Fantasmas colectivos ClĂnica del sujeto
Graciela Musachi
PASAJE 865/
Serie Tyché Directora: Damasia Amadeo de Freda Musachi, Graciela Fantasmas colectivos: Clínica del sujeto 1a edición - San Martín: Universidad Nacional de Gral. San Martín. UNSAM EDITA; Fundación CIPAC, 2015. 100 pp.; 21x15 cm. ISBN 978-987-1435-97-5
1. Psicoanálisis. 2. Clínica Psicoanalítica. I. Título. CDD 150.195
1a edición, septiembre de 2015 © 2015 Graciela Musachi © 2015 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de San Martín © 2015 Pasaje 865 UNSAM EDITA
Campus Miguelete, Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), prov. de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo (CIPAC) Humberto Primo 865 (CABA) Teléfono: (54 11) 4300 0531 pasaje865@gmail.com Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Wanda Zoberman Ilustración de tapa: Francisco Hugo Freda, Líneas (fragmento), 2013. Se imprimieron 1000 ejemplares de esta obra durante el mes de septiembre de 2015 en Imprenta Dorrego, Av. Dorrego 1102 , CABA. Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Editado e impreso en la Argentina. Prohibida la reproducción total o parcial, inluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.
Prólogo por Damasia Amadeo de Freda
Pasados, presentes y futuros PARTE
Últimos en llegar La transferencia de Lacan al castellano El acto en cuestión, su objeto “Para una historia del psicoanálisis de niños en la Argentina” en perspectiva Lacan: afirmaciones y negaciones
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13 15 19 23 27 33
FANTASMAS
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Misión imposible en el campo freudiano Carta a Ch. G. (La pretensión universal de los protocolos: angustia y sintomatización) De la diferencia en el DSM Puntualismo ortopédico Tiempo intersesión Elogio de la zoología
39 45
ARTE
71
Ficciones Demasiada literatura ¿La vida de los otros?
73 83 87
Bibliografía
93
51 55 61 67
Prólogo
Pasados, presentes y futuros
Sabemos que en un análisis se parte del presente, se rastrea en el pasado y se interpreta el porvenir. Esa estructura es también la que escande este libro. Variados y originales son los temas que aquí se recorren. En la puntuación que a continuación ofrecemos, destacaremos algunos de ellos. Mujeres… Hoy en día, constatamos que dentro del psicoanálisis existe una gran mayoría de mujeres. Habrá que encontrar las razones de tal característica propia de la época, pero también aquellas inherentes a la práctica misma. Las transformaciones de los últimos siglos respecto del papel de la mujer en la sociedad, indudablemente, se encuentran entre esas razones. En estas páginas se elucida más de una. Aunque rastrear la historia de la implantación de la mujer dentro del psicoanálisis no es la intención de la autora, sí lo es indicar que en la fundación “local” de la institución creada por Freud no es seguro que haya habido ni siquiera una. Sin embargo, “al menos una” es rescatada de esa historia, lo cual posibilita conjugar feminismos y maternidades, entre otras cosas. Esto da pie para sacar a relucir ideas innovadoras de otras pioneras, quienes nos han legado algunas ideas que hoy sorprenderían a más de una. Entre ellas, encontramos la dicotomía entre la “madre” y la “mujer”, cuyas consecuencias se revelarán en el síntoma para denunciar que ese aspecto liberador resultaría ser engañosamente emancipador. Asimismo, la propensión, por la propia naturaleza femenina, a tratar la niñez y adueñarse así de la clínica psicoanalítica de los niños es otro de los temas que hoy, al menos a 9
una buena parte de las psicoanalistas, nos resultaría seguramente muy poco probable considerar tal cual. Sin embargo, algunas de las grandes mujeres de la historia del psicoanálisis en la Argentina sí se plantearon estas cuestiones. Graciela Musachi recupera sus nombres y sus ideas, y con ese gesto, las homenajea. Pero no solo desfilan aquí las mujeres históricas; están también las actuales: las analistas y las analizantes; están las mujeres de la generación de Freud y las de la generación de Lacan; también las de las terapias vinculares, de las cognitivas y de las comportamentales. No está ausente la mujer tal como la piensa Freud, la que propone De Beauvoir o la que construye Lacan. La mujer en la filosofía, en la literatura, en el cine y en el teatro; la mujer del derecho o la mujer del poeta. Todas estas son algunas de las mujeres con las que se va a cruzar quien se adentre en la lectura. Pero sobre todo, en este libro, la mujer es uno de los hilos conductores de los que la autora se sirve para plantear problemas fundamentales que atañen a los comienzos del psicoanálisis, a su presente y a su futuro. Hombres… El origen del psicoanálisis estuvo en las manos de un hombre; su propagación por el mundo fue obra de otros. Austria, Francia, Chile, México… Argentina. Cual una “carta robada” que se desplaza, no sería justo decir que esos textos lo han hecho a su antojo. Porque fueron algunos hombres, con sus nombres, los que le dieron existencia al psicoanálisis en castellano. Hacer existir el psicoanálisis en nuestra lengua, y que ese acto le imprima una impronta singular; hacerlo vivir y extenderlo a rincones impensados del mapa fue tarea de hombres con nombre y apellido. Traducir, prologar, editar, imprimir, reeditar, modificar y resituar fue una empresa que hoy algunos ya no recordamos y que otros ni siquiera imaginaban. Recuperar esos meandros, rastrear ese derrotero, dialogar, interrogar, debatir con otros que también han desandado ese camino andado, defender posiciones y exponer sus fundamentos es lo que Graciela Musachi hace en esta obra. Si la historia del psicoanálisis comenzó a escribirla su inventor, razones no le habrán faltado. Escribir la historia es hacer que permanezca, que dure y que no se pierda la huella de lo que fue un acto de fundación. Estar atenta a las palabras que se emplean, velar para que esa historia no sea adulterada; mantenerse en guardia ante los malabares 10
léxicos que con astucia algunos implementan para dañar el psicoanálisis; recurrir a sus mejores defensores, a aquellos que con información de buenas fuentes denuncian las sectas que se ocultan tras un cientificismo que no es más que falsa ciencia, fue la labor de esta autora. En este libro también están los hombres del derecho, hombres cuya tarea es la de legislar, la de dar un veredicto, la de velar por el orden social. Musachi recupera a más de uno y se centra en los que se sirven del psicoanálisis para interrogar los fundamentos del discurso del que ellos son agentes. Referencias tales como el “amor al padre” o el “hacerse amar”, que para el psicoanálisis están en la base de la cultura, le sirven al jurista para alertar sobre el peligro que conllevan cuando son utilizadas para abusar del “control social”. Tampoco falta el hombre que hace la experiencia del psicoanálisis, el hombre común, el que descubre en el diálogo con su analista que su síntoma tampoco está separado del “amor al padre”. Verdades ficcionales y ficciones que esconden verdades van de la mano de grandes hombres, de otros no tan grandes, de hombres comunes, de hombres ordinarios y de otros inolvidables a los que, con sensibilidad y talento, se les rinde tributo en estas páginas. Artistas… Recurrir al teatro, dirigirse secretamente a un artista, interrogar la estructura y las intenciones de los personajes de una película o reflexionar sobre la función de la literatura a partir de la literatura misma podría parecer que nada tiene que ver con una lectura psicoanalítica. Pero cuando se nos indica que el teatro es sede de distorsión de la práctica, cuando al destinatario secreto se le augura la salvación por la palabra, cuando para hacer la lectura de un filme no hay ideología, simpatía ni empatía que valga, cuando se pone de relieve el inútil pero indestructible goce que desde siempre proporciona la lectura –aun cuando una superproducción de textos podría parecer tender a anonadarlo–, cuando se entiende esto, entonces las perspectivas cambian. Fantasmas colectivos. Clínica del sujeto es un poco esto, pero a la vez no es nada de eso; quizá sea mucho más y posiblemente algo muy distinto. En definitiva, catalogar este libro es algo que nos excede. Solo nos resta decir que se intuye el arte de escribir para aquellos que están 11
dispuestos a no esperar la revelación de una verdad ni la transmisión o reafirmación de una teoría dada por sentada. Porque en estas páginas se superponen temas, personas y personajes de los más variados. Pero, lo que es seguro, es que en ese caleidoscopio que nosotros festejamos, todos los temas se ven infiltrados por una reflexión sobre el psicoanálisis y su porvenir. Damasia Amadeo de Freda Buenos Aires, agosto de 2015
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PARTE
ÚLTIMOS EN LLEGAR1
Eterna-ironía-comunidad Cuando Hegel produjo esta metonimia para hablar de “feminidad”, probablemente no imaginó el revuelo que armarían las propias mujeres, las feministas, las de la segunda ola, las académicas, hacia fines del siglo XX. Según Luce Irigaray,2 en esa metonimia se juega la razón patriarcal que ata a las mujeres a la tierra y a la sangre –la frase ocurre al analizar a Antígona–. A Celia Amoros3 le interesa el contexto histórico en que eso ocurre, pues para ella la Fenomenología del espíritu forma parte de la “misoginia romántica” que entiende el principio femenino como paradójico –lo salvaje a domesticar y la deseable plenitud originaria e ideal como reguladores de la cultura–. Seyla Benhabib,4 quien tampoco descuida el contexto, se centra en la ironía informándonos que Hegel romántico fue amigo y vivió con Friedrich Schlegel –el auténtico inventor de la ironía romántica– durante el primer romanticismo, cuando el primero redactaba su Fenomenología –esta amistad terminó mal, pues Schlegel se convirtió en una de las figuras del mal absoluto–. Benhabib interpreta que la frase es un breve momento histórico de desfallecimiento del espíritu y que la razón disciplinará a las mujeres y eliminará 1 Publicado originalmente en AA.VV. Scilicet. El orden simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era ¿qué consecuencias para la cura? Volumen del VIII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Buenos Aires, 2012. 2 L. Irigaray. “Eternal irony of the community”, en L. Irigaray: Speculum of the Other Woman. Ithaca, Cornell University Press, 1985. 3 C. Amoros. Hacia una crítica de la razón patriarcal. Barcelona, Anthropos, 1991. 4 S. Benhabib. “On Hegel, Women and Irony”, en M. Shanley y C. Pateman (eds.): Feminist interpretations and Political Theory. Cambridge, Polity Press, 1991, pp. 129-146.
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la “ironía” de la vida pública. Al definir la ironía románticamente como lo que revela la otredad del otro, Benhabib considera que las mujeres ¡deben restaurar la ironía a la dialéctica de la comunidad! Una seria razón El momento académico de los feminismos interesados en el significante “ironía” para la organización de la comunidad está muy lejos de los feminismos comprometidos políticamente en el siglo XIX y mediados del XX, los cuales habían propiciado la palabra de las mujeres conjuntamente con el psicoanálisis. Marie Langer, la única mujer en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) en 1942, representó un acercamiento posible entre esos feminismos y el psicoanálisis en el libro que unía Maternidad y sexo,5 dos años después de la aparición de El segundo sexo,6 de Simone de Beauvoir, a quien tiene de referencia. Pero Marie, más allá de un título contundente para la época, no abandona el biologismo del instinto materno y confiesa una sensación de sacrilegio –por sus desacuerdos con Freud– al seguir las “nuevas” orientaciones de Klein y Horney. Las conclusiones de su libro son interesantes: la mujer moderna, al adquirir más libertad sexual y social, ya no sufre tanto de cuadros neuróticos típicos como la gran histeria; restringida empero en sus funciones maternas, padece, en cambio, de trastornos psicosomáticos en sus funciones reproductivas, pues rechaza ser madre y está así en desacuerdo con su propio sexo y, por lo tanto, con su propia existencia. Agrega su versión edulcorada de Freud al enseñarnos que fue el primero en destacar la gran importancia para la hija de una buena identificación con una madre bondadosa y esposa feliz. La corrección política feminista es un callejón sin salida: la sociedad oprimía a la mujer cuando la reducía a la maternidad; pero ahora que se ha liberado, se vuelve antiinstintiva y antimaternal. Veinticinco años después, todo eso tendría para Marie otro destino; pero, en lo que concierne al improbable encuentro del psicoanálisis y los feminismos, las filiales locales de la International Psychoanalytical Association (IPA) siguieron con la corrección política de los feminismos de identidad de género, los cuales mostrarían no solo su desvío teórico, sino su consecuente desorientación e impotencia en la 5 M. Langer. Maternidad y sexo. Buenos Aires, Nova, 1951. 6 S. de Beauvoir. El segundo sexo. Buenos Aires, Cátedra, 2005.
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experiencia, según nos informan, desconsolados, los que analizan a esas hijas liberadas de América del Norte. La enseñanza de Lacan en la Argentina entra por la puerta de la parodia con Oscar Masotta. Esa entrada reorienta la inserción de las mujeres en el psicoanálisis, pues ya no “hacen niños” –como se decía en tiempos de Marie–, sino sencillamente psicoanálisis, y esto porque el modo en que Lacan concibe tanto a este como a la feminidad es crucial. Comunidad irónica Para Ernst Behler,7 la ironía romántica es el verdadero corte que inaugura la modernidad, ya que no se agota en la conocida figura retórica, como cree Amoros. Es Benhabib quien capta eso, pero su corrección política la enfrenta a Hegel por sacar en su análisis el “eterna” de la metonimia “ironía-comunidad” para, finalmente, terminar suscribiendo a la frase hegeliana. La ironía romántica tampoco se reduce a decir algo finito sobre lo infinito –como innovó Schlegel–, sino que ese decir es un arte sociable investido de sublime urbanidad, pues permite el diálogo; es la sociabilidad como fin en sí misma, ya que la comunicación y la comprensión son imposibles entre los hombres –y las mujeres–, tanto como es imposible comunicarse o comprenderse a sí mismo –y a sí misma–. La ironía tiende a constituir y articular Sinn fur andern (sentido para los otros). Con un peso equivalente a su concepción de la ironía, se sitúa, para Schlegel, su concepción de las mujeres, del amor libre, así como su afirmación de que la civilización griega decayó cuando olvidó la igualdad entre hombres y mujeres; de ahí el gran interés que produce en algún feminismo. El mismo Hegel las apoyaba antes de su defección romántica hacia 1815. La atenta academia americana del Norte no podía no trazar el arco entre Schlegel y Lacan. Investigamos ese arco al mismo tiempo que notamos que J.-A. Miller,8 refiriéndose a la comunidad analítica, recuerda que Freud consideraba la empresa psicoanalítica como de “exquisita sociabilidad”. Recurre también a la ironía, a la que considera una categoría ética –al pasar, nombra a August Schlegel quien, en el camino de la historia que comenzaron juntos, perdió su nombre propio 7 E. Behler. Ironie et modernité. Vendôme, PUF, 1997. 8 J.-A. Miller. “Nueve facetas de la comunidad analítica”, Mas Uno 2, 1997.
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para pasar a ser “el hermano de Schlegel”–. Según Miller, el surgimiento griego del ironista anticipa en cierta medida la posición –femenina– del analista, posición que desdobla al Otro permitiéndole ser, a la vez, radical e irónico, serio e irónico o, en términos de Schlegel, flotar entre escepticismo y entusiasmo. Situar al analista como femenino permite desdoblar al Otro y ligarse a él en el punto en que no existe; así lo escribe Lacan: S(A). Quizá, la “eternidad” hegeliana sea este hecho de estructura, punto de imposible para el final feliz prometido por la orientación de Marie; ella sabe que la liberación femenina no resuelve las cosas respecto de su “propio” sexo y de su existencia, sabe que la mujer es siempre síntoma de otro cuerpo, incluso para una comunidad ambiciosa de identidad. A su vez, y no sin ironizar, Lacan lanzó su aforismo “La mujer no existe” –frase que también las ofusca– tratando de dar un lugar más preciso a esa “razón” para que ella se oriente tanto en su deseo como en la satisfacción de ese otro cuerpo. Es decir, ella y él –el psicoanalista– llegaron juntos al discurso psicoanalítico –último en llegar–, y por eso ahora una mujer no es muda y sabe callar. ¡Qué ironía! No menor que la del discurso analítico, “eterna-ironía de la comunidad” hasta nuevo aviso.
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Fantasmas colectivos Clínica del sujeto
Graciela Musachi Escribir la historia del psicoanálisis permite que este permanezca, que dure lo que fue un acto de fundación. Graciela Musachi vela para que esa historia no sea adulterada. Para ello, rescata a algunas de las mujeres de esa historia, que no estuvieron desde el inicio, para conjugar feminismos y maternidades; recupera a algunos de los hombres, con sus nombres, que dieron existencia al psicoanálisis en el mundo de habla hispana, traduciendo, editando, prologando, y lo extendieron a rincones impensados del mapa; convoca a los hombres del derecho, que se sirven del psicoanálisis para interrogar los fundamentos del discurso del que ellos son agentes, y al hombre que hace la experiencia del psicoanálisis: el hombre común. Asimismo, reflexiona sobre la función de la literatura, que en un primer momento parecería que nada tiene que ver con una lectura psicoanalítica, y recurre a aquellos que con información de buenas fuentes denuncian las sectas que se ocultan tras un cientificismo que no es más que falsa ciencia. Todo, para que no se pierda esa historia.
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