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Cómo los Trujillo entraron en la bibliografía literaria dominicana

Cómo los Trujillo entraron en la bibliografía literaria dominicana

Franklin Gutiérrez

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Cada reorganización de mi biblioteca es una invitación a la relectura de libros que en el pasado dejaron en mí huellas saludables. También encuentro otros que únicamente releería si alguna tarea forzosa me lo impusiera. Pero los que más despiertan mi curiosidad y me motivan a hurgar sus páginas hasta desmadejar sus entuertos son aquellos enfocados en retorcer el destino de la historia.

A propósito de esta última categoría, hace un par de semanas reubicando los libros de una zona de mi biblioteca llamada “añejitos”, encontré tres obras que, aunque en el presente solo servirían como referencia bibliográfica, cuando salieron a la luz pública recibieron un buen espaldarazo de la prensa nacional. Incluso, no pocos adeptos de sus autores las calificaron de “textos de incuestionables aportes a las letras nacionales”. Ellas son: Meditaciones morales (1948), Falsa amistad (1948) y Reajuste de la deuda externa (2da. edición, 1959). En las portadas de las dos primeras aparece estampado el nombre María Martínez de Trujillo, como autora. En la del tercero, el de Rafael Leonidas Trujillo.

Los estudiosos de la delirios y perturbaciones emocionales de la familia Trujillo Molina han demostrado en reiteradas ocasiones, que el autor real de Meditaciones morales y Falsa amistad fue el español José Almoina, un servidor de Trujillo entre 1939 y 1947, a quien el tirano persiguió durante una década hasta asesinarlo en México luego de este haber publicado, con el seudónimo Gregorio R. Bustamante, un libro denunciatorio de las crueldades de su régimen titulado Una satrapía en El Caribe (1950).

El papel de Almoina con respecto a la producción literaria de María Martínez de Trujillo (muy bien remunerado, por cierto) consistió, en el caso de Meditaciones morales, en escribir una serie de ensayos de corte moral que ella hizo publicar en el periódico La Nación como suyos. Posteriormente, en 1948, esos textos fueron reunidos en un libro de 20 capítulos (176 páginas). Meditaciones morales está armado con medio centenar de fragmentos de escritos políticos, filosóficos, moralistas, juristas, pedagógicos y religiosos de diferentes épocas y países relacionados con el comportamiento humano: responsabilidad, maldad, envidia, venganza, mentira, pesimismo, apasionamiento, personalidad, paz espiritual, ira y generosidad, sobre los que la supuesta autora reflexiona alentando al lector a rechazar los aspectos negativos de la vida y aferrarse a los positivos.

Las citas escogidas para el volumen provienen de: Alphonse de Lamartine, Ricardo León, Emile Zola, Gaspar Núñez de Arce, Constancio C. Vigil, Juan AgusfranklinGutiérrez Cómo los Trujillo entraron Cuadrivium en la bibliografía 13 Año 20literaria dominicana tín García, Marco Tulio Cicerón, Paul Doumer, Tomas de Kempis, Jesucristo, Isaac Gondim, Rafael Ruiz López, Lucio Anneo Séneca, Casimiro de Abreu, José Enrique Rodó, Juan Luis Vives y también de varios personajes de la Biblia.

Terminada la compilación de los artículos publicados en La Nación y de otros aún inéditos, el siguiente paso fue gestionar que el destacado intelectual mexicano José Vasconcelos prologara el libro. Así, la obra tendría más valía intelectual y mayor acogida del lector. Esa encomienda probablemente le fue asignada a Joaquín Balaguer, a la sazón Embajador dominicano en México.

Nunca se supo a cuánto ascendió la compensación económica a Vasconcelos. Lo que sí revela el prólogo es que el pensador azteca procedió habilidosamente, evitando emitir juicios valorativos sobre los supuestos escritos de María Martínez de Trujillo, que comprometieran sus conocimientos humanísticos y su condición de escritor prestigioso.

En 1954 la editora newyorquina Caribbean Library publicó una versión en inglés de dicha obra: Moral Meditations. La traducción fue hecha por René Rasforter. Durante varios años Meditaciones morales fue de uso obligatorio en el sistema educativo dominicano.

Falsa amistad, por su parte, es una pieza teatral en dos actos y seis cuadros que, como sugiere el título, busca desvelar los efectos negativos de la amistad simulada. Empeñado en patentizar a María Martínez como autora de Falsa amistad, Almoina sostiene que la intención de ésta fue caricaturizar a Clara Aurora Ricart, esposa del funcionario trujillista Paíno Pichardo, quien, siendo supuestamente su amiga, se encamaba con su marido.

En la nota introductoria al volumen de 92 páginas, la “autora” curiosamente denomina “ensayo” a un texto de estructura totalmente dramática. Aun con ese gazapo, ¿cómo explicar el manejo adecuado de los diálogos, el uso apropiado de las acotaciones y el dominio de los planos escénicos, en una persona incapaz de diferenciar un ensayo de un texto dramático?

Como era de esperarse, la comedia teatral o musical, como calificaron muchos la pieza de la otrora Excelentísima señora María Martínez de Trujillo, fue llevada a los mejores escenarios capitalinos y rurales. Desde las primeras presentaciones, iniciadas en 1946, Falsa amistad fue exaltada por intelectuales serviles al régimen comandado por su esposo. Juan Bautista Lamarche, para citar un caso, escribió en el periódico La Nación un artículo titulado “Signos de la nueva era. Falsa Amistad y el renacer del teatro dominicano». El propio Lamarche y otros intelectuales criollos, entendieron que los “aportes” de María Martínez de Trujillo al pensamiento moralizador criollo, así como su renovación del teatro dominicano la hacían merecedora de un reconocimiento que trascendiera los límites de la geografía nacional, y gestaron un movimiento tendente a proponerla para el premio Nobel de literatura en 1955.

Antes de que María Martínez de Trujillo surgiera como escritora, en 1937 la Editorial El Diario, de Santiago de los Caballeros, puso al alcance de los lectores dominicanos Reajuste de la deuda externa, un libro de 329 páginas firmado por Rafael Leonidas Trujillo. La obra en sí es un informe pormenorizado sobre las negociaciones que culminaron con la elaboración de la Ley de emergencia, de 1931. Contiene, también, datos históricos sobre la República Dominicana y detalles de la emisión de bonos dominicanos al inicio de la década del 30. La segunda edición es más voluminosa pues le agregaron el documento del tratado Trujillo-Hull y evidencias gráficas de la cancelación de la deuda externa ejecutada por Trujillo.

Solo un especialista en economía o un buen técnico en estadística, pudo haber producido una obra de tal naturaleza y contenido. Por cuanto, dicha misión recayó sobre el publicista chileno Carlos Ávila, contratado para esos fines. Del mismo modo que los libros de María Martínez, los recursos económicos generados por Reajuste de la deuda externa estaban destinados a obras sociales, un modo expreso de plantar en la percepción del pueblo dominicano la generosidad de Trujillo y su esposa.

María Martínez de Trujillo y Rafael Leonidas Trujillo Molina tuvieron tantos servidores y bufones a su alrededor que hasta encontraron quienes los hicieran escritores. Siempre, claro está, a cambio de algo: protección, dinero, puestos públicos, etc. La creencia de que María Martínez de Trujillo era escritora de oficio, con sobradas virtudes para la creación literaria, ganó un espacio tan notable en su núcleo familiar más cercano que todavía en la actualidad su hija Angelita Trujillo se refiere a ella como tal cosa.

El hallazgo de Meditaciones morales, Falsa amistad y Reajuste de la deuda externa, me condujo a otro estante de mi biblioteca destinado a obras recientes, donde meses atrás había colocado Trujillo, mi padre, un volumen de 450 páginas firmado por Angelita Trujillo, en el que la hija menor del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina y María Martínez Alba intenta blanquear la imagen nublada de su procreador y del resto de su familia.

Angelita apuesta a que el oficio de escritor es transferible o llega por herencia. De ahí su decisión de “escribir” Trujillo, mi padre. Pero para infortunio suyo, las presentes generaciones de dominicanos entienden perfectamente que las historias contadas o escritas por sabuesos al servicio de dictadores son falaces. Eso explica que la reacción del lector de hoy ante el retorcimiento de los hechos narrados en Trujillo, mi padre, haya sido de pura indignación.

A diferencia de 1937 y 1948, años de puesta en circulación de los libros de sus padres ante centenares de empleados públicos obligados a asistir a dicho espectáculo so pena de perder sus empleos o terminar encarcelados, los organizadores de la presentación del libro de Angelita en la República Dominicana tuvieron que suspenderla a causa de las protestas de víctimas de su padre y de representantes de fundaciones patrióticas que tildaron el contenido de Trujillo, mi padre de infame, perverso y maquiavélico. También hubo protestas de dominicanos en Puerto Rico, Miami y New York.

La incapacidad de Angelita Trujillo para enjuiciar equilibrada y objetivamente la dictadura de su padre tiene varios vectores: fue la niña mimada y consentida del dictador; desconoce los intríngulis políticos de la dictadura de su procreador y carece de formación académica, además de destrezas de escritora para hacerlo. De hecho, el estilo desequilibrado y el desnivel interpretativo presentes en Trujillo, mi padre, dan por sentado que en la escritura de este participaron varias personas, menos ella.

Pero Angelita no es la única hija de Trujillo que lo ha convertido en protagonista de libros. En 1965, su primogénita Flor de Oro vendió una entrevista a la revista norteamericana Look, la cual fue publicada en los números correspondientes al 15 y 29 de junio ese año con los títulos My Tormented Life as Trujillo’s Daughter y My Life as Trujillo’s Prisoner. En el 2009 el texto íntegro de la entrevista fue traducido al español y convertido en el libro Trujillo en la intimidad según su hija Flor.

Procede aclarar las discrepancias entre las posturas de Angelita y Flor de Oro, por emanar estas de intereses personales distintos. Mientras la primera pretende higienizar la imagen pública de su padre y desligarlo de las dos principales acusaciones en su contra: la de asesino y la de ladrón, y de paso, asfixiar moralmente a los entonces únicos sobrevivientes de su ajusticiamiento: Antonio Imbert Barrera y Luis Amiama Tio descargando sobre ellos algunos de los crímenes más horrorosos de su gobierno; la segunda persigue hundirlo nacional e internacionalmente por entender que él la abandonó al retirarle su apoyo económico a partir de 1952.

Mas, una lectura sensata de sus declaraciones a la revista Look es suficiente para concluir que su empeño no era desvelar las atrocidades cometidas por el tirano durante tres décadas, sino desnudarlo moralmente por su negativa de continuar solventando su vida de bohemia y vagancia.

Veamos: siete de los nueve matrimonios de Flor de Oro ocurrieron bajo la dictadura de su padre, y en cada uno de ellos el “Jefe” puso en manos de su primogénita regalos monetarios de cantidades oscilantes entre US$10,000.00 y US$30,000.00 (suma respetable entonces), más un apartamento o casa en los lugares donde ocurrían los casamientos o donde ella decidiera vivir. De ese modo, Flor de Oro tuvo viviendas propias o alquiladas en New York, París, Santo Domingo, Alemania, México y Brasil. Esa bondad de su progenitor, más el poder ostentado por éste les permitieron también integrarse al mundo de la bohemia y la buena vida, estilo al que se acostumbró rápidamente y que le facilitó acercarse a grandes personalidades de la política, el cine y la diplomacia parisina y estadounidense.

En una parte de sus declaraciones a Look confiesa que ella y su primer marido Porfirio Rubirosa “no eran capaces de ganarse la vida por sí mismos, pero vivían hambrientos por el dinero, por lo que éste podía brindarle”. Pese a las confrontaciones que ocasionalmente tuvo con su padre, sobre todo cuando él entendía que sus actuaciones públicas escandalosas ponían en entredicho la integridad de su gobierno, Flor de Oro tuvo una vida económica cómoda y decente, sin ningún esfuerzo laboral.

Desaparecido su padre, su economía desmejoró sustancialmente y su vida social se redujo al mínimo, pues además de que sus dos matrimonios posteriores ya no estaban apoyados económicamente por su progenitor y fueron tan inestables y efímeros como los siete anteriores, su hermano Ramfis y la madre de éste, María Martínez, se encargaron de excluirla de la herencia dejada por su procreador. En consecuencia, la necesidad de dinero la impulsó a destusar a su padre del modo que lo hizo. De no haber procedido de ese modo ninguna revista habría estado dispuesta a comprarle la historia rosa de un dictador cuyas acciones desquiciadas eran hartamente conocidas. Tampoco un libro de Flor de Oro Trujillo hubiera engrosado la bibliografía dominicana.

Con respecto a Ramfis, quien jamás exhibió habilidad alguna para la escritura, existen tres libros: La muerte de Trujillo según sus autores y los papeles de Ramfis Trujillo; Más papeles de Ramfis Trujillo, sucesos de 1962; y Archivos de Ramfis Trujillo, sucesos de 1965-1969, contentivos de las conversaciones y correspondencias del primogénito de Trujillo con el historiador Emilio Rodríguez Demorizi, ocurridas entre 1962 y 1969, año de la muerte trágica de Ramfis. Los derechos de esas conversaciones les fueron cedidos por Rodríguez Demorizi a Bernardo Vega, quien publicó dichas obras en el 2006, 2007 y 2008, respectivamente, con el auspicio de la Fundación Cultural Dominicana.

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