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Ciudad, caos, bolero y personajes en Sólo cenizas hallarás de Pedro Vergés
Ciudad, caos, bolero y personajes en Sólo cenizas hallarás de Pedro Vergés
Pablo Cancio Reichard
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Solo cenizas hallarás, es una novela que transcurre en ese período inmediatamente después de la caída del régimen del Trujillato (mayo de 1961) hasta el triunfo electoral del Partido Revolucionario Dominicano (diciembre de 1962). 1 Se trata, distinto a lo que se pueda creer, de un período aún marcado por la represión política. Pertenece a una vertiente de la nueva novelística dominicana que se propone indagar las causas de la frustración del proceso revolucionario que culmina en abril del 65 y en sus antecedentes. 2
La novela comienza de forma impactante con el asesinato del sargento Ramos. Es en realidad una novela de intriga política. A través de la novela, Vergés hace continuas alusiones a la dictadura y a los abusos del régimen político anterior:
Le dijeron que a las ocho pasarían a buscarla y a las ocho pasaron su amiga y otros dos en un Wolswagen que, según explicó su conductor…, había pertenecido al Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía, el temido SIM. ¿A cuántos, dijo el joven, poniéndose de repente patriótico, muy como en la línea de quien quiso inscribirse en el Catorce pero no se atrevió, […], no habrán llevado al más allá estos asientos en que hoy vamos tan felices. (p.41)
Vergés utiliza un estilo vertiginoso, podríamos decir caleidoscópico y de un desbordamiento mental, para presentarnos el caos, la miseria y la inestabilidad políticosocial en que vive sumido el país. Se vale de un perspectivismo literario, a través del testimonio de un día en la vida de los distintos personajes: Freddy, Yolanda, la sirvienta Lucila, la viuda Altagracia, etc., los que se entrecruzan en su relación con otros personajes; y así se va tejiendo la trama de la novela. La novela requiere un lector activo que reconstruya la trama, a través de las distintas perspectivas que nos van dando los personajes. Sin embargo, se impone un orden cronológico. La mayoría de los capítulos se ubican entre enero y diciembre de 1962, período en que gobernó en la República Dominicana el “Consejo de Estado”, compuesto en su mayoría por miembros de la Unión Cívica Nacional, partido caracterizado por los historiadores Roberto Cassá y Amaury Justo Duarte como “burgués privado tradicional” y “burgués no monopolista”, respectivamente. 3 Además, los capítulos, 6, 11 y 20, transcurren durante el mes de junio de 1962, cuando se afirmó la línea militante izquierdista y antiimperialista del movimiento 14 de junio, movimiento “estudiantil y pequeño burgués” que se había aliado antiguamente con los cívicos para derrocar el gobierno trujillista de Ramfis y Balaguer. Para el crítico Arnaldo Cruz Malavé, al Vergés destacar estas fechas en su novela, revela una estructura que, más allá del trazado de las peripecias de unos personajes, delimita unos procesos sociopolíticos específicos. 4
Por un lado, la historia presenta una juventud que surge y protesta en contra de los problemas del país, la miseria, falta de educación, tierra, higiene o condiciones sanitarias, pobreza, etc; pero que se caracteriza por ser políticamente inmadura. Carece de dirección; no sabe hacia donde va. No afronta los verdaderos problemas del país, sino que escapa en el alcohol, juergas y bebelatas. Se trata de seres abocados al fracaso, la muerte y la destrucción; lo cual nos remite al título Solo cenizas hallarás, y que le hace eco al conocido bolero “Cenizas”. Es este uno de los temas principales, sino el principal, de la novela. Por otro lado, se nos presenta una clase militar que busca consolidar el poder, pero que le teme o tiene miedo a la nueva juventud que surge y los cambios políticos que se avecinan. Miedo al socialismo y al comunismo.
Freddy, Evelinda, Paolo, Wilson y Yolanda representana los jóvenes; pero entre ellos, Freddy es el prototipo de esa nueva juventud. Vive en un continuo miedo a la represalia política, acechado a partir de la muerte de Ramos. Su madre, Altagracia, también vive con temor y momentos de alta tensión, poco antes del golpe de estado en mayo. Teme que le maten a su hijo Freddy por hacer reuniones clandestinas, visitar a su amigo el revolucionario Paolo a la cárcel y brindarle apoyo a su familia. Paolo ha sido apresado por el “Consejo de Estado” al ser delatado por el excalié Ramos y es torturado por conspirar en contra del gobierno. Ella acude al coronel Tejeda en busca de protección.
La ciudad
La novela se mueve en la ciudad capital, Santo Domingo, y su periferia, en su extensión de las barriadas aledañas por los vericuetos de San Miguel, El Jobo, María Auxiliadora, Ciudad Nueva. “Es entonces la Ciudad crecida en vez de ser la obligada ciudad intramuros de los fundacionales de antaño”. Vergés escribe una novela socialcotidiana, de una lengua llana que es igualmente lenguaje barrial. La ciudad es un texto y forma un hipertexto. 5 Es la imagen o metáfora alrededor de la cual Vergés construye la narración y el relato fundacional de la nación dominicana. De un lado, se configura la ciudad del pasado habitada por fantasmas, de un orden establecido por la represión y la violencia del régimen trujillista, que no termina con la caída del caudillo, sino que continúa con Balaguer en sus intentos por la toma del poder. De otro lado, se configura la ciudad ideal, soñada, que Angel Rama llama en su ensayo: “La Ciudad Letrada”, la ciudad planificada 6 –tras la muerte de Trujillo– de ideas democráticas y liberalizantes, representadas por la juventud en el Movimiento 14 de junio y el PRD de Juan Bosch.
Los personajes de la novela se mueven entre estos dos espacios de la ciudad en un espacio intermedio, en el que se impone el caos y la falta de estabilidad sociopolítica, entre el recuerdo de un orden caído y el anhelado espacio democrático de la ciudad soñada. Vergés deconstruye la imagen de la ciudad (“polis”) como la organización social, cultural y política de un pueblo o nación. Se desplazan o deslizan los significantes en el texto, a veces hacia el orden de la ciudad del pasado marcada por la represión política y otras, hacia la ciudad soñada. Los personajes; especialmente los jóvenes se mueven, deambulan por la superficie ciudad laberinto 7 (cartografía, hipertexto) como neonómadas sin un destino cierto o finalidad con sus sueños e ideales, en busca de una salida a sus problemas y los de la colectividad, pero están abocados al fracaso.
Freddy divaga con su amigo Wilson por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo y filosofando en un lenguaje que es como un fraseo repetitivo que no conduce a nada sobre los problemas políticos del país y temas varios, las mujeres etc. A continuación reproducimos el siguiente diálogo entre Freddy y Wilson en el automóvil:
Wilson no le hizo caso, continuó circulando lentamente, sin pasar de los veinte kilómetros por hora, fumando, silencioso, preguntándose qué sentido tenía aquél paseo, qué carajo hacían los dos deambulando de un lado para otro, sin saber qué dirección tomar, como niños perdidos en el parque.
–¿Tú quieres que te diga una cosa?
–Sí es muy seria no.
–Me parece que estamos hablando y hasta viviendo como dos comemierdas. Por lo menos yo. Freddy sacudió la cabeza sorprendido. [...]
–Yo creo que debiéramos hacer algo, otra cosa –siguió Wilson–, siempre estamos en lo mismo. Ya yo me estoy cansando.
–Otro –exclamó Freddy teatralmente–. Y vamos dos. ¿Algo para llenar el vacío que carcome nuestras vidas? ¿Meternos en un partido por ejemplo? ¿Qué te parece la Unión Cívica Nacional?
–Si te pones así no hay manera de hablar.
–Okey, me pongo de otra forma. Tu problema cuál es? ¿La vieja? ¿Yolanda? ¿Tu carrera? ¿El país? ¿El paisaje del país? ¿O el paisanaje del paisaje del país.
–De todo esto un poco –asintió Wilson. [...] Lo que a mi me pasa es que tengo la impresión de que no voy, de que no estamos yendo a ningún sitio. ¿Tú no? (p.164)
La conversación termina de la siguiente manera:
–Perdona viejo –dijo Freddy–. No debí gritarte […]
–Mira yo estoy de acuerdo. Nada de esto tiene sentido. Por eso me voy. Es más, ¿tú sabes una cosa? Yo creo que lo que tú tienes que hacer es irte commigo a Nueva York.
Los personajes
Nos movemos con los personajes a través de la ciudad. Es una novela peripatética; en continuo movimiento. Freddy obtiene una visa y viaja emigrando a Nueva York para escapar del ambiente sociopolítico del país, pero también por la incapacidad de concretar su sueño pequeño burgués en ese ambiente. Su viaje, distinto al de Yolanda, es uno sin regreso. En su historia también vemos los temas del exilio y la emigración dominicana, especialmente a Nueva York. 8 Para Freddy el absurdo del país se entiende mejor desde afuera, por estar aislado:
Yo creo que uno no entiende este país hasta que no se aleja de él… (p.286); Uno está como enterrado vivo aquí (p.282).
Freddy es un exiliado de sí mismo en su propio país, miembro de una clase decadente. De ahí que al final poco antes de irse reflexiona:
[…]y se detuvo unos segundos a observar el avión, convencido de que ese viaje más que a un lugar cualquiera de este mundo, por muy paradisíaco que fuera, se efectuaba hacia un lugar secreto, tal vez desconocido de sí mismo (p.400).
Su entrega al alcohol, a la juerga hasta altas horas de la noche, a veces con mujeres y amigas, y a las bebentinas, no son sino formas de escapar de los verdaderos problemas que acosan al país. Resulta impresionante, la forma en que Vergés nos introduce el personaje irresponsable de Freddy al levantarse una mañana con una fuerte resaca (“hang over”), luego de una borrachera la noche anterior, para enterarse de la escalofriante noticia del asesinato del sargento Ramos. Lo visualizamos con parsimonia tomar el desayuno y sentimos ese reflujo, ese vómito que le sube por la garganta y que, luego de un torbellino o caos mental de imágenes desorganizadas, contradictorias e inconexas, expulsa cuando ve los sesos, la sangre del sargento restregada sobre el seto del prostíbulo:
En Benito González se detuvo y apoyó en la pared, esperando que el espiral del vómito completara su ciclo y lo dejara nuevamente libre. Se sentía morir, se le juntaba todo en la cabeza, el sol lo hacía sudar, el malestar le daba escalofríos. Temblaba, decía: vómito, ven, acaba de venir, y mientras tanto le acudían a la mente el recuerdo de Evelin, la imagen del sargento, Yolanda desnuda, su madre amortajada, el sargento vivo [...], Yolanda en Nueva York, él con Yolanda en Nueva York, Evelinda casada con Paolo, [...] él en la cárcel, él casado con Evelin, él con el cónsul, él cónsul negándole la visa, el teniente limpiándole el culo con una foto suya. (p.19).
Para entender el personaje de Freddy, con su pesimismo o actitud derrotista ante la vida, tenemos que conocer su trasfondo. Freddy se integra al Movimiento14 de junio para vengar la muerte de su padre Julián, la cual siempre pensó fue por motivos políticos. Cuando se entera, a través de su madre Altagracia y por otras averiguaciones que hace, que la muerte fue simplemente por un “lío de tragos” se decepciona y se aparta del 14 de junio y de su amigo, el revolucionario, Paolo. Entonces, vuelve a estrechar vínculos con su amigo Wilson y sus amistades, con quien guarda mayores intereses en común.
La verdadera causa, sin embargo, del rompimiento entre Freddy y Wilson, hijo del coronel Tejeda, es que representan dos vertientes o polos opuestos del Movimiento (de la juventud) 14 de junio. Paolo es más comprometido y militante con los ideales de la revolución; mientras que Freddy está en el mismo por conveniencia a sus intereses pequeños burgueses. Es como si los personajes bailaran al son de un bolero, estableciendo entre sí alianzas y rupturas de índole política, respondiendo a las fuerzas sociopolíticas operantes y a la lucha de clases que desestabilizan el país y fragmentan el poder del orden establecido. Esto lo vemos también en el caso de la pareja del teniente Sotero y Lucila, quienes se identifican con la UCN por motivos puramente arribistas, pero también son simpatizantes de las luchas de la juventud y del Partido Revolucioario Dominicano, encabezado por Juan Bosch y que cobra auge en septiembre de 1962.
La sociología del caos
Yolanda, luego de su desencanto amoroso en Nueva York, la pérdida de su virginidad con el santiaguero Carmelo antes de conocer a Wilson, no hace más que salir hasta altas horas de la noche con amistades escandalosas, por lo cual es fuertemente criticada. Regresa de Nueva York adonde ha emigrado a la República Dominicana. Nos ofrece su visión del país, con las continuas protestas, ruídos, bulla y alboroto de la juventud que surge como una masa amorfa:
El Conde, su querida calle El Conde, tan recoleta y provinciana siempre, pero siempre tan encantadora, no era más que un erial de pordioseros, papeles, basuras y gente hedionda y sucia, totalmente incapaz de pedirte perdón cuando tropezaban contigo. Los jóvenes estaban como locos, como drogados por la novedad de la política y a cada rato organizaban un tumulto y un desorden como sin ton ni son, voceando todas las cosas que sus líderes les ordenaban que vocearan (pp.27-28). Noviembre, en cambio, fue otra cosa. No porque disminuyera la tensión existente, sino precisamente por todo lo contrario, porque se había llegado a un punto tan extremo que ya no era posible distinguir lealtades ni ideologías ni grupos, solo una masa unánime gritando y agitando y, a su lado, o a un lado pero nunca enfrente, el silencio entre miedoso y cómplice de unos pocos (p.75).
Las protestas, huelgas etc., no son más que eso; ruido, un alboroto de banderas, mítines sin sentido, vacíos sin contenido políticosocial de sustancia. A través de la novela, Verges hace alusiones a esta caraterística de las manifestaciones de la juventud que permea el ambiente de tensión política:
Freddy cruzó la calle y los dejó pasar, los siguió con la vista durante un rato hasta que solo se distinguía el trapo rojo de la carrocería y la sucia silueta del megáfono. Durante unos segundos le entraron ganas de marcharse con ellos, de emborracharse con un griterío que, a su modo de ver, no conducía a nada [...] (p.21) […], crecía el ruido, de qué forma tan simple sus oídos descifraban ahora el sentido de lo que se gritaba. Crecía, efectivamente, la marea, el tumulto, la muchedumbre, esa ola gigantesca de gente hedionda, limpia, sudorosa, descalza, bien vestida, harapienta que se iba acumulando [...] (p.23). Por enésima vez salieron a relucir los trapos rojos, las mismas banderas verdinegras y las mismas pancartas. Freddy se vio metido en el tumulto, vuelto loco él también, de repente gritando lo que fuera, lo que gritaran todos los demás (p.24).
Es un fenómeno de liberación o distensión política, el llamado destape (como en la España de Franco) luego de la caída de la dictadura militar del caudillo. La gente, literalmente, se lanzó a la calle. Vergés lo describe en parte ese momento histórico como sigue:
Hasta que finalmente, claro, sucedió, aconteció, pasó, llegó, vino, se dio, lo hicieron, nos sacudió a todos igual que un correntazo y nos dejó pasmados de sorpresa. Porque era el caso, coño, que lo habíamos estado esperando con auténtica ansiedad, pero nadie en el fondo creía que pudiera ocurrir, nadie creía que pudiera ser cierto. Tanto es así que durante unas horas, y aún después de que el radio diera la noticia, aquél inusitado 31 de mayo, la gente continuaba metida en su casa-madriguera, en su casa-cueva, en su casa-escondite, convencida de que se trataba de una broma, de una trampa gigantesca para atrapar a todos los enemigos que aún permanecían sueltos y que […] se lanzarían a la calle (pp.329-30). Freddy se volvió loco, los muchachos se volvieron locos, la gente se volvió loca.[…] Como le digo, después del mes y pico de silencio, Freddy se volvió loco, y es más, incluso antes de que llegaran al país los primeros enviados del PRD, que estaban en el exilio para sacarnos de nuestras casas-cueva y ponernos la verdad delante de los ojos (p.330) Fue entonces cuando aparecieron los del PRD que le mencioné antes y la gente se tiró a la calle a protestar, sobre todo los jóvenes (p.331).
En la siguiente cita, Vergés describe la inestabilidad y el desorden que genera en las masas las ansias de libertad, como consecuencia la caída de Trujillo:
[…] la gente del país le había perdido respeto al fantasma de la dictadura, que ya no era más que eso; un fantasma, y se subía a los tejados para esperar la hora convenida y romper o golpear cacerolas, bateas, cubos de hojalata, pitos y timbales sin que la viera. […] Por la mañana humeaban las hogueras ficticias y rebeldes de los neumáticos, y las alcantarillas y los contadores de agua desprovistos de tapas, se convertían en trampas más bien torpes e inútiles. Doña Josefa su madre, se preguntaba si había necesidad de todo aquello, de llenar las paredes de letreros, de romper los bombillos del alumbrado público, de pisotear las gramas de los parques, de meter colillas encendidas por las hendiduras de los buzones, de voltear zafacones hasta el punto de taponear el alcantarillado de basura…(p.73).
Nos dice Víctor A. Peña Rivera, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), en la región norte durante el régimen de Trujillo, lo siguiente acerca de los eventos acontecidos en noviembre de 1961:
La salida de los Trujillo fue el comienzo de una serie de asaltos, robos y saqueos. Las residencias de los Trujillo, y de todos los colaboradores fueron arrasadas y prácticamente destruidas. 9
De forma similar señalan los profesores Valentina Peguero y Danilo de los Santos, sobre hechos ocurridos para julio de ese mismo año:
Durante esos días se desató una ola de destrucción de pertenencias y símbolos del trujillato, se agredieron y eliminaron algunos representantes del régimen. (p.398)
La violencia y sus formas
Luego de la caída del régimen, vino la violencia del estado en la figura de los paleros. Vergés hace referencia a los llamados “paleros” (stick men) que todavía respondían a los intereses de la familia de Trujillo y saqueban las residencias, así como a los “antipaleros” integrados mayormente por elementos de la juventud:
Yo al oírlo casi me meo de miedo, se lo juro, porque entonces ya habían comenzado a funcionar los paleros, bandas de gobernistas que acababan con cuanta gente honrada se les pusiera en medio, y yo decía este tipo me los manda, este tipo es capaz de mandarlos para que me destruyan la casa (p.332). Lo mandaban al interior en comisiones, todo el día lo pasaba metido en la casa central del partido y por ahi mismo, por el barrio organizó un grupo antipaleros y a cada rato se aparecía en secreto, saltando empalizadas y cruzando patios a pedirte que le permitieras esconderse, que lo andaban buscando (p.332).
Valentina Peguero y Danilo de los Santos aluden a los llamados paleros de la siguiente manera: “EL 3 de Julio regresó Rafael Trujillo hijo, (Ramfis), y asumió la dirección de las Fuerzas Armadas. Para el día 5 de ese mismo mes, grupos de hombres armados llamados paleros, asolaron la ciudad.” 10 El asunto de los paleros fue denunciado e investigado por la Comisión Inter-Americana de Derechos Civiles, y la respuesta de gobierno dominicano de Balaguer fue, hábilmente, responsabilizar a miembros y elementos del gobierno anterior que habían salido fuera del país. 11
En varias ocasiones Vergés se refiere, despectivamente, al estado de miseria, de podredumbre y de inestabilidad política en que se encuentra sumido el país y la juventud como un “estercolero”. Otras veces se refiere al país como un “infierno”o lugar donde todos los proyectos son frustrados. Veamos:
¿Era que no había forma de sacar adelante ningún proyecto, por bien intencionado que fuera, por mucho que se trabajara en aquél infierno de país? (p.295). Más bien no, más bien lo había impresionado el contraste de su simple presencia, contraste que lo llevó a pensar en su país como un estercolero […] (p.145). […] que aquí solo hay tres formas de ser: o cínico o suicida o fugitivo (p.202).
Es impactante y demoledora la imagen que utliza al describir al país como “una gran plasta de mierda”: […] este país entero parecía, y excúseme la frase, una gran plasta de mierda comida por las moscas”(p.130). Los personajes de esta novela son seres, que debido a las circunstancias en que viven están destinados a la decepción o el fracaso. Para dar un ejemplo nada más, el proyecto de la empresa o negocio de pollos 12 del teniente Sotero y sus aspiraciones se frustran, debido a que extrañamente se mueren los pollos: Casi cada día Tonongo abría una zanja para quemar, mezclados con el resto de la basura producida, los cuerpos de cuatro o cinco pollos que se morían de nadie sabía qué (p.294).
El conflicto de clases
Lucila, la sirvienta, nos ofrece la visión desde el punto de vista del subalterno. Proviene de tierras expropiadas en Haina, de una extrema pobreza y va a la capital a trabajar a casa del coronel Tejeda, llevada por el teniente Sotero. Representa el tránsito del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Ella quiere progresar y eventualmente dejar de ser sirvienta, porque ella es una trigueña guapa y bien estilizada que tiene “caché”. Quiere ser como Elisa, y hasta como Yolanda. con sus costumbres de Nueva york. Las imita en el modo de vestir, de conducirse, hasta de arreglarse las uñas y el cabello lacio con una cola de caballo, como Elisa. El ídolo político de Lucila es Juan Pablo Duarte, el verdadero héroe de la República según el partido UCN. Lo importante para ella es “estar en las papas” con los de arriba, los ricos, que son los que siempre ganan las elecciones.
Para Lucila esos jóvenes, como Freddy, Wilson, Yolanda etc., no son más que una serie de blanquitos adinerados, de vadulaques que nunca han sabido trabajar y se la pasan todo el día figureando, fiestando, dándose la buena vida de un lado para el otro:
Ellos como los mantenían no sabían lo que era moler vidrio con el culo, como molía el teniente […] Eso no lo veían, que lo suyo era estar paseando a cada rato con sus dos muchachas, fumando Chéster y fumando Winston, dándose la gran vida por El Conde, así cualquiera. (p.126).
La clase militar, sus intereses y aspiraciones, está representada por el coronel Tejeda y el teniente Sotero. El coronel Tejeda aunque no condena la libertad de las expresiones públicas, protestas por medio de mítines, etc., le tiene miedo al socialismo y a que pueda repetirse en Santo Domingo un caso similar al del comunismo de Fidel Castro en Cuba:
Habia que acabar con una confusión que muy bien podría ser aprovechada por el comunismo internacional para convertir el país en otra nueva Cuba, había que conseguir que el país recuperara la confianza en sí mismo […] (p.66).
Sotero, en cambio, apoya a la juventud y no tiene miedo ni al socialismo ni al comunismo. El sueño de Sotero –el cual se le viene abajo– es levantar la industria de los pollos “Pollos Sotero”, en los terrenos de Haina, para llegar a ser Presidente de la República. Para el coronel Tejeda, el ídolo o verdadero héroe político de la nación es Juan Pablo Duarte, y no Trujillo. Así como Freddy y Paolo representan dos versiones del 14j, los Tejada, Sotero y Lucila y la sirvienta, todos “pro-cívicos” por razones distintas, experimentan la caída de Trujillo como una apertura, con el ingreso, en las palabras de Sotero, “en una historia libre de trabas y arbitrariedades” (p.141).
Pedro Vergés, nos presenta la confrontación de los dos polos extremos de las fuerzas políticas. De un lado, el UCN –Unión Cívica Dominicana– y del otro lado, el PRD –Partido Revolucionario Dominicano fundado por Juan Bosch–, con el cual se identifica la juventud, los pobres y necesitados; aunque también estaba el grupo 14 de junio. Para septiembre, el colapso de la influencia de la UCN entre las masas era evidente y en proporción directa el auge del Partido Revolucionario Dominicano, partido, que en las palabras de Amaury Justo Duarte, había sido una “entelequía política”. 13
El teniente Sotero y Lucila se identifican con la UCN por razones puramente arribistas. El teniente sabía, claro está, que todo era mentira, que el país se encontraba marcado por la fatalidad del oportunismo y que no pasaría mucho tiempo que los otros consideraran que la hora de edificar sus mansiones y de adquirir sus fincas había, por fin, llegado:
[…] Trazó sus planes con una minuciosidad de estratega, y como de lo que se trataba era de llegar a ser alguien en la vida, decidió comenzar por el principio afianzando aquello que tenía: una novia de buena familia, un suegro en buena posición, un amigo coronel, una madre con un caserón enorme por el que francamente podrían darle cinco o seis mil pesos, y sobre todo, una fama de hombre serio y responsable…(p.76). A veces él hablaba y entonces permitía, pero era con Sotero y con el señor Flores, el papá de Estelita que estaba en UCN y según se decía llegaría a tener puestos de importancia cuando ganaran los del partido, que eran los únicos que podían ganar. Ella cuando se acostaba no se quedaba ni una noche sin pensar en la suerte que había tenido yendo a caer entre gente de tanta importancia, que si ganaba UCN como bien decía el señor Flores, a lo mejor a ella le tocaba alguna boronita en el reparto (p.119).
El bolero
Es importante señalar, que en esta novela prevalece el elemento sonoro o auditivo sobre el visual, mediante las continuas alusiones a letras de canciones, poemas, boleros, cantantes, locutores, música de salsa y merengue, etc., y al uso del lenguaje coloquial dominicano. Se nos presenta un ambiente social dominado por los medios publicitarios y la comunicación, la radio y la música popular, la rumba, la guaracha y boleros de tema romántico: Lucho Gatica, Toña la Negra, Olga Guillot, el maestro Agustín Lara, “Reloj” de Roberto Cantoral. La música opera como una forma de relajo, de aliviar el desasosiego por las tensiones políticas e incluso las frustraciones amorosas. Por ejemplo, Lucila escucha en la radio la voz del locutor:
Comenzó encendiendo el radio nuevamente y cambiando emisoras hasta dar con aquella donde sabía que iba a escuchar los discos por ella preferidos: danzones y boleros de los años cuarenta, Barbarito Diez, el trío Matamoros, algún tango preferido de Gardel. El programa se llamaba “Recordando el pasado”, y el locutor, que Freddy criticaba por su cursilería y tal vez por tener una voz similar a la suya (p.17).
Es también por medio de la radio que la gente se entera de lo que está pasando en el exterior y de las noticias políticas. “Y como el radio desde el extranjero, a cada rato nos decía que tuviéramos, fe, que tuviéramos esperanza en el futuro,[…]” (p.328). El teniente Sotero está leyendo La Rebelión de las Masas de Ortega y Gasset –que no entiende ni sabe aplicar– para aprender a ser político, pero deja el libro y prefiere los poemas de José Angel Buesa (p.73). Se convierte la música y “la poesía” en medios para escapar, mediante la ensoñación romántica e idílica, de los serios problemas sociopolíticos del país y aceptar de modo conformista que todo está “chévere”. Ahora bien, la música es también un modo de vivir o sobrevivir, de asumir la vida con sus carencias dentro de una cultura, de estar en la vida cotidiana y vivirla día a día. Es decir, es una forma de ser la nación dominicana, de identificarse como país caribeño en un sincretismo y la evolución de ritmos sincopados de origen afroantillano. Como nos dice Freddy, “la vida es un bolero para bailarlo bien pegao”.
De hecho, es en el bolero “Cenizas” y la paráfrasis del verso “solo cenizas hallarás” del cual hace eco el título de la novela, unido al tema de una juventud políticamente inmadura abocada al fracaso de sus vidas a un nivel individual y colectivo en la historia, que la estructura estilística y narrativa, con su linealidad o entrecruzamientos, logran la unidad y el sentido en el texto. El bolero forma parte de la estructura de la novela. La novela tiene en sí una estructura musical. Se alude en innumerables situaciones a ese verso, ya citado, a través de la novela, cuando va cobrando simbolismo y significación en la vida de los personajes. Veamos a continuación algunas de las instancias.
En la novela hay dos historias principales, que se entrecruzan cuyos movimientos se asemejan al ritmo de un bolero en su contradanza de seducciones, conquistas, seguida de desamores o desengaños amorosos; a su vez, fracasos personales y colectivos que nos remiten de forma circular al verso: “solo cenizas hallarás”.
Una de las historias de amor es la de Wilson y Yolanda en la que se alude directamente al referido verso:
[...] –hacía ya varias horas que lo llevaba metido en la cabeza– en el bolero aquél cuya letra decía: te odio y te quiero porque a ti te debo mis horas amargas, mis horas de miel. Lo había escuchado en el desayuno y no había podido olvidarlo desde entonces (p.225).
Yolanda le oculta desde un principio a Wilson su relación con Carmelo y que perdió su virginidad con este. Yolanda le revela este hecho a Wilson, lo que provoca como en el bolero que este la ame y la odie a la vez: La perdona y acepta, pero siempre con sentimientos encontrados:
–Te odio y te quiero –bromeó Wilson en medio de una mueca de estudiada amargura, recordando el bolero.
–Nuestras horas amargas, nuestras horas de miel –sonrió Yolanda, a punto de ponerse a llorar nuevamente (p.230).
Se establece así, una relación edípica entre la pareja. La situación se repite cuando el teniente Sotero escucha de boca de Iván Sánchez la vil mentira que este último ha fraguado de que ha poseído y follado con Yolanda en todas las formas imaginables, por lo que Sotero se opone a los amores de Wilson y Yolanda, porque sería un descrédito para un hijo del teniente Sotero. De forma similar, Doña Evangelina y Esther intervienen oponiéndose tenazmente a la relación convirtiéndose en unos amores imposibles o prohibidos. Esther le hace avances a Wilson y lo seduce, va a visitarlo arriba a su terraza. La relación entre Esther y Wilson aleja cada día más a Yolanda en el triángulo amoroso. Carmelo va a visitar a Yolanda a Santo Domingo y llega primero que Wilson, convirtiéndose en su rival. Al final Yolanda ve sus aspiraciones personales frustradas y decide regresar a Nueva York. Todavía alberga una esperanza incierta de encontrar a Carmelo a quien en retrospectiva perdona por haber tenido la delicadeza de haberle devuelto las cartas que ella envió contestando sus cartas de amor, las cuales quemó. Este hecho evoca nuevamente el verso de “cenizas”.
La otra historia de amor es la de la relación entre el teniente Sotero y Estela, la hija del político don Rodolfo Flores ydoña Luz, amigos de la familia Tejeda. Estelita es la prometida de de Sotero, pero este sostiene una relación amorosa con su amante Conchita. La relación entre Sotero y Conchita es una dependencia, de un apego sexual absorbente. Vemos nuevamente, como de forma similar al caso de: Wilson, Yolanda y Carmelo, se establece una relación amorosa tiangular entre: Estela, Sotero y Conchita. Estela hace que el teniente a veces se aleje de Conchita, pero siempre vuelve a ella; no la puede dejar y separarse completamente. La diferencia de clase entre ambas mujeres es marcada. Estela es una muchacha bien, fina, hija de un político y pertenece a una familia adinerada, mientras que Conchita es vulgar y en comparación proviene de un estrato social bajo. Se produce un incidente. Esther entra a una pizzería con sus amigos Wilson y Freddy y ven al teniente Sotero en compañía de Conchita.
Esther, entonces se lo cuenta a doña Luz y a su hermana Estela, quien dice que tiene que esperar a hablar con Sotero. Don Rodolfo se la pasa la mayor parte del tiempo enfrascado en la campaña política y no le da mayor importancia al asunto. Dice que esas son cosas de hombres solteros y confía en que el hombre cuando se case va a respetar a su hija.
Resulta irónico, porque el coronel Tejeda tiene en las afueras una querida más joven y Ramón es fruto de esta relación, mantiene a su esposa Evangelina engañada por años. Doña luz sufre; se afecta mucho con los rumores. Es una historia cíclica, que se repite dentro de la novela. Doña luz, en cambio boicotea, oponiéndose tenazmente al matrimonio entre su hija Estela y el teniente Sotero. Se insinúa que la verdadera razón por la cual se opone es que el teniente es mestizo; el prejuicio racial: Es una historia paralela con una estructura al son de un bolero con sus acercamientos y alejamientos similar a la de los amores imposibles o prohibidos entre Wilson y Yolanda, en la que Doña Evangelina y nuevamente Esther –el elemento disociador– intervienen frustando la relación.
Al igual que en la historia de Wilson y Yolanda se introduce un cuarto elemento en la persona de Iván Sánchez que interviene con la relación. En la historia del teniente Sotero y Estela ese cuarto elemento es la sirvienta Lucila, donde también advertimos esa danza o contradanza al son del bolero. La relación entre Sotero y Lucila, aleja a Estela de Sotero provocando un distanciamiento cada vez mayor en la pareja. Lucila sale tarde por las noches con sus amigas y es despedida de la casa del coronel. El teniente Sotero la ayuda a conseguir un trabajo de sirvienta en las afueras de la ciudad, con una familia más modesta y le promete que va a llevarla a Haina a ver a su padre.
Lucila queda prendada del teniente, loca por éste, y Vergés hace alusión al famoso bolero de Utera y Menéndez, “Ojos Verdes:
Pero en ningún momento consiguió intuir, saber, hasta que grados de ensimismamiento, llevaban a Estela aquellos ojos verdes de miradas, serenas, del teniente […] (p.245)
Al principio Lucila trata de seducir al teniente, se la pasa esperando que pase en su carro y la lleve a Haina o lo espera en casa de su madre Josefa; luego es el Teniente el que trata de conquistarla. De nuevo es ese baile de bolero al que hemos hecho referencia.
Una tarde de regreso de Haina entra con Lucila a un ventorrillo y baila con ella el popular bolero “Vereda Tropical”. Además, en la cocina de Josefa, Sotero intima con Lucila en par de ocasiones con avances o acercamientos de índole sexual que ésta no rechaza,le hacen cobrar confianza y los van acercando en la relación. Otra tarde de regreso de Haina pasan por el lugar y Sotero piensa llevarla a uno de los reservados, pero siente el silencio y la soledad de la pieza y desiste de la idea. Más tarde nos enteramos que Lucila está preñada, que tiene un hijo de Sotero fruto de sus relaciones sexuales en uno de los reservados.
La relación entre Lucila y el teniente Sotero va alejando cada vez más a Estela. Se convierte en otra historia más de amores prohibidos e imposibles como en la canción de bolero. Sotero es un ser abocado al fracaso, tanto en el plano personal o individual, en sus relaciones amorosas con Estela y Lucila, así como en el plano colectivo en sus aspiraciones políticas cifradas en la empresa de pollos. Fracasa en el negocio de los pollos, que mueren extrañamente por cientos y sufre graves pérdidas económicas. Aunque reconoce a su hijo con Lucila y al principio le lleva alimentos, luego los abandona y rehuye la relación, distanciádose también de Lucila.
El lenguaje
Cabe señalar, además, que el lenguaje se convierte en uno de los personajes principales, sino el principal, de esta novela. En un lenguaje abigarrado, repetitivo, rico en aliteraciones, Vergés deja que sea el lenguaje populachero el que escriba el texto. Algunos ejemplos del constante uso de este lenguaje, a modo de martilleo, son los siguientes: Vergés utiliza particularmente el lenguaje del pueblo dominicano de los años 60 y de la juventud de esa época. No debemos de perder de perspectiva que esta novela fue escrita por Vergés en su exilio en España; con la desventaja del distanciamiento, pero con la ventaja a la vez de haber conservado fresco, casi congelado en su memoria la forma de hablar de aquella época, según confiesa el autor en entrevista realizada por Margarite Fernández Olmos. 14 Algunos ejemplos de ese lenguaje coloquial se nota en el empleo característico de ciertas palabras propias del mismo como: vaina, descalentado, furuñado, anafe, bebentinas, etc. y de la jerga de la juventud de aquella época como: chercha, enllave, tigre, hembro, chivato, maipiola, calié, féfere y expresiones coloquiales como: “un cuerito de cortina”, etc. Además, Vergés hace un uso acertado de un lenguaje de contenido sexual o procaz de modo directo e impactante, lo que abunda al realismo, así como al dramatismo de las situaciones. El recurso de la palabra y sus vertientes, es digno de un estudio más exhaustivo.
Para terminar
Sin lugar a dudas, las situaciones dramáticas de los personajes de esta novela representan a una juventud abocada al fracaso, tanto en el plano personal, en sus relaciones de amor y odio, como en el colectivo de la revolución, donde establecen o rompen vínculos sociopóliticos; mientras se asemejan a la estructura musical y movimientos de un bolero que nos remiten de forma cíclica al verso “solo cenizas hallarás” del bolero “Cenizas” que es el leit motiv de la obra. Se hace inescapable pensar en que de ahí el refrán o adagio popular que nos dice que, “donde hubo amor solo cenizas quedan”. Al final, de esa ciudad soñada a la cual hemos hecho referencia no queda nada, solo quedan restos inacabados, Solo cenizas, como indica el título, de la que nada puede resurgir. Es que Vergés tiene una visión fragmentaria de la ciudad, como si hubiera muchas ciudades superpuestas o yustapuestas en una. En el texto subyace como en un reflejo, esa ilusión por la ciudad soñada que nunca fue, pero que existió en la mente de la juventud y tiene su lugar en la historia. Hay en la escritura de Vergés una nostalgia por esa ciudad perdida, pero a nuestro juicio va más allá, porque a pesar de su pesimismo plantea una ética en su deseo de reconstruir de lo caído un nuevo orden sociopolítico de la nación dominicana. Esta novela es un legado de aprendizaje para las próximas generaciones.
Notas
1 Cruz-Malavet, Arnaldo “La historia y el bolero en Solo cenizas hallarás (Bolero)” Revista Iberoamericana 142 (1988): 63 En adelante cito por Solo cenizas hallarás (Bolero) (Santo Domingo: Editora Taller, 1984) e incluyo el número de página en el texto. La primera edición es de Valencia (Editorial Prometeo, 1980). Esta novela obtuvo el Premio Internacional Vicente Blasco Ibáñez (1980) y el Premio Internacional de la Crítica Española.
2 Cruz-Malavet Arnaldo, 63, 64. En la primera nota al calce hace referencia a Doris Sommer, “Good-bye to revolution and the rest: Aspects of Domincan writing since 1965”, 8, 16 (1980), pp. 223-228; José Alcántara Almánzar, Narrativa y sociedad en Hispanoamérica (Santo Domingo: Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1984). Para Malavet, la novela de Vergés refleja un momento de frustración de lo nacional y se define en oposición a la narrativa dominicana anterior de una “retórica populista”, según Sommer, como una deconstrucción de esa retórica.
3 Cruz Malavet, 65. En el mes de diciembre se formó un Consejo de Estado compuesto por siete miembros. Estos fueron: Joaquín Balaguer Presidente, Rafael F. Bonelly, Eduardo Read Barreras, Nicolás Pichardo, Luis Amiama Tió y Antonio Imbert Barrera, siendo estos últimos dos los únicos implicados en el tiranicidio del 30 de mayo que sobrevivieron. Valentina Peguero y Danilo de los Santos, Visión general de la historia dominicana. Décima Primera Ed. (República Dominicana: Santo Domingo, Editorial Corripio C,1987) 398.
4 Cruz Malavet, 65.
5 Angel Rama, La ciudad letrada (Hanover: Ediciones Norte, 1984) 38. Dice Rama, las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos redes diferentes y superpuestas: la física que el visitante común recorre hasta perderse en su multiplicidad y fragmentación, y la simbólica que ordena y la interpreta, aunque sólo para aquellos espíritus afines capaces de leer como significaciones los que no son más que significantes sensible para los demás, y merced a esa lectura reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un laberinto de de los signos. Jean Clement en su artículo, “El hipertexto: una enunciación pionera” sostiene, acudiendo a Michel de Certau que desde el punto de vista comunicativo plantea un pensamiento divagante, asociativo “ir a la deriva”, parecido al recorrido azaroso de un paseante por la ciudad que rompe con lo rutinario de un orden reglado y permite el descubrimiento de nuevos territorios o verdades insospechadas.
6 Angel Rama, 11. Se refiere a un tercer nivel de la ciudad como proyecto o plan de un “sueño de un orden” existente, deseado, óptimo, ideal, el cual debe construirse y hacerse realidad, y que de apoco de alzados algunos muros, la ciudad se convierte ella misma en promesa: promesa de lo por venir. Esta es la ciudad en el plan, la ciudad prometida, realidad inacabada, siempre a medio construir… y a poco de comenzar ¡ya en ruinas!
7 Juan-Eduardo Circlot, Diccionario de símbolos 6ta ed. (España: Editorial Labor, 1985) 265-266, 77, 428-429. El laberinto es símbolo del caos y del texto (o hipertexto) como tejido en el que se teje y desteje a la vez, proliferándose los significados en el mismo. Un segundo referente para relacionar hipertexto, literatura y ciudad son las nociones de espacio “liso” y espacio “estriado” que proponen Deleuze y Guattari (1998). En el espacio liso la línea provoca el punto, los trayectos no están perfectamente referenciados o determinados como en el espacio estriado; el recorrido es parecido al del vagabundeo citadino.
8 Para un análisis de los temas del exilio y la emigración, en Sólo cenizas hallarás cfr. Margarita Fernández Olmos, “La Narrativa Dominicana Contemporánea: En Busca De Una Salida”, Revista Iberoamericana 142 (1988):72-87.
9 Víctor A. Peña Rivera, Historia oculta de un dictador ( New York: New York, Plus Ultra Educational Publishers Inc, 1977) 398.
10 Valentina Peguero y Danilo de los Santos, 397.
11 Inter-American Comission of Human Rights, Report on the Work Accomplished During its Third Session, October 2 to November 4 1961, at the Pan American Union.
12 Hay que tomar en cuenta que al final de la era de Trujillo éste había nacionalizado la mayor parte de las empresas o industrias de artículos de consumo y primera necesidad para sus intereses particularizados y el país se encontraba en crisis debido al bloqueo económico impuesto por la Organización de Estados Americanos (OEA), ya comenzaría el grave problema del incremento de la deuda exterior. Valentina Peguero y Danilo de los Santos 366-369, 383-384, 399, 401-402.
13 Cruz Malavé, 66.
14 Margarite Fernández Olmos, “Challenging the Silence: A Dialogue with Pedro Vergés”, Callaloo 23.3 (2000) 1068-75.