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“Mas allá de la travesía” en Terapia perpetua de Pedro López Adorno
“Mas allá de la travesía” en Terapia perpetua de Pedro López Adorno
David Cortés Cabán
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[literatura-poesía-crítica literaria]
El más reciente libro de poesía Terapia perpetua (2018) 1 del poeta puertorriqueño Pedro López Adorno busca expresar, entre sus temas, el misterioso aspecto de la naturaleza poética, lo que el yo realiza consciente o inconscientemente del acto creativo que personifica en la página en blanco el poema. La escurridiza iza esencia de afinidades entre el poeta y la realidad inaprensible del poema busca conducirnos al asunto que encierra la estructura del texto, lo que se muestra o quedó oculto o lo que nuestra insuficiencia como lectores no nos permite desentrañar de primera intención.
Desde sus comienzos, Pedro López Adorno ha venido elaborando una poesía de confrontación con el lenguaje. El lenguaje en el que nos comunicamos todos los días pero que en el poema adquiere un sentido que trasciende los motivos que lo justifican otorgándole un sentido poético: palabras que se escurren apasionadamente en imágenes que establecen un vínculo entre lo que el poeta intuye y plasma en el poema, y a veces lo que el lenguaje mismo configura como una forma de evasión, como incierta o caótica insinuación. Palabras, intuiciones y voces que en esencia se convierten en un rasgo personal del estilo y del imaginario que traza el mundo lírico del poeta. En base a esta confrontación con las palabras, y de la sensualidad del cuerpo como relación simbólica con el lenguaje Pedro López Adorno ha construido varios de los rasgos fundamentales de su obra poética. Una obra que hoy día es un referente importante en el marco de la poesía puertorriqueña contemporánea, más aún si pensamos que este poeta es además el autor de una de las antologías más significativas que hasta el presente se haya escrito sobre la poesía de la diáspora puertorriqueña en Nueva York. Nos referimos a Papiros de Babel… 2
La elocuencia de Terapia perpetua se fundamenta en ese mundo del poema que intenta recuperar el asombro de quien escribe, el proceso de esa sensación que comunica un sentimiento profundo que eleva el poeta a un plano superior y lo conduce por diferentes paisajes inaccesibles. Ese paisaje que el poeta funda en la palabra y la palabra que no agota sus posibilidades en lo que nombra, la palabra que desaparece para dar cabida al asombro y al arrebato que deslumbra y abandona al poeta sobre un cuerpo inaccesible. Por eso los textos de este nuevo libro de poesía de López Adorno nos fascinan por un lenguaje que mezcla lo real con la porción de ese algo inalcanzable poético, esa sensación que sentimos ya al comienzo de “Terapia inaugural” 3:
Los poemas son los que nos piensan. No eres tú / el profeta de nuevos precipicios. Son tus sílabas. / Aprende a balancear, acróbata difuso, los síntomas / de eternidad. Lleva al letrado portal el simulacro / incómodo. Allí crecen y se multiplican las imágenes / del cuerpo pensante. La meta será la traslación, la / evanescencia llamada poesía. (6)
Unas palabras de este texto (profeta, sílabas, imágenes, traslación, evanescencia) marcarán la experiencia lírica del imaginario que hace posible e inaprensible a la vez lo que resguarda el mundo del poema. De un lado, la dimensión que retiene el enigma de esa realidad y, de otro, lo que reverbera en el fondo y surge espontáneamente en la imagen poética. Pero para expresar ese enigma el poeta tendrá que corporeizar (como ocurre en el haiku) la imagen fugaz que da cabida libre a ese plano de abstracciones y resonancias que contiene el poema. Esto es lo que intentará el poeta, y lo que en cierto modo ocurre y singulariza el asunto de muchos textos. Dice el yo lírico:
La dificultad es el poema. Ese permanente hilar y deshilar de sílabas busca paisaje o sesgo orgánico que reanime lo desconocido a nuestro lado. (12) Esta expresión revela lo complicado y complejo que resulta escribir un poema.
Nos referimos a un verdadero poema que trascienda la inmediata realidad de quien escribe. Por eso la íntima relación entre lo que se siente y lo que literalmente se quiere expresar, lo que sale del corazón no de un modo ambiguo sino real, es lo que verdaderamente busca ubicar al lector en el recinto interior del poema. Pienso que esto es lo que persigue afanosamente López Adorno esperando la manifestación que sobrepase la belleza formal del texto y nos coloque frente a su hondura permanente. Aunque en el fondo tal vez no sepamos nunca cómo se manifestó la hondura de esa emoción, ni qué la antecedió, ni a dónde nos quiere llevar ese pensamiento poético. Y quizás tampoco lograremos saber del todo lo que busca captar la vaporosa intuición de esa “…página [que] se puebla de dudas, neblinas, laberintos.” (30), pues será preciso recuperar no sólo el significado, sino lo que sobrepasa lo que imaginamos pudiera suceder fuera del texto:
Mi alma llueve sílabas mientras duermo. No exige prisión para el tejido que piensa esta página. Desde allí el insaciable huracán de los días lanza / vacas y cotorras al mar o siembra peces en las / copas de los árboles. Todo vuela. Cambia de / lugar. Cuece vagidos y vacíos. Alma emperifollada entre recuerdos. Tan cerca / que me imposibilita palpar su incendio hermoso. / Sólo exhibe espontáneas ascuas. El augurio de / una música por el extravío. Alma parecida a cruzada / para ese otro lector que desearía ser. (“Parecida a cruzada”, 56)
En el poema nada se afirma como una realidad absoluta, pero lo que el poeta desea hallar no se muestra abiertamente. Aparece como un suceso que se posesiona del cuerpo y del alma para sustentar la razón del acto poético sobre una visión inalcanzable, y una palabra que al fijar lo que nombra parece deshacerse en su misma imagen: “Mi alma llueve sílabas mientras duermo”, dice el poeta. El alma ofrece un matiz espiritual de esta poesía, de lo que vive el hablante lírico a través del sueño. Pero no del acto físico de dormir, sino del que dispone otra vastedad en la memoria y deja al ser desamparado. Por eso el alma se corresponde con esa inquietud cuyo punto de apoyo es el lenguaje que se presenta como un reto al lector, como lo sugiere el poema “Escombro natural” (40):
No será presagio de acólito / lo que entregue a la página. Aquí / estratega en trance planifica su guerra / sin cuartel contra las guerras. El puro / pleno dímelo del sueño del no-centro / cuando se acerca al pez que fue.
Lo evocado aquí es el resultado del anhelo de perpetuidad que se advierte en la imagen poética. La intención y rigurosa búsqueda que encarne la imagen ideal que atrape la mente del lector, la evocada desnudez de un cuerpo que el lenguaje mismo convierte en evanescencia. Una realidad que reverbera entre las sombras formando una imagen que parte del yo hacia un centro en constante movimiento. Es decir, una estructura lingüística que expone los límites del horizonte que el poeta creyó poseer como sugiere, por ejemplo, el sentido de esa terapia perpetua que responde al título del libro, y a la naturaleza de estos poemas con la carga anímica y cultural que representan.
En otro poema, “Glosa de identidad” los elementos se proyectarán como las piezas de un juego sobre la imagen erótica que aspira a retener esa intuición:
Escribo sombras de luz. Tu cabellera / sea cadena de cada espuma y cálculo y colindancia / de extinción. Que de alguna forma / tendrás que parecerte a la raíz / que vaya a pactar con tus pezones. (34)
En esta visión del cuerpo se desliza la voz lírica que busca transgredir su misma realidad. La propia estructura del poema “Piezas del encuentro” refleja esa intención. La imagen que alberga crea en el estado anímico del hablante una perspectiva de distanciamiento y soledad en un ámbito de difícil acceso. De ahí las alusiones al juego de ajedrez, juego que es cuerpo y reflexión, hallazgo y mutismo, lucha de la cual no logra desprenderse el sujeto poético:
En plena algarabía de extinción se alarga / el gambito en que el peón iluso / se resigna al sacrificio en el final / sin dama. Allá el tablero parpadea y en la resurrección del cuadro / la batalla contra el combustible azar / da rienda suelta al bisturí del paraíso / que aloja el riesgo de las zonas / pudendas del discurso / en silencio.
No hablan. Arman meditación. No / hablan. Contemplan guerra desde / arriba. No hablan. Hurgan debilidad / ante la relampagueante escaramuza. / Picadillo las piezas del encuentro. / Llega a su fin muslos y letras / que salseaban gozosos sobre el fuego. (“Piezas del encuentro”, 60)
Dentro de este mismo contexto se mueven otros poemas formando un vínculo entre lo personal y la sensualidad del cuerpo. 4 La rigurosa inquietud por proyectar sobre la página en blanco la visión que el poeta desea transferir al lector, se convierte, al fin y al cabo, en la “terapia perpetua” que la experiencia poética provoca. Por eso el conflicto con el lenguaje implica un constante arrobamiento, una insatisfacción y una búsqueda de esa imagen que se muestra fugaz e ilusoria. Es como si el poema mismo, en su proceso de construcción, transmutara el sentido que hace posible su realidad. Y en efecto, la evocación de esa presencia poética acabará mostrándosele al yo lírico como un camino sin un final, una aventura que se torna intransferible y una sensación difícil de aprehender en su total magnitud. Esa lucha de los contrarios que señalaba Pedro Salinas en la poesía de su compatriota Vicente Aleixandre, 5 o como dice el poeta mismo:
Cada palabra un adiós / Perversa ruta adversa en la indefensión. (36) Inconfesables sílabas han llegado a la casa. No han tocado la puerta. / El reflejo de sus células se ha disfrazado de brisa al rozar las ventanas./ Recorren la casa. Toman lo que he borrado. Comen lo que he abolido. / Respiran el ardor que alguna vez viví tal dinastía de Ixión. Piensan como / yo que el mundo es una selva de centauros, que más allá de malabarismos / mediáticos hay que cambiarlo. Damos vueltas y vueltas por la casa sin/ saber cómo llegar a ese objetivo. Pasamos de tal forma inabarcables horas. / La inquietud de las cortinas presagia que otras sílabas pronto invadirán el / recorrido. Intentan descubrir si es alguien o nadie el que goza prisión al / detenerlas. (68)
Quienes hemos leído la producción poética de Pedro López Adorno, desde que empezara a publicar sus primeros libros a principios del ‘80, 6 reconocemos que ha continuado explorando ese mundo de sorpresivas e insinuantes intuiciones que tanto le fascinan. Ese grado de inspiración que muchos poetas han descartado privilegiando un estado cerebral por la ráfaga emocional que misteriosamente traspasa el espíritu. Bajo esta perspectiva, el modo de convertir la abstracción de un fenómeno lírico en uno que responda a la realidad vital del poeta, es lo que fija y caracteriza la variedad y textura de esta obra. Es la suya una obra ya vasta, hecha de hallazgos y de revelaciones que aportan otros matices al panorama de la poesía puertorriqueña y al de la poesía hispanoamericana en general. ¿Pero qué es lo que nos transmiten estos poemas? Primeramente una emoción que nos invita a compartir un universo poético en constante movimiento y la búsqueda de lo esencial poético; y, segundo, una sensibilidad que acentúa el gozo y la sensualidad del cuerpo, la música y la lectura de los clásicos, el placer del ajedrez (juego predilecto del poeta), y la conciencia de ese mundo exterior saturado de experiencias, costumbres y revelaciones.
Cabe concluir que nos regocijamos con este nuevo libro de Pedro López Adorno, y con la sólida producción de una obra que contribuye a expandir el paisaje de la poesía puertorriqueña. Una poesía que afirma el sensualismo jubiloso del cuerpo, el misterio que reclama un espacio que nos envuelva con toda su impureza y ternura, y la expresividad de un lenguaje que insiste en descifrar lo inefable, es decir, el rumbo de esa “Voluntariosa brújula / en el diluvio de la travesía.” (22)
Notas
1 Terapia perpetua, Rimini, Italy, Raffaelli Editore, 2018. El libro acaba de aparecer en Italia, en edición bilingüe española-italiano por el poeta Emilio Coco. Me refiero al primer libro del poeta, Hacia el poema invisible. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1981.
2 Pedro López Adorno, Papiros de Babel: antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York. Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1991.
3 Los poemas están escritos en prosa y en verso libre, y al lado de cada texto aparece su versión en lengua italiana.
4 Dirijo al lector a los poemas “Sílaba todopoderosa”, “Desvío” y “Maniobras”, para nombrar sólo algunos.
5 Ver “Vicente Aleixandre entre la destrucción y el amor”, en Literatura española del siglo XX. Madrid, Alianza Editorial S.A., 1970, pág., 212.
6 Para quienes deseen mirar algunos de sus libros, dejo aquí varios de sus títulos más significativos: País llamado cuerpo (1991), Los oficios (1991), Concierto para desobedientes (1996), Rapto continuo (1999), Arte de ceniza / poesía escogida (1991-1999).