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CARTAS DE MISIÓN
Navidad en Centroáfrica
Aquella pobreza que que nos libera de ataduras y distracciones es condición fundamental para sentir la alegría del espíritu navideño.
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Esquila Misional diciembre 2021
Hermana Mellis (Amelia)
La hermana Amelia Romo Márquez o hermana Mellis, ha sido durante varios años la superiora de las Misioneras Combonianas de la parroquia de Sainte Anne (Santa Ana) en Isiro, en República Democrática del Congo (RDC). Ahora irá a Mungbere, a 145 kilómetros de distancia. Ella es mexicana. Les presento su testimonio misionero.
Vengo de una familia muy grande y hermosa. Mi madre se llama Amelia, y mi padre Francisco Javier, son católicos con una sólida fe que nos han transmitido. Cuando era niña me sentí atraída por la vida misionera, y me uní al grupo misionero de nuestra parroquia. Leer el libro ¡Ellos han dicho sí! ¿Por qué yo no?, me ayudó a dar el sí. Cuando conocí a las combonianas, me fascinó su carisma y la fgura de san Daniel Comboni. Podía realizar todo lo que sentía en mi corazón: la misión, la preferencia por los más pobres y abandonados y África como opción misionera.
El periodo de formación en el postulantado y el noviciado, así como la preparación para la consagración religiosa, los viví en Guadalajara, México. Mi primera misión fue Togo; llegué a la capital, aprendí francés y estudié una licenciatura en pedagogía. Durante las vacaciones me gustaba estar con los jóvenes y comprometerme con su formación. Al terminar mis estudios, me enviaron a RDC. En Kinshasa, la capital, me llamó la atención que mucha gente se dirigía a nosotros con el término «mondele» (blanco), que me pareció que contenía un matiz de desprecio. Y luego el término «Pesa ngai» (dame...) como si consideraran a todos los
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blancos ricos. Permanecí en la capital durante tres meses y luego me enviaron a Isiro, al noreste del Congo, cerca de Sudán y de Uganda.
Aprendí la lengua lingala, que nos permite comunicarnos con personas de diferentes grupos étnicos. Inmediatamente, fui con el padre Marcelo y los jóvenes de la parroquia a Penge, a 45 kilómetros, a un curso de cuatro días de formación para jóvenes. Estaba un poco asustada porque sólo conocía unas pocas palabras en lingala. Me impresionó la acogida, hospitalidad, apertura, cordialidad y ayuda de los jóvenes y me dije: «aquí está la misión que siempre he soñado y deseado». Fue una experiencia hermosa que me tocó profundamente y me hizo comprender cuánto ama el Señor a este pueblo y cuánto recibo al conocerlo. Desde entonces, cuando puedo, voy a la zona rural para estar cerca de la gente.
He encontrado una gran pobreza y esto me duele, porque se ven pocas soluciones. La juventud sigue siendo el eslabón más débil de la sociedad. Es urgente que nos comprometamos para que los jóvenes tengan una formación sólida y sepan afrontar las dificultades. Una educación no sólo teórica, sino práctica y concreta. Faltan acciones por parte de las autoridades civiles que la Iglesia trata de compensar, pero es un trabajo duro.
En la comunidad somos cinco hermanas de cinco nacionalidades diferentes: la hermana Ilda de Portugal, la hermana Almerita de Brasil, la hermana Agnese de Italia, la hermana Rania de Egipto y yo, de México. Estamos unidas, nos llevamos bien, trabajamos para completarnos y nos estimamos. Pronto tendré que partir hacia la comunidad de Mungbere, a 145 kilómetros de Isiro, donde se necesita urgentemente una hermana.
Durante estos años en Isiro he participado en la formación y educación de niños y jóvenes. También he abierto una biblioteca para dar a todos la posibilidad de enriquecerse con nuevos conocimientos, ya que el nivel escolar ha bajado mucho en los últimos tiempos, por falta de material escolar y libros. Al principio, los jóvenes no entendían la utilidad de este servicio y preferían jugar. Ahora, hay una buena cantidad de niños que quieren dedicarse al estudio. También organizamos juegos educativos, concursos de dibujo y lectura, y manualidades con fnes educativos. Evidentemente, he encontrado colaboradores con los que puedo contar. Además, me ocupo de los cursos de «educación para la vida» que considero prioritarios para los jóvenes, así como de varios grupos de formación cristiana.
En Mungbere continuaré con estos compromisos que considero necesarios. Me siento interpelada por la situación de muchas chicas, en particular, de las madres solteras que están desorientadas y necesitan ayuda. Es imprescindible un trabajo de sensibilización y de formación para que se tenga en cuenta a las niñas-madres y a los niños-padres. Es un problema grave que las madres jóvenes declinen la responsabilidad de la educación de sus niños y la hagan pesar sobre los hombros de sus abuelas, a menudo porque quieren seguir estudiando. Eso conlleva el riesgo, a menudo muy real, de que la joven traiga a casa otros niños en lugar de un diploma escolar.
Siento que esto es lo que el Señor quiere de mí como servicio de proximidad a la gente y de compartir su vida. El Señor me ha dado regalos muy especiales: la vida, una familia fantástica, una vocación maravillosa y muchas personas a las que amar... Yo le doy las gracias haciendo mi parte con serenidad y alegría, tratando de dar testimonio de que Dios ama a todos y a cada uno en particular.
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MUNDO NEGRO
Estoy en Mozambique desde hace casi 15 años; presto mi servicio misionero en medio de este pueblo y de esta tierra gloriosa. Soy de Costa Rica y cuando era muy joven, movida por Dios, decidí seguir a Jesús como religiosa comboniana según el espíritu y el carisma de san Daniel Comboni, un hombre apasionado por Dios y por la misión.
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presenciamos milagros
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