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francisco, el papa misionero El sabor de la fraternidad
pasado y de sujetos llenos de egoísmo, que no se preocupan por la salvación y la conversión de las almas. «Hay que encenderles una caridad que tenga su origen en Dios y en el amor de Cristo, y cuando se ama de verdad a Cristo, entonces son dulces las privaciones, los sufrimientos y el martirio» (Carta al padre Sembianti, 20 de abril de 1881).
El papa Francisco dice que: «Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque “esta es la voluntad de Dios: su santificación” (1Tes 4,3). Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio. Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y sólo se entiende desde Él. En el fondo, la santidad es vivir en unión con Él y los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con Él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor. En último término, es Cristo amando en nosotros, porque “la santidad no es sino la caridad plenamente vivida”. Por tanto, “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”. Así, cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo» (GE 19-21).
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Texto y foto: Mario IBARRA
Un seminarista en pandemia
La vocación misionera es, sin duda, una de las más enriquecedoras de todas aquellas a las que Dios llama. Su ideal, el cual comprende evangelizar y estar con los más pobres y necesitados, ayuda a formar un carácter disciplinado y empático con el prójimo; pero las actitudes que se necesitan en la misión se forman desde joven en el seminario.
Soy Mario Ibarra y comencé mi formación en el seminario menor de Sahuayo, Michoacán. Ahí tuve agradables vivencias, pues además del estudio y la oración, conocí nuevos lugares gracias a las experiencias de misión y aprendí sobre distintas culturas del país a través de la convivencia con los compañeros, lo que ofrece un conocimiento vasto y una visión distinta sobre los demás, pese a las diferencias.
A pesar de dificultades y obstáculos, me di cuenta de que Dios ayuda a salir adelante y a superar cualquier adversidad, ya que durante el año que estuve en casa por la pandemia con un seguimiento distinto en todos los ámbitos, noté su presencia a través de los que me rodean. Por ejemplo, mi familia no se cansaba de buscar soluciones para salir adelante. De igual forma mis compañeros, amigos, maestros, padrinos y bienhechores siempre me dieron ánimos, fortaleza y ejemplo a través de la oración, de un consejo o incluso con sus labores.
Gracias a Dios, todas esas dificultades, dudas y malos momentos fui superándolas poco a poco. El tiempo libre que tenía en casa me ayudó a explotar y pulir los talentos que Dios me regaló, en mi caso, el dibujo; y también a fortalecer la relación familiar. Así que no todo fue malo, analizándolo, este periodo tuvo más frutos positivos que negativos en mi persona.
Ahora he comenzado mi etapa de postulantado en San Francisco del Rincón, Guanajuato, y me siento con todos los ánimos para continuar mi formación sacerdotal y para enfrentar cualquier adversidad, ya que sé que Dios no abandona, y más en tiempos difíciles. ¡Vive tu momento como si fuera el último! ¡Ánimo!