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REALIDADES Primera Asamblea Eclesial de América
Realidades
«Todos somos discípulos misioneros en salida»
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1. Llevamos varios meses preparando esta Asamblea. ¿Qué significado tiene este acontecimiento para la Iglesia latinoamericana?
Los obispos de América Latina pidieron al papa Francisco convocar a una nueva Asamblea episcopal después de Aparecida en 2007, al sentir la necesidad de actualizar y renovar las prioridades de la Iglesia. Pero el Papa les dijo que no, porque Aparecida aún tiene muchas provocaciones, intuiciones y desafíos que no se han traducido en la práctica; así que no podía realizarse otra asamblea episcopal con los retos por resolver de Aparecida.
Entonces, el Papa relanzó el desafío de hacer algo diferente, más inclusivo: una Asamblea eclesial que se inspire en Aparecida; que no la deje en el olvido, pero que la actualice a partir del protagonismo y participación de toda la Iglesia de manera más amplia.
Así que, para la Iglesia latinoamericana, esta asamblea retoma el significado del valor de la escucha de todos sus miembros, de las representaciones y de los segmentos eclesiales.
Es una posibilidad eclesial de marcar un kairós; de defnir sus prioridades en el continente a partir de las urgencias reales de la vida y no de principios abstractos, desde lo que sienten los pueblos y partiendo de la escucha del clamor de la gente y de la madre tierra y, como dice el Papa, a partir de percepciones de la Iglesia que está abajo y al margen, son dos indicaciones importantes que él nos dio: «escuchen sobre todo en esta asamblea a los que están abajo y a los que están al margen».
El padre Dario Bossi (quien nos concedió la entrevista) acompañado por jóvenes
2. En el camino de preparación se dio oportunidad de aportar a comunidades de base, cristianos de a pie, asociaciones religiosas, parroquias... ¿Todos pudieron participar?
La verdad, la Asamblea tuvo muchos límites, mismos que se dieron, tanto por cuestión de la pandemia, como por los tiempos y plazos marcados en el cronograma. Incluso, nosotros escribimos una carta oficial, junto con algunos obispos, lamentando y, tal vez, sugiriendo cambios en la propuesta, ya que resultó muy difícil participar de manera profunda en la consulta, y que llegara a todas y todos en tiempos de aislamiento y protocolos de seguridad.
Esta Asamblea tuvo los límites de una consulta. Principalmente fue «en línea» y algunos grupos se pudieron inscribir; los resultados de estos grupos fueron sistematizados e insertados en la plataforma «online» de la Asamblea oficial; esto limitó bastante y disminuyó el número de personas alcanzadas. De hecho, no creo que se haya podido escuchar a los que están más aislados o los menos integrados, debido a las conexiones de internet o por el alcance limitado de las iglesias en tiempos de pandemia.
También, la claridad de la propuesta tuvo sus límites, porque todo se explicó principalmente a través de documentos y reuniones en línea.
En cuanto a los tiempos, el periodo de escucha fue bastante acelerado: de marzo a junio y luego se extendió hasta agosto. También fue muy corto, por ejemplo, si lo comparamos con el tiempo para consultar en el Sínodo de la Amazonia, que alcanzó una cifra de más de 86 mil personas directa e indirectamente. Creo que esta Asamblea ha consultado menos; aún no tengo los números, pero da esa impresión.
De todas formas, la consulta se dio en tres dimensiones: individual, grupal y temática. Entonces cada uno podía participar contestando las preguntas, podía contestarse como comunidad o podría elegirse un tema e inscribir en la plataforma un foro temático. Por ejemplo, nosotros hemos hecho un foro sobre el extractivismo predatorio y sus consecuencias, en tanto que las mujeres han hecho un foro de debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia latinoamericana, etcétera.
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3. Durante el tiempo de escucha se abordaron temas y cuestiones que afectan a la vida eclesial: liturgia, sacramentos, pastoral social, compromiso con la justicia y la paz, ecología... ¿Cuáles fueron o son los temas que más se abordan?, es decir, ¿cuáles son las mayores preocupaciones del pueblo de Dios en América Latina y el Caribe?
Sobre los temas y cuestiones, la asamblea se convocó a partir de un documento para el camino, que es como un instrumentum laboris, es decir, un instrumento de referencia bastante interesante, de coyuntura
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eclesial y socioeconómica sobre el continente que inspira la inflexión de los grupos. Después hubo un cuestionario común, que incluso fue un límite, porque es difícil aplicar siempre el mismo cuestionario a todos, pero era la única manera de multiplicar de un modo muy amplio las consultas.
Eran preguntas abiertas que abordaban temas prioritarios y ausentes; los principales de nuestra pastoral y sobre nuestra preocupación de analizar la situación eclesial y del pueblo latinoamericano. También se preguntaba sobre los aspectos más importantes a considerar en nuestra misión eclesial y se solicitaban consideraciones de la Iglesia a nivel individual, comunitario, nacional y continental. Aún no sabemos qué temas fueron más respondidos, porque hace poco se terminó la etapa de la escucha; ahora los resultados están siendo sistematizados, son muchos y, naturalmente, se entregarán a un equipo de discernimiento que elaborará el documento base para la Asamblea reunida en noviembre.
Por lo que hemos escuchado de nuestros grupos y de otros colectivos de distintos países, los principales temas son: la pandemia y sus consecuencias, por ejemplo, en lo que corresponde a la dignidad de las personas, la salud, el hambre, el desempleo, etcétera. También hemos oído sobre los atentados contra la Casa Común: la voz de la tierra y de los pueblos, particularmente de los indígenas.
Si bien, aún está el desafío de asumir la Laudato si’ como clave de lectura, como paradigma transformador de nuestra práctica y visión pastoral, siguen presentándose los abusos y daños que hacen tanto mal, no sólo en el norte global, también en nuestro continente. Asimismo, tenemos como desafío el envejecimiento de nuestras comunidades, por tanto, debemos dialogar con los jóvenes para volverlos nuevos protagonistas.
Está el gran reto del clericalismo. Se necesita un cambio radical en la formación, sobre todo en los seminarios. También está el desa-
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fiante tema de la mujer; los cambios en el manejo del poder en la relación con las mujeres en la Iglesia, lo que llamo, con una expresión que me gusta mucho, «la ciudadanía de las mujeres en la Iglesia».
4. Uno de los objetivos de esta Asamblea es evaluar el camino hecho desde Aparecida. ¿En qué hemos avanzado desde entonces? ¿Qué nos queda aún por hacer o mejorar?
Sobre lo que se puede hacer de Aparecida en adelante, no sé contestar bien, porque se necesitaría un análisis más profundo y, personalmente, veo algunos retrocesos en la Iglesia en el continente. Parte de nuestra Iglesia en diferentes países, salvo las peculiaridades de cada uno, se ven acciones significativas que optan por el tradicionalismo ritualista, por una garantía de seguridad, por el aislamiento en el rigor de las normas. Otra parte de las Iglesias, tal vez mayor, hace alianza con el poder y con esto pierde su profecía y capacidad de pronunciarse libremente, y con ello, su elección por los pobres y excluidos como protagonistas en la Iglesia.
Aparecida nos recuerda el desafío de promover las parroquias y la Iglesia de base como una red de comunidad de comunidades y, en muchos casos, esto aún no se ve. Hay grandes celebraciones mediáticas, el uso de medios masivos de comunicación que no favorecen la descentralización, el protagonismo local, la inculturación en los contextos que crean homologación de la fe. Hay grandes santuarios, grandes centros de congregación, pero se descalifica la calidad, belleza y enraizamiento de las pequeñas comunidades. Aún estamos muy distantes del reto de descolonizar nuestra cultura religiosa en su expresión litúrgica.
Ahora bien, me parce que la Iglesia en el continente ha avanzado respecto a la misión del cuidado de la Casa Común, misma que, como dije, aún no es una referencia del paradigma de la ecología integral, que tiene un potencial
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increíble, tanto dentro como fuera de la Iglesia, para orientar y conectar actividades, procesos y dimensiones de fe y compromiso; aún no se ha considerado como un modelo clave para un cambio radical de pensamiento.
Otra avance de Aparecida es la gran figura carismática y provocadora del papa Francisco. Digamos que muchos, algunos con más evidencia y otros en el silencio constructivo y en su humilde trabajo cotidiano, lo siguen con pasión. Un paso importante que destacaría en estos años es la madurez de laicas y laicos que demuestran su valía, creatividad y valentía, además de reivindicar su protagonismo. En particular, como dije, el reto que tenemos de las mujeres para que asuman el Sínodo como verdadera oportunidad para un cambio de organización, del modo de ser Iglesia. El Sínodo de la Amazonia decía: «Nuevos caminos para la Iglesia y la ecología integral». ¿Cuáles nuevos caminos? Sobre todo, éste de la sinodalidad. La Asamblea Eclesial también puede ser un camino de sinodalidad y, naturalmente, después han de seguir los pasos hacia un sínodo mundial sobre la sinodalidad.
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5. ¿Cuál sería la aportación de los institutos religiosos, específicamente, misioneros, a esta asamblea?
Creo que los institutos han suscitado, y aún despiertan el debate, interés y participación de las comunidades; algunos más, otros menos, pero hay propuestas interesantes. Los institutos religiosos son más libres, logran tratar de manera más creativa los temas transversales.
Por ejemplo, en alianza con los institutos que componen la organización «Vivat Internacional», que defiende los derechos de las comunidades y de la naturaleza, los combonianos hicimos un proceso de escucha y contribuimos a esta Asamblea. Asimismo, la red «Iglesias y Minería», servicio iniciado por religiosas y religiosos de América Latina ante los conflictos mineros y que involucra otras iglesias cristianas y expresiones espirituales no cristianas, hizo un foro temá-
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tico sobre extractivismo predatorio y la resistencia de las comunidades.
Me parece que hemos avanzando; no acompañé muchos foros, puede ser que me los haya perdido, pero realicé una contribución más específica sobre la dimensión ad gentes.
6. ¿Cuáles son los principales retos planteados para este tiempo que vivimos: pandemia, cambio climático, movimientos migratorios...?
Estamos en un tiempo muy difícil de crisis sistémica: una crisis sanitaria añadida a un profundo desafío ambiental, que a su vez genera crisis alimentaria; algunas provocadas, sustentadas o mantenidas a causa de graves crisis democráticas y de uso del poder. Es un sistema que los científicos definen como «tempestad perfecta», y donde los efectos de un problema provocan y amplifican efectos mayores en todo el sistema.
Vivimos una década decisiva para el calentamiento global, la biodiversidad planetaria y el equilibrio climático. Es un tiempo tan delicado que la fe no puede distanciarse de estos retos; no podemos, sería muy hipócrita decir que esto no se relaciona con nuestra fe. En el primer capítulo de Realidades la encíclica Fratelli tutti, el Papa lo puso de una manera muy clara. Ahí muestra la gran crisis que vivimos y apela a la respuesta radical del cristianismo, así como el samaritano respondió concretamente al ver el cuerpo herido y casi muerto de la humanidad, y también diría, de la Creación. También propone, con insistencia, la solidaridad organizada, la mejor política, el diálogo y la cooperación entre religiones.
Necesitamos posicionarnos, incluso proféticamente, no sólo señalando las consecuencias de los daños directos, sino de buscar cuáles son las causas y tener el coraje para denunciar este sistema de explotación desenfrenada, de capitalización de la naturaleza, de aprovechamiento de los llamados recursos naturales (en realidad son bienes comunes: agua, bosque, aire). El límite del capitalismo llegó al final, es un sistema muerto que provoca muerte, como dice el Papa, esta economía mata, pero la mantenemos obstinadamente.
Otro reto es el riesgo de que nuestra fe se vuelva sólo refugio, escondite, fuga de esos desafíos para un cuidado exclusivamente individual. El distanciamiento social se ha vuelto un distanciamiento de todo lo social; el triunfo del individuo sobre la fe, y esto es muy peligroso, porque nuestro cristianismo siempre fue por definición comunitario o, como dije antes,
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Realidades el riesgo de una fe aliada a los poderes que destruyen, justificando el sistema de muerte, bendiciéndolo a veces, sólo porque recibe de él algunos pocos beneficios.
En la Evangelii gaudium dice el Papa: «Evangelizar es hacer presente el Reino de Dios en el mundo», definición que fue retomada, por lo menos aquí, por los obispos de Brasil, y que nos reta ante este escenario de muerte y de radical llamado a la acción urgente de la Iglesia.
7. Finalmente, como Iglesia, ¿cómo podemos responder ante estos retos?
Por la Laudato si’, por nuestra contemplación de la naturaleza y nuestra experiencia, hemos aprendido que todo está interconectado y nosotros también lo estamos. No podemos separar las pautas, las urgencias y el trabajo pastoral de nuestras Iglesias; debemos unirlas en una visión de conjunto que ponga al centro, no sólo la manutención de la fe, de la comunidad eclesial, sino la protección y el cuidado de la vida dentro y fuera de la Iglesia.
También debemos interconectar las Iglesias, no pueden separarse. Existen retos regionales y planetarios, hay que enfrentarlos, no desde nuestro aislamiento en diócesis o parroquias, sino construyendo conexiones. Tampoco separemos las Iglesias de tantas otras personas y grupos de buena voluntad, particularmente los movimientos sociales con los cuales el Papa ya ha dialogado, por ejemplo, con la Red Eclesial Panamazónica (Repam) y la Red Iglesias y minería, esta red ecuménica continental.
Ya sea que se trabaje en la educación o en la profundización de la espiritualidad, la Iglesia puede favorecer la revolución cultural, es decir, un profundo cambio de pensamiento; no sólo un reparo puntual de actitudes, sino un cambio radical de visiones. Puede desarrollar aún más su reflexión en su dimensión mística, en las ecoespiritualidades, en la ecoteología, y recordar vincularse al pacto global por la educación que el Papa nos dejó como desafío.
También la Iglesia trabaja en la defensa y protección de territorios y comunidades; cada vez hay más grupos amenazados; el último relator del Global Witness dice que cerca de tres cuartos de los amenazados en el mundo por defender sus territorios están en América Latina. En Brasil, nosotros lanzamos una campaña llamada «La vida por un hilo», que es consecuencia directa del Sínodo de la Amazonia para defender personas y comunidades que protegen sus territorios y, por ello, viven amenazados de muerte.
Asimismo, la Iglesia puede denunciar y unirse a las reivindicaciones justas de pueblos y comunidades, para que reafirmen sus planes de vida. Es importantísimo este último nivel de cómo se organizan las comunidades, porque muestra que no podemos conformarnos con la propuesta de modelos económicos que se imponen y que homologan nuestro sistema de producción, de vida, de convivencia. ¡No! Debemos defender y promover modos y planes de vida comunitarios; esto es lo que hemos aprendido y vamos construyendo a partir de los procesos de la economía de san Francisco y santa Clara de Asís.
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Ariadne Chávez
Para orar con el Papa
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Por: P. José DE LA CRUZ, mccj
Intención de oración universal: Las personas que sufren depresión
«Recemos para que las personas que sufren depresión o agotamiento extremo, reciban apoyo de todos y una luz que les abra a la vida».
La pandemia nos ha cambiado el estilo de vida a todos, y queramos o no, esto nos ha afectado de una u otra forma: tuvimos que modificar nuestra forma de relacionarnos con los demás, como hijos de una cultura tan expresiva, dejamos de darnos los apretones de manos, los abrazos y los besos al saludar a los que queremos; el home office vino a cambiar nuestra manera habitual de trabajar y de aprender, y se ha vuelto de lo más común realizar nuestra formación de manera virtual.
Todos estos cambios están cobrando su precio a la sociedad entera, pues aunque nos sentimos más protegidos y a salvo de ser contagiados, en las familias ha aumentado la irritación por estar tanto tiempo juntos, y los que por su trabajo viven lejos de su familia no son capaces de enfrentar una situación de confinamiento parcial o total. No poder salir a encontrarse con los amigos, como de costumbre, o celebrar eventos importantes en familia ha deteriorado cada vez más la salud mental y en la sociedad, en donde encontramos más casos de problemas neurológicos que llevan a la depresión.
Es verdad que la depresión no apareció con la pandemia, pero estos casos han aumentado con el confinamiento, debido a la crisis sanitaria que por más de un año hemos padecido. Por eso es urgente que todos nos comprometamos más en la pastoral de la escucha, como nos invita el papa Francisco. Que estemos atentos de los demás y les brindemos apoyo, y que, quienes hayan caído en la depresión, encuentren esa luz que es Jesús a través de su Palabra y los sacramentos, y vuelvan a descubrir lo hermosa que es la vida.
Unidos al papa Francisco, que en este mes nuestra oración sea por quienes padecen depresión y nos comprometamos a estar más atentos a las necesidades de nuestra familia y amigos: y aún más de los que viven solos.