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Idea de montaña: Un vaso de agua de Lola Mascarell
Idea de montaña: Un vaso de agua de Lola Mascarell
Bibiana Collado Cabrera
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[literatura-crítica-estudios intertextuales]
Esta reseña podría haber tenido muchos nombres. Podría haberse enfocado desde muchas perspectivas. Podría haberse llamado “ser otro” o tal vez “cuerpo adentro”, recogiendo así algunos de los hilos que nos lanza la autora en el libro. Podría también haberse llamado “La palabra jarra”, título de un maravilloso poema de la cubana Reina María Rodríguez al que no pude evitar trasladarme nada más conocer el título del libro de Lola Mascarell. Ese vaso de agua me trajo instantáneamente el genial primer verso del poema de Rodríguez: “te autorizo a sentir la palabra jarra” y me conectó con su bella reflexión sobre el lenguaje y la vida. Podría haberse llamado de estas o de otras muchas formas. Sin embargo, he decidido llamarla “idea de montaña”.
La idea de montaña, la huerta, la quema de rastrojos, las hojas de los chopos que caen y la cima del deseo que se eleva, las ramas, los frutos, los pájaros, las hormigas, las flores. La vivencia de la naturaleza atraviesa los versos de este poemario para apelarnos, para pinzarnos en lo hondo y cuestionarnos, como se aprecia en el poema “Relieve”, en el que la autora escribe: “¿De qué rincón salvaje de nosotros / nos habla la montaña?”.
¿Somos capaces de responder a esta pregunta?
La filóloga que soy traza hilos, redes, genealogías y disfruta con este libro que es palabra en el tiempo y palabra de su tiempo porque se inserta perfectamente en el signo epocal que impregna nuestros días.
La hija que soy se enfrenta a su imagen del campo y la naturaleza y sigue preguntándose por qué le remueve tanto la escritura de la tierra, qué imagen de mí misma, de mis orígenes, de mi identidad, de nuestra identidad como sociedad, me devuelve.
En último lugar, o en primero, según se mire, la lectora que soy hace silencio y se estremece. Me explico. Si observamos atentamente la realidad literaria de nuestro tiempo nos percatamos de un creciente interés por la producción de imágenes literarias y reflexivas en torno a la naturaleza, tanto desde las concepciones más canónicas de la literatura (la prestigiosa revista Ínsula acaba de publicar un monográfi co sobre poesía y ecología) como desde el importante activismo literario de los márgenes (la próxima edición del festival Voces del extremo, que tendrá lugar en el Valle del Jerte, se llama Ecopoesía). Se está volviendo a leer a Thoureau con pasión e intensidad. El vínculo con lo natural está marcando la agenda de relevantes editoriales como Errata naturae. El pensamiento filosófico está concibiendo importantes textos en torno a este mismo asunto, por citar uno de tantos, nombraré el reciente Verdolatría de Santiago Beruete. En definitiva, hay un eje generador innegable que empuja el saber literario de nuestro tiempo.
Sin embargo, quien conciba este fenómeno como una preocupación, más o menos sincera, más o menos profunda, por la conservación del planeta tierra, se está perdiendo el meollo de esta corriente subterránea y vivísima de la literatura de nuestra época. No se trata de una literatura concebida para salvar el planeta. Se trata de una literatura, como toda literatura verdadera, concebida para salvarnos a nosotros mismos. Del mismo modo, no se trata de una moda, es obvio que los libros que venden miles de ejemplares no hablan del campo y la tierra y nuestros padres y sus sombras. Quizá los científicos reciban subvenciones del estado por centrar sus investigaciones en la naturaleza; los poetas, desde luego, no.
En múltiples ocasiones, son las propias etiquetas las que nos confunden. Por eso, os propongo que abandonemos el término ecología, más adecuado para el ámbito tecnológico o publicitario. Y nombremos abiertamente la herida, atrevámonos, hablemos de lo rural. Esto mismo están haciendo los propios poetas y pensadores. De ahí que hace unos meses apareciera en el panorama editorial la antología poética Neorrurales (que desafortunadamente no incluía a ninguna mujer) y que originó un interesantísimo debate, muy fructífero para la reflexión crítica, entre los términos neorrural y rerrural. Dentro de esa misma línea, la editorial La bella Varsovia se encuentra actualmente preparando también una antología de autores vinculados a este núcleo temático. Por otra parte, los artículos periodísticos o las conferencias empiezan a recalar insistentemente en este punto. No obstante, una de las más recientes y evidentes muestras del interés en lo rural, no solo por parte de los creadores sino del público lector, viene de la mano de una joven veterinaria, María Sánchez, que ha visto publicarse ya la décima edición de su poemario Cuaderno de campo y está preparando una edición especial que contará con un prólogo de Julio Llamazares e ilustraciones de Paula Bonet.
¿Qué remueve dentro de nosotros ese señalar hacia la tierra? ¿Qué botoncito aprieta en nuestro interior? Vuelvo a los versos de Lola: “¿De qué rincón salvaje de nosotros / nos habla la montaña?”.
Como os habréis dado cuenta, ha empezado hablando la ávida filóloga que soy pero ha emergido la hija, la nieta que también soy. Porque si me importa la tierra, la montaña, la huerta o los rastrojos es porque hablan de mí, porque hablan de nosotros, porque nos religan con nuestros orígenes. Porque, aunque las últimas décadas y su falsa idea de modernidad hallan llevado a cabo un feroz borrado del lugar de donde venimos, a poco que rasquemos vuelve a aparecer la tierra bajo nuestras uñas. Por eso los caminos de Un vaso de agua están repletos de memoria y las rocas significan y el transcurrir cíclico de lo natural pone ante nosotros los diferentes planos de nuestra vida y nos interpela y nos cuestiona y nos pellizca. Porque Lola Mascarell, como casi todas las poetas, como todas las poetas buenas, es tramposa. Y bajo aparentes visiones llenas de belleza contemplativa y equilibrio, nos cuela la semilla de la duda, la inquietud, porque el sujeto poético no puede caer sin dejar de cantar como sí lo hacen las hojas que observa en el poema que abre el libro, “Música de los álamos”; porque sabe que cada renuncia eleva la cima en la que crece el deseo, como nos advierte en el poema “Cima”; porque encara los restos de los frutos que nadie recogió y sabe que ahora ya es tarde, tal y como se proclama en el poema “Una rama”; en definitiva, porque se enfrenta, nos enfrenta, a todos los otros yoes que podríamos haber sido y que en la sencillez milagrosa de la vida que hemos escogido se nos aparecen, cito los versos del poema que da título al libro, como ese lápiz que vive en este lápiz “o esa mano de otra que es de todas”.