Esto no es un diagóstico- Adrián Scheinkestel

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Esto no es un diagnรณstico

Adriรกn Scheinkestel

PASAJE 865/



Serie Tyché Directora: Damasia Amadeo de Freda Scheinkestel, Adrián Esto no es un diagnóstico / Adrián Scheinkestel - 1a edición - San Martín: Universidad Nacional de General San Martín. UNSAM EDITA; Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación CIPAC, 2017. 104 pp. ; 21 x 15 cm - (Tyché / Damasia Amadeo de Freda) ISBN 978-987-3982-03-3

1. Psicoanálisis. 2. Clínica Psicoanalítica. I. Título. CDD 150.195

1a edición, agosto de 2017 © 2017 Adrián Scheinkestel © 2017 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de San Martín © 2017 Pasaje 865 UNSAM EDITA

Campus Miguelete, Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), prov. de Buenos Aires, Argentina unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo (CIPAC) Tel.: (54 11) 4300-0531 Humberto Primo 865 (CABA) pasaje865@gmail.com Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Wanda Zoberman Ilustración de tapa: Francisco Hugo Freda, Líneas (fragmento), 2013. Se imprimieron 1000 ejemplares de esta obra durante el mes de agosto de 2017 en Altuna Impresores SRL, Doblas 1968, CABA Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Editado e impreso en la Argentina Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.



Prólogo por Verónica Berenstein

Esto no es un prólogo Capítulo 1

La lectura de un cuadro (clínico) Capítulo 2

Actualidad del diagnóstico y la clasificación Capítulo 3

Ser psiquiatra, existir psicoanalista Capítulo 4

Interfaz psiquiatría y psicoanálisis Capítulo 5

Psiquiatría y psicoanálisis Capítulo 6

El destino mentiroso del trauma Capítulo 7

Emocionar el inconsciente Capítulo 8

Epidemia freudiana, epidemia lacaniana Capítulo 9

Irma, o donde Freud perdió la cabeza Capítulo 10

Trimetilamina: Nombre del Padre Capítulo 11

El carácter Capítulo 12

La contraexperiencia

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Capítulo 13

El psicoanálisis aplicado en la Red de la Escuela de Orientación Lacaniana Capítulo 14

El psicoanálisis en el hospital Capítulo 15

Lo inconfesable Capítulo 16

Padre anulado Capítulo 17

¿Reanálisis u otro análisis? Capítulo 18

Las entrevistas preliminares Capítulo 19

El demasiado temprano y el demasiado tarde en la cura analítica Capítulo 20

La habitación del objeto Capítulo 21

El abismo de lo singular Referencias bibilográficas

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Prólogo

ESTO NO ES UN PRÓLOGO

Empiezo por una tarea imposible: la de cernir en un solo prólogo los múltiples y variados temas abordados por Adrián Scheinkestel desde el año 1980 hasta la actualidad. A lo largo de estos textos –conferencias, trabajos presentados en jornadas, encuentros, publicaciones en libros y revistas–, el autor toma diversas cuestiones que conciernen al campo del psicoanálisis y la psiquiatría: los diagnósticos, la medicación, lo actual de la clínica, la última enseñanza de Lacan, la práctica del psicoanálisis en hospitales, en la Red de la Escuela de la Orientación Lacaniana... Aborda la cuestión del diagnóstico, donde se pone en juego el acto de juzgar. Este acto, alejado de la tendencia contemporánea, no es universalizable ni automatizable. En el psicoanálisis partimos de la ausencia de una regla general, para todos, que Lacan establece como “no hay proporción sexual”. A partir de poner en juego este real, este “no hay...”, se plantea el diagnóstico como el arte de ensamblar lo particular y lo general a la vez. Se diferencia de la clasificación automática del DSM, disociado del real en juego, que tiende a eliminar el juicio subjetivo. En contraste con el diagnóstico generalizado de “Trastornos”, surge el síntoma y la satisfacción en juego, como aquello que encarna lo más singular. El síntoma no es un diagnóstico y no puede entrar en una generalización, ya que es opaco a toda significación. El real en juego, ineliminable en todo síntoma, nos orienta hacia lo “inclasificable”. Significante introducido por Miller en la década del noventa, que se refiere a los sujetos que no pueden ser ubicados en ninguna estructura. 9


Esta imposibilidad de incluir todo en una clasificación se refleja en las infinitas reediciones del DSM, ya que ninguna clasificación alcanza, aunque sea multiaxial y con grados de gravedad. Lo “inclasificable” se juega también en las admisiones, sea en un consultorio o en un hospital, cuando se produce el “efecto sujeto”. Muchas veces, en el primer encuentro con un analista en un hospital, consultorio, o en una red asistencial, se logra que aquel que consulta para sacarse un padecimiento de encima pueda hacer lugar a la dimensión subjetiva en juego. Así, se logra que pase de una posición en la que está ubicado como objeto a cierta responsabilidad subjetiva en relación con lo que le pasa. Por eso, en una admisión, sea cual sea el ámbito donde esta acontezca, se tratará de crear las condiciones para que el individuo que consulta dé lugar al surgimiento del sujeto del inconsciente. Esta posición del analista, más allá del lugar donde ejerza su práctica, implica el pasaje de la posición asistencial a una clínica del caso por caso, en la que se apuntará a dar lugar a lo más singular de cada uno, a lo diferente más allá del diagnóstico común. Se trata de una clínica y una práctica de la diferencia absoluta. El invento freudiano parte de esta singularidad: toma el síntoma para invitar a la asociación libre. A partir de hablar a otro, se ubica un destinatario, y el síntoma incluye al psicoanalista. La transferencia en psicoanálisis es instrumental, a diferencia de la psiquiatría que la considera un obstáculo, ya que su objetivo es diagnosticar al paciente sin considerar los efectos de la presencia del médico. Esta tendencia a forcluir al sujeto va en consonancia con el ideal de la ciencia. Muchas veces, la consulta psiquiátrica apunta a diagnosticar como trastorno aquello que se aleja de “lo normal” y a buscar un fármaco para retornar al “punto de normalidad”. Es frecuente que sea el practicante de psiquiatría el que siente algo insoportable en su práctica, que consiste en explorar, clasificar, diagnosticar y medicar, borrando la dimensión subjetiva. En este aspecto, el autor plantea que la imposibilidad de la relación entre la psiquiatría y el psicoanálisis sería un punto de llegada, no un dato de partida. Es a partir de la última enseñanza de Lacan, que el registro de lo real se revaloriza a través del concepto de sinthome. La política lacaniana, acorde con esta revalorización de lo real, implica que “el hacer prevalece sobre el saber”. Cuestión que es puesta en 10


juego en la práctica actual para hacer frente a la clínica contemporánea, en la que los individuos se presentan desinhibidos, con tendencia al pasaje al acto. En Lacan, a partir de la manipulación de los nudos, el hacer prevalece sobre el saber, que va quedando como una elucubración. Esta orientación ubica como brújula de la práctica analítica la contingencia,1 un acontecimiento del cuerpo. Es justamente en la Escuela que algo de esta preeminencia de lo real, a través de la contingencia y de lo imposible, encuentra un lugar. Así, la práctica lacaniana se asienta en una relación con lo imposible, como planteaba Freud acerca del psicoanálisis, como una de las profesiones imposibles. Ante ese fracaso, en la Escuela está el éxito contingente del pase y de los Analistas de la Escuela (AE). Éxito contingente que ocurre vez por vez y escapa a la generalización y a la idea de normalidad propia de nuestro tiempo. Verónica Berenstein Buenos Aires, julio de 2017

1 J.-A. Miller. “Determinación y contingencia”, en: Todo el mundo es loco. Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 202. El destacado es mío.

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Capítulo 1

LA LECTURA DE UN CUADRO (CLÍNICO)

Constatamos que en todas las épocas hay distintas formas de padecimiento. La vida actual tiene ejemplos variados y reconocibles. No obstante, también notamos una paradoja. Si bien los diagnósticos proliferan, no es tan sencillo discernir lo que les ocurre a los sujetos. Hay patologías que lo ponen más a cielo abierto. Por ejemplo, el tema cada vez más actual de las “adicciones” –término que se ha generalizado tanto para el abuso de tóxicos como para el consumo de objetos tecnológicos–, y sobre el cual no se sabe bien qué introducir para orientarse. El lenguaje tiene sus límites para nombrar. ¿Cómo diagnosticar con una palabra plena, con una palabra que se definiría por su identidad con aquello de lo que habla? Nos valdremos, para abordar esta cuestión, de ese cuadro sin par de Magritte, que ha recorrido el mundo. La obra deja ver una pipa y, debajo de ella, una frase que dice: Ceci n´est pas un pipe [Esto no es una pipa]. También nos orientaremos con Foucault,1 quien le dedicó un ensayo al pintor y su obra. Contemplar esta obra de Magritte nos introduce en una extrañeza que no se explica únicamente por la contradicción entre la imagen y el texto ya que, en definitiva, dicha contradicción solo podría existir entre dos enunciados. No obstante, es inevitable relacionarlos, porque somos invitados a hacerlo por el pronombre demostrativo “esto”. Y ello resulta inquietante desde el punto de vista de las relaciones tradicionales entre imagen y lenguaje. Desde allí, el texto de Magritte es paradójico por partida doble. Por un lado, porque se propone nombrar algo que resulta muy evidente, ya que se trata de una forma muy reconocible y de un nombre muy familiar. Por otro, porque da el nombre al mismo tiempo que lo niega. 1 M. Foucault. Esto no es una pipa. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012.

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Queda expuesta, de esta manera, la imposibilidad de ser lector y voyeur simultáneamente. Si leemos el texto, no vemos la figura, y viceversa. En ese sentido, presenta la misma imposibilidad que el caligrama, el cual es una figura conformada por trazos que son frases que remiten a la figura misma. Si perseveramos más allá de la inquietud inicial, el “esto” de la frase pone en evidencia el espacio en blanco que separa las palabras que leemos de la imagen dibujada. Esto tiene su importancia para la clínica psicoanalítica, que tiene como antecesora a la psiquiatría y su clínica de la mirada, comenzando por Lombroso. “Diagnóstico” viene de diagnosis, que quiere decir discernimiento, pero también juicio, fallo, decisión. Se trata de algo del orden del acto. Es decir que, más allá de la remisión a una clasificación preexistente, a una estructura preestablecida, nos confrontamos con el sin nombre de lo excepcional, de lo inclasificable. Recurrimos a Freud, quien teoriza sobre la negación para indicar el poder del símbolo, el poder del inconsciente. Cuando una paciente, en las asociaciones del sueño, le dice que seguramente él pensará que ese personaje es su madre, pero que no es su madre, Freud concluye que es ahí donde podemos estar completamente seguros de que sí se trata de ella. La negación es el modo en que el inconsciente se afirma. Por otro lado, el inventor del psicoanálisis rompe con la filosofía tradicional, al colocar el juicio de atribución por delante del juicio de existencia. Desplaza, de esta manera, la problemática acerca de la verdad o falsedad de las representaciones en relación con las cosas. No se trata ya de discernir lo verdadero entre lo percibido y lo representado; al comienzo, algo me gusta o no (principio del placer), y es en relación con ese juicio atributivo que el yo incorporará lo placentero y expulsará lo displacentero, lo cual permitirá plantear, de ahí en más, el juicio de existencia. Si bien un cuadro con sus objetos pintados echa luz sobre lo simbólico, esto no impide su conexión con lo real, como es el caso de las meninas de Velázquez, los relojes blandos de Dalí o los desnudos femeninos de Lascano. En el cuadro de Holbein, Los embajadores, que Lacan comenta en el Seminario XI, hay que buscarlo un poco más; es recién al abandonar la sala de exposición, mirando el cuadro nuevamente y un poco de través, que vemos surgir algo extraño, algo que más bien nos asalta, como una mancha en un cuadro donde todo parecía armonizar. Es así que lo que no llega a la luz de lo simbólico reaparece en lo real. 14


¿Qué es leer un síntoma en la experiencia analítica? Es algo que va más allá de la escucha. Por medio de ella, le damos un ser a algo que no lo tiene; porque son seres hechos de lenguaje. Y esto ocurre a través del sentido que vehiculizan las palabras. Los síntomas mismos son posibles de ser tratados con ellas. El síntoma, al igual que las otras formaciones del inconsciente, son posibles de ser interpretados. Opera aquí la suposición de verdad que representan. El síntoma interpretado puede así desaparecer y participar de la fugacidad de un acto fallido o de un lapsus. Y en ese sentido, entra dentro de la dialéctica del deseo, de lo que puede ser o no ser. Hay, en la práctica del psicoanálisis, un imperativo de decir que el analista encarna. Lo que se dice se escucha y se puede equivocar, puede tomar más de un sentido. Esto es entrar en la dialéctica del deseo y de la falta. Desde esta perspectiva, el síntoma es descifrable, tiene una cara mensajera que se dirige al Otro. Allí algo se desplaza, y el síntoma, tratado en la transferencia, puede desaparecer. Sin embargo, esta práctica tiene un límite que ya Freud había advertido. Localizamos lo ininterpretable, que él denominó “restos sintomáticos”. Esto nos lleva de la escucha de lo equívoco a lo inequívoco de la lectura de lo que está escrito; o, mejor dicho, de lo que no cesa de no escribirse. Esta es la cara de goce del síntoma, que no es interpretable. Pasamos del ser/no ser del síntoma a su existencia, a su real. Ahí, ya no se trata del deseo y su interpretación, sino de la fijeza de un goce en su opacidad. Volviendo a las adicciones que planteamos en el inicio, no se trata de “una copa más” en el alcoholismo, sino de concebir que siempre es la misma copa la que se bebe; no se trata de repetición, lo cual siempre llama a lo nuevo, sino de iteración: siempre es la misma copa. Dicho esto, concluimos que el síntoma no es un diagnóstico: es, incluso, algo que puede contradecirlo.

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