32 minute read

La batalla por el paraíso de Naomi Klein y mis memorias de tristeza y de esperanza

La batalla por el paraíso de Naomi Klein y mis memorias de tristeza y de esperanza

Juan Casillas Álvarez

Advertisement

[crítica-historia-memoria-estudios culturales]

A Rubén Soto

Al principio de julio estuve leyendo por las sombras del Viejo San Juan varios libros muy intensos que tocan la experiencia de pueblos ante la adversidad en el transcurso de hechos históricos, como también, la adversidad en las catástrofes naturales. De la periodista Naomi Klein me leí su más reciente libro La batalla por el paraíso: Puerto Rico y el capitalismo del desastre. Este ensayo tiene mucha tela y a mí, en particular, me provoca su lectura una extensa reflexión sobre el esquema del “shock” y el capitalismo del desastre.

La doctrina del shock y el capitalismo del desastre son las últimas modalidades de nuestro sistema económico que conoce muy bien la periodista Naomi Klein. Justamente este modelo opera en la isla desproporcionadamente trayéndonos, en menos de una década, más turbulencias y peligros que mar serena y confianza. Y a modo de confesión, añado a este ensayo mis palabras, a veces para confrontar y otras veces son testimonios de mi visita a Puerto Rico durante el verano pasado. Me propongo aquí tender un puente entre La batalla por el paraíso y mi tensión vivida, que es nada menos que un abanico de experiencias con mis buenos amigos. Que sirvan el libro de Klein y mis reflexiones para ampliar la vocación luchadora del puertorriqueño.

La batalla por un futuro mejor en nuestra isla es centenaria, hay de todo y la llevamos con preocupación y dignidad. Sin embargo, cruzarse de brazos no es el mejor ejemplo en estos tiempos, tampoco es algo que nos caracterice. Agamenón le dijo a su pueblo: “En las malas fortunas seamos audaces para elegir un nuevo camino”. Precisamente, elegir un nuevo camino es el verdadero desafío de este siglo para salir de la mala fortuna. Ser audaces es la consigna.

La batalla por el paraíso nos da noticias de una visita a la isla después del furioso ataque de María. Es un pequeño libro que apetece leer porque es una lectura muy coherente con lo que ha vivido Puerto Rico tras el huracán. Digamos que su lectura nos ilustra de verdad y Klein nos lanza rápidamente a un pensamiento crítico sobre lo ocurrido el pasado año. Su elaboración como cronista de hechos está viva porque aún están frescas las heridas del desastre. Es por ello que la lectura trasluce entre la tristeza y la esperanza. No es una lectura para olvidar, sino para pensar quiénes somos después de María.

La batalla por el paraíso refuerza profundamente la audacia de los boricuas. Por lo tanto se puede decir que es una radiografía de cuerpo presente que examina los enfrentamientos de cómo rehacer la economía de la isla y en manos de quién está la responsabilidad de recuperación.

Después del huracán María, la clase gobernante ha estado muy ofuscada en la repartición política del botín del desastre que se estiman en cientos de millones de dólares. Se quiere adquirir la faja de millones sin medir la viciosa dependencia económica del gobierno local a los fondos federales. Los administradores de la colonia usan el desastre de la economía para acelerar la anexión de la isla en medio de la llamada recuperación. A grandes rasgos la ideología estadista de hoy usa la condición de devastación y empobrecimiento destapado para “visibilizar” y “potenciar” las ilusiones anexionistas.

El PNP se ha convertido en un partido parasitario del capitalismo del desastre. Es muy notorio que el gobernador Rosselló, figura de la crisis, haga múltiples llamados al neoliberalismo para crear un nuevo Puerto Rico. Cada vez que el gobernador se asoma con una nueva legislación contra el desastre piensa estar dando sólidos pasos hacia la integración del paraíso profanado a la santa hermandad de la Unión Americana. A parte de que el gobernador se esfuerza mucho por problematizar el colonialismo con un asunto de derechos civiles. Fenomenal: el gobernador piensa que el huracán María nos pilló y nos desnudó vergonzosamente como “ciudadanos americanos de segunda clase”.

Generalmente; los gobiernos quieren desempeñar una tarea armoniosa en periodos de recuperación. Buenos gobiernos procuran evitar más atropellos al pueblo afectado por el desastre. Por el contrario, los malos gobiernos inclinan la historia de la recuperación y las crisis en consonancia a sus propios intereses. ¿Qué ocultan hoy los administradores de la colonia y por qué tanta falta de franqueza de parte del señor gobernador Rosselló? Sin embargo, es más significativo que se señalen los problemas y se logren soluciones por la misma gente que los sufrió. Preguntémonos a un año del huracán María por qué las islas Vieques y Culebra continúan sin el derecho a la electricidad.

Los líderes de la UTIER, movimiento laboral del pueblo, ha señalado una y otra vez cómo reparar el cable que le suple energía eléctrica a Vieques y Culebras desde la isla grande. La Unión ha denunciado que el gobierno no tiene el interés en restaurar el servicio de electricidad como estaba porque espera privatizar la electricidad en las islas. En el libro del que hablamos hay una frase del gobernador Rosselló que dice: “Superando la adversidad, también se presentan grandes oportunidades para construir un nuevo Puerto Rico” (Klein p.49). Según las palabras del gobernador estos municipios no tendrán servicio de electricidad hasta tanto no aparezca la empresa que pueda lucrarse del derecho a la electricidad. Por otro lado, Klein rescata a personas e instituciones comunitarias que tuvieron un efecto constructivo en hechos de trascendencia pública durante y después del desastre. Casa Pueblo en Utuado, nunca negó el derecho a la electricidad a los ciudadanos durante el desastre.

A la catástrofe no le siguió una transición ponderada para superar el desastre, por el contrario, el gobierno insistió en seguir hacia delante con el caos. Después del huracán María llegaron los mercenarios del fracaso quienes improvisaron un “proceso de reconstrucción ” muy bien aprovechado por los inversionistas. Este proceso se puso por encima de la urgencias de la población. Y con esto una nueva relación con el desastre se iniciaba. Interesadamente, el gobierno descubre la felicidad del desastre y se permite “la oportunidad en la adversidad”.

El tremendo impacto socio-económico del huracán abrió las puertas a un nuevo erotismo de oportunidades, de dependencias y de negocios especulativos, etiquetados como “innovadores y creativos”. Cuando la administración usa los términos “innovar” o “creatividad” intenta descalificar la realidad y el activismo de la izquierda.

En tanto que anular lo que son los puertorriqueños es el objetivo principal de los líderes anexionistas durante el desastre. A la vista se crea una serie de legislaciones de la crisis que van en contra del bienestar del pueblo en ruinas. De modo que este pacto perverso de arruinar más al país, destruyendo toda identidad y patrimonio, se acelera con la ambición de apoderarse de los fondos federales que sin duda van a favorecer mayormente a contratistas y a empresas foráneas en Puerto Rico y cuyos aliados son siempre la derecha política y la burguesía colonial. Este modelo de recuperación a ciegas se introduce sin consultar a los puertorriqueños y sin respetar a los perjudicados de antes y después del ciclón María. El gobierno ha demostrado que consultar al pueblo es una pérdida de tiempo porque lo importante es “viabilizar” rápidamente los intereses creados. En el concierto del capitalismo del desastre el crimen corre a la par con la generosidad. Y el gobierno ha aprovechado el desastre natural para socavar todo tipo de soberanía e identidad. Evidentemente, el gobierno anexionista ha insistido que quienes sufrieron el desastre se deben sentir avergonzados por carecer estos de los derechos civiles americanos. Es decir, nuestra falta es no haber sido un estado por tanto el que sufre el mismo es responsable de apañarselas.

De esta manera ha quedado perfilada la recuperación oficial, y así mismo, se ha introducido a la isla la riqueza del desastre. Lo peor es que el proceso regulador del desastre nos ha obligado despreciar lo que éramos antes de María. Esta demanda de afuera por tirar es también una condición indispensable para “visualizar el espacio” y liberar el saqueo con el fin de crear una “nueva normalidad” de acumulación de riquezas y de favoritismos por ella. La acumulación de riqueza por medio de las ayudas federales es un negocio antagónico que repercute en mayor desigualdad. Los invitados a este banquete de mezquindad crean una cloaca cuyo fondo toca una brutal cultura materialista y egocéntrica. Los dineros dedicados a la recuperación generan más fraudes y más miserables monumentos al capitalismo del desastre. Tomás Moro dijo: “El hombre es el lobo del hombre”. Es decir que la recuperación de María se come al que más sufrió el impacto del huracán. Cuando el lector se adentra a fondo del libro de Klein, concluye que FEMA y nuestro gobierno nos convirtieron en un casino de miserias humanas. Sin embargo, a pesar de los pesares, la doctrina del “shock”, como apunta Klein, ha tenido una tremenda respuesta en Puerto Rico. De manera que la transparencia del mal, el fraude, la incompetencia y la desigualdad son reveladas en este libro. La respuesta oficial al desastre introdujo más neoliberalismo elevando más la injusticia en la sociedad puertorriqueña del siglo XXI.

Cuando regresé a Boston con mucho pesar, me sorprendió la muerte del don Rubén Soto, una queridísima persona vecino del Viejo San Juan. Antes de morir, él me contó muchas historias de lo que hizo la gente para salvar sus vidas y sus propiedades. También, me dijo que por experiencia propia le costaba que la política partidista del desastre seguía apretando duramente a los puertorriqueños. “El país fue militarizado” me dijo con mucho dolor. Me contó que José no tuvo la misma suerte, el humilde guitarrista que tocaba boleros en la placita del Hotel Convento, murió poco después del azote por la escasez de medicamentos. En la página 60, Klein escribe lo siguiente: “Entonces, llegó María. Y con ella, esas mismas políticas que se habían rechazado volvieron rugiendo con ferocidad de categoría 5”. Las palabras de Naomi Klein me resonaron al oído como si fueran las mismas palabras agónicas que oí decir de don Rubén Soto en una de esas noches despejadas del Viejo San Juan. Es cierto que cada puertorriqueño ha perdido un amigo cuya vida fue cortada por la barbarie de la recuperación y aún son múltiples sus crímenes.

La anexión la pasa bárbaramente con el capitalismo del desastre. La colonia ha tenido muchos fatales procesos los cuales nuestros historiadores y economistas dan cuenta de ello. Y hoy inmersos brutalmente en el más reciente experimento del capitalismo se quiere aniquilar la parte más hermosa de los puertorriqueños que es el amor a la isla, nuestra solidaridad y la identidad que gozamos. El señor Rosselló es el “comisionado” del nuevo experimento y gestiona cada día que nuestro patrimonio e identidad puertorriqueña se conviertan en un cuerpo histórico muerto sin que tenga relevancia con el presente ni con el futuro. Este perverso experimento es fuente de enriquecimiento, de ambiciones anexionistas cuyo fin es apuntarle más fracasos a nuestro tejido histórico, lingüístico y colectivo. Sin tomarse precauciones, sin tomarse el parecer de los boricuas y, aprovechando la holgura que genera el desastre, el gobernador Rosselló aprieta hasta el fondo el pedal para acelerar más la máquina de estadidad. Los despojos materiales y humanos que dejó huracán María son el combustible que hoy aviva la anexión de Puerto Rico.

Desde los comienzos del ensayo de la periodista canadiense Naomi Klein, nos informa de otros protagonismos más alternativos inmersos en tierra adentro. Desconfiado de la política partidista, el pueblo mismo ha buscado otro lado más afincado con los orígenes, más autónomos y con intereses patrióticos para ampliar soberanías después de María. En las actuales circunstancias el gobierno se ha aproximado con el oportunismo de beneficiarse de la recuperación. Mientras que las organizaciones alternativas muestran una determinación que ha patriotizado la catástrofe, la esperanza y la resiliencia.

La gente a pie, los docentes, los universitarios, los líderes comunitarios y hasta los científicos del país son los que han marcado el camino a seguir y son los campeones vigilantes del patrimonio nacional y, además, son los defensores del bien común entre los puertorriqueños. Tarea que el gobierno no ha intentado hacer por sus propios méritos. Este giro del pueblo no es para menos porque la colonia es actualmente un resumen de recetas y estadísticas que trazan su fracaso desde hace décadas atrás. El sufrimiento en los campos y barriadas en Puerto Rico ha hinchado las barrigas de los inversionistas americanos.

Viendo las cosas tal y como son, se diría que la isla está destinada a desaparecer por las frecuentes tempestades o por el aniquilante aspecto siniestro del colonialismo. La prolongación de la tempestad ha beneficiado mucho a los seguidores del colonialismo. Tanto la geografía, el calentamiento global y la historia colonial misma nos están sacudiendo sin pausa ni piedad alguna. Y aún hay quienes anuncian más catástrofes como si Puerto Rico hoy fuera una isla maldita condenada a fracasar. Pero la mayor catástrofe es el miedo que nos hace sentir que todo se desmorona a nuestro alrededor. La isla del bienestar se nos acabó porque nuestro progreso era una apariencia. La dependencia indigna y el desmedido beneficio propio son malas alianzas. Los puertorriqueños tenemos que dejar de actuar movidos por el miedo, después de María hay que ya empezar a sembrar soberanías y civismo.

Naomi Klein nos muestra que se está sembrando soberanía y civismo en tierra adentro y es ahí, nos dice, donde se encuentran las fuerzas legítimas que podrían cambiar el giro del “shock”. La gente con sus buenos líderes buscarán tener el país en sus manos. Klein llegó a Puerto Rico en enero del 2018 por invitación de los profesores de la Universidad de Puerto Rico. En su recorrido por la isla tuvo oportunidad de hablar con los estudiantes, entrevistó a políticos, a líderes comunitarios y, sobre todo, presenció directamente la magnitud socio-económica del impacto del huracán María.

Para Klein la isla ha sido centro de un perfecto ejemplo de la ejecución casi-militar del capitalismo del desastre y, desde luego, la población ha tenido que tolerar más a un estado colonial vengativo. Los trabajadores asalariados y los pensionados son estrangulados por las políticas de austeridad las cuales son consentidas a sabiendas de sus daños. La Fortaleza, la mansión colonial, hoy día está ocupada por un devoto partidario de la privatización de todos los bienes públicos del estado y lleva una campaña de desmantelar las reivindicaciones jurídicas y laborales de los trabajadores y profesionales puertorriqueños. La Fortaleza es la oficina principal del capitalismo del desastre en la isla. El primer ejecutivo ha criminalizado la sociedad civil, además, de que ha incapacitado el bienestar general en toda la isla. Naomi Klein nos regala un libro sobres lo que vio, lo que quedó y nos relata sobre los diferentes ángulos que ha tomado la recuperación después de María. Hablemos un poco ahora de los ángeles que han bajado de los EUA a Puerto Rico y que aparecen en el texto, La batalla por el paraíso.

Los ángeles del capitalismo del desastre. Veamos que después de María se introduce en el escenario de la catástrofe unos nuevos profetas de la recuperación que forman parte del neocapitalismo. Llegan a la isla dotados de conocimientos en “potenciar la economía”, un credo para el gobierno y la cultura oficial del desastre. Los nuevos ángeles se proclaman salvadores de Puerto Rico y se autodenominan como puertocriptos. Estos angelitos se aprovechan del río revuelto y de la quiebra de la economía o de cualquier otro cisma. Los criptorrican fueron los primeros rescatistas mercantilistas en responder al llamado de la Fortaleza. Y se les ha dicho que Puerto Rico es una tabla rasa para las oportunidades neo-liberales. Estos “emprendedores” han llegado a la isla como aliados del gobierno y traen un “entusiasmo filantrópico” que es contagioso ya que vienen a socorrer al país con el milagro de la criptomoneda. Esta atrevida generación de alquimistas cibernéticos tiene mano libre para convertirse en los máximos protagonistas del progreso en un escenario de crisis y desastre.

Los nuevos piratas del Caribe, como acostumbraban los pirata y les fascina saquear los tesoros de las islas, rehúsan pagar impuestos, echan mano inmediatamente a los inmuebles y a los recursos naturales de interés turístico. Ellos no conocen límites dónde se instalan sus empresas. No les cuesta nada chantajear a la población, hacen yoga para relajarse y se creen superiores porque traen el cripto-oro. Hace cinco siglos que los conquistadores amasaron grandes fortunas intercambiando espejos y otras chucherías por pepitas de oro que les daban los aborígenes. Los cripto conquistadores también intercambian espejos donde pueden mirarse las víctimas del huracán María. Gracias a la hospitalidad de la víctima, los cripto aventureros invaden la isla del encanto apropiándose de todo objeto de valor. Ya instalado en el territorio del desastre comienzan a predicar un nuevo “destino manifiesto” con manos de seda.

Muy inquieto con este tema se me ocurrió llamar a un amigo estimado y le conté del libro de Klein sobre Puerto Rico y le pregunté si sabía de la banca de la criptomoneda que se mencionaba en el texto. El amigo me contestó con mucho conocimiento del tema y para mi sorpresa me dijo que su hijo de 17 años era uno de ellos. Me quedé sin aire pensando que una gran mayoría de los inversionistas del cripto dinero son aún adolescentes de colegios y de universidades americanas. Y pensé que estos adolescentes llegan a la isla a jugar con el desastre, a mejorar su español durante una excursión que en América llaman “field trip”. Me acordé que el gobernador Rosselló es también un adolescente de la criptocracia y un graduado de MIT.

Si te das un paseo por el Viejo San Juan, por el Condado y por Santurce vas a ver en acción a los cripto inversionistas interactuando con los vecinos como si nada. Están entre nosotros. Nos rodean.

Conocí en el Viejo San Juan a uno de estos embajadores del despojo y del trauma del “shock”. Vestía con un sombrero de Panamá, tenía unas espectaculares gafas oscuras de sol, vestía pantalones caquis cortos, una camiseta etiquetada con los emblemas de la calle San Sebastián y también andaba con unas chancletas playeras. En su cuerpo había instalado un súper imponente iPhone que lo mismo ordenaba un café que una línea de crédito. Además, era un navegante de las redes sociales y le daba igual tener una conversación con los jefes en California o bajar una plataforma que traduce al inglés el rápido español de los puertorriqueños o cualquier otro idioma. Era un clásico cibernauta que llevaba una consistente vigilancia de sus inversiones en la cripto economía.

El cripto-explorador estaba sentado en la glorieta de la Plaza de Armas como una paloma esperando por la comida. Son estos jóvenes empresarios de nuevo cuño que comparan notas y planes con otros de igual calibre en Nueva York o la Florida. El chico se veía satisfecho, súper privilegiado por estar dotado de antemano de incentivos económicos que no disfrutan los isleños. Mientras tanto, los parroquianos de los adoquines se quejaban que los cripto-tipos se habían comprado medio Viejo San Juan para dormir.

Entre la calle Luna y Sol, los criptopositivos se la pasan bárbaramente y gratifican aquí sus éxitos consumiendo “gasolina” acompañada de fritangas criollas. Ellos aspiran a la transparencia de sus acciones “visibles” y prometen estilos democráticos cara a cara con los “residentes”. Hasta pueden mostrar su integridad pasando una siesta en una hamaca típica. La tradición, los criollismos y los símbolos patrios no los intimidan, por el contrario, piensan que son válidos emblemas que aprovechan para desplayar a los vecinos de Santurce su visión global de la comercialización digital de la isla.

Les gustan los protocolos, les gusta que otros hablen y participen pero son irreverentes. Se ofenden con las narraciones de luchas de resistencias sociales y de patriotismo del cual no se sienten carentes. Justamente ese es el Talón de Aquiles de los criptorican. No les hablen de historias nacionales porque no creen en el pasado, ni de ilustres patriotas como don Pedro Albizu Campos. No saben de modelos de producción, ni de las luchas de los trabajadores, ni de huelgas universitarias, ni de rescates de terrenos ni de las escuelas cerradas, ni de nuestros miles de refugiados ni de protestas civiles contra la políticas de austeridad. Los cripto pensadores visualizan un nuevo país, que no es el suyo, de manera ficticia, sin historia, sin poesía y sin conflictos amargos. No oyen al que se queja y el que defiende lo suyo es un “desmotivador” y quieren que todos por igual sean resueltos “emprendedores” y “exitosos” capitalistas. La justicia social no es algo que le apasione a la criptoconsciencia. Son inversionistas satisfechos y alegres. Traen un culto al futuro y estiman que la isla recuperada a instancias de ellos será un mejor país para atraer consumidores globales.

Recientemente me llegó a mi cuenta de “Facebook” un video de una cripto asamblea que contaba con los vecinos del Santurce. (Consulte Foreign Corresponden, FB. 23 de julio del 2018) Los vecinos originarios escucharon con atención el optimismo inmejorable de la cripto delegación encabezada nada menos que por el cripto magnate Brock Pierce, un millonario “hippie” que quiere transformar Puerto Rico. Todos los convocados parecían rivales conocidos que sabían muy bien lo que defendían y todos eran jóvenes marcados por la misma generación pero con diferentes abordajes y puntos de vistas sobre el futuro de Santurce y de Puerto Rico. La confrontación era clara entre los de aquí y los de allá. Era un partido entre criollos y yanquis. El mensaje de los cripto bucaneros era parejo y bien recitado con un entusiasmo de “América para los Americanos” y estaban “entusiasmados” con la isla destrozada. Por lo tanto, les interesaba mucho ocupar un sitio importante en la reconstrucción agarrando el futuro de Puerto Rico por el camino limpio y sin trabas para “autorrealizarse”. Son transparentes y “exitosos” egocentristas porque el tiempo es dinero y las oportunidades que le ofrecía el huracán María era halagadoras pero no eran para siempre. De modo que, ellos actúan rápido y quieren decir su “story” de que son los únicos protagonistas para “potenciar” un desastre natural. Vienen a compartir “share” su historia de éxitos en tiempos de fracasos. Ellos buscan que le den un “like” a la prédica de logros inversionistas con un sujeto en condiciones de precariedad. Ellos no hablan de consecuencias negativas en donde están afincados con su bolsa de valores invisibles.

Pero los paisanos que asistieron a este “conversatorio” anunciado no eran unos tontos. Ellos conocen sus intenciones lucrativas y entienden bien el vocabulario del cripto lenguaje. Para la incomodidad de los cripto filósofos, los jóvenes atrevidos e inteligentes de Santurce, tienen su propia historia y también quieren compartirla y son capaces de luchar y dar el todo por el todo por ella. En el cripto conversatorio, los jóvenes de aquí no le dieron un “like” al criptomensaje. En fin fueron considerados como unos disidentes y de radicales por la cripto delegación. En el video, los jóvenes puertorriqueños ven las cosas de manera distinta y están más del lado del desgastado país. Los de aquí usan la historia como arma y no se inmutan en el debate y le dicen unas irrefutables verdades a las incrédulas criptocaras. Sin embargo, los de allá no muestran ni una chispa de vergüenza, afirman sus convicciones, no claudican a su destino evangélico y para evitar humillaciones prefieren irse a otra parte que los reciban sin protestas. Al final del video uno de los criptocabecillas acusa a los criollos de ingratos.

Los chicos de la criptomoneda se sienten inmunes a todo adversario y calamidad propia. Y son expertos en sacar beneficios donde los llaman y poco les importa los sentimientos y las denuncias del que sufre las políticas de austeridad. A los jóvenes de aquí la historia les ha enseñado atacar al que venga a la isla a disfrutar de su sufrimiento. Para los de aquí la justicia social y la soberanía tienen valor e importancia. Nuestros jóvenes tienen voz propia, representan la nueva izquierda del siglo XXI, que está rotundamente en contra del colonialismo y del capitalismo del desastre. Además, son militantes de los derechos humanos, defensores de los recursos naturales y atacan todos los día la Ley PROMESA. Ellos son una generación crucial que en estos momentos están sacando la cara por el país. Están dotados de un nuevo activismo muy diverso que asume diferentes tareas soberanistas. Ellos son estudiantes de las escuelas públicas, docentes, universitarios o líderes de organizaciones comunitarias, nuevos agricultores y trabajadores del medio ambiente. Y no pasemos por alto, la enorme contribución de la diáspora solidaria a la vida puertorriqueña, hacedora y militante. Ellos están muy atentos de sus hermanos en la isla y, sin duda alguna, se han ganado un lugar importante en nuestra realidad particular de este siglo.

El gobernador Rosselló es parte de estos dulces mercenarios de la criptomoneda que han invadido el paraíso en conflicto. En una ocasión dijo que Puerto Rico después de María es “un lienzo blanco”. En otras palabras que la isla hoy día es “tabla rasa”, por lo tanto, los puertocriptos tienen licencia para hacer lo que le den ganas. Cómodamente el gobernador ha vendido la isla a estos milenios californianos y ellos nos han puesto la etiqueta de “cripto Island”. En la primera parte del libro de Klein describe a Puerto Rico como “un oasis solar” o como una “batalla por el paraíso”. Los californianos de la criptomoneda son expertos en la macroeconomía y el gobierno local los protege manteniendo el fracaso calculado del país. Mantener la isla en las ruinas es la condición propicia para los inversionistas de todo tipo. Veamos.

El gobierno del PNP insiste en crear fallos en las instituciones públicas y del bien común. El patrimonio nacional y las instituciones que sirven al país son tratadas intencionalmente como mercancías de intercambios. Las instituciones públicas son saboteadas, acortan su vida y las quieren matar para obligarlas a degollarse con la privatización. Parece ser que la vida en nuestra isla está planificada para que falle. Durante los meses después del huracán María, las políticas del gobierno estaban dirigidas para que los puertorriqueños no tuvieran recuperación ni mucho menos bienestar alguno. El desastre es lucrativo y había que prolongarlo aunque murieran personas por la falta de servicios vitales. Había que desanimar cruelmente a la población y ya sabemos que decenas de miles puertorriqueños han abandonado la isla. Ser refugiado se convirtió en un lucrativo negocio para las empresas americanas involucradas en este éxodo humano.

De esta lectura también se sacan muchos paradigmas del desastre como los siguientes: Que en los desastres naturales y políticos los daños los tienen las empresas y casas de los ricos y los pobres no tienen daños y nada por recibir. De la experiencia post María se aprende que la miseria no es mala para la inversiones solapadas y lucrativas. Que la publicidad es más importante que la ayuda a los necesitados (en el día de hoy aun siguen saliendo noticias de vagones repletos de alimentos ya podridos que nunca fueron distribuidos a los necesitados). Otros paradigmas son los siguientes: las condiciones de desorden y confusión son aprovechadas por el canibalismo inversionista. La caída de la economía durante el desastre no se debe detener para que la población sufra hasta el último dólar enviado por FEMA. Los números más importantes se cuentan en millones de dólares y no en miles de víctimas. Anunciar falsas soluciones optimistas es más importante que la cooperación y la solidaridad. Que los problemas sociales favorecen más si son “visibles” y desfavorecen si son resueltos. Y no menos importante es el paradigma, de que siempre se debe sospechar de lo grandilocuente, Unidos por Puerto Rico fue un fiasco de la filantropía controlada por las empresas privadas. Este me gusta mucho porque los pequeños esfuerzos demuestran que son más constructivos y aportan más que los proyectos de “impactos” del gobierno con “mucho ruido y pocas nueces”.

Casa Pueblo, una organización sin fines de lucro que ya existía antes del huracán, hizo muchísimo por su municipio y ha asistido a muchas familias con muy poco. En Casa Pueblo la patria es buena salud, buena educación para todos, soberanía y solidaridad mancomunada. El egoísmo que persigue el lucro duele y nunca soluciona nada por las buenas. Klein cuenta en su relato como se establece una cocina comunitaria en el barrio Mariana de Humacao y otro proyecto que mencionó fueron las brigadas de recogidas de escombros para normalizar el vecindario. (p. 74-75)

Es relevante decir que todas estas iniciativas se establecieron efectivamente sin la intervención del estado adiposo y mayormente dedicado a hacer un inventario de camiones, vagones, ejecutivos, ascensores de la crisis, cadenas de TV y entrevistas. Los escombros y el hambre que creó María fueron un súper banquete para muchos incapaces de entender las vicisitudes post- María. El desastre de la tormenta generó un turismo de la calamidad que aún genera intereses individuales. El país lo cubrieron de toldos azules, el color elegido para un Paraíso inventado indecentemente. Klein en su viaje a nuestro desastre interroga a los protagonistas y quiere saber de qué lado está la esperanza y la recuperación de la isla. Hay que leer el libro para enterarse de quiénes fueron los verdaderos héroes de la recuperación inmediata post-María.

Inconmensurable año del huracán María. El cuadro de miseria social contra los habitantes de la isla ya existía y caminaba a toda marcha antes del huracán María. La realidad abre los ojos y es campeona de toda reflexión. Toda esta infame historia fue recibida por el huracán María el 20 de septiembre. Las 24 horas que duró la tempestad convirtió a la isla en un gigantesco escombro socio-económico y por meses nos convertimos en la población más desamparada e impotente del Caribe. La magnitud de los daños fue tratada sin prontitud ni conocimiento. El gobierno anexionista manejó la crisis con absoluta ineptitud con la intención de añadir un escalón más a la anexión de la isla. Los intereses lucrativos y político partidistas han surgido de las sombras de María y las ganancias particulares obtenidas de la desgracia fueron un espectáculo bochornoso. Sabemos cómo empresas y proveedores abusaron de los precios del agua y de los alimentos, los generadores de electricidad, los medicamentos, de la gasolina y del éxodo de miles de personas al exterior. Y ellos se pasaron por alto la terrible emergencia y ante la furia del pueblo fueron irreverentes porque mantener la especulación de la economía de mercado fue más importante que la necesidades básicas de la familia, la justicia y la hospitalidad. El desastre capitalista estima que hace “más bien que mal” por tanto ese “dejar hacer”, la libre voluntad empresarial, se va por encima de las leyes y la moral.

Al mismo tiempo que leía La batalla por el paraíso, compartía mis reflexiones con mis paisanos del Viejo San Juan. Muchos ya habían leído el librito de 92 páginas. Y la mayoría coincidían con los hallazgos de Naomi Klein. Sus libros se han traducido a más de 30 idiomas y su renombrado estudio sobre “La teoría del shock” sirve de subsuelo para ejemplificar a Puerto Rico como experimento colérico del capitalismo del desastre. Nadie puede negar que nuestro país ha sido un calculado proyecto colonial donde el neocapitalismo se ha expresado con toda brutalidad y en donde las corporaciones americanas se les ha permitido jugar con nuestro destino histórico y natural.

Le mostré el pequeño libro a mis paisanos y como dije antes muchos lo habían leído ya. No es obligatorio estar en desacuerdo con Klein –me comentó un funcionario jubilado– pero es ciertamente admirable que ella estuvo aquí, camino el país e informó al mundo la gravedad del desastre que ocultó el gobierno. Y algunos me decían repetidas veces lo siguiente: “Los de afuera estaban mejor informados de la crisis que nosotros mismos”, “el gobierno se lavó las manos como Pilatos y fue política barata lo que ofreció como respuesta a la crisis. María fue un gran negocio publicitario para Rosselló y su corte. Todos perdimos algo con María, propiedades, amigos y familiares”. Me daba cuenta que las cosas se ponían muy tensas en el debate con la simple alusión a María y al gobernador Rosselló.

En la agradable charla mencioné la impagable contribución de la Casa Pueblo en Utuado. Esperaba una respuesta adversa a Klein, sin embargo no fue así. Resumo aquí un poco el malestar que expresaron: “El gobierno de por sí no contribuyó desinteresadamente a nuestras necesidades. Las ayudas del gobierno fueron tardías y eran un dolor de cabeza recibirlas. Ante la multiplicidad de escándalos y propaganda partidista surgió la indignación del pueblo en general contra la respuesta fraudulenta del gobierno. De inmediato surgieron de nosotros los puertorriqueños otra manera de pensar, organizar y concretar soluciones para cambiar el monumental desastre que dejó el huracán María.

De Unidos por Puerto Rico opinaban lo siguiente:

Esa organización fue un grupo de riquitos del PNP. La presidenta era la esposa del gobernador quien representó al pueblo de Yabucoa en el concurso de belleza Miss Puerto Rico. Yabucoa fue uno de los municipios más afectados por María y hasta el día de hoy no han recibido ninguna ayuda de Unidos por Puerto Rico. Ahí lo que habían eran intereses creados.

Mientras tanto, aún en la última semana de julio de esta año en curso, un grupo de voluntarios encabezados por la maravillosa Betsy Collazo se reúnen todos los sábados en Río Piedras para empacar víveres que son enviados a familias que no se han recuperado del desastre. “Relief4PR.org” sigue con mucha más dedicación que nunca ayudando a los municipios de Yabucoa, Aibonito, Patillas y Humacao. Su labor es extraordinaria y buscan de más voluntarios. Y el país se pregunta ahora mismo a dónde se fueron los cuarenta millones de dólares que recaudaron Unidos por Puerto Rico.

El último sábado del mes de julio me uní a un grupo de voluntarios dirigidos por Betsy Collazo y la diáspora. Allí estuve toda una mañana llenando bolsas de alimentos en una atmósfera de generosidad contagiosa. Debemos estar muy agradecidos de muchos voluntarios como la docente Maryke Hoogeveen quien es de Holanda y es una enamorada de Puerto Rico. Con sus estudiantes de “pre-escolar” en el estado de Colorado y los padres han organizado más de una campaña de ayuda a las familias perjudicadas con el pasado huracán. Me dijo en una ocasión que sus estudiantes pensaban que ella era puertorriqueña.

La conversación con mis estimados amigos se extendía siempre hasta la medianoche, algo normal para los residentes del Viejo San Juan, quienes siempre tienen mucho que decir sobre la historia y la poesía de la ciudad. Algunos de los siempre despiertos del Viejo San son: Miguel Santiago, Robert Millán, Luis Alonso Arana, Sylvia Vázquez, Evelyn López, Ignacio Jiménez y su esposa venezolana. Aún la furia de María saca lágrimas y están las venas abiertas de las víctimas y el dolor no ha encontrado cura porque estos vecinos saben que todo boricua perdió algo importante y generoso en sus vidas con el huracán María. Un conocido de la diáspora me dijo: La batalla por el paraíso debería ser una lectura obligada de todos los puertorriqueños. En eso que chiquilla me ruega que le preste el libro y ni corto ni perezoso se lo entregué y hasta el día de hoy no la he vuelto a ver. Más tarde me hice de otro ejemplar con la satisfacción de saber que las ventas del libro serían donadas al JunteGente.

Klein nos dice que a raíz del desastre dio lugar un nuevo perímetro fuera del alcance de los políticos, más solidario y más efectivo que las instituciones gubernamentales. Mucho más se amplió el entorno no-oficial con la cooperación y el apoyo mayoritario de la diáspora puertorriqueña en los Estados Unidos. Más sumando los activistas de aquí, se crearon nuevas vías de colaboración para salir de la destrucción inmediata del huracán. A través de la lectura podemos darnos cuenta de cómo emergió una coherente visión para trabajar la crisis y salvar las vidas de muchos puertorriqueños sin énfasis en la intervención de la tradicional política partidista.

De las secuelas de María aún hay mucho que decir, pero lo cierto es que el huracán desata mucha ira contra el gobierno. María dejó laceradas muchas carencias de miles de refugiados puertorriqueños forzados a trasladarse a los Estados Unidos. En cambio, María nos dejó prodigiosos momentos de solidaridad y optimismo que fueron posibles después de “shock” de la tempestad mercantil. Y aquí me siento obligado a mencionar los versos famoso en Heraldos Negros del peruano César Vallejo: “Hay golpes en la vida yo no sé. /Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras/ en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte”.

Los peores golpes son los deliberados y después de María muchos quisieron comprar la esperanza y la recuperación con el abuso y el dinero. Pero los audaces eligieron el camino de la recuperación con la solidaridad de todos y con esfuerzo propio organizado e inteligente. Las comunidades organizadas, el trabajo voluntario y las pequeñas soberanías de cultivos, las ecológicas, las de salud y las educativas fueron las responsables de inventar alegría y esperanza contra el oportunismo, la indiferencia y los buitres. En Puerto Rico, justamente a un año del desastre, sus propios habitantes afirman que el principio de la recuperación ha estado marcado por la participación abnegada y el activismo cívico de individuos y de agrupaciones no afiliadas a la empresas públicas o privadas. Los puertorriqueños de tierra adentro sabían que contar con el gobierno era una diligencia frívola porque les prometían un futuro mejor que nunca llegaba.

El gobernador Rosselló se echó a sus hombros para sí mismo toda la recuperación de la magnitud del desastre de María como si él fuera un “cowboy del oeste americano”. Fue un grave error político porque no tomaba en cuenta que la catástrofe tenía un peso superior a la política partidista y a su egocentrismo “visible”. Juntos el desastre y restauración eran un peso superior al oportunismo de empujar la anexión de Puerto Rico durante el desastre. Por otro lado, la necesidad de salir de la devastación que hizo huracán el María estaba por encima del neoliberalismo. Impulsar la estadidad y el abuso del mercado fueron las prioridades del gobernador durante y después del desastre atmosférico. Es vergonzoso que antes de dar un paso hacia adelante el gobernador sigue cayendo de rodillas por no tener fuerzas suficientes para estar del lado y junto al pueblo que lo eligió. El gobierno anexionista ha convertido a Puerto Rico en una tumba para los puertorriqueños.

Naomi Klein viajó inmediatamente a Puerto Rico durante la crisis tropical y después nos regala un hermoso relato solidario extraído de su visita a muchos lugares destruidos por el huracán. El capitalismo del desastre nos impide respirar unidos, construir unidos y recuperarnos unidos y libremente. Naomi Klein, gracias por estar del lado de los buenos puertorriqueños que dicen que “es obligado recordar”. En las elecciones próximas recordemos las pérdidas, recordemos las manos generosas y la alabanza a la liberación que podría traernos el huracán María. Y como el ave fénix levantémonos entre nuestras propias cenizas sin lastimar nunca a un solo puertorriqueño.

This article is from: