Una creaciรณn de Martha Saffo
EVA EVA PARRA PARRA
Una vida trans sobre el escenario
Nยบ 16
Noviembre 2020
7 DE NOVIEMBRE
ORGULLO VIRTUAL
En mayor o menor medida, las cross se han hecho sentir en las Marchas del Orgullo de los últimos años. Siempre se trató de jornadas divertidas de punta a punta, con la preparación desde la casa de una amiga, la caminata por las calles porteñas junto con la procesión y el regreso al punto de partida con una agradable cena grupal. En 2020, debido a las restricciones de la pandemia, todo fue distinto: con carrozas virtuales y avatares, la Marcha matizó la Plaza de Mayo con los colores de cada noviembre, pero desde una plataforma virtual. Desde las 19.30 fueron llegando los participantes al sitio Orgullo2020.ar, una interfaz para viajar hasta la Plaza de Mayo desde cualquier parte del país. Los avatares, pequeños círculos que contenían banderas con los colores LGTBIQ+ o dibujos de
distintos personajes, taparon la plaza como sucede cuando se toman imágenes cenitales de las marchas presenciales. En 2019, las cerca de 200 mil personas que asistieron a la marcha ocuparon el histórico espacio frente a la Casa Rosada. Este año, con el "presente virtual" que dieron 10 mil personas a eso de las 23, la consigna fue: “Nos cuidamos entre todes, nos sostiene nuestra comunidad”. El Frente Orgullo y Lucha, que organizó el evento, recibió donaciones a través de la plataforma web para seguir ayudando a los afectados económicamente por la pandemia. “En pocas horas se pudo lograr una participación masiva, pensada desde el federalismo y desde el cuidado mutuo”, comentó desde Córdoba y a Página/12 Martín Apaz, referente de la Liga LGBTIQ+ de las Provincias.
El staff Dirección, edición y diseño: Valeria Campbell Colaboraron en este número: Amy Aldana, Sophie Blond, Karina Bazán Carpintero, Gabriela Binder, Lucero Du Ciel, Guada Cross, Alexia Montes y Maru Re PLAYCROSS NOVIEMBRE DE 2020 HTTPS://ISSUU.COM/VALERIACAMPBELL2
#QuedateEnCasa (montada) Por Guada Cross Así como si nada importara, tan solo al cruzar la puerta, todo mi mundo se transforma y dejo de ser el hombre que trabaja para convertirme en la mujer que cocina, limpia su hogar y lleva su vida normal de ama de casa, entre otras cosas. Creo que ya no recuerdo cuándo fue la última vez que habité este lugar -mi propio refugio- vestido de hombre. Escuché muchas veces decir que es cansador vestirse y desvestirse cuando están solas en casa, pero para mí ya es una rutina que nunca pierde la magia. La sola idea de no poder vestirme y sentirme una chica del hogar me inquieta demasiado: tan solo abro mi ropero y elijo entre vestidos, polleras y tacones para montarme como una cuestión natural. Simplemente para verme como me gusta. A la hora del trabajo cuesta mucho desprenderse de esta vida interior; a veces me hago la broma en voz alta y digo: "Ya es hora de disfrazarse de nene, porque de alguna forma hay que mantener los caprichos de la nena". Pero somos un todo y podemos disfrutarnos en todas nuestras facetas. Todo se torna fríamente calculado: camino a casa, paro a comprar todo lo que necesito para no volver a salir y poder disfrutar la mayor cantidad de tiempo posible con mi amada Guada, sin que nada ni nadie nos interrumpa. Sucede que el ropero es nuestro mundo, nuestro universo, como si entrara en Narnia, allí donde no existen límites para ser libre. Hace años que estar sola en casa dejó de ser aburrido, al contrario: siempre habrá nuevas formas de disfrutar ese sensual momento en que todo se transforma en un millón de sensaciones diferentes que nunca pierden ni una pizca de sabor. Por más que pase el tiempo, creo que jamás podría dejar de habitar este deseo.
Rellenos, postizos y corsets: ¿trampa o recurso válido? Alexia vuelve a armar debate con el uso de recursos extra de las crossdressers a la hora de mostrarse en lugares públicos: ¿es un engaño de nuestra figura o todo vale?
Por Alexia Montes Ser o no ser, esa es la cuestión. Tengo 67 años y, si bien no me quejo de mi cuerpo, mi cara no es la más adecuada para tratar de pasar por una mujer real, a duras penas por una viejita arrugada. Es lo que hay. Para montarme acudo a cosas básicas: me mantengo depilada todo el tiempo y me maquillo, aunque tampoco con demasiado revoque. Soy bastante impaciente para el make up y no tolero dedicar mucho tiempo a estar frente al espejo para intentar arreglar imposibles. Y uso una peluca de la mejor calidad que pueda comprar mi economía, ya que no me queda otro remedio para suplir mi escasez capilar. Nada más. Ser o no ser implica necesariamente una decisión. Me saco fotos teniendo encima sólo mis elementos básicos de producción y luego me expongo con total desfachatez en Facebook, en Flickr o en mi propio blog con esa decisión. Que me vean tal cual soy. A veces las fotos, vaya a saber por qué milagro de la luz, el ángulo o el enfoque, me favorecen y hasta se adivinan -buscando un pocoalgunos rasgos femeninos. Sin embargo, en otras me veo espantosamente convertida en un varón disfrazado. Pero realmente lo que me satisface, autocrítica mediante, es que no falseo nada. Hace mucho tiempo atrás me ganó la tentación de usar relleno en los corpiños. Me hice un par de bolsitas rellenas de mijo. Solo las usé en mi casa, en algunas fotos, pero nunca salí a la calle ni fui a las reuniones con ese aditamento colocado. Me resultaba incómodo en principio, y luego me pareció una burla a mí misma. “Esa no soy yo”, me decía. Y los dejé de lado. Jamás volví a usarlos y ahora están ahí tirados en el fondo de algún cajón, y
debido al hecho de no usarlos, lo único e interesante que puede encontrar un hombre cuando me acaricia es carne y un par de atrayentes pezones bajo el corpiño. Rellenos de otra clase como los de caderas o de cola jamás pasaron por mi mente. Tampoco esos corsets que te hacen una cinturita envidiable a costa de andar más dura que robot de película de ciencia ficción de los años 50. Muchas veces he pensado en una situación que probablemente a muchas crossdressers, las heterosexuales, no les importe, pero que debería ser prevista por aquellas que, como yo, nos gusta la carne varonil. Pongámonos por un momento en la hipotética posición del hombre que nos levantó, ya sea en la calle o a través de las redes sociales. ¿Cómo reaccionarían si esa voluptuosa cross de anchas caderas, cintura de avispa y senos prominentes, en cuanto se saca la ropa también se va despojando de los que deberían ser sus “atributos naturales”? Yo correría lejos. Aparte de la decepción, por lo que queda de todo ese cuerpazo adivinado bajo la ropa, sentiría el engaño. Y ya es bastante imaginar el riesgo de que se te vuele la peluca en medio de una cogida. En cambio, es una irreemplazable sensación saber que una, como cross, calentó al fulano por lo que es real. Mi cara es real, mi cuerpo, a veces con un poco de pancita, es real y mis gambas, las que han provocado muchos comentarios en las redes, afortunadamente elogiosos, también son reales. Personalmente no me resulta gratificante llamar la atención a través de una imagen falsa. Y esto de la imagen falsa me lleva a otro terreno. Las aplicaciones para modificar el aspecto. Es cierto que está lindo verse mucho más bonita y perfecta de lo que se puede llegar a ser con otro color de cabello, enormes ojos y piel sedosa. Y probablemente eso sea como una caricia al alma cross. Pero para mí sería válido si lo hago como una experiencia de curiosidad solo para mí y no para compartir esa imagen con otras personas que, tal como sucede con los rellenos, no nos ven a nosotras sino una idea inexacta de lo que somos. Jamás hice esa experiencia de las aplicaciones “mejoradoras”. Es más: jamás se me ocurrió bajar una ni por curiosidad. Siendo escritora me sucedería algo parecido si ganara un premio literario habiendo hecho plagio de otro autor o escribiendo sobre temas que jamás tocaría solo para quedar bien con el jurado. ¿A quién estoy engañando? Por empezar, a mí misma. Y después de engañarme a mí misma, lo demás ya no tiene valor. Creo que amerita este paralelo de la literatura con el crossdressing. Sé que muchas juegan con estos artilugios que nos brinda Internet y es evidente que les agrada verse diferente. Respeto sus gustos, pues cada una es dueña de hacer lo que quiera. Solo expongo lo que yo no haría. Yo solo sé lo feliz que me siento cuando me meto en la cama con mi hombre y sus manos recorren mi cuerpo natural sabiendo dónde está cada curva, cada monte o cada bahía, como un avezado explorador que ya ha estudiado los mapas de mi continente.
Chicas que no pasan el control antidoping... por Valeria Campbell Me divierte relacionar muchas cosas con el deporte, y en más de una ocasión ligué la actividad del crossdressing con el fútbol. Para mí, el uso de pads de gomaespuma, fajas extremas y excesivos artilugios para el cuerpo es sinónimo de "doping", aquella palabrita que para los argentinos fue un tremendo dolor de cabeza en tiempos de Diego Maradona y aquel fallido Mundial de Estados Unidos '94. Por supuesto, ruego que mi referencia al doping se tome como una chanza y no de manera literal: nada que ver con la ingesta de sustancias prohibidas, solo se trata de una forma irónica de caracterizar el engaño que traen aparejados aquellos elementos. Coincido con la nota de Alexia y hago la misma salvedad: cada una se monta según su gusto y su búsqueda por simular una imagen femenina. "¡Pero si vos usás bollos de algodón para las tetas!", suele decirme una amiga cross, recriminándome que al final caigo en lo mismo. Puede haber un argumento válido allí, pero considero que si no nos ponemos relleno en la zona del pecho, no hay forma de sustituir lo que la naturaleza y el género no nos dio. En cambio, sí tenemos cola y cadera, algunas más, algunas menos. Creo que estos elementos sí se justifican plenamente cuando se trata de shows sobre el escenario y demás presentaciones donde la ilusión y la transformación femenina están bajo los focos. Pensemos en las maravillas que hacen las dragas en Ru Paul Drag Race, en donde hay un culto a las performances de alto nivel. Pero en el aspecto individual, siento que con los rellenos, el crossdressing pierde un poco su carácter romántico y artesanal. Alguna vez estuve del otro lado, a la conquista de cross desde un rol masculino. Y nunca la pasé peor que con una cross que, al desnudarse en un momento íntimo, empezó a quitarse sus partes de gomaespuma, como si fuese un robot de Transformers desarticulándose... Muy feo.
De aquel hijo del verdulero a entrar en el mundo cross La historia de Karina, una mujer multifacética que fue incursionando de a poco en nuestro ámbito para entender la filosofía crossdresser y adaptarla a sus proyectos
Por Karina Bazán Carpintero La primera vez que me enteré de la existencia de las crossdressers fue a principios de los '90, viendo la película “Simplemente Geraldine”, también conocida como “Just like a woman”. Sin embargo, muchos años antes había sido testigo de la transformación de Marcelo, el hijo del verdulero de Gurruchaga y El Salvador, en el barrio de Palermo. Se convirtió en "Roxana Lion" y posteriormente fue la primer diva travesti de la murga “Los Elegantes de Palermo”, además de pareja oficial de su líder, el Negro Víctor, que también ejercía de barrabrava de River. Marcelo pasó de ser el “rubio lindo” que atendía la heladería El Tucán, donde todas las adolescentes del barrio vivíamos comiendo helado, a convertirse en una rubia que rajaba la tierra a su paso. Para mí, el hecho de saber que podían existir “travestis de medio tiempo y heterosexuales” era toda una revelación. Siempre había tenido un conflicto con este tema de la percepción de género. Desde mis 12 años y a causa de mi cuerpo robusto y mi corte de pelo “a la garçon”, las viejas que no me conocían solían preguntarme descaradamente: “¿Vos qué sos, nena o nene?" ¡Cómo
odiaba esa pregunta y a quien la hacía! De mi boca solo salían epítetos desagradables contra las señoras con poco tacto. “Es que tenés que ser más femenina”, decían… Desde mi mirada, su concepto de femineidad pasaba por tener que dejar los jeans y, en lugar de ir a la plaza con mis amigos, debía quedarme a bordar con vestidito y uñas pintadas… En esa época, lo “machona” traía una connotación negativa y estaba asociado al lesbianismo. Y a mí me gustaban los chicos de la plaza. Lo que más me llamó la atención de aquella peli fue ver a Adrian Pasdar montado, seduciendo a Julie Walters en su papel de veterana autosuficiente y un tanto rústica. Ambos eran lo que querían ser y eso estaba bien. A partir de ahí comencé a interesarme sobre el tema y traté de buscar material en Internet, que iba creciendo a la par de mi curiosidad. A los pocos años apareció el film “Priscilla, reina del desierto” y aquel Terence Stamp sutil y femenino era capaz de hacer creer que Bernadette realmente existía y era mujer. Porque él, el actor de películas de acción, en su papel encarnaba todo lo femenino que a mí, siendo mujer, me exigía la sociedad a la que no estaba dispuesta a complacer. Así fue como pasaron los años y cada tanto descubría algo nuevo sobre este movimiento que parecía no estar en Buenos Aires. Un buen día descubrí la existencia de un departamento donde los hombres podían travestirse por un rato. “¡Qué locura!”, pensé: “¡Qué ganas de conocer a alguno
y llenarlo de preguntas!”. Pero no fue hasta muchos años después que esto sucedió. Una noche de marzo de 2018, mientras pensaba temas interesantes para un trabajo fotográfico que quería presentar al FNA (Fondo Nacional de las Artes), se me ocurrió buscar si existía en facebook algún grupo de chicas cross. Así es como llegué de manera random a un puñado de personas que podían llegar a estar en esta categoría. Tiré mensajes al voleo entre drag queens, trans y travestis, hasta que recibí una respuesta. “Soy Mirna, ¿por qué no te venís el viernes que viene a Rosa de los Vientos y ahí charlamos y me contás qué idea tenés?”. “¡Claro!”, le respondí, "el viernes nos vemos en ese bar de San Telmo".
Karina fue entrevistada por varios diarios de Latinoamérica por "Tanto amor me hace mal", una serie web desarrollada en 13 capítulos y de acceso libre en YouTube Entre la emoción y el cagazo por no saber a dónde me iba a meter, convencí a mis amigas Orne y Mica para que me acompañaran a la cita. Era a las 22 y menos 5 estábamos ahí". Vale aclarar que las chicas no sabían a dónde me acompañaban ni a qué; la idea era contarles una vez que estábamos ahí. Cuando llegamos a la entrada no nos dejaban pasar. “¡Vengo a ver a Mirna!”. Y como si fuera una palabra mágica, se abrieron las puertas. “¿Me decís cómo es? Porque no la conozco”, dije. “Es alta, grandota y rubia, ya te vas a dar cuenta cuando la veas…”, me respondieron. Después de casi dos horas de espera, varias Mirnas fallidas con las que nos fuimos relacionando y junto con dos amigas curadas de espanto, ella hizo su entrada triunfal acompañada de Agustina, Ornella y Daniela. ¡Mirna la Morocha! Nos saludamos y muy cordialmente me presentó ante el grupo y le contó de mi proyecto fotográfico. Yo estaba deslumbrada, quería conocer a todas y que me contaran de su experiencia. La primera en abrirse fue Ornella, que ante la coincidencia de nombre con una de mis acompañantes se hizo amiga enseguida. Creo que el look de Mica ayudó, debido a su llamativo turbante diseñado para esconder su pelada por la quimio, que siempre era tema para romper el hielo. Esa noche saqué fotos de algunas chicas que me habían llamado la atención, como Valeria, “la linda de ojos azules”, y quedé en contacto con otras. La que más me impactó fue Agustina, con quien teníamos una similitud física y, opuestamente a mí, no intentaba esconder su cuerpo con ropas holgadas. Lo paradójico es que le quedaba bien, y si yo hubiese intentado ponerme una prenda así me habría sentido travesti… Esa noche fue motivo de varias charlas y análisis de situación. Para identificar de quien hablábamos usábamos algunas características que a su vez servían para catalogar a las femeninas de los “tipos vestidos de mina”. Porque eso vimos: las chicas que no hacían ningún esfuerzo para ser y aquellas que se esforzaban demasiado y terminaban siendo una especie de imitación burda. Luego entendí un concepto: cada una
representaba a la imagen que tenía de las mujeres. Cada una era el tipo de mujer que le gustaba. Con el tiempo, algunas accedieron a contarme su historia. Estoy convencida de que en su gran mayoría necesitaban ser escuchadas por alguien que no hiciera ningún juicio de valor. Me di cuenta que las historias en sus inicios era iguales, no importaba con quien hablara, siempre había un niño escondido probándose la ropa de mamá o una hermana. En mi viaje conocí a Ana Trossman, que no participaba de reuniones y nunca le había ocultado su condición a sus parejas. Comencé a entender eso del Lado A y Lado B y quise que fuera el eje del proyecto fotográfico. Pretendí que fueran fotos con historias y finalmente el plan quedó inconcluso, porque la mayoría tenía miedo a ser reconocido en su Lado A. Entonces seguí con mis cosas y junto a Chelo Margal comenzamos a escribir “Cláusula de amor”, una fotonovela. Mi inconsciente me susurró el nombre de Agustina al oído y, sin preguntarme por qué, la convocamos para que sea parte. Ella aceptó y representó su papel con maestría. Cada tanto yo seguía asistiendo a los encuentros y conociendo gente nueva, hasta que apareció Mabel y rompió todas las páginas del manual que llevaba escrito. No pasó mucho para que me convirtiera en su amiga, tanto del Lado A como del B, y comenzamos a trabajar juntas en nuevos proyectos. Algunas de las chicas fueron desapareciendo de mis contactos y otras nuevas llegaron, porque así funciona la vida. Mica también se fue y Orne trajo a este mundo una nena. Yo, por mi parte, sigo buscando respuestas y trato siempre de relacionarme con el lado B de la vida, porque si hay sombra, hay luz. Voy en mi viaje con el pelo corto y unos jeans y ya no me importa que me digan señor, porque aprendí que el envase no define al producto. Soy Karina, mujer, heterosexual, actriz, escritora, fotógrafa, realizadora, periodista… Soy artista, y nunca me gustaron las etiquetas.
Mabel Marcel Contreras y Karina: se convirtieron en amigas
Mileena Amberlyn
EVA PARRA
por Valeria Campbell Los caminos de la diversidad adquieren múltiples direcciones. En ese andar sinuoso, finalmente Eva Parra encontró en el teatro la manera de manifestarse en todo su ser y consagrarse a una vida trans. Con la exitosa obra "Lo torcidito", que interpretó en varios puntos del país, la salteña hace aflorar sus sentimientos con un relato descarnado y sin eufemismos. En una charla a fondo con PlayCross, Eva desgrana su pasado cross, su realidad y, por sobre todo, los desafíos que le prepone esta elección. "Pareciera que las personas LGBT estamos condenadas a explicar muchas cosas siempre", describe con crudeza. -¿De qué manera la obra refleja tu persona y tu vida, entre la realidad y la ficción? -De una manera muy profunda e imprescindible. Yo tenía cosas para decir. Básicamente, que desde ese momento iba a tomar las decisiones que sintiera: desde elegir un nombre distinto con el cual identificarme hasta el color del esmalte para mis uñas. -¿Cómo enmarca tus sentimientos el ámbito teatral? -El teatro es obra, persona y vida, todo junto. Así que elegí la ficción teatral para hablar con sinceridad de la manera en que me percibía. Creo que esta idea estaba plantada en mí hacía muchísimo tiempo. Tenía la necesidad de escribir. Pasaron miles de borradores y nunca llegaba a nada. Con la ayuda de Cristina Merelli, una dramaturga porteña, pude empezar a darle forma. Era un unipersonal de una mujer transgénero que contaba sus historias en distintos tiempos y lugares. En cada escena estaba presente mi vida, pero recubierta de ingredientes de ficción. Desde que empecé a escribirla sabíamos tácitamente de que la actuaría yo.
"Ser cross no es estar cómoda ni ser trans es la panacea de algo" En ese momento tomé la decisión de no guardarme nada, no debía faltar ninguna palabra. Pero no intentaba quedar bien conmigo, solo ser verdadera. Así empezó una construcción en espejo. Lo que me pasaba a diario en la vida, influía en la forma de cómo escribía cada escena. Y viceversa. Varios meses después logré poner el punto final. -¿Cómo fue la concreción de la obra en la práctica? -Ya teníamos obra para ponerle el cuerpo. Y no fue fácil. Mil veces quise abandonar todo. Y todas las veces Cristina sosteniéndome. Luego vinieron los ensayos online por celular desde Salta a Buenos Aires, cuando Zoom ni existía. Y casi, por último, salimos a comprar el vestido que iba a usar en la obra. Llegó el momento esperado, así que ese primer día de estreno, cuando se prendieron las luces de la sala y dije mi primer parlamento, me tembló el alma. Lo real y lo ficcionario se encontraban amistosamente para mi sorpresa. No sé bien cuáles serían las palabras para describir lo que me iba ocurriendo a medida de que todo transcurría y el público escuchaba atento lo que les decía. Plenitud. Me sentía afortunada. -En la obra abordás mucho el vínculo con tu madre y tus hermanas. ¿Cómo fue la relación con ellas? -Mis primeros referentes fueron ellas. Creo que nací rodeada de las mujeres más bellas del mundo. Jugaba mucho con mis hermanas, así que crecí compartiendo sus mundos fantásticos. Aunque ellas no lo notaran. Después empecé a usar sus ropas a escondidas -de alguna manera intuí que este juego tenía que ser solo para mí-. Recuerdo entrar al cuarto de planchar y revolver todo para encontrar el vestido más bonito para usar. Horas volteando pilas de ropa eligiendo cuáles quería. Tan inocente mi felicidad. Lo que sí se perdió de mi memoria son los momentos en los que empecé a aprender que eso que hacía estaba mal. Y cedí. Así perdí parte de mi libertad en mi infancia. Pasaron décadas para que me decidiera a recuperarla.
-¿Cómo seguiste en esa búsqueda? -Avanzó el tiempo y fui creciendo con la seguridad de ser travesti, pero sin poder contárselo a nadie. Me volví más callada y solitaria. Cuando mi adolescencia igualó el tamaño de mi cuerpo con el de mis hermanas, volví compulsivamente a robarles la ropa. Admirando nuevamente esos mundos donde ellas vivían y a los cuales no podía entrar. Ya a la distancia, agradezco haber crecido rodeada por esas mujeres dulces e inteligentes. Sin duda son una parte constitutiva de mi vida. -¿Qué mensaje buscás transmitirle al público en la obra y cómo creés que lo recibe, teniendo en cuenta que no te dirigís específicamente a un público LGTB, sino a todos? -Lo LGTB está presente durante toda la obra y le habla de igual a igual a cualquiera que esté en el público. Estoy segura de que el mensaje llega. Somos una sociedad diversa y hay que respetar a las personas que la componen. Simple como para que se entienda en todos lados. Es muy valorado por el espectador cuando se entra a través de un relato teatral en la intimidad de una persona que cuenta, que se muestra. Y te escuchan. En un momento de la obra pido un abrazo al público y casi siempre alguien se levanta rompiendo su anonimato de espectador para abrazarme. Ahí siento que algo empezó a transformarse. Ya finalizada, la gente se acerca con devoluciones de los sentimientos y emociones de lo más diversas.
“Lo torcidito se endereza y, si no se puede, se corta”, sentencia el texto de la obra teatral 'Lo Torcidito', que aborda la vida de Eva, una chica transgénero que decide enfrentar los prejuicios, los miedos, las ataduras y presentarse tal como es -¿Qué tipo de devoluciones? -Una chica trans de un pueblo del interior de Salta me daba las gracias por hablar lo que en los pueblos se calla. Una señora me ofreció a un amigo suyo que vivía solo y al cual estaba segura que debía conocer. Tres chicas me abrazaron juntas y lloramos todas. Una mujer, después del abrazo, me dijo que olía muy bien y yo me sentí hermosa. Todo esto es real. Con esto quiero decir que he sido muy afortunada de participar en Lo torcidito. Ver cómo a muchas personas, el texto le deja algo particular. Eso me hace feliz. -¿Qué fue lo que te movió definitivamente, y a los 40 años, a empezar a transicionar? -Creo que mi transición aparece en el momento que, recién nacido, viene un doctor y dice en voz alta: “Es un varón”. Ahí es cuando hay que empezar a subsanar ese exabrupto apresurado de nombrarte en un género en particular. Hay que moverse de un lugar asignado de antemano a cualquier decisión propia. Sí reconozco un momento a mis 40 años, cuando empiezo a hacer público que soy una persona trans. Pareciera que las
Eva Parra nunca deja de soñar, entre el arte y los desafíos de la vida
personas LGBT estamos condenadas a explicar muchas cosas siempre. A conocidos y a quien quiera escuchar. Entonces, en un momento de la vida empezás a hacerte visible por medio de la ropa que decidís usar o las modificaciones corporales con reemplazos hormonales, como es mi caso. Pero para mí, esos son pactos sociales para que la gente te empiece a tratar como siempre te sentiste que sos. Una trava que finalmente se enorgullese de las decisiones tomadas. Pero todo lo dicho antes es totalmente personal y aplicable a mi vida. Seguro que cada persona trans tiene su forma particular de transicionar y lo empieza cuando cree o puede. -Y vos encontraste la vía del teatro… -Sí, la manera de hacerme visible era a través del teatro, indefectiblemente. Porque desde hace muchos años era lo que más me seducía para expresar las ideas. Así que de pronto me vi saliendo del closet en un escenario. "Mi nombre es Eva", les repetía a los presentes, protegida desde un parlamento teatral y enfundada en un hermoso vestidito. Siento que toda mi vida estuve pensando la forma de llegar a ese lugar donde una deja de explicar para simplemente ser. La verdad es que me sirvió.
La mirada directa al público, bien característica de "Lo torcidito"
-Hay un salto muy grande desde la “comodidad” cross al “desafío” trans. ¿Cuánto “duele” ser una persona transgénero y por dónde pasa la satisfacción y el disfrute? -No creo que ser cross sea estar cómoda. Ni que ser trans sea una panacea de algo. Son búsquedas diferentes. Para mí, ser cross fue una etapa, pero tengo amigas que es el lugar adonde quieren llegar. Viví tantos años saliendo a escondidas, sufriendo con la posibilidad de ser descubierta y perder el mundo, que en ese momento lo veía como lo único y correcto para mí. Cuatro décadas de seguir esta receta me saturaron. Todo indicaba que iba a colisionar en la dirección que insistía en tomar. No era cuánto tiempo pasaba adentro de un vestido, era sentir que mis elecciones tomadas hasta ese momento tenían mucho de autorrepresión. Empezar a poner en duda si no podrían estar equivocadas.
sitaba para emprender todos los cambios que vendrían en mi vida. Así fue mi bautismo, escribiendo mis tres letras en un texto teatral. Luego lo repetí en voz alta y me di cuenta de lo hermoso que sonaba. Me lo quedé para mí. Por último, salí corriendo a realizarme un tatuaje de una mano de mujer sosteniendo una manzana en la cual se enreda la serpiente. Como una especie de documento grabado en la piel. De recordatorio. Diferenciar la Eva bíblica de la Eva política, que es lo que aclaro muchas veces en la obra, fue simplemente un artilugio dramático para que el personaje del texto sea asociado a la mujer expulsada del paraíso y restarle las connotaciones políticas que no eran las adecuadas para la dramaturgia. -Conviviste con una mujer y te separaste cuando tu hijo tenía dos años. ¿Cómo es la relación y comunicación con él desde tu perspectiva trans? -Ahora mi hijo tiene once y vive conmigo semana de por medio. Siendo cross tenía que esconder cremas, maquillajes, pelucas y tacos, cada vez que venía. Una situación muy incómoda. Sentía que toda esta situación empezaba a ser muy careta. Si lo que buscaba para nosotros dos era crear un vínculo verdadero, ésta ya no era una manera posible de hacer las cosas. Con la madre de mi hijo y la psicóloga buscamos un momento, una reunión, para hablar del tema. Escribí una carta explicando que yo era una persona transgénero. Sin que nadie notara lo que me sucedía, me criaron como a un hombre. Yo no me sentía como uno. Le contaba también cuál era mi nombre. Habría muchos cambios, pero nada en el mundo podía modificar la forma en que lo amaba. Yo, temblando y a punto de llorar. El, petrificado por la reunión tan extraña y repentina a la que había sido citado. Teminé de leer la carta y quedamos un rato en silencio. ¿Qué
-¿Y ser trans qué implica? -Ser trans te saca todos los privilegios de ser el hombre cisgénero que te venías creyendo de un solo plumazo. Ir a comprar el pan, hacer la cola en un banco, la mirada de rechazo de la vieja en el almacén o caminar sola de noche sintiendo miedo se convierten en formas distintas de relacionarte con mi sociedad. Y me cuesta un montón todo el tiempo. Nunca fui valiente. -¿Qué similitud tiene la Eva Parra real con esa “Eva bíblica y no política” tan mencionada durante tu interpretación? -Elegí para mí muchos nombres distintos en mi vida. Pero presentía que no eran los definitivos. Mientras escribía "Lo Torcidito" apareció como por arte de magia. Y supe al instante que ése era el correcto. El texto le pedía en un momento especial al personaje que revelara a su madre cómo había decidido llamarse. Podría haber sido cualquiera, pero pensé en esa Eva expulsada de todo lo conocido por desobedecer. Esa primera mujer que se revelaba a lo que le había sido impuesto. Esa misma fuerza la nece-
Dejar de esconderse y de cumplir mandatos, premisas para Eva
pasaba si la persona que más me importaba en el mundo me rechazaba en ese momento? Salimos a la sala. Él se quedó con su psicóloga. Unos minutos después se abrió la puerta. Mi hijo me dio el abrazo más hermoso y esperado de mi vida. En silencio me explicó de alguna forma que no importaba si entendía todo lo que le había dicho. Porque lo más fuerte era el amor que nos teníamos. -Depende de cada una, pero... ¿cómo se autopercibe “lo torcidito” dentro de la condición cross? -Toda la historia habla de una chica cross. Tengo muchas amigas que se vieron reflejadas en distintas partes de la obra. Eso demuestra que nuestras historias comparten puntos en común. Las relaciones familiares, los lugares que frecuentamos, el mal trato, las faltas de respeto, el amor y la desilusión, la amistad, la infancia... Además, esta obra no solo relata experiencias mías. Hay anécdotas que son de otras personas y me resonaban de formas muy cercanas. Estamos llenas de historias. Cada una de nosotras tiene una obra entera para escribir. -¿Creés que una cross puede alcanzar la plenitud o está condenada a ese estado de hibridez, fluctuando siempre entre lo femenino y lo masculino? -Depende las personas. Para algunas, la plenitud es ser cross y es tan válido como cualquier otra cosa. Yo disfruté mucho salir algunas noches empoderada en la reina del bolichón, en tacos de quince centímetros y teniendo la seguridad que todo lo que pasaba o lo que hacía en ese momento, al otro día desaparecía. Como una especie de Cenicienta saltando de un mundo mágico a la realidad diaria. Ahora que ya estoy más vieja, los quince centímetros de taco se transformaron en chatitas y las minis, en polleras, vivo las cosas de una manera diferente sin la vorágine que implicaba preparar tu imagen para un momento exclusivo y que duraba lo que duraba. Y aprendí para mí que la imagen no dictamina la persona que una es. -Santiago del Estero, Santa Fe, Salta, Buenos Aires… ¿Tuviste que readaptarte a las distintas provincias en las que viviste para llevar adelante tu femineidad? -Son todos lugares muy distintos, las reacciones cambian, pero una más o menos sigue siendo siempre la misma en todos lados. En la época que escondía mi identidad de género veía coincidencias en todos los lugares a los que iba. A pesar de que viví en distintas sociedades con distintos pensamientos, me pareció como que las personas te reciben de maneras similares. El rechazo y la aceptación existen más o menos en todos lados y toman formas parecidas. -¿Ahora qué buscás en el amor? ¿Qué persona te puede llenar el corazón? -Capaz que sea el momento para estar sola. Me repito como un mantra. Con tantos cambios, no sé si estoy preparada para una relación. Y después me arrepiento de ese pensamiento y me imagino en pareja compartiendo las cosas más sencillas y cotidianas. Por último, llego a la conclusión de que soy una histérica ¿Serán las hormonas?
Eva entre una pila de ladrillos que se rearma al ritmo de la obra
En el jardín de su casa, en la apacible Salta
-Te planteo el interrogante que te hacés en la obra: ¿cuántas veces se puede empezar de nuevo? -Es indispensable estar convencida de que siempre se puede. Interminables veces. La construcción que hacemos sobre nuestras personas es constante. Lleno de nuevos comienzos. - Cómo definirías lo “inalterable” de nuestro ser? -“Esto no se trata de ropa, ni de hormonas ni de cirugías. Esto se trata de lo que está aquí adentro, lo intocable en el alma, lo inalterable”. Así dice una frase de la obra. Se trata de nuestra esencia como personas.
Relatos eróticos
Flechazo de pasión por Sophie Blond Era mi última noche en Buenos Aires, al otro día a la mañana tenía el vuelo para volverme a Tucumán. Había sido un viaje maravilloso y quería terminarlo de la mejor manera. Venía charlando con un hombre de unos 45 años, porteño, que estaba de viaje en el Sur. Adelantó su vuelta un día para poder verme esa noche y el plan era ir a cenar a un bar en el centro que a él le gustaba mucho. La noche anterior yo había salido con amigas a bailar, así que venía con un toque de cansancio, pero al mismo tiempo andaba con muchas ganas de verlo. Me preparé bien pero tampoco nada exagerado: un vestido negro corto, stilletos nude super empinados y un tapado negro porque estaba fresco. Además, pelu lacia rubia con raíces de aspecto natural. Al bajar del taxi lo ví: era más lindo y sexy que en las fotos y muy alto -1.90 maso-, morocho, ojos claros, brazos y manos enormes, Se le veía salir un poco de pelo del escote de la camisa leñadora, que le quedaba perfecta con el jean clásico y el reloj en su mano. Me bajé del taxi en la vereda de enfrente y él me miraba mientras cruzaba la calle. Cuando me acerqué al cordón estiró la mano para agarrarme. Al hacerlo me tiró hacia él, muy pegada a él. Me miró y me dijo: "Qué ganas tenía de verte, muñeca. Sos más linda que en foto". Respondí riéndome y le dije: "Me pasa lo mismo". Se rió y me dio un beso cortito pero intenso en la boca. La noche estaba hermosa y el bar quedaba a unas cuadras. Me agarró la mano y nos fuimos caminando; en el trayecto pasamos por una farmacia y recordé que tenía que comprar un perfume, así que entramos. Cuando estaba por sacar el dinero se ofreció a pagarlo pero me negué. Salimos y por ratitos me tenía de la mano y otros por la cintura. Llegamos al bar, muy lindo en una peatonal. Y como los dos fumamos, nos sentamos afuera. Era un viernes, muchísima gente por todos lados, pero nosotros estábamos en una "burbuja". Aparte de sexy, este chico era gracioso, divertido e inteligente. Cuando terminamos de comer nos fuimos a otro bar, con más música y más onda. Los tequilas y las cervezas hicieron su efecto, manitos juguetonas, besos, piropos al oído y selfies picaronas que hacían que sintiéramos que hacía 70 grados. Había mucha atracción sexual, tanto que antes de las 2 de la mañana nos miramos y, sin decir nada, nos
Sophie y su última noche inolvidable en Buenos Aires
dijimos todo. Salimos de ahí, y nos fuimos a un hotel. En el hotel me descalcé y nos reíamos porque tenía que agacharse un poco para darme un beso (mido 1.69). Pidió un champagne, atenuó las luces y prendió el jacuzzi. Entre beso y beso le desprendo la camisa y sale a la luz ese pecho enorme con pelos que me volvió loca (desde que lo vi quería tenerlo sin la camisa). El aprovechó y me sacó el vestido. Minutos después estábamos tomando el champagne en ropa interior mirándonos, deseándonos, disfrutando el momento, la previa, las ganas del otro... En un momento me dijo: "Quiero tomar desde tu panza". Me recosté y sentí el líquido helado en mi abdomen y al segundo su lengua caliente, junto con un pequeño quejido grave que le salió sin querer. Me miró y se me tiró encima buscándome la boca para besarme con muchas ganas, mientras sus enormes manos se paseaban por todo mi cuerpo. Cuando me doy cuenta que estoy desnuda me mira, guiña el ojo y dice que vayamos al jacuzzi. Se para y se saca el boxer blanco y sí... no solo las manos las tenía grandes. Me levanta de la cama como si nada y me lleva al agua. Le digo que no, que tenía que poner
una pinza en el pelo por la peluca. Me responde que me la saque y lo miro con cara de "¿Seguro? "Seee, sacatelá", me contesta. Lo hago, me mira y me dice: "Listo, ahora estás más cómoda, hermosa". Me deja ahí y se sirve unas copas más. Fue el placer de ver a un hombre así, desnudo, solo con el reloj puesto y esa cara de deseo sirviendo unas copas para mí. En el agua nos comimos a besos, me puso de espaldas, empezó a besarme el cuello, bajó a la espalda, se quedó un rato en la curva antes de la cola y después bajó más. Podría haber muerto ahí mismo, casi exploto. Esa lengua era maravillosa... Mientras me lamía me tocaba adelante, me hizo terminar ahí y el también lo hizo. Me trajo una toalla y nos fuimos a la cama. Allí seguimos con besos y vi cómo se ponía duro de nuevo. Era mi turno: se acostó boca arriba y empecé a besar ese pecho que tanto me gustaba. Después bajé al ombligo y, más abajo, lo empecé a chupar mientras le pasaba las uñas por todo el pecho y brazos. En un momento me agarra la cara, me mira y me da vuelta.
“Empezó a moverse y me preguntaba si estaba bien o si quería más fuerte, y yo solo atinaba a decir: "Más, más" Quedé acostada con las piernas arriba, estira la mano y saca un preservativo. Se lo pone en un segundo, me mira y empieza a entrar. Era enorme pero no sentía nada de dolor, esos besos en el jacuzzi funcionaron muy bien. Empezó a moverse y me preguntaba si estaba bien o si quería más fuerte y yo solo atinaba a decir: "Más, más", mientras que se lo pedía me tocaba, me besaba. En un momento me pone en 4 y empezó a darme más fuerte. Observo al espejo y ver ese momento, su cara, sus manos en mi cintura y lo que estaba sintiendo era riquísimo. Cuando se dio cuenta que yo ya estaba por terminar (de nuevo) empezó más fuerte y a gemir con la voz gruesa. Siento que él acaba y a continuación sigo yo. Nos quedamos quietos, mojados, me besaba la espalda.. No quería salir, me tuve que mover yo. Sentados, nos miramos, nos reímos y dijo: "¡Tremendo, estuvo!". Sin darnos cuenta ya eran las 6.30 de la mañana, había desayuno, así que lo pedimos. Mientras comíamos las medialunas con el café nos cambiábamos. Llamó a un taxi y me dejó en casa; así me terminaba de preparar para irme al aeropuerto porque me faltaba terminar de armar la valija. Me volvía para Tucumán y él, en unas semanas se iba a vivir a España. Era la primera y única vez que nos íbamos a ver y lo sabíamos; nos dimos un abrazo, me bajé del taxi y se fue. Esto pasó hace dos años, pero aun me reacciona las historias y fotos de Instagram, y me dice que fantasea con volver a vernos. Y quien sabe... tal vez algún día. Hay gente que aunque parezca muy ideal para una sabemos que son solo momentos esporádicos. Para proyectar con alguien es necesario mucho más que atracción física y buen sexo... aprender eso ahorra muchos dolores de cabeza.
Looks: el desafío de evolucionar en el tiempo por Maru Re
Dilemas de la vida: ¿cómo resistir a la evolución y no enfrentar las distintas sensaciones de verse a través del tiempo? Crecer en el mundo y la vida crossdresser significa respetar las cosas que nos fueron definiendo y, en mi caso, descubrir la devoción por las prendas femeninas. Desde aquellos comienzos con algunas ropas de mi mamá o de mi hermana, sentir las medias de nylon sobre mi piel, o esas prendas íntimas de raso, que resaltaban el brillo y la suavidad, e ir evolucionando en las performance de montaje cuando tenía esos camisones largos de seda y encaje, hasta llegar a ponerme distintos vestidos o pantalones de vinilo y botas que progresivamente me impulsaban a más, sumar la bijouterie y alguna que otra vez un labial o algún rubor. Todo venía bien hasta que, en ese afán diario de montarme, hurté varias prendas para que cada noche viviera en soledad esos ratos de placer. Pero llegó la oportunidad en que las descubrieron y tener que dar explicaciones (que no explicaban nada y tan solo había que bancarse el reproche y la estigmatización posterior) para llegar al letargo de la represión interna por años y años. Después me fui a vivir a otra ciudad, en la casa de unos familiares, para estudiar. Allí disponía de muchas horas de soledad -todos trabajaban- y me atreví a revisar el guardarropas de mi tía. Oh sorpresa, encontré un tapado de visón 7/8 y lo acaricié… y despertó el inconsciente anestesiado. Pronto me lo estaba probando, lo cual empujó al siguiente paso, porque era un crimen ponérmelo sin estar debidamente pertrechada de la indumentaria apropiada. Velozmente me desnudé y comencé con el montaje: las medibachas y una malla/faja. Sigo explorando y la tía tenía en una bolsita unas medias con portaligas (parece que no había abandonado las artes de la seducción íntima… jaja). Sigo con una bombacha y el corpiño –con relleno abultado para poder darle la forma correcta-; luego un vestido de noche/fiesta por debajo de la rodilla negro hermoso, para después atacar el alhajero. Me puse todo lo que me cupiese y continué con unas sandalias de taco alto charol negro y finalmente el tapado…. En ese momento bullía la sangre; me veía al espejo y caminaba cual modelo en una pasarela. Morí y resucité en fracciones de segundo, hasta que la culpa me retrotrajo las sensaciones represivas que me decían: “Sos una enferma, degradada social” y me saqué rápidamente todo, guardando cada cosa en su lugar y con la disposición en la que las encontré, ducha eterna hasta enfriar todo. Los años pasaron, moldeando la vida que se esperaba de mí, de manera de satisfacer cada expectativa impuesta en mi destino,
el hecho de formar una familia y desarrollarme profesionalmente. Pero el virus cross es más fuerte y cuando te relajás y todos esos objetivos no te completan, aparece lo esencial, aquello que viene con una. Por más que lo escondamos u ocultemos, siempre aflora, y lo primero que lo demuestra es el desencuentro sexual con mi pareja, así que lo primero que busqué fue mujeres que me dieran posibilidad de desplegar mi condición sin crítica o desprecio. Los encuentros con prostitutas me abrían las puertas a momentos donde vivía la fantasía, me prestaban sus ropas (bien sexys), y así fui moldeando preferencia por todas esas ropas vinílicas bien resaltantes que fueron formando mi primer guardarropas. Empecé a comprar botas bucaneras, pelucas rubias, vestidos y calzas engomadas. También, abundante y exagerada bijou hasta conformar el look farolera que me fascinaba. Todo fue así por años hasta que llegó la oportunidad de salir a la calle montada (mi primera noche con La Banda Del Golden Cross) y allí descubrí que todos esos modelos iban bien para la fantasía íntima, pero no eran muy acordes para andar por Avenida Santa Fe haciendo compras a las tres de la tarde. Aquello dio pie a una escalada de compras de outfits más naturales, adoptar un modelo de peluca menos llamativa y más permanente que conformaran una identidad duradera en el tiempo. Básicamente hoy siento que mi montaje es más femenino, más estable respecto de aquellas primeras experiencias. Con distintos matices he alcanzado a consolidarme como mujer (en esos momentos que puedo) y, a pesar de todas las transgresiones y diversidad de opiniones que puedan tener, me siento feliz de lo que soy. Espero que quienes comparten amistosamente esos momentos se sientan confortables en el espacio creado. Veremos qué nos depara el futuro y qué cambios nos esperan por hacer.
FICCIONES
Insatisfacción garantizada Por Lucero DuCiel Me encontré al Diablo por primera vez hace ya más de veinte años. En aquel tiempo yo vivía a pocas cuadras del Jardín Botánico donde, me enteré más tarde, se ubicaba una de las tantas puertas del Infierno. Por entonces el Botánico estaba infestado de gatos y era usual ver a las viejas del barrio dejarles comida en bandejitas de telgopor. Algunas incluso se acomodaban en los bancos de piedra de la vereda, dejándose rodear por decenas de felinos escuálidos que soportaban estoicamente la cháchara de la anciana con tal de conseguir un mínimo bocado. Una noche como cualquiera, mientras volvía a casa del trabajo por la cuadra que da sobre Santa Fe, un auténtico gaterío se abalanzó sobre mis pies obligándome a detenerme para evitar ir a dar al piso. A pocos pasos de distancia, una de las consabidas viejas miraba la escena casi con diversión. -No les tengas miedo, Juan, sólo quieren tu compañía... En ese momento debí haberme dado cuenta de lo extraño que era que me hubiera llamado por mi nombre, pero seguía aturdido intentando liberarme del asedio de los gatos. -¿Cómo dice? ¿Mi compañía? ¿Pero cómo hago para sacármelos de encima? La vieja se me acercó dando pasos cansados. Cuando estuvo casi encima mío, me dijo: "Es fácil Juan, sólo tenés que saber qué otra cosa quieren todavía más que tu compañía", y sacó un paquetito de la bolsa que llevaba colgada del brazo, captando inmediatamente la atención de todos los gatos a mi alrededor. Abrió el paquetito, que tenía trocitos de carne y grasa, y se encaminó a uno de los bancos de piedra con los mismos pasos cansados. Mientras veía cómo la multitud de felinos se iba atrás de la vieja, caí en la cuenta. -¿Cómo sabe mi nombre? ¿Nos conocemos? Se sentó en el banco en tanto los gatos se abalanzaban sobre el paquetito. Levantó la mirada para verme y me respondió: -Yo sí te conozco, pero si querés que te diga cómo, vas a tener que sentarte en el banco. Ahora que te salvé de los gatos no quiero que termines en el suelo desmayado por mi culpa. Ahí mismo tendría que haberme dado la vuelta y seguir para mi casa, pero me había ganado la curiosidad de saber de dónde me conocía la vieja, así que al final fui hasta ella y me senté en el banco de piedra. -¿Y? ¿Qué me va a decir ahora? ¿Que es mi abuela perdida? "No", dijo, y me miró a los ojos: "soy el Diablo". Ahí nomás me levanté dispuesto a dejar atrás cuanto antes a la mujer que evidentemente estaba mal de la cabeza. Llegué a dar dos o tres pasos y me detuve en seco cuando la escuché decir: -Qué bueno que no estás de tacos, así podés irte más rápido. Me di vuelta al tiempo que una infinidad de pensamientos cruzaban mi mente ¿Cómo podía saber esa vieja? Jamás había caminado en tacos a menos de cincuenta cuadras a la redonda de mi casa. ¿Me había seguido? ¿Desde dónde? ¿Qué buscaba? -No te seguí desde ningún lado. Sí, sé muy bien que andás por la calle con ropas de mina, y si parece que te estoy leyendo la mente es porque… bueno, de alguna manera puede decirse que lo estoy haciendo. Y en cuanto a cómo, ya te lo dije, es porque soy el Diablo. Tuve que volver sobre mis pasos para dejarme caer de nuevo en el banco, porque una súbita debilidad se apoderó de todo mi cuerpo y un sudor frío me recorrió las sienes y la espalda. Casi me dio gracia darme cuenta de que me aterraba más saber que mi secreto podía ser develado, que el hecho de estar en presencia del demonio personificado. -Usted no puede ser el Diablo. Conoce mi secreto, se lo concedo, pero debe haber alguna trampa, me descubrió y me siguió, hizo averiguaciones y ahora quiere chantajearme de alguna manera. -¡Qué original sos, pibe! ¿Sabés que todos dicen lo mismo? Entonces decime cómo puedo saber que guardás la lencería en una caja de herramientas en la baulera, que la primera prenda que te probaste fue el vestido azul que usó tu vieja para el casamiento de tu prima, y que cuando te autosatisfacés fantaseás con estar vestida como Jessica Rabbit.
-¡Basta! Ahí sí me congelé de terror, no había manera de que nadie supiera todo eso sobre mí al mismo tiempo. -¿Y ahora qué? ¿Venís a llevarme al infierno? -Noooo pibe, para nada. Lo que quiero decirte es que yo te puedo ayudar a que tu vida sea como vos la soñás. -¿Y vos por qué querrías ayudarme? ¿Ahora sos el buen samaritano acaso? Seguro que me querés cagar, tiene que haber algún precio. ¿Querés que te venda mi alma? -Nada de eso pibe. Primero que nada, no te creas todo lo que dicen por ahí acerca de mí. ¿Nunca oíste hablar de la “historia oficial”? La historia la escriben los que ganan y a mí me tocó perder, así que ya ves, tengo que cargar con ese estigma. Como yo lo veo, lo que te pasa a vos es una gran injusticia por un capricho de “ya sabés quién”... A mí me alcanza con escupirle un poco el estofado y hacer que algunas cosas no salgan como Él quiere. -¿Y entonces, qué? ¿Cómo sería? ¿Mañana me levanto y soy una mina? ¿Así de fácil? La vieja dejó por un momento de darle de comer a los gatos, me miró y encogiendo los hombros, dijo: "Así de fácil". Me quedé mudo, paralizado, mientras mi mente procesaba una catarata de pensamientos tratando de asimilar lo que estaba pasando, anticipando una nueva vida, evaluando consecuencias… -Esperá, ¿Y qué va a pasar con...? -¿Con tu mujer y tu hijo? ¿Con tus viejos, tus amigos, tus compañeros? La vieja realmente me leía la mente -Ellos no se van a enterar de nada. Puedo hacerlo de varias maneras, puedo reescribirles los recuerdos a todos ellos, hacerles una historia nueva, pero lo más fácil para todos es reemplazarte. Todo lo que sos vos hoy, todos los espacios que ocupás, tu nombre, todo queda igual pero con otro en tu lugar. De hecho ya tengo al candidato ideal… Entonces caí en la cuenta. Pensé en mi hijo y en mi mujer, imágenes de los momentos más felices de mi vida y me invadió un inmenso pesar. -Y yo también me olvidaría de todos ellos ¿no? La vieja sacudió la cabeza -No -me dijo-, si yo hago que te olvides de toda tu vida anterior, sería como si yo no hubiera hecho nada. Para vos tu nueva vida sería toda la vida, no podrías apreciar el maravilloso regalo que te fue dado. ¿De qué sirve dar un regalo si el que lo recibe nunca se entera? Otra vez me invadió la catarata. A simple vista todos tenían lo que querían. Yo conseguía lo que secretamente había anhelado durante toda mi vida, mientras que el resto del mundo seguía su curso como si nada. Pero entonces, pensé en la situación de saber que otro se había hecho con mi vida ¿Podría yo ser feliz sabiendo que ellos eran felices sin mí? ¿Qué era más egoísta? ¿Abandonarlos para seguir mi deseo, o abandonar mi deseo para no perderlos a ellos? El Diablo me sonreía con la cara de la vieja como quien acaba de hacer un gran favor, Pero ya antes me había leído la mente, así tenía que saber que me estaba torturando internamente. Ahí me di cuenta que su intención jamás había sido ayudarme, sino ponerme en esta situación. Vi cómo gozaba sabiendo que la decisión que tomara de cualquier manera me iba a dejar insatisfecho por el resto de mi vida. Me levanté y le dije: "Puede que hoy mi vida no sea perfecta, pero nunca lo es, y al menos ahora tengo con quién compartirla. Guardate tus favores". Me fui lo más rápido que pude. No fue la última vez que me lo encontré al Diablo, y a veces estuve tentado de aceptar su oferta, pero ésas son otras historias.
COMICROSS wonder woman: "una que conocemos todas" por Amy Aldana Creo que de alguna manera, todas sabemos quién es Wonder Woman o, más en criollo, “La Mujer Maravilla”. Ya sea por la serie de la década del 70 protagonizada por (y me pongo de pie en tacos) la talentosa y portadora de una belleza única, la actriz Linda Carter, o tal vez por los dibujos animados de los Súper Amigos, esos que nos acompañaban durante las tardes de los 80’s, Vascolet por medio. O las chicas más jóvenes, con el conocimiento que tienen de ella a través de los cómics o el cine. Lo que quiero decir es que Wonder Woman es un ícono de la cultura pop que trasciende generaciones... pero hagamos un poquito de historia. La princesa Diana (así es su nombre real), sale a la luz en el mundo de las historietas allá por los años 40’s. Proviene de un pueblo oculto donde las mujeres son amazonas guerreras dentro de un ambiente de cultura griega, dueña de una fuerza descomunal, de sus famosos brazaletes de poder y de su lazo de la verdad, ése que si te atrapa confesás hasta tus más íntimos secretos. Aunque la Mujer Maravilla no solo combatió villanos que quieren dominar el mundo en estos más de 70 años de historia, sino que paralelamente tuvo que luchar contra una sociedad llena de hipocresía y machismo. Y romper con ciertos estándares establecidos: que su traje era inadecuado, que poner una heroína no era muy “vendible" en una tapa de cómics, y menos tener su propia revista, sino que debía ser compañera de algún superhéroe alfa, etcétera. Más allá de hacernos disfrutar de sus aventuras, de haber formado parte de la Liga de la Justicia junto con Batman y Superman -párrafo aparte, tuvo affaire con los dos-, la Mujer Maravilla tuvo sus idas y venidas dentro del cómic con Superman y fueron las aventuras más divertidas, como también su ¿amor? con un militar de alto rango llamado Steve. Wonder Woman fue símbolo de la lucha feminista de los 70’s, además de uno de los personajes más populares de DC cómics. Incluso, tal vez la primera heroína en confesar abiertamente su bisexualidad. Seguramente es musa inspiradora de muchas de nosotras -su traje es el sueño de varias cross- y además: ¿quien no fantaseó en girar sobre su propio eje, tipo Linda Carter en la serie, para convertirte en esa chica que queremos, o en la mismísima Mujer Maravilla?