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JUSTICIA Y PAZ Conversión amazónica integral

Cu á l es tu talento? ?

Por: Hna. Cecilia SIERRA, mc

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¿Qué soñabas ser en tu infancia? Estas son dos de mis preguntas favoritas en los talleres de crecimiento psico-espiritual. Al observar y acompañar procesos de personas, constato que muchos de los talentos han sido enterrados y que muchos de los sueños y anhelos infantiles han sido truncados y sofocados por la falta de conciencia, apropiación, afirmación y valoración.

En este artículo nos enfocaremos en la importancia de conocer, apropiarse, valorar y compartir dones y talentos. El reconocimiento de los dones, reafirmarse, la reciprocidad y la donación nos ponen en perspectiva y nos conectan con la vida trinitaria de Dios.

Todas las personas poseemos una identidad o identidades múltiples. Al mismo tiempo, somos únicos e irrepetibles. Ni siquiera los gemelos idénticos son iguales. Nuestra diversidad es a nivel personal, de carácter, biográfico, cultural, lingüístico, social, generacional, entre otros. La diversidad no es un problema, al contrario, es precisamente lo que favorece un intercambio profundo, ya que permite que cada persona sea, se exprese y viva en plenitud con todo; como lo hace Dios Trinidad.

Las Sagradas Escrituras hacen referencia a Dios que se relaciona y dona. El relato de la creación del Génesis nos dice que «revolotea sobre las aguas» y con su aliento da vida y crea.

En el Nuevo Testamento, la encarnación es la expresión más elo

Dave Domingues

cuente de la capacidad oblativa divina, «tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Pero su gratuidad no termina ahí; confía sus dones y talentos, con gran generosidad y gracia, a cada persona para que, al desarrollarlos y compartirlos, vivan en sintonía con el Dador de vida. Bendito sea Dios, proclama un himno de las primeras comunidades, «que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales...» (Ef 1,3). Nuestra dignidad de personas se basa en el hecho de que hemos sido creados a imagen suya. Ser hechura de Dios nos capacita para compartir, cada quien, de manera diversa, la vida del Padre, sus atributos, dones, gracia y prerrogativas. Así se da con todo y «a cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos» (1Cor 12,7). El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la espiritualidad se expresa de diferentes formas y refleja «la pura y única luz del Espíritu Santo» (2684). De la misma manera, el apóstol Pablo refiere que es el Espíritu... quien «reparte a cada uno sus dones como Él quiere» (1Cor 12,11). La donación de Dios se expresa también en la parábola de los talentos o de las minas. Mateo y Lucas hablan de una generosidad ilimitada. El señor de la parábola pone en ma

nos de sus siervos una cantidad extraordinaria; «a cada uno según su capacidad» (Mt 25,15). Historiadores refieren que un talento equivalía aproximadamente al importe de 16 años de trabajo de un jornalero. La confianza es pues infinita, y requiere, por tanto, rendición de cuentas. Ante los dones confiados, se espera una respuesta responsable. Así lo considera también el apóstol Pedro, al advertir sobre el compromiso y el buen uso de los dones recibidos. «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1Pe 4,10). El movimiento oblativo de Dios genera reacciones diferentes. La respuesta de los siervos de la parábola no es la misma. Algunos se ponen a trabajar, de inmediato y con precisión. Otros, por el contrario, tienen miedo al riesgo y esconden el talento bajo tierra (cf Mt 25,25). El siervo que no puso a trabajar su talento, no sólo es negligente, sino que tiene una imagen falsa de su señor. Lo llama egoísta, injusto, arbitrario y exigente; y sus mismas palabras lo condenan. En cambio, quienes hicieron fructificar sus talentos, con fidelidad activa y creativa producen fruto. Los siervos que se arriesgaron y asumieron su responsabilidad son afirmados por su señor. Su audacia es recompensada, y se les invita además a participar en la vida de su señor, «entra en el gozo de tu Señor» (Mt 25,23). En los Talleres de Crecimiento Psico-espiritual del Instituto de Espiritualidad Centroamericano de los Jesuitas se identifican cinco pi

Fernando González

lares para la felicidad y el bienestar: el sentido, las relaciones positivas, el involucramiento, las emociones positivas y el logro. A través de dinámicas de conocimiento y de autovaloración, se afirma que identificar y apropiarse de las fortalezas, talentos y habilidades aporta a la autosatisfacción y a la realización de metas y sueños.

Surge la pregunta: ¿Qué diferencia hay entre don, fortaleza, talento, conocimiento y habilidad? Aún cuando a veces estos términos se usan como sinónimos, cada uno tiene una connotación propia. Según el diccionario, las fortalezas son una combinación de talento, conocimiento y habilidades. Por otra parte, el talento suele asociarse con la habilidad innata, como la capacidad y aptitud para desempeñar o ejercer una actividad. El conocimiento, por otra parte, se refiere a hechos y lecciones aprendidas; mientras que las habilidades se definen como la destreza o facilidad para desarrollar algunas tareas. Sin embargo, una gran diferencia entre dones y talentos es que, mientras que los primeros son perennes e irrevocables; los segundos se pierden o se multiplican dependiendo de la respuesta. Conocer tus fortalezas y ponerlas a trabajar es, pues, una exigencia evangélica.

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