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JUSTICIA Y PAZ ¿Pachamama o Cristo?
Aliviando el sufrimiento
–Última parte–
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Rocío Aguiñaga MISIONERAS COMBONIANAS
Hay muchas Misioneras Combonianas cuyas acciones, muchas veces silenciosas, están destinadas a sanar, lavar, incluir y «erradicar el sufrimiento», a la manera de Jesús...
En Sudán del Sur, la Familia Comboniana contribuyó al establecimiento del Instituto católico de capacitación sanitaria. Desde entonces, doctoras y enfermeras combonianas han ofrecido sus servicios en el área de la salud para capacitar a enfermeras y parteras, incluso en tiempo de guerra.
Después de la frma de los Tratados de paz en 2005, la Conferencia episcopal sudanesa hizo un llamado a la vida religiosa, lo que desató una respuesta positiva. Diversas congregaciones se hicieron presentes en todo el país para coordinar servicios en las áreas de salud, educación y catequesis. Como miembros de la Asociación de solidaridad con el país, las combonianas, como la hermana Esperance Bamiriyo, aportaron al desarrollo de este pueblo tan probado por el sufrimiento y la violencia, también en el área de salud.
Asimismo, la comboniana y médica Maria Martinelli, sirve en el hospital católico Comboni de Wau. Como administradoras del hospital, las combonianas se encargan de la animación de la comunidad a través de la Radio, capacitan al personal médico, proporcionan servicios pre-
Jorge Decelis
Por: Mons. Victorino GIRARDI, mccj, obispo emérito de Tilarán-Liberia
1. Obviamente, la expresión no puede ser asumida sin salvedades, sin embargo, es notable la parte de verdad que encierra y, de algún modo, da razón del retraso de la Iglesia latinoamericana y del Caribe, respecto a la comprensión de que no cabe ser cristiano sin ser misionero, y serlo ad intra y ad extra, con el compromiso de pasar más allá de las fronteras, a «la otra orilla». Así lo decía el papa Benedicto XVI en Aparecida: «ser cristiano y ser misionero son como las dos caras de la misma medalla» (Discurso Inaugural, 3).
Reconozcámoslo: estamos atrasados, en particular, respecto al «paradigma» de toda la actividad eclesial, a saber, la «misión ad gentes». Lo confirma una simple comparación con las Iglesias de África subsahariana, mucho más jóvenes que las nuestras, pero con mayor
Una mirada retrospectiva para quienes hemos podido participar en algún COMLA-CAM, no nos resulta nueva esta afirmación: «los misioneros que llegaron de Europa nos enseñaron a ser cristianos, pero no nos enseñaron a ser misioneros».
La misión ad gentes
en las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano
impulso misionero ad gentes. Lo mismo que con algunas Iglesias de y del Caribe Asia, como Corea del Sur que, con relación al número de católicos, tiene mayor número de misioneros ad gentes.
En 1955, tuvo lugar la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Río de Janeiro. En el documento conclusivo, los obispos solicitaron que se constituyera la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). Marcaría el inicio de un camino más unido para enfrentar los nuevos desafíos de la Iglesia en América Latina y el Caribe. En 1962 comenzó el Concilio Vaticano II, cuyas constituciones y decretos relegaron al olvido los frutos del camino hecho en la primera reunión en Río de Janeiro. En 1968, la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia, se pensó y proyectó como un intento de «repensar» el Concilio Vaticano II desde América. Sin embargo, se realizó una labor reduciendo la atención a la Gaudium et spes (GS) y a la Populorum progressio de 1967. Y tales documentos fueron leídos desde una fundamental preocupación por los «signos de los tiempos». En el documento final de Medellín, encontramos la expresión «nueva evangelización», pero no así la referencia a la misión ad gentes. El decreto Ad gentes