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La salsa es vida: Tributo a Carmen Santiago
La salsa es vida: Tributo a Carmen Santiago
Marta I. Jiménez Alicea
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[música-memoria-literatura-estudios culturales]
El universo caribeño se caracteriza por su musicalidad y los puertorriqueños no somos la excepción. Ya Palés en su poesía negroide resalta este hecho como factor dominante de nuestra psique colectiva a través de los versos de Majestad Negra, Danza negra y muchos otros del Tun tún de pasa y grifería (1937). Para denunciar el mundo caótico en que habitaba y postular su fin, la ponceña Rosario Ferré se vale de la voz “Maquinolandera” –concebida por licencia poética de la pluma del Sonero Mayor, Ismael Rivera– y popularizada por El Gran Combo. La guaracha del Macho Camacho, novela que Luis Rafael Sánchez publicara en 1976 refleja la enajenación colectiva resultado del gusto –casi obsesión– por dicha pieza musical. Por su parte, en su ensayo El chango como pájaro nacional (1993) Magali García Ramis explica que: “Al igual que al puertorriqueño le gusta la música y se transforma cuando canta y toca, el chango canta: ‘eriza las plumas del lomo, abre el rabo y deja caer las alas’”. Resulta evidente, entonces, la estrecha filiación que surge entre la música, en este caso la salsa, y la vida del puertorriqueño. Es precisamente esta coyuntura la que afianza el enlace con el discurso literario.
No hay que olvidar que una canción, sea de salsa, bolero o hasta del terrible reggaetón, no es sino un poema cuyo fin principal es ser cantado. Representante del género lírico se sostiene en gran medida por los recursos de estilo que aportan a la musicalidad. Otro elemento básico lo constituye el estribillo o coro, que puede fungir, asimismo, como afirmación del tema tratado.
Como indicáramos, las canciones de salsa son muy populares en nuestra isla. Descendientes directas de la bomba y la plena, así como del son cubano y otros tantos ritmos tropicales, la salsa se cocina en frío. Es la diáspora caribeña radicada en Nueva York quien allá por los sesentas y setentas se da a la tarea de enriquecer y popularizar el género. Son las voces de Willie Colón, Rubén Blades, Héctor Lavoe, Celia Cruz, los arreglos de Johnny Pacheco y las contribuciones de otros excelentes artistas firmados por el sello Fania quienes consiguen fusionar a Puerto Rico, Panamá, Cuba, República Dominicana y otras tierras hermanas en un solo ritmo.
Desde su nacimiento, la salsa se ha caracterizado tanto por el repique cadencioso de los tambores y otros instrumentos, así como por las temáticas pueblerinas que incluso le dieron sabor juglaresco. Estos rasgos, así como el prejuicio inicial de las clases altas la hermanan más estrechamente con la plena. En este punto recomendamos la lectura del célebre ensayo del treintista Tomás Blanco, titulado muy asertivamente “Elogio de la plena”. Dejando de lado la connotación social para retomar la sonoridad de la salsa, es menester destacar que este ritmo no le canta solo a la alegría, sino que es capaz de reproducir en sus imparables soneos el dolor y las injusticias cotidianas. Este es el caso de “Carmen Santiago”, elegía en salsa escrita por Eladio Jiménez hace ya más de 40 años.
Oriundo de Juncos, pueblo del este de Puerto Rico, Eladio fue básicamente un autodidacta ya que debido a la difícil situación económica familiar solo pudo cursar estudios hasta el nivel intermedio. Este hecho no minimizó la riqueza de su verbo como puede notarse en sus composiciones tanto de salsa como de bolero: Humo extraño, Mírala donde va, Jesucristo, El jíbaro y la naturaleza y muchas otras. En 1976 graba el bolero Pronóstico del tiempo y en 1979 graba –en calidad de solista– la melodía Carmen Santiago. Ambas composiciones permanecen como sus canciones más exitosas ya que, incluso, han hecho la transición del vinil a las actuales fuentes tecnológicas.
Esta rítmica composición inicia contextualizando cronológicamente la historia, así nos enteramos que “Fue por el año cincuenta lo que les voy a explicar”, afirmación con la que la voz lírica establece su autoridad. Muy pronto se inserta la tónica trágica, esto cuando expresa que “Este momento es preciso y tenía que llegar”. Para presentar a la protagonista se ofrecen sus antecedentes familiares y geográficos: “Se llamó Carmen Santiago/ Su padre fue Encarnación/ Jíbara del Valenciano”. Hay también un intento de caracterización directa cuando se destaca que fue “mujer de preocupación” o sea, fue una mujer responsable, preocupada por sus asuntos. El cuadro se completa cuando se menciona a su familia directa, a sus hijos: “ De Carmen nacieron tres hijos/ Junior, Julito y Carmín”. Al llegar a este punto se precipita el conflicto: “Y la vida estaba dura pa’ poder sobrevivir”. Como solución a este conflicto, Carmen se enfrenta a la disyuntiva de quedarse desempleada en su pueblo o separarse de sus hijos para trabajar en otro pueblo. Ella opta por lo segundo y así “mete el brazo” para despalillar tabaco, hasta el desenlace en el que “le dijeron al hijo que un carro la había matado”. Resulta interesante destacar que la voz lírica no cede su autoridad sobre los hechos narrados, como se nota cuando menciona solo el destino del hijo mayor –“a un colegio lo llevaron/ siendo para ella un dolor”. También cuando presenta la muerte de la madre focalizada solo en este hijo.
Como vimos, la historia de Carmen Santiago toma acción en el Puerto Rico de los años cincuenta, época difícil económicamente porque supone el inicio de la transición de la economía agraria a la industrial. El nivel de analfabetismo era amplio, igual que la demarcación social. Si para un padre era difícil mantener a su familia, el reto era aún mayor para una madre sola. Para esas fechas no había ninguna ayuda gubernamental que permitiera a una madre sostener a la familia, mucho menos existían organismos gubernamentales para garantizar que los padres contribuyeran con el sustento de los hijos. Como resultado, para una madre sola con tres hijos, como era el caso de Carmen, resultaba cuesta arriba luchar por la supervivencia. Las alternativas para las mujeres negras, semi analfabetas y pobres –como muchas– no eran nada envidiables. Podían dedicarse a ser sirvientas, lavanderas, niñeras, cocineras, operarias de fábricas e incluso prostitutas. Consciente de esta situación, Luisa Capetillo (1879- 1922) una anarquista que fue madre soltera por elección y estuvo encarcelada por usar pantalones, viajaba por la isla para instruir a las obreras de las fábricas de tabaco. Les leía obras teatrales y otros textos, muchos de su autoría, basados en el ideario socialista para instarlas a luchar. Quizás Carmen se topó alguna vez con Luisa, pero, tristemente, su vida no cambió. Su decisión de dejar a sus hijos a cargo de una vecina, Yaya, nuevamente reitera la poca supervisión gubernamental que existía. En el lado positivo, trae sin embargo, el tópico de la solidaridad, la hermandad en un universo de una precaria economía.
Cuando Eladio escribió esta canción quiso ofrecer un emotivo y sencillo homenaje a su madre, sin percatarse quizás de que ofrecía un pedazo de historia. De esa historia que trasciende lo propio y se magnifica y refleja a muchos. En conclusión, consideramos que Carmen Santiago se reviste de una singular importancia ya que se trata de una elegía no solo a esta protagonista, sino a muchas mujeres de ese tiempo. Se trata también de un lamento por una era revestida de tragedia, aunque marcada por el amor. Para mí, es el recuerdo de la vida de mi abuela que he vivido a través de mi tío, mi padre y mi tía: como un símbolo dual: triste y a la vez lleno de vida.
Bibliografía
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