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Conversaciones con versos antillanos
Conversaciones con versos antillanos
Alinaluz Santiago Torres
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[filosofía-historia-poesía-estudios culturales]
–Águedo Mojica Marrero
La conmemoración de un natalicio siempre es importante, mas la celebración de una vida es algo más. Al celebrar participamos de una alegría colectiva provocada por la existencia de alguien que nos complace conocer y tener entre nosotros. Al convocarnos a conversar con don Águedo Mojica Marrero ciento once años después de su nacimiento reconocemos la presencia de su amor a la sabiduría y el espíritu artístico que le acompañaba. Una conversación que radica en un espacio atemporal, distantes en sus presencias corporales físicas, mas cercanas en el querer, su amor a Puerto Rico. Entre ellos son muchos los encuentros y pocos los desencuentros en cuanto a lo que este amor significa, sobre todo cuando de arte, vocación y belleza se trata. En este vuelo imaginario encontrémonos con Águedo Mojica Marrero, Eugenio María de Hostos y Julia de Burgos.
En el ensayo “Las ideas filosóficas de Don Águedo Mojica“ (Cap. XI, p. 191), el Dr. Carlos Rojas Osorio nos explica el concepto de libertad en cuanto al individuo según Don Águedo. En este concepto la máxima aspiración debe ser el reconocimiento individual de la vocación de cada ser humano y su “voluntad de creación” para alcanzar la libertad, la fundamental, la de sí mismo. Por tanto, para lograrlo las personas deben contar en su formación con un sistema social que les facilite la búsqueda, reconocimiento y desarrollo de esta vocación. Don Águedo elabora su tesis en el ensayo, “Pedagogía como praxis fundamental”, pero, sobre todo, con su propio ejemplo, pues a pesar de las precariedades materiales con las que haya llegado a la vida alcanzó ser artista de sus talentos: músico (era chelista), políglota, filósofo, abogado y político, pero, sobre todo, fue artista de su vocación: Maestro. Según sus propias palabras:
La educación no puede tener en el ordenamiento democrático objetivo más alto que esta transformación del animal biológico y político en una persona moral (Rojas Osorio, p. 195).
Con este espíritu y en este espíritu abogó por la autonomía, descentralización administrativa y la democratización de los procesos de toma de decisiones de la Universidad de Puerto Rico y nos entregó la ley que creara los Colegios Regionales, en especial, este que hoy le rinde tributo, Recinto de Humacao, su Patria Chica. De él dijo el Maestro José Ferrer Canales:
Fue humanista iluminado que encarna las más puras esencias de nuestro pueblo, que exaltó a valores como Hostos, Betances, Darío y Morel Campos… (Rojas Osorio, p. 192).
En este momento Don Eugenio María de Hostos se siente invocado y entra en la conversación recordando su último texto de 1903, “Tratado de sociología”, en: Hostos como precursor de la escuela sociológica del derecho en América. Patria y Sociología de Lic. Juan Mari Brás:
Esa propiedad que llamamos Libertad, es el modo natural de hacer las cosas […} la tendencia a imponer nuestro propio modo de ser a nuestro modo de proceder... (p. 23)
Cuando más conciencia tenemos de las funciones físicas y psíquicas de nuestro ser, tanto más vigorosamente nos apegamos al modo natural de hacer las cosas. (p. 23)
Don Águedo y Don Eugenio comparten miradas, nos comparten sus miradas y nos miran. Nos preguntan qué ha pasado con la ancestral “paideia”, con la moral, con el arte, con la educación, con la libertad…
La conversación de miradas continúa. El tema inevitable es el exilio, ese que nunca es voluntario. Águedo le cuenta a Hostos de cómo en busca de la plenitud de su vocación tuvo que irse un tiempo de Puerto Rico, un exilio necesario, mas no voluntario, convencido de poder regresar para compartir su vocación y ser Maestro. Así le cuenta como a su regreso tuvo que asumir posiciones difíciles en la política, pero sobre todo, del dolor de la tortura y muerte de Don Pedro Albizu Campos. Hostos guarda un luctuoso silencio, Águedo le acompaña. Un dialéctico silencio que hizo detener el tiempo, hasta que el eco de la palabra exilio trajo a la conversación al patriota dominicano, Federico Henríquez y Carvajal:
El 7 de mayo de 1875 llegué a Puerto Plata, como huésped agradecido de la juventud que me recibió i allí se hallaba el Dr. Betances asistiendo al General Luperón de un fuerte ataque de reumatismo. Desde mi primera visita al enfermo se me incluyó a la tertulia que a diario se firmaba en torno de su lecho. Allí se discurría sobre tópicos diversos, relacionados con la política vernácula, que atañían a la guerra de Cuba, a la revolución en favor de Puerto Rico i al ideal antillanista. Los contertulios eran pocos i los mismos de siempre. Algunas veces sólo éramos cuatro: Luperón, Betances, Segundo Imbert i el amigo de los tres. Así pasaron tres semanas; i un día nos dijo el Dr. Betances, con su sonrisa a flor de labios, que nos traía una fausta noticia. Era fausta e inesperada. “Hostos había salido de Nueva York con destino a Puerto Plata.” Bayoán seguía viajando i sería nuestro huésped bienvenido. Eugenio María de Hostos, el peregrino del archipiélago del Caribe, entró al país por la puerta franca de Puerto Plata. Trájolo a su bordo el “Tybee”, vapor mercante de la línea “Clyde”. Betances lo recibió en el muelle i, sin pérdida de tiempo, llegó con él a la morada del prócer restaurador. La presentación de su paisano i amigo fue cordial y digna de los merecimientos cívicos del huésped recién llegado. I este quedó incorporado gentilmente a la amistosa tertulia antillana. Betances debió pensar que –muerto Ruiz Belvis en Chile, a deshonra y en peores condiciones que el soldado desconocido– Hostos era o sería para él un hermano espiritual, como lo había sido su malogrado compañero. (Mari Brás, p. 17)
Hostos habló de su exilio en la República Dominicana y su gran proyecto educativo, a pesar de las oposiciones clericales y los muchos inconvenientes vividos luego de este importante recibimiento. Peregrinación y exilio en contra canto de belleza con la creación de la “Escuela Normal”, universidad donde las mujeres se educaron y educaron. Don Eugenio torna la mirada a la contemplación y menciona la poesía y a dos grandes poetas, su compatriota, comadre y amiga Lola Rodríguez de Tió y su extraordinaria alumna y amiga Salomé Ureña Díaz de Henríquez.
Los pro-hombres vuelven a cruzar miradas, la educación de la mujer, su completa participación ciudadana y el reconocimiento de la excelencia de la expresión de sus talentos y vocaciones, debieron ser aspiraciones conquistadas en las primeras décadas del siglo XX. Un siglo que comenzó repleto de voces femeninas llenas de poesía en su prosa y en sus versos. Poetas atrevidas, denunciadoras, innovadoras, intelectuales, dilectas y contundentes. De Gertrudis, “mucho hombre esa mujer” de ella se decía, a Gabriela, premio Nobel de literatura. De Salomé, maestra de maestras a Sherezada, toda lucha. De Lola, grito y ternura libertaria, a Julia, justicia, lucha, amorosa pasión. Del eco del tiempo se escuchan unos versos:
Yo vislumbro tu espíritu anudando las islas
Las Antillas que juntas o se mueren o se salvan.
Las tres sufren cadenas, las tres rezan y lloran.
Y las tres, encendidas, romperán su desgracia.
Rafael, por tu símbolo se entrecruzan las islas.
El gran Máximo Gómez a tu mano se enlaza
Y con alma fundida de Quisquella y de Cuba
A su patria de sangre sus impulsos traslada.
(Obra poética completa, estrofas de un poema dedicado a Rafael Trejo, p. 267)
Julia de Burgos, puertorriqueña nacida en el 1914, mujer de su tiempo, valiente, inteligente, educada, dueña de sí misma y revolucionaria. Descubrió la poesía en su entorno. La belleza le hablaba. La naturaleza del campo que la vio nacer la personificó y el río se alargó en su espíritu y se volvió llanto: “El más grande de todos nuestros llantos isleños /si no fuera más grande el que de mí sale /por los ojos del alma para mi esclavo pueblo” (p. 30). Atleta, de talento matemático y amor al conocimiento deviene en una mujer de carácter, maestra, nacionalista, revolucionaria:
No hay otro camino para el hombre de ahora, que situarse en una de estas dos alternativas. O se sitúa al lado de las fuerzas reaccionarias o escoge el camino del progreso que siempre es un camino de libertad, por más que quiera ser desvirtuado por demagogos al servicio de las fuerzas retrógadas de siempre. No hay punto medio para el hombre de hoy. Ya no caben especulaciones. El hombre ha dejado de ser retórico para convertirse necesariamente, por todas las circunstancias en que vive, en un ser científicamente social. O está en un sitio o en otro; no puede estar a un tiempo en las dos posiciones antedichas. Tomemos el caso de los pequeños tiranuelos de América. Una campaña continental se ha abierto para condenar y gestionar la liquidación de los regímenes facistoides de Trujillo, Somoza y Carias, los monstruosos tiranos de Santo Domingo, Nicaragua y Honduras respectivamente. O levantamos los americanos nuestra voz y nuestro esfuerzo para ayudar a destruirlos, o nos colocamos automáticamente, por indiferencia o simpatía, al lado de sus gobiernos criminales. El caso de España ofrece iguales ángulos. O estamos con la República absoluta, sin plebiscito, puesto que ya fue hecho por la mayoría del pueblo español, o seremos sostenedores del traidor Franco. En Puerto Rico solo hay dos caminos. O exigir el reconocimiento incondicional de nuestra independencia, o ser traidores a la libertad, en cualquier forma de solución a nuestro problema que se nos ofrezca. (Julia de Burgos Seminario Hispano, New York, 1945). (Chiqui Vicioso, “Julia de Burgos: La Nuestra”, en Julia de Burgos: Me llamarán poeta, p. 288)
No nos sorprende entonces que el intelectual dominicano, Juan Isidro Jiménez Grullón encontrara en Julia un amor correspondido en cuerpo, mente y espíritu. Se conocieron cuando él visitó Puerto Rico a dar una conferencia sobre Hostos para el centenario de Hostos en 1939. Ella tenía 24 años, él 35. Se fueron a Nueva York y luego a Cuba. Él era médico, muy culto, de familia reconocida en Santo Domingo. Ella era de origen humilde, maestra, mujer de convicciones firmes, radical y poeta. No había oportunidad de un final de cuento de hadas, mas la poesía que le nació a ella aún hoy nos permite atisbar la fuerza de la pasión y la ternura:
El mar y tú
La carrera del mar sobre mi puerta
es sensación azul entre mis dedos
y tu salto impetuoso por mi espíritu
es no menos azul, me nace eterno.
Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo nadan a mi encuentro
y en locura de amarme hasta el naufragio
van rompiendo los puertos y los remos.
¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,
para solo un instante detenerlos,
y gritarle mi voz a que se batan
en un sencillo duelo de misterio!
Que uno en el otro encuentre su voz propia
que entrelacen sus sueños en el viento
que se ciñan estrellas en los ojos
para que den unidos sus destellos.
Que sea un duelo de música en el aire
las magnolias abiertas de sus besos
que las olas se vistan de pasiones
y la pasión se vista de veleros.
Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo estiren en un sueño
que se lleve mi barco de gaviotas
y me deje en el agua de dos cielos.
(Obra completa, p.102 y 103)
Julia y Juan Isidro vivieron en La Habana cerca de Juan Bosh y su compañera. Allí conocieron a muchos intelectuales y Julia estudió en la universidad. Conocieron a Neruda. Neruda conoció la poesía de Julia y anticipó lo que hoy sabemos, que es una de las más grandes de América. Volvieron a Nueva York separados. Juan se casó en Santo Domingo, Julia nunca pudo visitar la República Dominicana. No solo porque la familia Jiménez Grullón no la recibiría, si no porque fue crítica del dictador Trujillo:
Himno de sangre a Trujillo
Dictador, ¿a qué nuevos horizontes de crimen
vuelves hoy a apuntar tu mirada suicida?
Esa cumbre de muertos donde afianzas tu triunfo.
¿Te podrá resguardar del puñal de la vida?
Ése pálido miedo que otra vez te levanta,
¿durará sobre el rostro de un mundo que te espía?
Dictador de ese hermoso pueblo dominicano
masacrado en sus ansias y dormido en sus iras,
¿De qué llevas tu cetro? ¿De qué sol te alimentas?
(Obra poética completa, una estrofa, p. 278)
Julia de Burgos murió muy pronto. No cuidó su salud y se entregó por entero al amor, a ese que no tiene límites y solo sabe dar y entregar. La UPR Recinto de Humacao, a instancias del académico Juan Antonio Rodríguez Pagán, le otorgó un Doctorado Honoris Causa y en ese mismo Recinto se hizo un simposio sobre el estudio de su obra en el 2014; mas fue Santo Domingo quien dio un paso adelante en la celebración del centenario como una iniciativa de la poeta dominicana Chiqui Vicioso.
Como resultado de los esfuerzos colaborativos para el estudio de la obra de Julia, la Editorial Patria de PR preparó una edición seria y elegante de las entrevistas que le realizara, la poeta, a Juan Isidro Grullón y Juan Bosh en su madurez, sobre sus experiencias de vida junto a Julia. El pasado mes de febrero de este año 2019, la semana anterior al natalicio de la poeta, se presentó el libro Julia de Burgos en Santo Domingo de Chiqui Vicioso. La puesta en escena de este libro en Santo Domingo estuvo acompañada por la presentación del comité creado en la República Dominicana de Amigos de Puerto Rico. Este grupo tiene como metas la solidaridad con PR y el estudio de la historia de ambos pueblos para entendernos mejor y ayudarnos en la búsqueda de soluciones de corte socio político y económico. La jornada comenzó en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Al terminar la presentación la Decana de Humanidades extendió la invitación de hacer una propuesta para crear “La cátedra Extracurricular Julia de Burgos” en la UASD. De igual manera, se presentó el proyecto en el Centro Cultural Perelló en Baní, en el Centro León en Santiago y en San Pedro de Macorís. Por igual, se inauguró la exposisión del artista plástico Alí Francis sobre la obra de Julia de Burgos, “Encuentros en el tiempo”, en el continuo del compromiso y amor patrios: Sueño antillanista.
Viaje antillano de encuentros y desencuentros. Los restos de Hostos aún descansan en la Patria que le regaló un hogar, República Dominicana; Julia de Burgos, a quien no dejaron llegar a Santo Domingo, hoy tiene una escultura bellísima en un parque que mira al río Osama y al mar, y pronto entrará en su Universidad.
Las miradas de Don Eugenio María de Hostos y Don Águedo Mojica Marrero se encuentran con la de Julia de Burgos... se reconocen “Artistas de su vocación”, “Maestros de la libertad”, “Poetas de la vida”, “Amantes de las patrias antillanas”. La conversación deberá culminar con verso, sugieren despedirse con la lectura de un poema, tal como lo define el filósofo Francisco José Ramos al decir que: “La lectura de un poema implica abrirse a la comprensión de sus silencios”:
Poema con destino
Si en este sitio,
en este fijo sitio se detuviera el mundo,
Dios no tendría que comenzar de nuevo la Creación.
Solo dejarme, como estoy, soñando
a ser lucero enamorando al sol,
y dejarte en las manos albas libres
para la inmensa siembra de mi amor.
Qué mundo forjaríamos del mundo!
Qué azul nuestro secreto!
Hijos de claridad!
Flores de viento!
Tierra y agua de amor!
Aire de sueño!
Las estrellas llamaríanle hermano al cementerio
y nadie encontraría en el lenguaje la palabra “muerte”.
Ni morales ni físicos
habría más entierros,
y Dios descansaría...
y tendría otro destino el universo.
(Obra poética completa, p. 121- 122)
Referencias
Mari Brás, Juan. Hostos como precursor de la Escuela Sociológica del Derecho en América. Patria y Sociología. Colombia, Ediciones Barco de Papel, 2008.
Ramos, Francisco José. La significación del lenguaje poético. España, Ediciones Antígona, S. L., 2012.
Rojas Osorio, Carlos. Pensamiento filosófico puertorriqueño. San Juan, Puerto Rico, Isla Negra Editores, 2002.
Vicioso, Chiqui. Julia de Burgos en Santo Domingo. San Juan, Puerto Rico, Editorial Patria, 2018.
_____. Julia de Burgos: Obra poética completa. La Habana, Editorial Casa Las Américas, 2013.
_____. Julia de Burgos: “Me llamarán poeta”. Revista Exégesis, Humacao, Puerto Rico, Año 30, Núm 76 - 79, 2016.