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REALIDADES Navidad en la misión
Por: P. Jorge DECELIS, mccj Fotos: MISIONEROS COMBONIANOS, MISIONERAS COMBONIANAS y MUNDO NEGRO
Navidad en la misión
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Se acercan las festividades de Navidad y hemos iniciado los preparativos para celebrarla en familia, en nuestras comunidades y parroquia. Estamos viviendo el tiempo de Adviento para abrir el corazón a la llegada de nuestro Salvador. Como parte de esa imprescindible preparación, hoy reflexionamos sobre esta gran fiesta del amor incondicional de Dios hacia todos, hacia cada uno de nosotros.
El Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,14), hace honor a su nombre, a su ser y se acerca a nuestra realidad, se acerca tanto a nuestra humanidad que la hace suya, la asume completamente y «por obra y gracia del Espíritu Santo» toma carne en el seno de la Virgen María y se hace hombre. La Navidad es la luz que nos muestra ese misterio: Dios que se encarna para vivir no sólo con nosotros, sino como nosotros, compartiendo lo bello de nuestra humanidad y también los límites (menos el pecado) inherentes a ella y que vivimos cada día.
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Navidad es el misterio de la encarnación hecho visible, como lo dice de manera poética un himno de Navidad, de la Liturgia de las Horas: «Te diré mi amor, Rey mío, con una mirada suave, te lo diré contemplando tu cuerpo que en pajas yace. Te diré mi amor, Rey mío, adorándote en la carne, te lo diré con mis besos, quizá con gotas de sangre… ¡oh Dios del amor más grande! ¡Bendito en la Trinidad, que has venido a nuestro valle!».
Navidad es Dios que nace en la carne, esa misma humanidad que es el medio para exponerse a nosotros, para predicar su palabra, manifestar su misericordia y mostrarnos el amor presente en su corazón de Buen Pastor y en el de su (y nuestro) Padre Dios.
El niño Jesús que nace en Belén, es el mismo que ya adulto será (es) la manifestación clara del amor de Dios, el Dios mismo. Jesús que nació en Belén, de la Virgen María, es el que aceptará el humilde y generoso homenaje de aquella mujer, que sin decir una sola palabra le muestra su arrepentimiento y su mucho amor (cf Lc 7,36-50); el mismo que nos muestra con palabras y tantos gestos de compasión la inmensa misericordia del Padre, y de manera excelsa en la parábola del Hijo pródigo –el Padre misericordioso– (cf Lc 15, 11-32).
Ese cuerpo, que nace en Navidad, es el que él nos da como don supremo en la Última Cena y el mismo que derrama su sangre en el
El misterio de la Navidad
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viernes de la victoria del amor sobre el pecado y la muerte; son esa carne y sangre nacidas en Navidad que se ofrecen en la cruz y triunfan sobre la soberbia del acusador. «¿Quién vio en más estrechez gloria más plena, y a Dios como el menor de los humanos? Llorando en el pesebre, pies y manos le faja una doncella nazarena. En plenitud de vida y de sendero, dio el paso hacia la muerte porque él quiso» (Himno del Viernes Santo, Liturgia de las Horas).
Celebrar la Navidad es ya también celebrar el triunfo de Jesucristo; la gloria cantada por la multitud de los ejércitos celestiales, en el nacimiento de Jesús (cf Lc 2,13-14), es la gloria proclamada por los creyentes en Jesucristo: «Vemos a Jesús coronado de gloria y honor por su pasión y muerte» (Hb 2,9b).
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La Navidad en tiempo de pandemia
Tenemos la experiencia que, a lo largo de los siglos, en las diferentes culturas y pueblos ha habido tantos desencuentros, comenzando por ese «desencuentro», en el pecado original, que nos alejó de Dios. Y el Señor siempre ha buscado romper esa dolorosa realidad y hacer que nos encontremos, que concurramos con Él: eso es la Encarnación, eso es la Navidad... El Señor busca terminar con ese desencuentro y promueve el entendimiento, la comunicación. Él viene a nuestro encuentro y por eso «puso su Morada entre nosotros (habitó entre nosotros)» (Jn 1,14). Él vino y viene para invitarnos a concurrir en su camino. Esa es la perenne invitación, más ahora en tiempo de la pandemia de Covid-19, en el que, como dice el papa Francisco en su mensaje del Domund 2021: «La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran... “No está aquí: ¡ha resucitado!” (Lc 24,6); (es la) Palabra de esperanza que rompe todo determinismo y, para aquellos que se dejan tocar, regala la libertad y la audacia necesarias para ponerse de pie y buscar creativamente todas las maneras posibles de vivir la compasión, ese “sacramental” de la cercanía de Dios con nosotros que no abandona a nadie al borde del camino. En este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción».
Es la invitación, a partir de la Natividad y la Resurrección del Señor, a construir puentes, a proponer encuentros con el espíritu de compasión del Señor.
Esta es la realidad de la humanidad, y que se vive de manera más apremiante en las comunidades de misión que se han visto laceradas por esta pandemia. Y es precisamente en estas comunidades donde la Natividad del Señor es vivida con una gran esperanza; es en estos tiempos, en esos lugares, que los embates del Covid-19 han ensombrecido aún más el panorama de la humanidad, que la Palabra del Señor, proclamada en la misa de Navidad, resurge con más fuerza: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9,1).
La Navidad en las comunidades cristianas
«“¿A quién han visto, pastores? Hablen, cuéntenoslo. ¿Quién se ha aparecido en la tierra?” “Hemos visto al recién nacido y a los coros de los ángeles alabando al Señor”» (Antífona de Laudes de la solemnidad de Navidad). Esta petición a los pastores, es la misma que se
Realidades hace a la Iglesia a lo largo de los siglos y que se sigue expresando hoy. Dígannos lo que han visto (y oído) es un requerimiento siempre actual y que la Iglesia revela con su testimonio, en su catequesis y en la celebración de este misterio. Lo imperioso de dar respuesta es lo que el papa Francisco nos ha recordado en el mensaje, ya antes citado, del Domund 2021, al recordarnos que «no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). La Iglesia, las comunidades cristianas (familias, parroquias, etcétera), viven este misterio con celebraciones gozosas que se han transmitido de generación en generación. Festividades que adquieren el color y la riqueza de la cultura que la vive; de igual manera que el Señor tomó nuestra carne y se hizo hombre como nosotros, menos en el pecado, así esta bella celebración de la Navidad toma «los colores» de cada cultura, se enriquece con la manera de expresar los sentimientos de cada pueblo, muestra la riqueza de este misterio con la expresión particular de cada comunidad humana de vivir su relación con Dios, revela su manera de ver la vida y las relaciones entre ellos. La Navidad es vivida en la diversidad de tradiciones, pintada con los matices de esas culturas, gustada con los olores, sabores y sones de sus fiestas.
Este misterio, el nacimiento entre nosotros del Hijo de Dios, ya
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admirable en sí por lo que es, resplandece en la diversidad de maneras para vivir esta celebración. Existe una hermosa pluralidad de manifestaciones de fe profunda; esta riqueza se valora aún más al conocer y vivir las diferentes formas de expresar esta fe. El Espíritu del Señor, presente en las diverque sea «mejor», sino simplemente hay una riqueza que no podemos perder en cada una de ellas. Y qué decir del hecho de que no en todos los países se celebran las posadas, tan populares en México.
Otra manifestación de esta forma diversa de vivir la misma fe, se muestra en la confección de los nacimientos, que desde san Francisco de Asís hasta nuestros días son como un bello arcoíris, en el que sus colores son las expresiones de fe de tantos pueblos Realidades Realidades y culturas. Sencillos nacimientos que proclaman una profunda religiosidad, otros en
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sas culturas, es el que nos permite «hablar» de Navidad «en nuestra lengua en la que hemos nacido» (Hch 2,8). Es este Espíritu que nos deja vivir este misterio, que es único para toda la Iglesia, en la manera propia de donde «hemos nacido».
Esta variedad de maneras de vivir la Navidad ocurre incluso en un mismo país, por ejemplo, en México no la vive de la misma manera una familia en ambiente rural que otra, en ambiente urbano, y no se trata de que haya una manera
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Realidades los que el arte es el medio para pregonar la admiración por el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros. Nacimientos en los que cada cultura expresa su reconocimiento al Señor, y que son bellas catequesis y tradiciones que se enriquecen constantemente con la vivencia de nuevos pueblos, de nuevas comunidades en la misión.
Navidad en República Centroafricana
En la riqueza de estas maneras de vivir la Navidad, les comparto dos maneras de haber vivido la Navidad en República Centroafricana, la primera de ellas fue en una aldea que pertenece a una de las misiones de brousse (diríamos rurales, por no decir, de la selva); en esa ocasión salí del centro de la misión durante varios días para visitar las comunidades de varias aldeas, en una de ellas fue la misa de Navidad. Llegué el 23 a media mañana y fueron dos días para platicar con la gente, de manera especial con el catequista que es el responsable directo de acompañar la vida cristiana de esas comunidades, ayudarlo en su formación y escuchar el camino que llevaba esa comunidad; el día 24, en la noche fue la misa de Navidad y después de concluir la celebración litúrgica, los cristianos continuaron celebrando esa gran fiesta con danzas al son de los tambores e iluminados con la luz de las fogatas, mientras, la cena (como las demás comidas) sumamente frugal, pero abundante en buenas intenciones y simpatía de quienes la proveyeron.
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La segunda ocurrió en otra comunidad, donde, al terminar de proclamar el Evangelio y antes de comenzar la homilía se acercó una mamá con su bebé, se puso ante el altar y levantó a su niño recién nacido, mostrándolo a la asamblea, que reaccionó con inmenso júbilo viendo, en el gesto agradecido de esa madre, a la Virgen María mostrándonos-dándonos a su Hijo Jesús en esa fiesta de Navidad; la comunidad cristiana se puso en el lugar de aquellos pastores que «fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (Lc 2,16). De inmediato los músicos redoblaron sus acordes, el coro y la gente cantaron y danzaron litúrgicamente, y las mujeres «con gritos musicales», propios de esa cultura, expresaron su gran alegría.
Navidad en la Montaña de Guerrero
En la parroquia de Santiago Apóstol, en Cochoapa El Grande, en el estado de Guerrero, los indígenas mixtecos (Na savi - gente de la lluvia) viven esta celebración de manera sobria, pero muy profunda. De forma litúrgica con el novenario de rezos del rosario, dirigido por «el Cantor» que es responsable en la comunidad de rezar por ella, y acompañado por la banda de músicos; terminado el rosario, la oración continúa con la procesión que acompaña a la imagen del Niño Jesús, la Virgen María y san José, alrededor de la iglesia, con la música y «los cohetes», y cada persona con flores y una vela en sus manos. En esa procesión participan mujeres y varones incluyendo los niños, y es bello ver que los pequeñines participan de la religiosidad de sus papás y de la comunidad que son sus preceptores en la introducción a la comunión con Dios, y que con mucho cuidado llevan esas flores que depositarán en la iglesia y cuidando (y a veces jugando inocentemente) que no se apague su vela puesto que debe llegar encendida. Y al terminar la procesión y con el reingreso de todos a la iglesia, esas flores y la vela serán depositados a los pies de esas imágenes. En las comunidades donde la Navidad es la «patrona» del pueblo, llega igualmente gente de las comunidades vecinas y en la noche de Navidad hay bautizos y matrimonios. «El Mayordomo» de esa fiesta y sus «Topiles» se han preparado durante todo el año para esa celebración y su respectivo novenario. En todos esos días hay comida que es compartida con la gente del pueblo y sus visitantes. Es una fiesta que es mucho más vivida en el ambiente litúrgico, en las iglesias, más que en el ámbito familiar.
Realidades Navidad en República Democrática del Congo (RDC) En la misión de Isiro, al norte de RDC, donde el párroco es el padre mexicano Eduardo Pesquera Roa, existe la fascinante iniciativa del concurso de nacimientos con los niños del catecismo. Acompañados de sus catequistas, la mayoría mamás, los pequeños ocupan el mes de diciembre para preparar el nacimiento que presentarán en la exposición. Estos nacimientos son hechos con materiales naturales y no con objetos comprados, que además son difíciles de obtener. ¿El resultado? Un mes intenso de catequesis sobre la Navidad, bellos y originales nacimientos y una gran multitud de rostros iluminados con sonrisas por el trabajo realizado, y claro, llamadas y peticiones para que admires con detenimiento su obra realizada, aunque nunca faltará alguna mirada recelosa al trabajo del grupo vecino, porque al fnal de cuentas, «ese» nacimiento, «su» nacimiento es su sentido homenaje a la Natividad del Señor y a sus padres María y José. Y como es Navidad, pues hay un bello intercambio de dones: no pueden faltar los dulces para todos los niños, que se manifestan como humildes artistas y grandes cristianos, y ellos, a su vez, llevan leña y algunos víveres para ofrecer a otras familias más necesitadas que ellos mismos.
La misión hoy
«Poner paz en tanta guerra, calor donde hay tanto frío, ser de todos lo que es mío, plantar un cielo en la tierra. ¡Qué misión de escalofrío la que Dios nos confó! ¡Quién lo hiciera y fuera yo!» (Himno de Navidad, Liturgia de las Horas). Este poema describe lo bello y exigente de la misión confada a la Iglesia, la labor del misionero de todos los tiempos, en particular el día de hoy. La misión que parte de la Encarnación, que se manifesta en Navidad y que se explicita en el mandato pascual de Jesucristo: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).
Proclamar hoy, en Navidad, y siempre: «No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor» (Lc 2,10-11). Anunciarlo por todo el mundo, para que cada cultura cada persona, asuma esa Buena Nueva y la viva plenamente. En esta Navidad escuchamos de nuevo la invitación a vivir nuestro compromiso misionero ad gentes: ir a la misión o ayudar a que otros vayan a la misión, esto último con nuestra oración, la ofrenda de nuestros sacrificios y la necesaria ayuda económica.
Desde la misión les deseo ¡una Feliz Navidad!
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