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Poemas de Mónica Manrique de Lara

Poemas

Mónica Manrique de Lara

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[poesía]

I

Hay ratos que mi vida y mi cuerpo

dejan de ser reales o continuos,

de la pared ocre del patio que chorrea

de lluvia,

se hacen cristal distante

las sábanas deshechas,

ni tan siquiera la bruma se me acerca

en absorto recuerdo,

queda un tímido rastro de hambre

como olor de algún guiso vencido,

cada ruta de luz,

cada ruido de vecinos se me aleja y ni siquiera abre un hueco,

nombrar la nada me resulta pretencioso,

esquivo limbo y duna, digo miedo

como ilusión de salvación en el espejo,

un sol de pezones desnudos y el deseo

enmarañado frente al suelo,

sé que hay tanta belleza, tanta belleza

en los profundos quejidos del silencio,

es tu ausencia mi sexo entregado,

un solo pájaro se cierne en la ventana,

rasgo del vidrio a esta tinta su canto,

soy una flor desvanecida en el jardín

por causa del invierno.

II

Aquella cima era el gozo inesperado

pero el desnudo llegó hasta la sangre,

caí por la ladera, yo creí que tu boca

era un cauce, mas era el viento huido,

la semilla brotó con la noche a través

de mi espalda, he de regar el fruto,

bajo a escribirte a la lumbre del día

por la rotura crepitante de las hojas

y en el agua del sueño,

lejos fuimos enjambre, desperté

para ser arrecife

que pide ayuda a la gacela del olvido.

III

El crepúsculo envuelve la rama

y hace temblar al fruto,

es un ave que entrega en su vuelo

el color de sus plumas al cielo,

a través de la ventana migratoria

solo las larvas ondean silenciosas

en la noche desnuda, son sus alas

futuras,

invisibles bandadas de estrellas,

luna llena de ancla y desvelo

yo seré tu navegante de recuerdos,

he traido este cesto a mi barca,

la fruta fresca y luminosa del amor

y el agua del anhelo.

IV

Sobre la tierna oscuridad de la tierra

se apacigua el temblor de los astros,

se alzan montañas que amamantan

los cachorros revueltos de mi canto,

yo me pliego para mirar tu luz por dentro,

he colocado una silla vacía en esta cima

junto a los árboles preñados

de una línea ascendente de cielo,

las ávidas miradas de los animales vivos

y la silla vacía, frente a la cual espero

tu llegada, el amor de tu aspecto,

eres el nombre del que siempre

había dudado,

ahora te abraza cada sierpe del silencio,

de la lluvia, del latido sagrado,

los cipreses eternos en la brisa

sienten por sus raíces tu existencia.

V

Arrecife sumergido en mi latido,

soy un molusco adherido a tu estructura

de ascensión, extravío y refugio,

¿quién será la bajamar que me desnuda?

cuerpo al cielo habré de ser el oleaje,

melodía indispensable del naufragio.

VI

Hallaré la transparencia del silencio,

más tarde del olvido,

qué seré yo para que algo me recuerde,

por eso canto al río,

al pájaro, al árbol

por eso busco nidos en las sombras

y fertilidad en el cielo,

busco oxígeno en lo que perece sin lástima,

ser a ratos como el manto de la lluvia,

o este amor que te traigo

con la completa imperfección de mi nombre.

VII

a Trinidad V Arjona

Esta honda maleza del bosque

que a duras penas ha visto la luz,

recoge y pacífica en su regazo

el temblor de los animales huidos,

este amor que no teme a las sombras,

este fondo de abrazo en el frío

se sostiene en el más húmedo

silencio y la ceguera,

este fondo de madre en el bosque

lo ha dado todo en el nido de tus ojos,

dame del hambre la largura de sus tallos.

VIII

El pájaro en la rama

sobre el río,

la sombra de la rama

bajo el agua,

desdibujaban

su humana leyenda,

ajenos, desprendidos,

en un acto de gobierno

de sí mismos,

poblaban el instante

sin sus nombres,

sin el estigma de su fama,

tan espléndidamente desnudos,

evanescidos en mis ojos

por el sol,

solté desde la pluma

al cielo la mirada,

el corazón del ave,

volando sobre el cauce,

era una barca que huía

del poema.

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