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JUSTICIA Y PAZ Otro país, en fraternidad y paz

En clave de mujer 33

Los que ingresan en los centros de acogida de McAllen, en su mayoría son mujeres con niños pequeños provenientes de Guatemala, Honduras, Ecuador y Venezuela. Es impresionante el estado de pobreza en el que llegan. Los agentes aduanales confscan agujetas, cinturones y cordones y todo lo que pueda ser usado como arma. Llegan al Centro de migrantes sólo con la ropa que traen puesta desde hace semanas o meses de viaje, que para la mayoría incluye días bajo el agobiante calor del desierto.

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La existencia de corredores humanitarios no puede detener las muertes en el río o el mar, las deportaciones, secuestros, tráfco humano, violaciones ni tantas otras consecuencias perjudiciales del cierre de fronteras. Una mujer me dijo: «¿Ve aquel señor? Ellos pasaron la frontera en un contenedor cerrado. Eran como 70, los tenían apretados como cigarros y se les acababa el aire. Ese señor los organizó para que tumbaran la tranca del camión y pudieran abrir la puerta. Por él están vivos». No todos tienen la misma suerte. Hace poco vimos con creciente angustia los miles de migrantes haitianos que se agolpaban en la frontera entre México y Estados Unidos, y semanas después su dolorosa expulsión masiva.

«Aquí hay muchos héroes», dice una señora hondureña recién llegada al Centro y rodeada por niños. Me senté a su lado para que me contara más. «Sus mamás me los encargaron mientras hacen fla para la comida y para el baño. Somos de diferentes países, pero nos tenemos confanza porque juntas pasamos de todo. A nosotras sí que nos tocó sufrir», dice. «El “coyote” y los hombres nos dejaron en el desierto, porque los niños

lloraban mucho, y que éramos muy lentas». «Mire usted que nos llovió fuerte», dice otra. «Los niños estaban entumidos del frío, con la ropa mojada. Y así nos llevaron a la hielera. Estaba frío, y de cobija nos daban esas mantas. Mi niño casi muere. Yo le quité su ropita y lo envolví en una bolsita de plástico. Lo tenía siempre apretadito conmigo para calentarlo. Mírelo, gracias a Dios, constipadito, pero está vivo», dijo limpiando con ternura la nariz del bebé.

En ese momento, se acerca otra mamá de un bebé. Era casi una niña, salvadoreña, en migración le pusieron un grillete. «Ella nos salvó a todas. Nuestros celulares se descargaron y otros dejaron de funcionar cuando caímos en el lodo. Pero ella mantuvo la calma y nos animó a continuar». Mientras limpia con un pedacito de papel la nariz del bebé constipado, otra señora me comenta, «Nosotras la seguimos. Yo me sentía morir, pero al ver a mis dos niños pensé, si me muero, ¿quién los va a cuidar? Mis hijos me hicieron sacar fuerzas de sabe dónde. Caminamos horas y horas con los niños, en medio del calor y con miedo a los malos. Por la gracia de Dios y por esta señora estamos aquí. Por eso le cuido a su niño. Es como si la conociera desde siempre. Ella nos salvó la vida a todas». La movilidad humana es parte integrante y determinante en la historia. Este fenómeno es un proceso esencial en la vida del ser humano ya que ha permitido el enriquecimiento de culturas y favorecido al desarrollo económico. Se pueden enumerar múltiples causas de la migración, así como sus efectos. Los factores de repulsión y atracción pueden ser políticos, socioeconómicos, culturales, belicosos, religiosos y ambientales. Se migra tanto al interior como al exterior del país en busca de mejores oportunidades, seguridad y para mejorar la condición de vida. Entre las causas principales encontramos el cambio climático, las guerras, la persecución religiosa y la explotación extractiva.

Continuará...

Esquila Misional febrero 2022

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