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REALIDADES Compasión: provenientes del mismo

Mentoras de la compasión

¿Cómo la experimentas? ¿Quiénes son tus mentores? Responder a estas preguntas es uno de los ejercicios más significativos que me ha ayudado a entender que la compasión no se vive ni se expresa en lo abstracto. Recuerda a quienes la han activado en ti, quienes han sido vínculo de vida y protección, cuidado o guía. Estas personas son canales a través de los cuales Dios se revela. Estas relaciones generadoras constituyen un referente concreto y encarnado de la compasión.

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Tendría unos 18 años cuando conscientemente sentí que algo en mi interior se removía. Eran cerca de las siete de la mañana cuando dos catequistas llegaron a la choza donde nos hospedábamos una compañera y yo. Era en un rancho del estado de Oaxaca, donde hacíamos una experiencia de misión. Una señora estaba enferma y pedían que fuéramos a rezarle. Después de pasar colinas y cerros, llegamos a la casa, pero ya había fallecido. Era joven, estaba en un catre, sin vida. Alcé los ojos y miré a su hijo. Un chico de unos 8 años, estaba recostado sobre una viga, que colgaba encima del catre de la mujer, miraba a todos los presentes buscando quizá que alguien le dijera que todo iba a estar bien. «Ven, m´hijo», le dije. El niño me abrazó y me preguntó: «¿se murió, verdad?». «Sí», le respondí. Y rompió a llorar desgarradoramente. Lloré con él, y durante el velorio y la sepultura, el pequeño no se apartó de mi lado. Cuando el tiempo de la experiencia en el rancho llegó a su término, me costó subirme a la mula y echarla a andar. El niño lloraba, y llegué a considerar seriamente quedarme ahí para cuidarlo. Esta experiencia de conexión y dolor compartido fue activando en mí la compasión, cuya vivencia sigue siendo el mayor reto y la razón de ser de mi vida como religiosa y misionera.

Joyce Rupp, religiosa Sierva de María, ha escrito sobre el tema. La

teóloga norteamericana sostiene que la compasión es un estilo de vida, una postura interna ante el sufrimiento, nuestro y de otros, acompañado por el deseo de traducirlo en acción. Su experiencia, le ha demostrado que éste puede ser la puerta por la cual entra este valor; sostiene que es inherente a la condición humana y se da de diversas maneras y niveles: personal, social y ecológico; afecta a la persona, a los pueblos y al planeta. Así como el sufrimiento, la compasión también se abre camino a través de la vulnerabilidad. Brene Brown, investigadora estadounidense, ha realizado numerosos estudios sobre esto. Las preguntas que se plantea son: «¿Qué hay detrás de nuestro miedo a ser vulnerables? ¿Qué precio estamos pagando cuando nos cerramos y nos desconectamos? ¿Cómo aceptamos y conectamos con nuestra vulnerabilidad para empezar a transformar nuestra forma de vivir, amar, educar y guiar?» Desde su experiencia y análisis, Brown ha entendido que el ser humano busca y necesita conectarse para dar sentido a la vida. Dado que muchas de las historias de sus pacientes hablaban de desconexión, entendió que era el miedo y la resistencia a la vulnerabilidad lo que los hacía inmunes a la compasión. La persona se desconectan de otros al creer que no es digna de amor, ni de compasión.

Compasión en clave femenina

¿Qué significa para ti? ¿Cómo la definirías? ¿Es una prerrogativa femenina? ¿Son las mujeres más compasivas que los hombres? Por mucho

«El ser humano busca y necesita conectarse para dar sentido a la vida»

tiempo, la tradición, la literatura y las normas sociales relacionaron la compasión con lo femenino. De tal forma, los procesos de socialización han influido en la manera en que se entiende y expresa la compasión; la simpatía, gentileza, calidez y expresión abierta de emociones eran actitudes y conductas aceptables sólo en mujeres. De ahí que se decía que los hombres tienen cerebro, mientras ellas son todo corazón. En otras palabras, la expectativa aún en muchas culturas es que la mujer sea tierna y cercana, mientras que

Dave Domingues

«La compasión es un estilo de vida»

el varón actúe con fuerza, estrategia y mente fría. No sólo eso, sino que mostrarse necesitado, vulnerable y sentimental se ha visto como debilidad, y, por ende, la connotación es negativa. Por tanto, más que decir que la compasión es una prerrogativa femenina, puede decirse que los condicionamientos sociales crearon y atribuyen género a la expresión.

Compasivo y misericordioso

Así se autodefine Dios. Son palabras que se intercambian para definir su esencia divina. A lo largo de la historia, tradiciones religiosas han usado metáforas «femeninas» para tratar de entender el misterio insondable de Dios. En la Biblia se aplican los términos rahamin (entrañas, misericordia) y rahum (misericordioso) para describir lo más propio de Él. La imagen de réhem (seno materno) como la fuente de donde brotan los sentimientos y acciones de Dios es recurrente. Estos términos indican vínculos de vida, protección, cuidado, intimidad, etcétera. En árabe, la palabra vientre y misericordia es la

Realidades misma: rahma. El vientre es el espacio donde el bebé experimenta mayor cercanía y vinculación con la madre; es el lugar del cuidado, la defensa y crecimiento, de la participación afectiva íntima, profunda, tierna y eterna (Is 49,14- 15). La tradición judeocristiana ha utilizado también imágenes «femeninas» para describir la manera en que Dios la expresa. Un bebé tejido en el vientre; una «gallina que reúne

«Proteger, abrazar, cuidar, limpiar, lavar, incluir, sanar, nutrir, acompañar, perdonar, son acciones normalmente realizadas por mujeres»

a sus pollitos» (Lc 13,34), mujer que le canta a su amado (Ct 6,4-8), se ha manifestado y está unido a su pueblo «con lazos de amor, con gestos de ternura» (Os 11,1-4). La imagen del Buen Pastor que rescata, abraza, cura y acoge a la oveja herida, del padre que corre y abraza al hijo que regresa arrepentido (Lc 15), del hombre que ve, limpia, sana y acoge al forastero (Lc 10, 25-37) evocan la compasión y ternura divinas. De igual manera, proteger, abrazar, cuidar, limpiar, lavar, incluir, sanar, nutrir, acompañar, perdonar, son acciones normalmente realizadas por mujeres. El Dios revelado en Jesús es compasivo, misericordioso y fiel, de la gratuidad y la justicia (Ex 34,6), quien desde antaño se manifestó a Moisés, el Dios del Éxodo, que ve la miseria del pueblo oprimido y baja a liberarlo (Ex 3,7). Jesús, el hijo amado, es la persona que más de cerca ha conocido y de

María Eugenia Solís

jado conocer la esencia del Padre, su verdadero rostro.

La compasión de Jesús

Esta virtud, sin embargo, no es cosa de mujeres. Cristo, la persona radicalmente centrada en Dios Abbá, no se enfocó en el pecado sino en la compasión, dice el padre Richard Rohr. «Dios no nos ama porque somos buenos; nos ama porque Él es bueno». De igual manera, José Antonio Pagola, exégeta y teólogo español, ve en Cristo el rostro humano de Dios y sostiene que «la compasión es la herencia de Jesús a toda la humanidad».

En línea con la tradición profética, Jesús entendió que Dios se pone del lado de los últimos y reclama justicia y misericordia (Am 5,5-7, Is 1,10-12; Mi 6,6,5-8). El Padre sólo sabe ser bueno, no puede dejar de serlo. Es siempre bondad, dice Pagola. De ahí que el mensaje y acciones de Jesús estaban destinados a sanar, lavar, incluir y «erradicar el sufrimiento», usando la consigna, «misericordiosos como el Padre», como «principio de acción». El Mesías «lo veía todo desde la compasión de Dios», asegura. «Para Él, la compasión no era una virtud más, sino la única manera de ser Dios. Todo lo que realizó fue para que los que sufren, los humillados, los marginados y estigmatizados experimentaran el consuelo y la compasión de Dios. Jesús es muy descriptivo y claro al referirse al juicio final. Seremos juzgados con base en nuestro compromiso por aliviar el sufrimiento: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento, si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo, si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cf Mt 25,31- 45)». Para Pagola, el gran pecado contra el Proyecto de Dios consiste en ser indiferentes ante el dolor y el sufrimiento de los otros. Asegura que para construir un mundo más humano y digno se requiere «la compasión activa y solidaria».

Asimismo, la Parábola del Samaritano presenta verbos activos

que se refieren a acciones sencillas, pero cargadas de compasión. Llegar, ver, compadecerse, acercarse… son acciones que brotan desde dentro. La compasión y la solidaridad son el punto de partida y la meta de su mensaje. En los textos bíblicos este valor está asociado con la cercanía, la protección, el cuidado y la conexión.

La interconectividad como principio para la compasión

Hay un ejercicio que me gusta practicar con personas que aparentemente no tienen nada en común. El objetivo es crear conexiones y descubrir que más allá de lo que nos divide, somos uno. Al inicio de la dinámica parece que no va a funcionar. En muchos casos el ambiente es pesado y hay desconfianza. A los participantes se les pide que pasen al centro cuando haya algo que los identifique. Mi frase favorita es, «que pase al frente quien tenga el sobrino o sobri

Fernando González

«Cada vez que las personas se encuentran y reconocen como parte de un todo, el suelo que pisan se vuelve tierra sagrada»

Fernando González

«Jesús entendió que Dios se pone del lado de los últimos y reclama justicia y misericordia»

na más adorable». Por lo general, los participantes ríen, y la mayoría pasa al frente. Se empiezan a crear conexiones. Otras frases son, «Pase al frente quien haya sufrido una decepción… quien haya perdido a un familiar en un accidente… quien conozca a alguien que ha muerto al tratar de cruzar la frontera». A medida que avanza el ejercicio se empiezan a mover fibras íntimas. Ya no son un conjunto de separados, sino se va creando un nosotros. La compasión se ha activado. Nhat Hahn dice que cada encuentro es una oportunidad «para despertar de la ilusión de estar separados». En lo profundo, somos uno.

Diseñados para la compasión

La unidad del todo es el principio en que se basa este valor. Los nuevos descubrimientos científicos y los estudios sobre la física cuántica establecen la unidad intrínseca de todo el universo. La neurociencia social afirma que los circuitos de nuestro cerebro están diseñados y predeterminados para la compasión. Es decir, al acercarnos a otra persona para atender su necesidad automáticamente los campos electromagnéticos se activan en una persona y otra creando conexión. La otra persona no es una entidad separada, sino que es, como yo, parte de un todo.

La hermana Pat Murray, secretaria ejecutiva de la Unión de Superiores Mayores, cree que sólo la compasión puede reconstruir la unidad originaria. Hablando de la construcción de relaciones profundas y sinceras que llevan a la transformación mutua, dice que «no se trata simplemente de tolerar al otro, sino de propiciar encuentros encaminados a recrear la conexión profunda que existía en el principio». Lo mismo sostienen James Miller y Susan Cutshall en su libro El arte de ser una presencia sanadora, «cada vez que las personas se encuentran y reconocen como parte de un todo, el suelo que pisan se vuelve tierra sagrada». Y enumeran siete pasos para ser presencia transformadora: apertura y disponibilidad, intencionalidad, preparar el espacio, honrar al otro, ofrecer lo que se es y se tiene, recibir la gracia y vivir en

Fernando González

«Dios es compasivo y misericordioso»

plenitud y equilibrio. Son los mismos con que se activa la compasión.

Detrás de cada cicatriz, hay una historia, y hablando sobre la compasión, Christina Feldam, afirma que «nuestra capacidad de ser causa de sufrimiento y nuestra capacidad de terminar con él van entrelazadas». Angeles Arrien, lo dice en su libro The four-fold way, «No importa en qué mundo vivamos ahora, todos somos personas de la tierra, conectadas por nuestra mutua humanidad». En retrospectiva, creo que las circunstancias cruciales nos vuelven a lo esencial: la necesidad de conectar y encontrar al ser humano incluso detrás de quien es capaz de cometer los actos más deshumanos.

Provenimos del mismo «vientre divino» Al investigar animales y humanos, algunos científicos han encontrado que la compasión es innata y no es patrimonio exclusivo del ser humano. Dacher Keltner ha acuñado la frase «instinto de compasión» para referirse a esa capacidad de empatía, conexión y cercanía. Él defiende que este valor es natural; no se agota en los seres humanos, sino que se extiende a toda la creación. Esta verdad es importante para entender la esencia de la compasión.

La teología cristiana ha sostenido siempre que todos estamos conectados y formamos parte de la misma esencia divina. Las comunidades cristianas en tiempos de san Pablo hablan del Cuerpo Místico de Cristo, en quien se reunifican todas las cosas, «tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Ef 1,10). Richard Rohr se enfoca también en el Cristo Cósmico. El franciscano estadounidense recupera una verdad ya descrita en cantos de las primeras comunidades cristianas, que celebran a Jesús, quien es «todo en todos» (Ef 1,23 y Col 3,11). Entendieron que la atracción gravitacional del amor llama a todos y a todo hacia una relación de comunión. Elizabeth Johnson sostiene que la misericordia divina, su inteligencia y actividad creativa y transformadora constituyen nuestra identidad más profunda y nos conecta con Dios quien «da a luz y orienta al universo». Tiene sentido activar la compasión que se base en la certeza de que la fuente generadora de todo lo que existe es Dios. El hombre no es antagónico a la mujer, ni la religión se antepone al mundo, como tampoco el ser humano es enemigo de la naturaleza.

La compasión como acto profético En su libro Compasión sin medida, Joyce Rupp sostiene que la compasión es una práctica subversiva. Ante la deplorable condición del mundo, la pérdida de sentido, la deshumanización, la indiferencia, la insensibilidad creciente, el deterioro de las relaciones humanas y la explotación del planeta; ejercitar la compasión es un acto profético. Es hora de ser proféticos sobre el Cristo que sabemos que está presente en la gente excluida, abandonada, dejada fuera, ignorada, sin hogar, o simplemente sin ser vista y sin ser escuchada, dice Robert Lentz y Edwina Gateley, en su libro Cristo en los márgenes. Asimismo, el sacerdote y escritor holandés Henri Nouwen asegura que la compasión es posicionarnos a la altura de la vulnerabilidad del otro. Ésta «nos pide que vayamos a donde duele, que entremos en los lugares de dolor, que compartamos el quebrantamiento,

Fernando de Lucio

«La compasión es la herencia de Jesús a la humanidad»

miedo, confusión y angustia… Es un movimiento en salida, que lleva a resquebrajar las viejas tinajas de la tradición y el sistema de privilegio para restaurar la unidad y equidad originales».

La hermana Mary Pellegrino, expresidenta de la Conferencia de Religiosas en Estados Unidos, asegura que en todas partes hay distorsión de la verdad y la realidad. Una de las razones por las cuales no hay honestidad en la esfera pública y política, es porque falta en la esfera privada. El sistema premia y prospera la mentira y la falsedad. Por tanto, ser auténticos, hablar con verdad y nombrar la realidad constituyen actos proféticos. La integridad abre puertas a la compasión. Se presenta como la única alternativa para ser relevantes y auténticos.

«Tenemos entrañas de misericordia»

En la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia, el Papa invitaba a los jóvenes a «dejar las máscaras que falsean la vida». Dice que en el Génesis la felicidad se describe como «la comunión perfecta con Dios, con los otros, con la naturaleza y con nosotros mismos». Asimismo, hace un llamado a recuperar esta «pureza original» que permite «el libre acceso a Dios, a su presencia e intimidad», de tal manera que la luz permee «de verdad y trasparencia todas las relaciones humanas». La compasión requiere, por tanto, recuperar ese «estado de pureza original» que lleva a crear relaciones donde no haya «máscaras, subterfugios, ni motivos para esconderse unos de otros». Que como en el principio, todo sea «limpio y claro», dice. La profecía se realizará también cuando, como Iglesia, reconozcamos, celebremos e incluyamos a las mujeres, quienes a través de la historia han acogido y manifestado la compasión con la fuerza de su vulnerabilidad. Discipulado de iguales, imagen de Dios

En enero de 2020, el papa Francisco nombró a una mujer funcionaria de la Secretaría de Estado y le asignó el seguimiento del sector multilateral. La señora Francesca Di Giovanni, de 66 años, no es la primera mujer en El Vaticano. Hay otras en puestos de subsecretario o equivalentes en la extensa burocracia de El Vaticano. La mayoría concentradas en oficinas para congregaciones religiosas en el dicasterio para el laicado, la familia y la vida, en la oficina de prensa y como directora de los Museos Vaticanos.

Ésta es una decisión sin precedentes y como dijeron teólogas destacadas, «contribuye a los esfuerzos del papa Francisco para diversificar la curia y utilizar los talentos de las mujeres al servicio de la Iglesia en papeles significativos». Sin embargo, estos son todavía pasos pequeñísimos. Es incoherente hablar de compasión para con los pobres y oprimidos, cuando se priva a más de la mitad de la población (las mujeres) de su inherente vocación y derecho a participar plenamente en el ser y hacer de la Iglesia. Exigir y vivir acorde a un discipulado de iguales es una forma de activar la compasión. Pese a este nombramiento, la mujer en la Iglesia sigue siendo desconocida, rechazada y descartada; y la exclusión denota una completa falta de respeto y compasión. «Ésta no es compatible con la privatización de la vida espiritual», dice la hermana Joan Chittister, sino que es «una aventura sagrada, un viaje hacia la plenitud». Evidenciar su falta de este valor dentro de la Iglesia es un acto de profunda libertad profética que puede tener consecuencias dramáticas. Se debe estar dispuestas a pagar el precio. Realidades

La compasión en un cambio de época

¿Qué te corresponde hacer para aliviar el sufrimiento y proteger la vida, ante todo lo que la sigue amenazando? El Congreso Misionero en Maracaibo, Venezuela, ya lo había articulado. Estamos en un cambio de época, donde se gestan paradigmas sin prece

Realidades dentes que invitan a abrirse a nuevas perspectivas sobre la vida, la comprensión del ser humano, del tiempo, del espacio y del Absoluto. No son «simples cambios coyunturales o parciales, regionales o nacionales. Son cambios planetarios y profundos» que afectan todo y a todos. En esta época sin precedente se está dando un flujo migratorio masivo, complejo y diverso de pueblos, de la mente y del corazón. Ante tantos actos de deshumanización, nuestro deber como seres procedentes del mismo «vientre divino», es tener entrañas de misericordia.

Esta plegaria eucarística resume lo que entiende la Iglesia: «Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna ante el hermano solo y desamparado. Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando. Que quienes te buscamos sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en el amor, las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de todos los seres humanos, y así les mostremos tu camino de reconciliación, de perdón, de paz» (Tomado de Las plegarias eucarísticas Vb/Vc). En su mensaje para la 54 Jornada mundial de las comunicaciones de 2020, el papa Francisco habla del

Rogelio Bustos

propósito de la profecía es «ser fermento en la masa para que el mundo se vaya haciendo posible el Reino de Dios, poco a poco». A eso se le llama solidaridad compasiva. Más que quedarse en prácticas religiosas desencarnadas de Evangelio, de antagonizar, huir y condenar al mundo, activar la compasión nos llevaría a sentirnos uno con todo lo creado, abrazando sus luchas, contradicciones, necesidades. A esto llamaban los profetas de antaño, ese era también el núcleo del mensaje de Jesús, dice la hermana Chittister.

«A Dios le importa tanto el hombre, nuestra carne, nuestra historia, hasta el punto de hacerse hombre, carne e historia»

poder de contar historias que renuevan. Dice que «nadie es un extra en el escenario del mundo». Invita a compartir esas historias «que huelen a Evangelio, que han dado testimonio del amor que transforma la vida». Asegura que «a Dios le importa tanto el hombre, nuestra carne, nuestra historia, hasta el punto de hacerse hombre, carne e historia». Esto es compasión pura. San Juan también lo entendió así, «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Involucrarnos por vocación y elección en el sufrimiento del otro y de la creación nos adentra en el misterio del amor divino. En su libro El tiempo es ahora, la hermana Joan Chittister dice que el

Conclusión

¿Qué papel tiene este valor en tu vida? La compasión no es un accesorio o una moda. La práctica y el cultivo de ésta es lo que confiere identidad, es nuestra vocación fundamental, la esencia de nuestro proyecto de vida. Por tanto, el reconocimiento de nuestra humanidad común nos motiva a salir de nosotros mismos y establecer el justo balance para atender nuestra necesidad de compasión, la de los demás y el planeta. La hermana Joyce Rupp sostiene que no podemos lograr esta transformación por nuestra cuenta. Su convicción es que la única esperanza para el mundo es la compasión. «Sólo con el amor divino que nos da poder y una constante recta intención, podremos conectar nuestro esfuerzo al de tantas personas y activar la compasión en el mundo», dice la hermana. Una vida, carente o al margen de la compasión no vale la pena; vivir siendo compasivos nos humaniza, sana, recrea, unifica y acerca a lo divino.

«Es su hijo, no un anónimo más de la lista»

Don H. y su esposa son una pareja de los miles de esposos y padres que han perdido a un hijo en el contexto de violencia e inseguridad que se vive en México. Residen en el Estado de México, cerca de Toluca. Cuando su hija e hijo eran niños se fueron a Monterrey por motivos de trabajo. Su hijo N. estudió Arquitectura, profesión que ejerció poco tiempo para dedicarse al diseño de muebles. Todo iba bien hasta que el 11 de julio de 2011, la noche antes de un viaje para visitar a su familia y presentarles a su bebé, desapareció sin que hasta el momento se sepa de su paradero.

Para papá y mamá se inició un viacrucis que aún no termina. Recurrieron a todas las instancias legales sin ningún resultado; sólo promesas. Se unieron entonces

a un grupo de derechos humanos. Realizaron protestas ante el procurador, también sin éxito. Cambiaron las autoridades que declararon caso cerrado. Acudieron a la Fiscalía General de la República que reabrió la investigación desde el principio, y de su hijo, nada.

Don H. y su esposa nos cuentan que lo único que los ha sostenido en esta búsqueda ha sido la fe en Dios y la esperanza de que esté vivo para volver a abrazarlo. Confían en que el nuevo Gobierno, encabezado por el presidente López Obrador, les ayude en su intento.

Por lo pronto, forman parte del «Colectivo No Volvió». Dicen que la última palabra (la definitiva) la tiene Dios, y Él es un padre que sufre y lucha con ellos.

Por: P. José DE LA CRUZ , mccj Por la evangelización

Los católicos en China

«Que la Iglesia en China persevere en la fidelidad al Evangelio y crezca en unidad».

La enseñanza y la propagación del Evangelio, especialmente en donde aún no se conoce, ha sido y es tarea de la Iglesia y de todos los que creen en Cristo. Misión que no ha sido fácil realizar en ciertas partes del mundo. Concretamente en China, ha sido un proceso muy lento y doloroso; muchas han sido las pruebas que han tenido que superar no pocos de los que se aventuran a la difusión de la doctrina cristiana. Algunos han dado su vida, como san León Ignacio Mangin, san Pablo Denn, san Remigio Isore y san Modesto Andlauer, misioneros jesuitas franceses, y algunos laicos, que ya han sido canonizados.

Propagar el cristianismo y vivir los valores cristianos en el «Gigante Asiático», es poner en riesgo la vida día tras día. Los católicos viven de manera clandestina sus prácticas religiosas y bajo un clima de persecución, lo cual implica tener una fe bien cimentada en Cristo. Las vocaciones sacerdotales y religiosas son signo de esperanza y futuro para la Iglesia local.

Desde hace años se han realizado esfuerzos por una libertad religiosa, por el bien de la Iglesia y porque haya una buena relación con El Vaticano; ahora con el papa Francisco se ha logrado un acuerdo entre la Santa Sede y China, para un mejor futuro de nuestros hermanos y hermanas católicos en ese país.

Pidamos a Dios por la Iglesia que es perseguida en esa nación asiática, y por las vocaciones para que perseveren fieles al Evangelio, y el Espíritu Santo los fortalezca en la unidad entre ellos mismos y con la Iglesia Universal.

Conversión amazónica integral Respeto a todos los seres humanos

En vez de pensar que el Sínodo Amazónico no nos incumbe, analicemos cuáles de nuestras actitudes ante la «casa común» no son acordes con la fe cristiana y convirtámonos de forma integral, respetando y valorando no sólo a la «hermana madre tierra», sino sobre todo a los seres humanos».

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