos Aires sino por los hombres del gobierno. Pero ellos hacen como los Cardenales en Roma con los escritos que hablan la verdad: los ponen en el Índice, para que el pueblo no los lea; pero ellos, en su gabinete, muy bien que los leen (Alberdi a Villanueva, París, 14 de marzo de 1863, TAB. 140).

Después del acuerdo total sobre el difícil escenario posterior a Caseros, las cartas hablan de las disidencias que comienzan a tener los amigos desde la reincorporación de Buenos Aires a la Nación y la unificación de la República. Villanueva apoya con vaivenes el gobierno de Mitre y de Sarmiento, Alberdi los ataca en escritos contra la hegemonía porteña. Declarada la Guerra del Paraguay, Villanueva cierra filas con el gobierno de la Argentina en guerra, Alberdi denuncia públicamente las aberraciones del Tratado de la Triple Alianza y asume la defensa de las posiciones del mariscal López en la geopolítica de la subregión. El devenir de los hechos políticos en un contexto nacional complejo hace que Villanueva, hasta aquí admirador incondicional de las ideas de Alberdi, insista en criticar –todavía en la línea de la captatio benevolentiae– el efecto y la oportunidad de sus publicaciones: la distancia –dice– le hace escribir opiniones distorsionadas que empañan su obra doctrinaria; sus teorías pensadas desde la realidad europea no sirven para estos países y sus sociedades.24 Con respecto a su visión europea alejada de la realidad americana, Alberdi inscribe en sus cartas argumentos contundentes sobre su interés –que no es de ahora– en estudiar esa sociedad como forma de enriquecer la perspectiva propia: Mi afición o adhesión a la Europa, es ni más ni menos, la misma que V. conoce desde muchacho. Todo mi libro de las Bases está pasado de ella. Lejos de cambiar, no he tenido, viviendo aquí, sino

22 Ver también Alberdi a Villanueva, París 15 de marzo de 1859, TAB. 048 y ss. 23 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 17 de enero de 1862, BF. 6884; y 17 de marzo de 1863, BF. 6897. 24 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 1º de noviembre de 1863, BF. 6902; y 1º de julio de 1864, BF. 6914.


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motivos de desear más y más que nuestra América se llene de pobladores y capitalistas europeos. Esta es la Europa que yo deseo allí, no la Europa gobernante, no la Europa oficial, sino la Europa – pueblo, la sociedad, la civilización de la Europa, sin el más leve perjuicio de todo lo que interesa a nuestras patrias. Pero ¿cómo creerles que vayan estos elementos europeos a enriquecer nuestros países, sin que les siga la protección de sus gobiernos? La influencia europea en América tiene que crecer a medida que crecen los intereses europeos en América. Pero la influencia no es la no intervención, y la intervención misma no es la conquista. Le suplico que relea las páginas de mis Bases, que tratan de eso. No he cambiado una sílaba de mi manera de pensar. No solo no he escrito ni pensado después, cosa alguna que se oponga a mis ideas de entonces (Alberdi a Villanueva, París, 31 de julio de 1862, TAB. 121).

Con la Guerra de Secesión en los Estados Unidos y la invasión francesa a México, las diferencias políticas entre los amigos comienzan a manifestarse en operaciones de enunciación en las que Villanueva, sin apelar ya a ningún recurso retórico de atenuación, enfrenta a Alberdi en paridad. La llegada de Mitre a la presidencia profundiza las diferencias, y Alberdi no solo se distancia de Villanueva, también de Borbón y de Gutiérrez.25 En esa línea, la carta del 1º de abril de 1863 (BF. 6898) en la que Villanueva defiende la postura del mitrismo en las relaciones exteriores –que, entre otras cosas, excluye a Alberdi en Europa para reponer a Balcarce– puede leerse como un parteaguas que acaba con la subordinación intelectual de Villanueva en la relación epistolar: si “los antiguos localistas” pueden hacer algo en beneficio de la Nación, ¿por qué no esperar que lo hagan también sus representantes en el exterior?; “lo sensible” de esta situación, concluye Villanueva, “es que V. sea el perjudicado, cuando sus principios son los que van ganando”. Y en un tiro por elevación al modelo admirado por Alberdi, agrega: “De estas irregularidades y de estas injusticias están plagados todos los gobiernos aún los más ilustrados, como v. g. la Inglaterra”. A pesar de las críticas certeras que Alberdi realiza en sus cartas al gobierno de Mitre –de quien Villanueva desconfiaba tanto como él–, en vista de las tremendas dificultades que enfrenta, Villanueva asume su defensa. Ante tanta embestida crítica de su corresponsal a la posición política que sus escritos vehiculizan, Alberdi se apresura a dejar a salvo la amistad que, con dolor, teme ver empañada por la “triste táctica” de políticos insidiosos que buscan “envenenar las amistades privadas de ese modo”: Aunque no hay una de sus cartas que no traiga algo que me pruebe que no soy el mismo ya para mis amigos políticos de otro tiempo, yo no puedo dejar de esperar con impaciencia sus cartas, y su falta

25 La correspondencia con Juan María Gutiérrez, iniciada hacia fines de la década de 1830 y fluida hasta comienzos de la de 1860, se interrumpe (cf. Las cartas inéditas de Juan Bautista Alberdi a Juan María Gutiérrez y a Félix Frías, op. cit.). Las pocas cartas –sin respuesta– que Alberdi escribió a Gutiérrez durante la Guerra del Paraguay habilitan a pensar que es su corresponsal quien ha dejado de escribirle. Amigo entrañable y admirado desde la juventud –también criticado en la intimidad de su intercambio epistolar con Villanueva–, es a Gutiérrez a quien, por su cercanía con Urquiza y su puesto de ministro de Relaciones Exteriores, Alberdi debía en gran parte su cargo diplomático en Europa.


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me sería un vacío insoportable. ¿Es por causa de interés? No, pues V. ve que jamás le hablo de intereses privados míos. Es porque le debo pruebas brillantes de una amistad capaz de sobrevivir a todo motivo político (Alberdi a Villanueva, Caen, 29 de agosto de 1864, TAB. 174). 26

Pero, como ya se dijo, es sobre todo a partir de las posiciones públicas de Alberdi sobre la Guerra del Paraguay que Villanueva agudiza en su escritura la marca crítica, apoyado en la convicción de que la falta de oportunidad de las publicaciones de Alberdi cancelarán, al menos en lo inmediato, su posibilidad de regresar al país con los honores y el reconocimiento que merece.27 En el tramo del epistolario que trata sobre la elección y el desempeño presidencial de Sarmiento, Villanueva asume nuevamente la defensa del gobierno nacional, y a pesar de la contención del pathos discursivo que se imponen los corresponsales, el choque de opiniones circula en el espacio epistolar. La llegada de Avellaneda a la presidencia –que tanto Alberdi como Villanueva ven con buenos ojos–, sumada al desencanto de Villanueva por el accionar de Sarmiento en años posteriores, y a su rechazo del recurso permanente de Mitre a la violencia, reponen en parte la temática política en la correspondencia, aunque sin el vigor y la riqueza de la primera década de intercambios.28 En otro orden de cosas, la correspondencia Alberdi-Villanueva abre una ventana interesante sobre un aspecto sensible en la construcción de una nación: el papel de los contratistas del Estado en la realización de las grandes obras públicas que el país necesita. Si bien tanto Alberdi como Villanueva creen que las inversiones extranjeras, la libre empresa y la apertura comercial son palancas indispensables para el desarrollo y el crecimiento civilizador, disienten sobre los beneficios que el Estado debe otorgar para atraer a esos inversionistas. En una pieza de Villanueva de 1862, se trata, concretamente, de William Wheelwright, el gran empresario norteamericano residente en Inglaterra, a quien Alberdi apoya y admira al punto de escribir en 1876 una biografía que lo destaca como el emprendedor modelo.29 Dice Villanueva a Alberdi: En cuanto al ferrocarril de Córdoba que es una de las obras que mas influencia tendrá en nuestro bienestar, parece que seriamente se piensa en su realización. Sin embargo, V. me dice que Mr. Wheelright no está de acuerdo con la ley de su creación sancionada; y aquí se cree que Mr. Wheelright es muy exigente; que si bien es justo y necesario hacer grandes concesiones que sirvan de estimulo a los empresarios, lo es también, que una vez que el país tenga establecida su quietud, se multiplicarán al infinito las concurrencias para la realización de esas obras. Y si las ventajas o concesiones que hoy exige Mr. Wheelright no son razonables vendrán a ser en poco tiempo una rémora 26 Ver además, Caen, 14 de setiembre de 1864, TAB. 175 y ss. 27 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 1º de agosto de 1865, BF. 6917 bis; y Valparaíso, 2 de agosto de 1870, BF. 6961. 28 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de abril de 1874, BF. 6992 y ss.; Alberdi a Villanueva, St. André de Fontenoy, 15 de agosto de 1874, TAB. 380 y ss. 29 La vida y trabajos industriales de William Wheelwright en la América del Sud. París, Garnier, 1876.


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que detendrá o embarazará el desenvolvimiento del país en general, porque estará ligado con compromisos onerosos que impedirán la competencia para nuevas obras, marchando el país aún mucho más ligero que el impulso que le pueden dar las conveniencias de Mr. Wheelright y sus socios. Esas primas de larguísima duración como de 50 y 100 años, en países que nadie detendrá una vez que reciban un ligero impulso, en lugar de favorecer dañan a la nación. (Valparaíso, 17 de diciembre d 1862, BF. 6891).

Entre las críticas sucesivas y los entusiasmos pasajeros que permean sus cartas, Villanueva renueva su desconfianza en las empresas extranjeras a las que ve instalarse en el país guiadas por la voracidad de las ganancias, sin realizar las inversiones y los servicios necesarios, y siempre buscando prebendas gubernamentales que perjudican al erario público. Para que estas opiniones negativas resulten convincentes, Villanueva arma su estrategia discursiva con argumentos que remiten a datos empíricos que Alberdi seguramente desconoce: A propósito de Mr. Wheelwright y la parte que él tenga en el ferrocarril central ¿sabe V. que el Directorio o la administración de esta empresa no va bien? ¿Qué puede pensarse de una empresa que ha sido adjudicada con un lujo, con una prodigalidad de conce­siones y privilegios cual ninguna otra en su género, y que después de concluida la obra no beneficia ni a los accionistas ni al país, ni al mismo Gobierno Argentino su principal accionista? Y no se diga que el gobierno concesionario haya demorado un solo día el pago de los intereses y garantías ofrecidas; y no se diga que los accionistas han sido remisos en el pago de las cuotas, porque ninguna ha dejado de pagar; y no se diga tampoco que la firmeza y solidez de la vía, así como la calidad de su tren rodante exigiese grandes gastos porque fuese de buena calidad, nada de eso, por desgracia todo de eso es muy inferior a lo que se convino aquí. ¿Es creíble que después de 4 años de estar en ejercicio esa vía férrea, en un país donde los medios de transporte son tan caros y escasos, aún puedan las carretas de bueyes hacerle una competencia ventajosa? (Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 19 de octubre de 1873, BF. 6989).

A pesar de la dureza de estas críticas, pocos años después Villanueva aprueba y elogia la biografía de Wheelwright que escribe Alberdi. Le pide ocuparse personalmente de entregar al intendente de Valparaíso un ejemplar autografiado, y –como lo había venido haciendo con las publicaciones de Alberdi sobre todo hasta que los desacuerdos se acentuaron– se encarga también de interesar a los libreros de la ciudad y seguir los resultados de la venta.30 La espinosa cuestión del Paraguay Entre 1865 y 1870, la cuestión de la Guerra del Paraguay y sus implicaciones en la geopolítica del Plata atraviesa los intercambios epistolares de Alberdi con sus corresponsales cercanos; entre ellos, por los cargos que ocupa en la Legación del Paraguay en París, se recorta Gregorio Benites como un interlocutor privilegiado: la correspon-

30 Cf. Valparaíso, 9 de mayo de 1876, BF. 7007; 16 de diciembre de 1876, BF. 7011 y 3 de marzo de 1877, BF. 7014.


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dencia entre ambos presenta la mayor cantidad de piezas de Alberdi específicamente ligadas a la contienda, con precisiones y comentarios sobre la marcha de las operaciones y sus protagonistas, además de informaciones sobre el proceso editorial de sus “escritos de combate”, y reflexiones metaliterarias, indicaciones para su distribución.31 En las piezas conservadas de Alberdi y Villanueva, las primeras referencias a los enfrentamientos militares en la subregión del Plata y la amenaza del conflicto armado que desembocará en la Guerra de la Triple Alianza irrumpen en el espacio epistolar en julio de 1864. No bien le llega la confirmación de la entrada de Argentina en la guerra como país beligerante, Alberdi muestra en sus cartas por dónde irá su escritura acusatoria y la tesis central que la soportará: El último vapor nos ha traído la noticia de la Guerra entre el Paraguay y Buenos Aires. A todos ha sorprendido, menos a mí, que conozco lo que desde lejos hace Mitre por traer ese conflicto, con miras de interés local para él. Entre el Paraguay y la República Argentina, el rol de cada ciudadano respectivo sería muy claro; pero ¿cómo ocultar que la guerra es entre el Brasil y el Paraguay, y que nuestro país no tiene en ella sino un papel secundario y de mero instrumento del Brasil? En ella, atacar y debilitar al Paraguay es fortificar al Brasil, es decir, debilitar a la misma República Argentina, cuyos territorios son tan codiciados por el Imperio vecino como los del Paraguay mismo (Alberdi a Villanueva, París, 31 de mayo y 15 de junio de 1865, TAB. 194 y TAB. 195).

Con estas afirmaciones, que reformulará y desplegará reiteradamente en el intercambio epistolar, Alberdi adelanta en su discurso privado a Villanueva –y por su intermedio a los amigos comunes de Chile y del Plata– la posición que sostendrá en su discurso público, y en tanto “ciudadano argentino”, responde de manera oblicua a las críticas sobre el error de apreciación o la falta de oportunidad de sus escritos. Desde el inicio del tramo 1865-1870 de la correspondencia, los desacuerdos entre Alberdi y Villanueva se agudizan y ambos montan en su discurso epistolar operaciones de enunciación articuladas sobre la tensión de ese disenso. Mientras Villanueva produce una escritura de lenguaje virulento lejos de la conciliación,32 Alberdi trata de evitar polémicas inútiles sosteniendo su discurso en un plano informativo, apoyado en la estrategia de citar a la prensa europea como “autoridad” e incluir en sus cartas recortes periodísticos que refuerzan sus propias opiniones.33 Los amigos de Valparaíso y Buenos Aires más cercanos a Alberdi coinciden en que frente al hecho consumado de la Argentina en guerra se puede estar contra la política hegemónica de Mitre y del Imperio del Brasil, pero no escribir a favor del enemigo. La posición de Villanueva sobre la actitud que todos ellos debían tomar 31 Cf. el tramo 1865-1870 de Juan Bautista Alberdi-Gregorio Benites. Epistolario inédito, op. cit. 32 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 1º de agosto de 1865, BF. 6917 bis y ss., Valparaíso 2 de agosto de 1869, BF. 6956, etc. 33 Cf. París, 15 de mayo de 1865, TAB. 193 y ss.


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frente a la Guerra del Paraguay –y sobre todo frente al mariscal López– coincide con los “no dichos” de la carta-relato que Borbón escribe a Alberdi sobre su encuentro en Buenos Aires con el empresario William Wheelwright: (…) que [el Ministro Rawson] le había dicho [a Wheelwright] que el gobierno tenía un folleto escrito por V. defendiendo al Paraguay, o sea a López y su política, encontrado en la correspondencia interceptada a los agentes de López; que aunque el folleto no tenía el nombre de V. se tenían pruebas de que V. era el autor: yo estaba pensando en ir a hablar con V., Sr. Borbón, me dijo, sobre esta desgracia: yo me quedé helado de pensar y sólo pude decirle que no creía que ese hecho fuese cierto (…). Mi opinión sobre la guerra actual en que está empeñada la república ya la conoce V. por mis cartas anteriores, pues le he dicho a V. que López es un cacique y que el Paraguay una tribu embrutecida por ese monstruo: deseo en el alma que V. desmienta pronto esta publicación que se le atribuye ( José Cayetano Borbón a Juan Bautista Alberdi, Buenos Aires, 12 de junio de 1865, BF. 2840).

Se trata, en este caso, del folleto fechado el 1º de marzo de 1865 Las disensiones de las Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil –que Alberdi había publicado como anónimo–, al que Villanueva, en sintonía con Borbón, considera “inoportuno, sobre todo si el autor es argentino”.34 Acabada la guerra, la cuestión del Paraguay reaparece en el espacio epistolar a comienzos de 1872 con las relaciones tirantes entre la Argentina y el Brasil por los tratados de paz, vinculados centralmente al reparto territorial y a las reparaciones a pagar por el vencido. Mientras Alberdi sigue en la misma línea discursiva acusatoria y desconfiada de la dirigencia, Villanueva produce en sus cartas un cambio manifiesto en la enunciación, descartando ahora la polémica y halagando la lucidez premonitoria de su corresponsal sobre la vocación imperial del Brasil y los intereses de la política mitrista en el desarrollo de la guerra.35 La construcción del topos del regreso y el manejo a distancia de los bienes La vuelta de Alberdi a Sudamérica irrumpe tempranamente en la correspondencia, ligada al destino de su quinta en el estero Las Delicias en Valparaíso. A menos de tres años de su instalación en Europa al frente de la Legación, Alberdi la quiere siempre disponible en breve plazo: la fluida política del Plata y la fragilidad del lugar que ocupa en la dirigencia del país lo habilitan a pensar en la conveniencia de radicarse nuevamente en Chile.36 El inicio de la construcción del topos del regreso –en tanto tensión constante entre el imaginario de la vuelta y su materialización siempre postergada– lo registra Villanueva en una carta de julio de 1861 al interpelar a Alberdi, ya cesado en su cargo diplomático, sobre su deseo de permanecer en Europa 34 Cf. Valparaíso, 1º de julio de 1865, BF. 6916. 35 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, el 3 de febrero de 1872, BF. 6974. 36 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 31 de julio de 1858, BF. 6859 y Alberdi a Villanueva, París, 30 de noviembre de 1858, TAB. 042.


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por un tiempo largo. Pocos meses después, una referencia incidental de Alberdi –“si algún día voy por allá”– enciende nuevamente la alarma en su corresponsal. Al año siguiente, Alberdi habla en sus cartas sobre dificultades económicas y deudas en Europa (aumentadas por la antipatía de Mitre y sus ministros), que suspenden el ansiado viaje del retorno.37 Desde el lugar de la enunciación de la sensatez y el sentido común, Villanueva intenta deconstruir lo que –a su juicio– Alberdi monta en su discurso epistolar como verdades y no son sino excusas para retrasar su vuelta: insiste en señalarle que la lejanía no es buena consejera, que el gobierno no lo acosa como él piensa, que tiene garantías para vivir en el país –son muchos allí los adversarios activos del mitrismo–, y para cerrarle el paso a las dificultades materiales manifiestas, le ofrece adelantarle el dinero que necesita para saldar sus compromisos y emprender el viaje.38 Durante la Guerra del Paraguay, los “escritos de combate” que Alberdi produce y las acusaciones de “traición” que sus enemigos fogonean se entraman con la cuestión del regreso ahora imposible. El sitio de París como amenaza cierta (y también la de la fiebre amarilla en Buenos Aires) reinscribe el tema en el diálogo epistolar de los corresponsales, con un viraje notorio en la argumentación de Alberdi que morigera el habitual elogio de la distancia para destacar las ventajas del contacto personal intransferible: Después de alguna vacilación, he vuelto a mi determinación de volver al país (…). Iré a mi país, como yo aconsejé al General Lavalle que volviese, en 1839, sin opinión alguna preconcebida. Iré para estudiarlo de nuevo, en sus hombres, en sus cosas, en los hechos consumados, en sus partidos actuales, en sus recientes instituciones. Si la distancia favorece a veces para mejor apreciar los hechos, la proximidad y la presencia tienen también la ventaja de desvanecer ciertos errores de perspectiva. Espero dos cosas para mi viaje: que se levante el nuevo sitio de París, para sacar mi equipaje, y que mejore el estado sanitario del Plata (Alberdi a Villanueva, Londres, 28 de abril de 1871, TAB. 332).

Dos años después Alberdi no ha materializado su regreso y ante nuevos intentos tantas veces naufragados Villanueva opta, según los casos,39 por una modalidad discursiva irónica que desenmascara la poca credibilidad que esos intentos le generan; o toma los enunciados de Alberdi como dato frío y produce una escritura sin densidad emocional que reformula el discurso de su amigo en una suerte de “acuse de recibo”, sin ningún indicio en la superficie del texto que deje entrever entusiasmo o compromiso con este nuevo “proyecto retorno”; o retoma el discurso del afecto y de

37 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 2 de julio de 1861, BF. 6881; Alberdi a Villanueva, París, 15 de diciembre de 1861, TAB. 108; Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 2 de febrero de 1862, BF. 6885; y Alberdi a Villanueva, París, 14 de enero de 1863, TAB. 134. 38 Cf. Valparaíso, 1º de diciembre de 1863, BF. 6904. 39 Cf. Valparaíso, 28 de julio de 1871, BF. 6969; Valparaíso, 14 de julio de 1873, BF. 6986, etc.


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la intimidad para interpelar a Alberdi sobre lo que ya ve como una lejanía malsana inexplicable: “Llevamos 19 años de separación !toda una existencia! ¿Qué acumulación de hechos, de accidentes, de sucesos, han determinado un rigor tan inflexible en su destino?” (Valparaíso, 15 de abril de 1874, BF. 6992). Con el topos del regreso siempre como telón de fondo, la administración de Las Delicias (también del dinero invertido en el circuito financiero y de la mina Arís que nunca dio ningún provecho), ocupa reiteradamente a Alberdi y Villanueva a lo largo de los años: a quién rentar la quinta, por cuánto tiempo, los daños y las reparaciones necesarias, el cuidado de las plantas, la pérdida del naranjo, la inundación devastadora, el litigio con los vecinos, los problemas de catastro; el monto del capital colocado en la Casa Edwards, los intereses que producen, el envío a Europa de los fondos que Alberdi periódicamente necesita; gestiones todas que Alberdi exige y agradece a lo largo de la correspondencia, apelando a construcciones retóricas que exaltan su gratitud por el esfuerzo de su amigo. La escritura epistolar de Villanueva deja entrever su preocupación por esta tarea tan ajena a sus saberes, que la ausencia de Alberdi y los vaivenes de su vuelta –tantas veces anunciada– convierten en una pesada carga. La serie de cartas de 1877 sobre la destrucción de Las Delicias –cuando Alberdi una vez más está hablando de la inminencia de su vuelta– registra el punto de mayor tensión emocional de la correspondencia en la cuestión del manejo a distancia de los bienes.40 La estrategia con que Villanueva organiza su discurso informativo de ese suceso infausto se apoya en una retórica de la atenuación, que intenta fundir la desgracia individual en una gran desgracia colectiva: se lanza a la escritura epistolar con una oración anunciadora de calamidades (“Noticias penosas tengo que trasmitirle después de un silencio de semanas”); habla de fenómenos climáticos previsibles después del terremoto (tesis de Humboldt); señala que la desgracia alcanzó a gran parte de la población chilena (incluido Villanueva); y luego comunica a Alberdi que la inundación ha destruido su quinta tan querida. Una vez dada la noticia, Villanueva se afianza en esta línea discursiva minimizadora del impacto, generando un subtexto que desplaza a Alberdi del protagonismo inmediato de la desesperación: él –y no Alberdi que está lejos– ha sido el que asistió al desastre abrumador; él es quien ha tenido que darle a su amigo la mala noticia; él es el albacea de los bienes de Alberdi en Valparaíso y como tal no dispone ni de medios materiales, ni de destreza ni de fuerza emocional para enfrentar tamaña catástrofe. Alberdi, frente a esta calamidad inesperada que destruyó su bien más entrañable –portador de un imaginario poderoso de arraigo y de felicidad siempre al alcance– opta por responder a Villanueva con un discurso mesurado, que sin dejar de hablar de la desgracia, la contiene: muestra su desasosiego, comenta los alcances 40 Cf. Valparaíso, 18 de julio de 1877, BF. 7017 y ss.


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personales del desastre, se felicita una vez más por contar con la presencia invalorable de su amigo, y pasando del lamento al acto, le comunica sus decisiones sobre el destino de la quinta.41 En 1878, con su Diploma de diputado nacional esperándolo en el Congreso, Alberdi aboga una vez más por postergar su viaje a Buenos Aires (que recién concretará a mediados de 1879), con dispositivos discursivos que si bien apuntan en lo manifiesto a mostrar su desapego por el cargo, encubren el temor al ataque abierto de sus enemigos históricos, sin el resguardo intelectual y físico que hasta ahora le dio la lejanía.42 Villanueva entrevé en las reticencias de su amigo su situación de soledad y desamparo frente a la confrontación entre el deseo y la realidad que se avecina. Y, ante esta nueva postergación inesperada, organiza su respuesta con objetivos pragmáticos precisos: tranquilizar el ánimo de Alberdi con comentarios comprensivos, desmontar sus argumentos de dilación, recordarle cuánto se espera de él en la Argentina y mostrarle su confianza en que se comportará a la altura de quién es.43 Alberdi acababa de cumplir 68 años, y desde su partida hacia aquel Montevideo del exilio rosista, había vivido 40 años fuera del país. Atravesado por la tensión entre la pulsión de intervenir en la política del Plata y la necesidad de la distancia, tampoco se afincó en Europa: como lo testimonian sus escritos públicos y privados, nunca dejó de pensar en el país y vivió alimentando el imaginario del regreso. Las cartas de Alberdi como espacio de reflexiones metaliterarias En otro orden de cosas, la escritura privada que intercambiaron los corresponsales a lo largo de veintiséis años, puede leerse como un registro cronológico sistemático de las diversas etapas que intervienen en el proceso de formulación de ideas, textualización, edición, promoción, circulación y recepción de los escritos públicos que Alberdi produjo entre 1855 y 1881, en diálogo constante con sus obras anteriores. Las cartas de Alberdi –a las que las de Villanueva replican en espejo– dan cuenta de diversos estadios de la producción textual de estos ensayos, de reflexiones metaescriturarias, de comentarios críticos sobre el contenido y la oportunidad de su escritura, del impacto de su recepción en los circuitos del Plata, de Chile y de Europa que interesan a Alberdi: la dirigencia política y los lectores calificados, la prensa y otros poderes fácticos de la sociedad civil, la opinión pública. 41 Cf. Alberdi a Villanueva, St. André de Fontenay, 1º de setiembre de 1877, TAB. 410. 42 Cf. St. André de Fontenay, 30 de julio de 1878, TAB. 416. 43 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 12 de setiembre de 1878, BF. 7021 bis.


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En interacción con las circunstancias cambiantes de su vida política, Alberdi iba informando puntualmente a Villanueva qué escritos tenía in mente o ya entre manos, y una vez editados, solicitaba y esperaba la mirada crítica de su amigo, producida desde la inteligencia, el afecto y la sinceridad. El primer tramo de reflexiones metaliterarias y metaescriturarias refiere a los trabajos diplomáticos de Alberdi al frente de la Legación;44 y hasta el giro en la agenda discursiva que los corresponsales producen con la Guerra del Paraguay, Alberdi trae al diálogo epistolar, sin filtro, las temáticas políticas que lo urgen, la dinámica de sus proyectos de escritura, las ideas que textualiza en borradores, la versión final que ya entregó a la imprenta, la obra publicada, las críticas que le llegan.45 Años más tarde, con la publicación de Palabras de un ausente, la escritura de Villanueva instala en la superficie del texto una sospecha ya entrevista en el entramado de cartas anteriores: que este folleto, por su falta de oportunidad política (ataca frontalmente a Sarmiento, a punto de entregar la presidencia a su candidato Avellaneda), sea otro obstáculo que dilate nuevamente el regreso de Alberdi a América.46 Para hablar del libro Peregrinación de Luz del Día –y también de su falta de oportunidad–, Villanueva apela a una modalidad irónica que a veces remata con frases lapidarias (“Francamente le digo con toda sinceridad y, el afecto que le profeso, que habría deseado que su libro fuese una obra póstuma”); 47 a lo que Alberdi responde en la línea discursiva de la elusión y la conciliación, protectora de su amistad con Villanueva, con consideraciones sobre las características genéricas de su producción y el impacto que los escritos satíricos tienen sobre la recepción.48 Además de la posibilidad de acceder al “taller de la escritura” de Alberdi y a la recepción en lectores calificados de los ensayos contemporáneos a la escritura de sus cartas, la Correspondencia epistolar. Alberdi-Villanueva ofrece un material valioso para estudiar –en otra línea de trabajo– las modalidades de edición y promoción de la época, los circuitos de distribución, la relación de las casas editoriales con sus autores, el papel del mecenazgo en la publicación de los escritos, la batalla por la opinión pública europea en los diarios y en las revistas especializadas, el lugar de las traducciones en la búsqueda de apoyos políticos en las metrópolis, etc.

44 Cf. París, 30 de julio de 1859, TAB. 051 sobre el Tratado con España; París 3 de enero de 1860, TAB. 064 y París, 29 de febrero de 1860, TAB. 061 sobre la Memoria de su gestión. 45 Cf., por ejemplo: Alberdi a Villanueva, París, 31 de enero de 1858, TAB. 027; París, 30 de julio de 1859, TAB. 051; París, 29 de abril de 1860, TAB. 080; París, 31 de julio de 1862, TAB. 121, etc. 46 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de abril de 1874, BF. 6992. 47 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 17 de noviembre de 1875, BF. 7005. 48 Cf. Alberdi a Villanueva, París, 1º de enero de 1876, TAB. 394.


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La irrupción de lo privado: placeres y displaceres Las referencias a la vida privada de Alberdi y Villanueva irrumpen en la correspondencia desde las primeras cartas y permanecen en el espacio epistolar hasta las últimas, con modalidades discursivas que varían desde una referencia incidental antes de la fórmula de despedida hasta la temática central del cuerpo de la carta, según el peso de las cuestiones abordadas y los vaivenes de la relación epistolar. El objetivo de esta irrupción inaugural de lo privado es sostener con noticias de los amigos, crónicas de la sociabilidad y confidencias personales, un imaginario de la cercanía que mantenga vivos el recuerdo de los amores juveniles, las historias de la cotidianeidad vivida juntos en Valparaíso, y los proyectos políticos compartidos en el exilio, para cuando llegase el momento de la vuelta. A medida que avanza la correspondencia, el intercambio epistolar da cuenta de los cambios que Alberdi y Villanueva transitan en los años de separación: la crónica antes festiva49 es ahora portadora de noticias lúgubres,50 que irán deslizando la pulsión escrituraria hacia otras temáticas vinculadas al paso del tiempo y a la lejanía: la cotidianeidad perdida, los avatares de la salud, la vejez, el dolor de las muertes cercanas, el destino inesperado de sus vidas. Los amores de Alberdi y Villanueva Al abordar cuestiones de mujeres que se confiesan entre hombres, las cartas apuntan a reflejar en la escritura la intimidad de un habla coloquial que Villanueva expone sin ningún recurso de mediación (“¿Qué me dice V. de Dª Ana Warnes de Peña? Por acá corren cosas desfavorables de su conducta en ésa. ¿Es puta declarada? Sí o no”); y que Alberdi atenúa con alusiones y elusiones (“[En París] La belleza sola no basta, aunque esté acompañada de fortuna: ejemplo, cierta viuda conocida nuestra. No creo que esté dada a p..., como dicen por allá”).51 Por vocación propia y por delegación de Alberdi, Villanueva se constituye en comentarista e intermediario privilegiado de los amores que su corresponsal dejó en Valparaíso (“la Sordita”, “las amigas de la calle Chacabuco”). Las visita por encargo de Alberdi, le adjunta las cartas que las señoritas le entregan para él, le aconseja

49 Cf., entre muchas otras: Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de junio de 1855, BF. 1571; Alberdi a Villanueva, Londres, 15 de agosto de 1855, TAB. 005; Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 16 de abril de 1864, BF. 6910, etc. 50 Cf., por ejemplo: Alberdi a Villanueva, París, 15 de noviembre de 1863, TAB.154; París, 31 de marzo de 1866, TAB. 215; Londres, 31 de diciembre de 1870, TAB. 322; Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 2 de junio de 1873, BF. 6985; Valparaíso, sin fecha [¿setiembre? de 1874], BF. 6994; Valparaíso, 15 de enero de 1878, BF. 7020, etc. 51 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 2 de febrero de 1862, postscriptum, BF. 6885; y Alberdi a Villanueva, París, 15 de abril de 1862, TAB.114.


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que sea leal con ellas, que no las entretenga ni entusiasme si no le interesan, que les escriba algo, que esperan sus noticias.52 En los primeros tiempos de su estadía en Europa, la escritura epistolar de Alberdi da cuenta de una tensión interior entre el deseo de anclarse en un afecto duradero y el temor al compromiso. En el marco de esas circunstancias, el discurso de los corresponsales sobre las tribulaciones del amor se constituye en una puesta en diálogo de los desahogos de quien aún está “en la búsqueda” (“Ya estoy viejo, necesito descanso, ¿no le parece a V.? Sobre todo necesito familia; pero para eso mismo ¿no le parece que estoy demasiado viejo? Así lo creo yo (…),”53 con los consejos sensatos del que “ya sentó cabeza” (“Déme V. la clave de entender su situación personal; me dice V. que ya le es insoportable la soledad, pero también se cree incapaz de ser marido”).54 Mientras tanto, Alberdi, entusiasmado y absorbido por sus gestiones diplomáticas –y también por los avatares de la política del Plata en los que se juega el destino de su cargo–, se multiplica entre París, Londres y Madrid, mientras piensa y produce sus escritos para intervenir en el escenario político distante. Paulatinamente, sin terminar de definir su ambigüedad manifiesta, los amores que Alberdi dejó en Chile van perdiendo envergadura en la correspondencia hasta quedar, a veces, relegados a una breve mención que los empareja con el ritual de enviar sus recuerdos a la familia femenina de Villanueva: “Dos encargos más: recuerdos finísimos a misiá Genoveva y señoritas, y una visita amable en la calle de Chacabuco”.55 Cuando se trata de mujeres inalcanzables que Alberdi o Villanueva habrían elegido como esposas si las circunstancias hubieran sido otras (Matilde Lamarca, casada con Manuel del Carril después de que Alberdi la dejó pasar; Virginia Herrera, esposa de Mariano de Sarratea, amiga entrañable de Villanueva cuya muerte lo sume en el máximo dolor), la escritura epistolar de ambos se mueve en un registro de cuidada intimidad que sin hablar del amor, deja entreverlo.56 La salud de los corresponsales Ligada a la enfermedad como su contracara natural, la salud es otro de los temas del ámbito privado que periódicamente reaparece en la correspondencia. Este tema, recurrente en las correspondencias privadas de la época, se registra también en el

52 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 30 de enero de 1856, BF. 6843; 30 de noviembre de 1858, BF. 6863, etc. 53 Cf. Alberdi a Villanueva, París, 15 de noviembre de 1855, TAB. 006. 54 Cf. Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 15 de setiembre de 1858, BF. 6861. 55 Cf. París, 15 de abril de 1858, TAB. 031. 56 Ver especialmente las cartas de Villanueva sobre la pérdida de Virginia, Valparaíso, 15 de setiembre de 1858, BF. 6861 y ss.; y las cartas de Alberdi sobre el casamiento de Matilde con Carril, París, 31 de marzo de 1859, TAB. 049 y ss.


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intercambio epistolar de Alberdi con Félix Frías, Juan María Gutiérrez, el ama de llaves normanda Angéline Dauge, Manuel del Carril o Máximo Terrero, entre otros. En el intercambio con Gregorio Benites, las numerosas piezas conservadas del período que ambos compartieron en Francia permiten calibrar la importancia que las enfermedades y las cuestiones médicas adquirían para Alberdi, cuya salud frágil sin un entorno propio contenedor durante su larga estadía europea, lo colocaba en una situación desventajosa para enfrentarlas. Considerando esa preocupación central de Alberdi sobre cuestiones de la salud, la condición de médico de Villanueva –al que Alberdi consulta y del que viene recibiendo precisiones y consejos desde los tiempos de Valparaíso– refuerza y singulariza el tratamiento de esa temática en la correspondencia. Apelando a una modalidad discursiva que reproduce en el espacio epistolar la pragmática de la entrevista médico-paciente, Alberdi y Villanueva textualizan en las cartas lo que antes verbalizaron cara a cara, en una suerte de interconsulta a distancia sobre síntomas y dolencias, cuidados higiénicos, terapéuticas posibles y recomendadas: ¡Cómo lo he recordado mi querido Doctor, en esta enfermedad! No creía yo en ningún remedio de los que hay aquí, es decir de las primeras celebridades científicas, y me lamenté diez veces de no tener a V. cerca. Una notabilidad me ha visto anoche. Es homeopática. Me ha recetado unas cucharadas de agua, que si me hacen bien, yo lo creeré por fe (Alberdi a Villanueva, París, 31 de mayo de 1858, TAB. 033). He agradecido con mi alma el esfuerzo que V. ha hecho al escribirme la suya de 31 de Mayo enfermo como estaba. En esos climas, a la entrada del otoño no debe dejar el uso de la franela, hasta media primavera. Aun aquí, que es país templado es preciso guardar esa precaución, si es que no se tiene el uso de abluciones frías porque en tal caso no es necesaria la franela. Espero que la docilidad de su naturaleza y su buen régimen y cuidado haya curado su enfermedad (Villanueva a Alberdi, Valparaíso, julio 31 de 1858, BF. 6859).

Mientras las disquisiciones profesionales de Villanueva sobre la bondad de diversos tratamientos terapéuticos transitan con fluidez por la correspondencia, Alberdi suspendiendo su lugar natural de paciente calificado, le envía a su amigo publicaciones nuevas sobre temas médicos que a veces acompaña con comentarios políticos, como es el caso de la salud de Garibaldi.57 Hacia 1864 –ambos amigos tienen ya más de 50 años– las cartas de Alberdi y Villanueva comienzan a hablar de la vejez que se avecina y el tema de la salud se funde con el tópico de la juventud perdida. Aunque frente a las quejas melancólicas recíprocas ambos corresponsales montan operaciones discursivas de aliento y reaseguro emocional, el discurso médico con que Villanueva aborda la salud de Alberdi se resuelve, a veces, en descripciones descarnadas que seguramente producirían un

57 Cf. Alberdi a Villanueva, París, 13 de noviembre de 1862, TAB. 129.


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fuerte impacto en su corresponsal, siempre atento a las señales de su cuerpo y a una eventual amenaza que lo pusiese en riesgo.58 En el último tramo de la correspondencia, las cartas de Villanueva hablan de un deterioro paulatino en su salud. Además de las dolencias y achaques físicos que le menciona a Alberdi (no ve bien, cojea, el dolor de un pinzamiento nervioso lo atormenta), la escritura epistolar da cuenta de malestares y tensiones de otro tipo que en gran medida lo emparejan con Alberdi: el cansancio y la depresión por el paso de los años, los esfuerzos que le demandan una vida sin fortuna y el ejercicio de una profesión sacrificada que no puede ni quiere abandonar. Cuestiones filológicas Las formas del intercambio epistolar Las fórmulas que ambos corresponsales utilizan en el encabezamiento de sus cartas son las convencionales del género: en las de Alberdi solo varía entre “Mi querido amigo” y “Mi muy querido amigo”, con mayor utilización de esta última. La fórmula “Muy querido amigo” se repite en todas las piezas de Villanueva, con el lexema “amigo” frecuentemente abreviado “amº” (al igual que “Valpº” por “Valparaíso” en la data). Las firmas al pie alternan respectivamente entre “J. B. Alberdi” y “Alberdi”, “Javier Villanueva” y “J. Villanueva”. En las piezas de Villanueva, los formantes epistolares de cierre y despedida siguen el siguiente esquema de manera más o menos uniforme: y breve resumen de informaciones concretas sobre la familia y los amigos, cumplimiento de un encargo, acuse de recibo de un envío, etc.; y despedida del tipo “Reciba toda la expresión de la sincera amistad que le profesa su antiguo amigo” y sus variaciones: “Reciba como siempre los afectos de su viejo amigo”, “soy como siempre su invariable amigo”, “Reciba los afectos de mi familia y de su amigo”, “de su afectísimo amigo que le desea toda salud y contento”, etc. Por el contrario, los formantes de cierre y despedida de las cartas que Alberdi dirige a Villanueva se alejan de las fórmulas retóricas de uso corriente en la época, con construcciones propias que –como lo muestran los ejemplos que siguen– apuntan a recordar los valores inestimables del amigo y su entorno familiar: y “Y usted, mi querido Doctor, el hombre en quien se concentran más y más, por tan nobles y altos motivos, mis simpatías y mis respectos, consérvese bueno y feliz, para el bien de tantos y tantos que lo rodean por todo género de vínculos. Mil afectuosos recuerdos a sus señora y señoritas, y admita el abrazo de su viejo,” (TAB. 193); 58 Cf. por ejemplo, Villanueva a Alberdi, Valparaíso, 16 de abril de 1864, BF. 6910; 16 de mayo de 1866, BF. 6931, etc.


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y “Deseando que nada ocurra de desagradable en su casa y en el círculo de sus afecciones, lo abraza de corazón” (TAB. 308); y “Mis más afectuosos recuerdos a misiá Genoveva y señoritas, y todo mi corazón para mi querido Doctor Villanueva” (TAB. 225), etc. Con el paso de los años, si bien la intimidad y el afecto en el tratamiento continuaron, tanto Alberdi como Villanueva cierran sus cartas con fórmulas de menor densidad emocional. Después de la larga carta inicial, la extensión de las piezas de Villanueva es casi siempre la misma: por lo general no supera los 4 folios, salvo cuando se propone informar a Alberdi sobre la marcha pormenorizada de los asuntos que ha dejado en Chile, o se producen en su entorno circunstancias excepcionales que lo conmocionan (el ataque español al puerto de Valparaíso, el terremoto de Mendoza, la guerra con Bolivia y Perú, las preocupaciones familiares, los problemas de salud). En el caso de Alberdi, es notoria la cantidad de piezas extensas (frecuentemente acompañadas con variedad de recortes de diarios, revistas y despachos de agencias europeas), pero con el correr del tiempo la pulsión escrituraria generalmente se resuelve en menos folios. Con las dificultades habituales que ofrece la transcripción del material epistolar del siglo XIX, la letra de Villanueva, de trazo extendido y abierto, es de fácil interpretación; la escritura, organizada en largos párrafos, ocupa el espacio completo del soporte con escasos márgenes, sobre los que a veces Villanueva avanza con textos adicionales escritos en sentido vertical. Por el contrario, la letra de Alberdi –siempre cercana al jeroglífico– constituye una barrera que dificulta la interpretación del manuscrito y origina con frecuencia errores en la transcripción, como es notorio aún sin los originales a la vista, en varias piezas que se leen en la Correspondencia epistolar (por ejemplo, “Denuncios” por “Disensiones” en TAB. 198; “vida negativa” por “vida vegetativa” en TAB. 406, etc.).

Grafemática, gramática y fraseología Las cartas manuscritas de Alberdi y Villanueva presentan en gran medida las mismas características grafemáticas que las de un hispanohablante culto de la segunda mitad del siglo XIX: vacilaciones en la grafía entre c, s y z (“compación”; “inquizición”), j y g (“jeneral”), b y v (“Córdova”, “Brabo”); empleo de abreviaturas y mayúsculas hoy en desuso (“amº”, “Rs. Esters.”, “Gobº”, “Ferro – Carril”, “Europeo”); errores ortográficos en los nombres propios por arrastre de la oralidad (“Weelrryt” por “Wheelwright”, “Beche” por “Beeche”, “Mont” por “Montt”, “Sarfiel” por “Sarsfield”, en las cartas de Villanueva). A esto se agregan las vacilaciones en la tildación: la preceptiva de la época difería de la actual (por ejemplo, las palabras agudas terminadas en “n” no se tildaban), y la práctica de las reglas de acentuación resultaba difícil debido a la complejidad de las normas establecidas por la Real Academia Española en el siglo XVIII.


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En el ordenamiento lógico del discurso, las cartas de Villanueva registran algunos apartamientos de la normativa gramatical que se reiteran a lo largo de la correspondencia: largos párrafos explicativos o reflexivos con sintaxis confusa, errores de concordancia y fallas en la puntuación con sobreutilización del signo “coma”. A esto se agrega el uso defectuoso de las preposiciones, de los adverbios y del régimen verbal, y la utilización errada o poco corriente de lexemas y sintagmas que, a veces, por su creatividad irónica adquieren el valor de un neologismo (“esto ha originado un clamoreo muy grande”, BF. 6894; “De esto V. estará ya informado y me excuso de comentariar”, BF. 6913; “las minorías también tendrán representantes, y éstas serán quizá algo tumultuarias”, BF. 7006, etc.). En medio de una escritura abigarrada, en cuya construcción incorpora cultismos como “febricitante” o “engolfados”, el discurso epistolar de Villanueva exhibe numerosos pasajes de frescura coloquial –que Alberdi elogia y celebra como una marca distintiva de la escritura de su amigo– en los que apela a imágenes populares, a la reproducción de refranes o a la reformulación de frases célebres (“Se imaginan que todavía es el tiempo en que se pueden atar perros con longanizas”, BF. 6843; “pero no vemos en ese triunfo sino el mismo Fraile con las mismas alforjas”, BF. 6845; “¡Dirá V., a toro muerto gran lanzada!”, BF. 6885; “¡Ojalá que los pueblos no sean inducidos en error por esta grita hidrofóbica!”, BF. 6951, etc.). Alberdi también incorpora en sus cartas giros coloquiales en una modalidad irónica que produce un efecto pragmático que borra la solemnidad (“Cada día voy peor en mi aptitud para novio: no lo olvide V., en el boletín amatorio”, TAB. 021; “¿No es verdad que mi papel es el de Cristo?”, TAB. 051; “Conversación de vieja a las horas de tomar mate, y de vieja enredista y pérfida”, TAB. 075; “Mitre se ha mostrado más parecido al zorro que al león”, TAB. 077; “es un antiguo tendero que le ha dado por diplomático”, TAB. 117; “tampoco hablo por la herida, aunque no basta hablar por la herida para no tener razón”, TAB. 144; etc.). Pero, como no podía ser de otro modo, la escritura epistolar de Alberdi está montada centralmente sobre la argumentación retórica, y las formas y usos lingüísticos que predominan en sus cartas remiten a una escritura política de matriz ensayística, a pesar del carácter íntimo del intercambio epistolar con Villanueva y de la confianza que los unió en los más diversos aspectos de la vida.



Correspondencia epistolar (1855-1881) JUAN BAUTISTA ALBERDI FRANCISCO JAVIER VILLANUEVA Selección / Edición crítica / Estudio preliminar

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La correspondencia de Juan Bautista Alberdi con Francisco Javier Villanueva, amigo de la intimidad desde la temprana juventud, se halla entre las más nutridas y extensas que Alberdi mantuvo a lo largo de su vida. El hecho –poco usual– de contar con las cartas de Alberdi habilita la lectura cronológica y referencial de los intercambios, repone la fluidez y la riqueza del espacio epistolar de intimidad que ambos construyeron a lo largo de veintiséis años, y permite, además, estudiar las diversas modalidades del discurso de Alberdi en los intercambios con otros pares cercanos (José Cayetano Borbón, Juan María Gutiérrez, Félix Frías, Vicente Fidel López), o con corresponsales asiduos pertenecientes a otros circuitos, como el paraguayo Gregorio Benites.


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