PEREGRINACIÓN DE LUZ DEL DÍA O VIAJE Y AVENTURAS DE LA VERDAD EN EL NUEVO MUNDO

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Peregrinaci贸n de Luz del D铆a o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo


Colección: Biblioteca Furt Director: José Emilio Burucúa Serie: Archivo Alberdi Directora: Élida Lois

Alberdi, Juan Bautista Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo: edición crítico-genética, estudio preliminar de Élida Lois / Juan Bautista Alberdi; dirigido por Élida Lois. - 1a ed. - San Martín: UNSAM EDITA, 2013. 548 pp.: il.; 19 x 26 cm. (Biblioteca Furt. Archivo Alberdi / José Emilio Burucúa) ISBN 978-987-24731-0-5 1. Filología. I. Lois, Élida, dir. II. Título CDD 400

La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica contribuyó a financiar esta edición con recursos propios provistos por el PICT 2004 Nº 20.349, Papeles, Ganados e Ideas. Una investigación global en el Archivo y Biblioteca Furt, 2006-2009. 1ª edición, septiembre de 2013 © 2013 Élida Lois © 2013 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín Campus Miguelete. Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK) Provincia de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Editado e impreso en la Argentina Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.


Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo JUAN BAUTISTA ALBERDI

Edición crítico-genética / Estudio preliminar Élida Lois



PALABRAS PRELIMINARES

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SERIE ARCHIVO ALBERDI

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PRESENTACIÓN

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El archivo y el proyecto de edición La problemática editorial de los Escritos póstumos Ediciones genéticas y ediciones crítico-genéticas

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PEREGRINACIÓN DE LUZ DEL DÍA O VIAJE Y AVENTURAS DE LA VERDAD EN EL NUEVO MUNDO

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por Natalio R. Botana

ESTUDIO PRELIMINAR

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CONTEXTO DE SITUACIÓN Y RED INTERTEXTUAL

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GÉNESIS TEXTUAL: DE LA GATA PARDA A PEREGRINACIÓN DE LUZ DEL DÍA

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El contexto de la decisión de escribir El contexto de la decisión de publicar El Archivo documental como intertexto

Testimonios del proceso escritural Estatuto genético del material conservado Etapas textuales

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UNA PIEZA INCLASIFICABLE: SÁTIRA ESPERPÉNTICA, AUTOFICCIÓN EMBLEMÁTICA Y DISCURSO PROGRAMÁTICO

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LA TENSIÓN TRANSATLÁNTICA EN LA VIDA Y LA OBRA DE JUAN BAUTISTA ALBERDI

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EDICIÓN CRÍTICO-GENÉTICA

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CARACTERÍSTICAS DE ESTA EDICIÓN

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ABREVIATURAS Y SIGNOS EMPLEADOS EN EL APARATO CRÍTICO

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TEXTO Y APARATO CRÍTICO-GENÉTICO

65 67 205 299

Parte Primera Parte Segunda Parte Tercera


APÉNDICE DOCUMENTAL I

387

Acerca de autorías falsas Acerca de la utilización de niños para el espionaje político Loyola Reflexiones de Luz del Día sobre la traición Acerca del asesinato indirecto Acerca de la corrupción de los diplomáticos Acerca de Gil Blas y la política La guerra-industria Misión de la cocinera de don Quijote Acerca del temor que despiertan los hombres instruidos

PASAJES SUPRIMIDOS

389 391 393 394 396 399 400 401 402 404 405

APÉNDICE DOCUMENTAL II

407

LA PRIMERA RECEPCIÓN. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR

409 411 417

Carta de Carlos Casavalle, Buenos Aires 12 de septiembre de 1874 Carta de Emilio de Alvear, La Bourboule, Puy du Dôme, 22 de junio de 1875 Carta de José Cayetano Borbón, Buenos Aires, 1º de julio de 1875 Carta de Mariano Billinghurst, Buenos Aires, 1º de julio de 1875 Carta de José Fabián Ledesma, Buenos Aires, 10 de julio de 1875 Carta de José Cayetano Borbón, Buenos Aires, 14 de julio de 1875 Carta de Gervasio Antonio de Posadas, Buenos Aires, 31 de julio de 1875 Carta de Juan María Gutiérrez, Buenos Aires, 1º de septiembre de 1875 Carta de José Cayetano Borbón, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1875 Carta de José Cayetano Borbón, Buenos Aires, 13 de octubre de 1875 Carta de José Fabián Ledesma hijo, Buenos Aires, 26 de octubre de 1875 Carta de Francisco Javier Villanueva, Valparaíso, 17 de noviembre de 1875 Carta de Guillermo Bollaert, Londres, 23 de diciembre de 1875 Carta de Guillermo Bollaert, Londres, 12 de enero de 1876 Carta de Manuel Alberdi, Buenos Aires, 21 de enero de 1876 Carta de Gonzalo Bulnes, Santiago, 3 de abril de 1876

421 427 433 439 445 451 461 471 483 489 497 503 509 519

Obras de J. B. Alberdi Correspondencia epistolar Sobre Alberdi y su época Sobre Peregrinación de Luz del Día Sobre crítica genética, discurso y estudios transatlánticos

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

529 529 530 531 534 536

EXCURSO

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La regeneración social en Quijotanía por Héctor A. Palma


In memoriam Etelvina Celia Furt de Rodríguez y Etelvina Inés Rodríguez Furt



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PALABRAS PRELIMINARES Natalio R. Botana

Universidad Torcuato Di Tella

Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la verdad en el Nuevo Mundo fue publicada casi dos décadas después de que Juan Bautista Alberdi diese a conocer, en su primera edición en Valparaíso, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Este libro, tal vez el texto clásico de la gramática constitucional argentina, formó junto con Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según la Constitución de 1853 un macizo cuerpo teórico que abarcaba el vasto campo de una filosofía práctica anclada al mismo tiempo en el pasado y en la fascinante aventura de atrapar el futuro del progreso. El momento alberdiano, que transcurre por entero en aquellos años cincuenta del XIX, tiene una impronta fundadora y programática que miraba simultáneamente hacia la política, la economía y la sociedad. Se trató sin duda de una breve etapa de ascenso y caída. El teórico que se desdobló de inmediato en diplomático al servicio de un Estado en escorzo, otra vez quebrado por una guerra civil, habrá de sufrir, luego de la batalla de Pavón, las inclemencias de la derrota y el inicio de un largo exilio en Europa. Peregrinación de Luz del Día... es pues, antes que nada, el doloroso lamento de quien, ante el fracaso de sus proyectos, no se resigna a dejar de lado la ambición crítica. Peregrinación de Luz del Día... representó en la frondosa bibliografía de Alberdi una suerte de viaje interior, visto paradójicamente desde fuera de la geografía del Plata, concebido a la manera teatral de una visita inesperada de la Verdad a sociedades aparentemente desconocidas. Es, por cierto, un género poco novedoso en cuanto el ejercicio de un tipo de retórica antigua (nació, obvio es recordarlo, bajo los auspicios de los diálogos de Platón), que sin embargo está transido por la tensión entre el encubrimiento –todos los personajes son ficticios– y la exigencia de revelar la realidad que late tras esas máscaras. Aunque desautorice sin atenuantes a Maquiavelo y Bismarck, para Alberdi su seguidor más fiel en el XIX, Peregrinación de Luz del Día... contiene una segunda paradoja en la medida en que, según los dictados del padre de El príncipe y de los Discursos, el arte de la ciencia política descansa sobre todo en la inteligencia para desenmascarar lo que el poder oculta. Una tarea semejante estuvo sujeta a severos condicionamientos. El principal, según la perspectiva que ofrece esta admirable edición crítico-genética a cargo de nuestra colega Élida Lois (a quien también se debe el imprescindible “Estudio preliminar” que sigue a continuación), es aquel en que confluyen los hallazgos y servidumbres de la escritura. De resultas de ello, ahora podemos disfrutar la lectura de un texto abierto a un doble argumento: el de las peripecias del relato mismo y el que se esconde tras las idas y vueltas que recorren el taller del escritor. Ciertamente, otro ocultamiento que la pericia de Élida Lois nos permite observar en cada una de estas páginas, desde las transformaciones del título (al principio, Peregrinación de Luz del Día... fue La Gata Parda) hasta las modificaciones de fondo y de detalle.


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¿Qué añadir entonces a esta “pieza inclasificable” –como la llama Élida Lois– que resume viejas y nuevas obsesiones en torno a la libertad? Dos años antes de publicar Peregrinación de Luz del Día..., Alberdi delineó la imagen utópica de un individuo racional, imbuido de frío temperamento cuando le toca encarar decisiones individuales y colectivas, en cuya trayectoria se condensan los atributos del self government: “El que no sabe dominar sus pasiones, ser jefe y soberano de sí mismo, no es libre ni es capaz de ser libre. Por el contrario, el hombre abyecto, que es esclavo de su propia voluntad, está en camino de ser el esclavo de la voluntad de un déspota, o de ser él mismo un déspota de los otros”. Nueve años más tarde, Alberdi subrayó estos conceptos: “La libertad es fría y paciente de temperamento; racional y reflexiva, no entusiasta como lo demuestra el ejemplo de los pueblos sajones, realmente libres. Los americanos del Norte, como los ingleses y los holandeses, tratan sus negocios políticos no con el calor que inspiran las cosas religiosas, sino como lo más prosaico de la vida, que son los intereses que la sustentan. Jamás su calor moderno llega al fanatismo”. Esta continuidad del pensamiento enmarca las peripecias de Luz del Día. La Verdad es una interlocutora socrática que, en la primera parte del texto, conversa con personajes arquetípicos de otra época aclimatados en la sociedad porteña, inspirada en el inocente propósito de saber lo que pasa. La Verdad pregunta y los interlocutores, sin reserva de ninguna especie, le explican la empresa de encubrimiento a que están abocados. En una vuelta de campana, la libertad no es un principio de la acción que produce consecuencias positivas, sino una excusa verbal para hacer absolutamente lo contrario. Así, en la década que transcurre entre la victoria de Bartolomé Mitre en Pavón y la publicación de Peregrinación de Luz del Día... (los años teñidos además por la sangrienta Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay que Alberdi condenó en varios escritos) la política se había transformado en la contracara de la Verdad. No era más que el rutinario desenvolvimiento de la mentira. Como podrá advertirse al paso de esta lectura, lo primero que convoca la atención del lector es una disquisición clásica acerca de la corrupción de una forma de gobierno. En la vena de Montesquieu y Tocqueville, oportunamente citados, la república representativa federal de la Constitución de 1853 perece por las mismas razones expuestas por sus maestros: en el Plata se ha ido llenando, en efecto, el depósito de unas costumbres ancladas en el entusiasmo de la prensa facciosa, en la pasión militar, en el cinismo que se despeña hasta llegar al robo y al asesinato, en los gobiernos electores y en las innumerables corruptelas que, día tras día, conspiran contra el maltrecho ámbito de la moral pública. En un escenario de estas características, las leyes quedan reducidas a ser mera expresión caligráfica. Son normas escritas sin asidero en las costumbres cívicas destinadas a servir de instrumento de un inédito despotismo (como el que, por otra parte, Tocqueville anunció en el segundo volumen de La democracia en América, un párrafo de cuya cita se vale Alberdi). Luz del Día se refiere a este mundo de habitantes desprovistos de vínculos sociales que los religuen a la cosa pública, pero lo hace, a diferencia de Tocqueville, hincando el diente, una vez más, en los remedios que, décadas atrás, había propuesto en las Bases... Para ello, la revolución conservadora del trasplante de una población de calidad superior a la autóctona, apta para implantar en tierras australes el hábito de la libertad, se impone por gravitación propia. El efecto de este traslado masivo de seres humanos está directamente emparentado con ciertos valores de sociabilidad, cívicos y privados,


Palabras preliminares

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a los cuales Alberdi atribuye un papel predominante en cuanto agentes del cambio. El inmigrante alberdiano es, por consiguiente, el prototipo del sajón que nació en los bosques germánicos (un latiguillo muy difundido en el XIX, heredero de Montesquieu) cuya definición no obedece tanto a su conformación racial, sino a los hábitos que a diario expresa. Esta reflexión nos conduce al centro principal de la teoría político-social de Alberdi porque de allí arrancan varias líneas de pensamiento práctico desarrolladas en las páginas finales de Peregrinación de Luz del Día... En ellas, la máscara del propio Alberdi –la Verdad– resuelve dictar una conferencia en algún salón porteño, entre silbidos y abucheos, con el objeto de formular una enumeración de libertades de cuya sincera práctica depende la legitimidad de la república representativa federal. Es una exposición que toma una doble distancia con respecto a escritos anteriores. No trasuntan esas palabras pronunciadas a modo de sentencias normativas una desconfianza hacia las libertades políticas, como la que por ejemplo registra el Sistema económico y rentístico..., como tampoco se manifiesta en ellas la atención obsesiva que Alberdi dirige en las Bases... a la centralización del Estado encarnada en la figura dominante del titular del Poder Ejecutivo Nacional. La conferencia de la Verdad en el Plata adopta una versión de las cosas mucho más sintética. La república ideal significa el equilibrio armonioso de las libertades civiles y políticas, de los derechos propios de un habitante industrioso y de los derechos cívicos que el mismo sujeto asume cuando le toca poner a punto su responsabilidad ciudadana. De este modo, de la mano de una estrategia retórica que busca persuadir, el lector asiste al montaje de un necesario contraste con el teatro sórdido de pícaros y ambiciosos que rodea a Luz del Día en los primeros tramos del texto. En ese tinglado, los ciudadanos son carneros y el sufragio un simulacro generosamente abonado por la universal ignorancia de una multitud formada por criollos y extranjeros. Estos últimos, para que no haya duda alguna al respecto, provenientes de los suburbios de la civilización europea. Esta amalgama es el producto más estremecedor de una guerra civil de larga duración –sesenta años a contar desde 1810– que trajo al Plata los vicios de la libertad antigua, según ya los había enunciado Benjamin Constant en contraposición con las virtudes de la libertad moderna. Para la pobre Luz del Día, un dechado de pacífica ejemplaridad, esa clase de libertad ha entronizado una república de soldados y poetas, pura pasión y violencia en contrapunto con la razón y la paz. La conferencia de Luz del Día preanuncia la conferencia sobre La omnipotencia del Estado..., escrita nueve años después por un Alberdi desprovisto de disfraces alegóricos para ser leída en la colación de grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Misma teoría normativa, mismos referentes históricos, mismas conclusiones: Hispanoamérica, la Argentina en particular, han conquistado la independencia –vale decir, la libertad exterior– sin instaurar, en el curso de una empresa paralela, la libertad interior de habitantes y ciudadanos. La espada, por tanto, no genera la libertad interior. Al contrario, es su enemigo principal. La vocación cívica y pacífica de Alberdi contra cualquier forma de despotismo militar, expresa o tácita, alcanza en estas páginas su nivel más alto. Como la historia reciente le había enseñado, la deslegitimación de las repúblicas se incuba en los estertores de la guerra. ¿Cómo salir entonces del encierro? ¿Cómo, en suma, desatar esos nudos férreamente apretados que frenan el progreso de los individuos y del


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país entero? El Alberdi cuarentón de las Bases... hubiese respondido apostando al generoso derrame de la inmigración; el Alberdi sexagenario de Peregrinación de Luz del Día... es, en cambio, más pesimista. Porque luego de un par de décadas de experiencia la inmigración no ha dejado en el Plata sus mejores gajos, será preciso regularla y controlarla para abrir paso a que los estratos superiores de la población europea ejerzan un liderazgo natural sobre sus congéneres de baja calidad, ya radicados, y desde luego sobre una población criolla que ha padecido, durante mucho más tiempo, las inclemencias periódicas de la guerra civil. Las críticas de Luz del Día a “la inmigración espontánea”, que atrae población indeseable, son terminantes. Los párrafos consagrados a este tema se ubican en la vereda opuesta del discurso que para la misma época, en 1870, Bartolomé Mitre pronunció en el Senado, en el cual defendió la política tradicional argentina de la inmigración espontánea (según sus palabras, “el mejor sistema” de cuantos se practicaban en América). Críticas y contracríticas sesgadas: las polémicas no cesaron hasta la muerte de ambos contendientes. En todo caso, las precauciones demográficas de Alberdi, sin las cuales la democracia asociativa de Tocqueville no tendría ninguna posibilidad de cuajar en los hábitos del sujeto democrático, marcan en el derrotero teórico de Alberdi una doble escisión para nada resuelta: la escisión, por una parte, entre libertades civiles y libertades políticas, aparentemente superada en Peregrinación de Luz del Día... y la escisión más profunda entre dos tipos de inmigración, la portadora de valores constructivos y la que contribuye a realimentar la declinación. ¿Qué queda en pie de esta introspección distante y a la vez comprometida? Quizás, al lado de las disquisiciones de Luz del Día, también se recorte sobre esta trama la silueta de otro Alberdi, envuelto en el lenguaje de un Fígaro que ha madurado y ha dejado atrás al Figarillo de sus primeros escritos de juventud. Este Fígaro desconfía del espíritu de geometría; le gustan los matices, las perspectivas comparadas, los detalles que se destacan en los procesos sociales. Fígaro reconoce que la libertad es sinuosa y se desliza entre pronósticos y efectos inesperados, y sabe asimismo que, por estos motivos, la libertad puede seguir avanzando y dar frutos en el régimen republicano, “nuestro gobierno natural e inevitable” (el concepto de república en tanto fenómeno impuesto por la necesidad histórica ya había sido rubricado en las Bases...). Al cabo de tantos viajes y aventuras, los puntos de apoyo que el lector recibe de Fígaro, la capacidad de la libertad para recrear por caminos imprevistos las nuevas condiciones del porvenir, traducen el último esfuerzo de Alberdi para impedir la recaída de su propia teoría en una encerrona y, de paso, conservar viva la esperanza.


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Serie Archivo Alberdi

PRESENTACIÓN El Archivo y el proyecto de edición

En el Archivo Alberdi de la Colección Furt se conserva un importante fondo documental: 119 libretas y hojas sueltas con apuntes, borradores y originales autógrafos; 7190 cartas cuyo destinatario fue Juan Bautista Alberdi (fechadas entre 1832 y 1884 –el año de su muerte–, y la mayoría firmadas por figuras de importante actuación pública); 225 piezas epistolares intercambiadas entre terceros –aunque conectadas con el repertorio nuclear–; legajos con textos ensayísticos y documentación jurídica, diplomática, política y privada; legajos con escritos de terceros.1 Ese fondo documental (en su mayor parte, inédito o defectuosamente editado) contiene valiosa información para estudiar la escritura y el pensamiento alberdianos, así como la vida política y cultural de nuestro país. Dada la importancia de la figura de Alberdi como estadista, jurisconsulto y escritor, y la repercusión de su obra escrita en la formación del Estado Argentino, se considera indispensable dar a conocer en ediciones fidedignas los cuantiosos materiales de su archivo. Sobre la base del análisis de los borradores se están preparando ediciones genéticas y ediciones crítico-genéticas anotadas. También están en curso de preparación ediciones críticas anotadas del epistolario. Nadie se había introducido aún en el “taller de escritura” de Juan Bautista Alberdi porque sus borradores nunca fueron estudiados como tales. El despliegue de los procesos de génesis escritural (el inventario de rectificaciones, vacilaciones, supresiones, interpolaciones) y su interpretación remiten desde los vaivenes discursivos a los conflictos ideológicos que los provocan. Desde esta perspectiva, entonces, se abre una nueva línea de investigación. En cuanto al archivo de correspondencia, se procurará –siempre que resulte posible– publicar intercambio epistolar; con ese objetivo, se están relevando en repositorios públicos y privados (tanto en el país como en el exterior) las piezas que Alberdi intercambió con los remitentes de las que se conservan en la Fundación Furt.2 La correspondencia epistolar contiene valiosa información para penetrar en la intimidad de sucesos históricos. Las cartas –en un discurso en que la vida pública se entrecruza permanentemente con la vida privada– encierran ideas, reflexiones, comentarios,

1) Esta documentación se encuentra en la Biblioteca Furt (Estancia “Los Talas” de Luján, provincia de Buenos Aires), patrocinada por la Universidad Nacional de General San Martín. Ver Archivo Alberdi (Archivo epistolar, catalogado por Ricardo Rodríguez), San Martín, Escuela de Humanidades, UNSAM, 2004 (CD-Rom que contiene, además, información sobre el establecimiento rural “Los Talas” –fundado en 1824– y sobre la obra de Jorge M. Furt). Ver, también, Ricardo Rodríguez, Biblioteca y Archivo Furt. Buenos Aires, Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, 1991. 2) Lamentablemente, Alberdi no guardaba copias de sus propias cartas.


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Archivo Alberdi

impulsos, designios, pasiones, en suma, testimonios de una red de resortes que han movido los actos políticos que fueron trazando un proyecto de Nación. La preservación y la reproducción de todos esos documentos se consagra a la empresa de salvaguarda de la memoria escritural argentina, y junto con la vocación de hacer leer el futuro en el pasado, a esa empresa se suma el intento de fogonear una teoría de la cultura aportando nuevos datos acerca de las condiciones y las estrategias de producción textual.

La problemática editorial de los Escritos póstumos

La mayor parte de las libretas del Archivo Alberdi contienen los borradores que sirvieron de base para editar los Escritos póstumos, edición de 16 tomos que duplicó en volumen la obra impresa en vida del autor y se dio a conocer entre 1895 y 1901.3 Pero contienen, además, páginas jamás publicadas. Inhallables desde hace más de cinco décadas, los Escritos póstumos fueron reeditados en 2003 por la Universidad Nacional de Quilmes, que así contribuyó a difundir materiales fundamentales para el estudio del pensamiento argentino. No obstante, se trata una vez más de una reedición de la primera publicación de esos Escritos, ya que sus textos no fueron cotejados con los manuscritos ni se incorporaron los trabajos que aún permanecen inéditos. Como solo se conservaban borradores (es decir, como no existieron originales “autorizados” por el autor), los responsables de la 1ª edición los ordenaron con criterios discutibles en busca de una coherencia impropia de la escritura en proceso: modificaron su secuencia temporal y los reagruparon en capítulos para los que crearon títulos; así, alterando la progresión del discurso y su marco paratextual, se tergiversó muchas veces el pensamiento del autor. Por otra parte, como el arduo desciframiento que imponen las grafías alberdianas dio origen a numerosísimas erratas4 y como las publicaciones subsiguientes fueron preparadas sobre la base de la 1ª edición, se considera indispensable encarar la preparación de ediciones genéticas y crítico-genéticas de ese sector sustancial de la obra alberdiana. El propio Alberdi, ante la eventualidad de que ya no le quedase tiempo de vida para dar forma definitiva a numerosos bosquejos (con el tiempo, esta sensación se transformó en la “certeza” de que eso ya no sería posible) e indeciso con respecto a la conveniencia de publicar escritos fuertemente críticos acerca de procesos y protagonistas de la política argentina, vivió conflictivamente el deseo de que se conocieran sus trabajos inéditos. En la 9ª cláusula de un testamento fechado en París el 11 de julio de 1869, declaraba: Ruego a mi Albacea que todos mis papeles que no sean meramente documentales se destruyan y quemen absolutamente, a su vista si fuese posible, sin permitir la publicación de ningún autógrafo o manuscrito inédito mío, porque nada dejo escrito para ver la luz después de mis días.5

3) J. B. Alberdi, Escritos póstumos, Buenos Aires, 1895-1901, 16 tomos: Imprenta Europea, 1895-1897, I-V; Imprenta Alberto Monkes, 1898-1900, VI-XI; Imprenta Juan Bautista Alberdi, 1900-1901, XII-XVI. 4) A las erratas se suma la intervención voluntaria (generalmente, desacertada) con propósitos de enmienda. 5) Cf. A. O. Córdoba, Los escritos póstumos de Alberdi, Buenos Aires, Ediciones Teoría, 1966, p. 33.


Presentación

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Mi resaltado destaca el asomo de un sintagma que en los borradores de El crimen de la guerra (justamente, en esos días comenzó su redacción)6 se irá cargando de una dimensión simbólica: ‘presentar a la luz del día’ se verá como la antítesis de ‘tramar juegos de poder en lugares recónditos’: Su primer trabajo político fue la promoción de una Logia o sociedad “secreta”, que ya no podía tener objeto a los dos años de hecha la revolución de libertad, que se podía predicar, servir y difundir a la luz del día y a cara descubierta.7

Sintomáticamente, en el dossier genético de Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo,8 listas de posibles títulos barajan denominaciones que connotan anonimato y oscuridad antes de incluir la denominación “Luz del Día”, en tanto se va tejiendo y destejiendo en la trama una compleja simbología; por otra parte, la obra fue publicada anónimamente (aunque la abreviatura “A.” –que ya había sido utilizada por Alberdi– permitía individualizar al autor).9 Por entonces, ese vaivén entre ocultar o divulgar pareció encaminarse hacia una definición. En 1874, Alberdi declaraba la determinación de difundir sus escritos inéditos y lo expresó claramente en Palabras de un ausente: La historia y la prueba de mi vida pasada lejos de mi país están consignadas en mis escritos publicados y en mis escritos inéditos, que un día conocerá mi país.10

Es evidente que la voluntad de difusión estaba acompañada por la decisión de dar forma definitiva a borradores y apuntes, y hay testimonios de que había emprendido esa tarea hacia 1878;11 no obstante, la operación le resultaba muy ardua. Ernesto Quesada, que lo visitó en 1879, evoca así supuestos dichos de Alberdi: – Yo me siento fatigado para revisar mis manuscritos y convengo en que debería hacerlo porque no todos se encuentran listos para la impresión. Me preocupa hondamente ese problema póstumo y a veces me atormenta la tentación de destruir lo escrito.12

En esta etapa, pesaba su conciencia de escritor-pensador en el balanceo de sus incertidumbres. 6) Alberdi inició la redacción de El crimen de la guerra después del 29 de junio de 1869. Ver Alberdi, 2007 pp. 29-31 (“Testimonios del proceso escritural”). 7) Los resaltados son míos. Ver infra f. 74 r. en la edición crítico-genética publicada. 8) Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo. Cuento publicado por A, Miembro Correspondiente de la Academia Española, Buenos Aires, Carlos Casavalle Editor, s. f. [1874]. Su nutrido dossier genético se analiza en el “Estudio preliminar” de esta edición. 9) Mariano A. Pelliza titula sin rodeos “Luz del día, última producción del Dr. Alberdi” una nota bibliográfica (La Nación, junio 24 de 1875), republicada en Críticas y bocetos históricos, Buenos Aires, Casavalle, pp. 238-241. Ver “Seudónimos utilizados por Alberdi”, en A. O. Córdoba, Bibliografía de Juan Bautista Alberdi. Buenos Aires, Biblioteca de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, Serie II, Nº 2 - Abeledo-Perrot, 1968, p. 23. 10) J. B. Alberdi, Palabras de un ausente en que explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento, París, Imprenta Pablo Dupont, 1874, p. 15. 11) Ver Carta de Arturo Reynal O’Connor a Manuel Bilbao, publicada en La Libertad (Buenos Aires), septiembre 23 y 24 de 1878. 12) Cf. Ernesto Quesada, “Una conversación con Alberdi. A propósito de sus escritos póstumos”, en El Tiempo (Buenos Aires), agosto 6 de 1897.


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Archivo Alberdi

En una serie de esquelas que se suceden hacia 1870 en relación con el envío adjunto de originales que Benites se apresta a publicar y acerca de los cuales pide opinión, las críticas de Alberdi tienen que ver con secciones que parecen “meros apuntes para redactar un artículo” o con algún pasaje “lleno de repeticiones, que lo hacen pesado y oscuro”; además, revelan su obsesión por el perfeccionamiento cuando aconseja demandar numerosas pruebas de imprenta (“cuatro o seis pruebas”).13 El 13 de junio de 1881, en Buenos Aires –probablemente con ánimos de conciliación política y en tanto espera ser nombrado nuevamente representante argentino en Francia–, Alberdi firma un nuevo testamento en el que no modifica la actitud del anterior frente a los escritos inéditos: Deseo que mis albaceas de París y Londres no dejen venir a América ninguna parte de mis trabajos literarios inéditos y manuscritos, ni permitan que allá ni aquí se publiquen tales como están, pues son simples materiales para componer libros más bien que libros ya compuestos.14

Pero dos meses después, enfermo y desengañado, emprenderá el viaje hacia su último autoexilio. Particularmente, el hecho de que la prensa porteña continúe difundiendo las críticas que sigue despertando en su país amargará sus años finales y, en un último testamento –protocolizado en París el 20 de mayo de 1883–,15 no se hace ninguna mención de los escritos inéditos dejando así abierta la vía para su publicación. La vasta erudición de Alberdi, unida siempre a su vocación por interpretar fenómenos sociales, estaba en permanente proceso de actualización, y esta voluntad es testimoniada por sus escritos.16 Pero esa dinámica intelectual no ha sido específicamente estudiada en el “hacerse” de la escritura.

Ediciones genéticas y ediciones crítico-genéticas

Una “edición genética” se define por oposición a una “edición crítica” remarcando, en particular, diferentes metas: en tanto la edición crítica se propone ofrecer a la lectura un texto, la edición genética tiene por ob­jetivo hacer leer pre-textos.17 Se denomina,

13) Cf. piezas epistolares de J. B. Alberdi a G. Benites, AGN, MHN-Legajo 62, Cat. 10285 y Cat. 1093. Se trata de esquelas “s. l.” y “s. f.” que habrían sido enviadas mediante mensajeros y tuvieron que ser redactadas en París hacia 1870. 14) Cf. A. O. Córdoba, Los escritos póstumos de Alberdi, op. cit., p. 40. 15) Ibid., p. 43. 16) A título de documento crítico, se recoge un comentario de José Ingenieros (que se refiere a los Estudios económicos incluidos en el tomo I de los Escritos póstumos): “Es difícil que ningún otro americano estuviera, en su época, más al corriente de las nuevas direcciones sociológicas; es seguro que en ninguno puede seguirse mejor el rastro de toda la evolución filosófica del siglo XIX” (Obras completas, Buenos Aires, Ediciones Mar Océano, 1961, p. 202). 17) El concepto de “pre-texto” es la categoría descriptiva fundadora de una crítica genética. Se denomina así a los documentos escritos –por lo general, y preferiblemente, manuscritos– que, agrupados en con­juntos coherentes, constituyen la huella visible de un proce­so creati­vo. Se señalan dos grandes categorías de pre-textos: “prerredaccionales” (documentación, notas preparatorias, esquemas, esbozos, planes) y “redaccionales” (material ya directamente consagrado a la textualización: borradores, copias sucesivas con reescrituras, pruebas de página con correcciones del autor).


Presentación

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enton­ces, “edición genética” la que presenta, exhaustivamente y siguiendo el orden cronológico de su aparición, los testimonios de una génesis escritural.18 La escritura se ofrece como una combinatoria de operaciones múltiples y heterogéneas: sustituciones verticales, desplazamientos, interpolaciones, expansiones, supresiones, reducciones, supresiones, conexiones, desgajamientos, intersecciones, etc. Su dinámica responde a una tensión que hace de la recursividad su principio constitutivo: la escritura es reescritura. Así, una edición genética se postula como la transcripción de ese proceso significativo fracturado y multidimensional que rompe con la ilusión de linealidad a la que nos tiene acostumbrados la letra impresa. Representando ese proceso y buscando formas de hacerlo legible, una edición genética pretende ser una máquina de leer los testimonios arqueológicos de una producción intelectual. Se distinguen tres tipos principales de ediciones genéticas: las ediciones facsimilares acompañadas de una transcripción, las ediciones genéticas propiamente dichas (que todavía hoy siguen siendo las ediciones en soporte-papel) y las ediciones genéticas electrónicas (que están comenzando a desarrollarse). Pero los documentos que se editan en la Serie Archivo Alberdi interesan también como “textos” (por más que por su carácter de borradores haya que asignar esta categoría a la última etapa escritural registrada). Es por eso que las ediciones en soporte papel serán críticogenéticas: darán protagonismo al texto, pero además brindarán la información y los recursos imprescindibles para “hacer leer génesis”. Con ese fin, el establecimiento del último estadio escritural registrado en los manuscritos (cuando se trate de borradores) o el texto editado por el autor (si la obra se publicó en vida de Alberdi) se edita no solo acompañado de un aparato crítico (una fundamentación de la determinación textual): va acompañado de una anotación genética que reproduce la temporalidad de las reescrituras. Por otra parte, los estudios preliminares ofrecen pautas destinadas a facilitar la legibilidad de la dinámica escritural además de aportar la imprescindible contextualización de una lectura interpretativa, en tanto que apéndices complementarios, ilustraciones, gráficos, tablas temáticas y bibliografías enriquecen los aportes de los materiales presentados.

18) Ver A. Grésillon, Éléments de critique génétique. Lire les manus­crits modernes, Paris, PUF, 1994; E. Lois, Génesis de escritura y estudios culturales. Introducción a la crítica genética, Buenos Aires, Edicial, 2001.



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