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FiESTAS POPuLArES
Guardianes de la tierra Fiesta de la Virgen de la Candelaria
Esta celebración ocurre cada mes de febrero en la ciudad de Puno (Perú). Es una fiesta de carácter religioso, festivo y de una gran riqueza cultural. Desde el año 2014 ha sido declarada por la Unesco «patrimonio cultural inmaterial de la humanidad». Las imágenes que se pueden disfrutar en este artículo, han sido realizadas por uno de nuestros fotógrafos, Mario Colán, en Amantaní, la isla más extensa del lado peruano del Lago Titicaca. Es un territorio de forma casi circular con un diámetro promedio de 3,4 km. Se considera una de las mayores manifestaciones culturales, musicales, de danzas y religiosas de Perú, por la cantidad de símbolos y manifestaciones artístico-folclóricas propias de las culturas quechua, aimara y mestiza. Es una celebración donde conviven y se expresan las raíces de tradiciones católicas y elementos simbólicos de la cosmovisión andina. Personas nacidas en Puno que emigraron de la región, regresan para estas fechas, lo que contribuye a reforzar en ellas un sentimiento de continuidad cultural ancestral. Colaboran en la organización de las festividades y en la preservación de las técnicas y conocimientos tradicionales relacionados con la danza, la música y la fabricación de máscaras. La transmisión a las generaciones más jóvenes de todos esos conocimientos se efectúa mediante la organización de ensayos musicales y coreográficos, y también mediante la creación de talleres para la fabricación de máscaras. Las fiestas finalizan con una ceremonia en honor de la Virgen, un concierto y misas de despedida.| redaCCión
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Guardianes de la tierra La Manka Fiesta: un trueque al año
La Manka Fiesta o Fiesta de la Olla de barro cocido, es una celebración autóctona que se desarrolla en La Quiaca (Jujuy, Argentina). Es una población fronteriza ubicada a 3.442 metros sobre el nivel del mar. Cada año, desde el tercer sábado de octubre hasta el último día del mes, se congregan alfareros, campesinos, artesanos y lutieres en esta colorida feria de trueque para intercambiar sus productos.
Unas dos mil personas llegan para ofrecer productos en la feria. Algunos llegan en burros cargando las mercancías, pero la mayoría lo hacen en camionetas cargadas con todo tipo de productos. Viaja toda la familia, sin olvidar a los mayores. Cada feriante que se ubica en las más de cinco hectáreas de la zona preparada, se agrupará de acuerdo al rubro al que pertenece junto a sus pares y una vez emplazado el puesto de venta e intercambio, procederán a «pedir por un año de prosperidad en la cosecha o producción». Los habitantes de la Puna jujeña arriban con tejidos de lana de llama, barracanes, picotes, chalonas, papas, chuño. Los pobladores de los valles vecinos traen frutas disecadas, semillas, sombreros ovejones y canastos. Durante esta feria se realiza el «trueque» de vasijas por productos agrícolas y artículos de manufactura casera. La feria cobra colorido y algarabía luego de la primera noche donde todos los participantes han exhibido lo que tienen y quieren trocar o vender. Como en toda festividad abunda la comida regional, la música y los bailes que se despliegan en unas típicas carpas. Octubre es un mes donde la Puna calma sus vientos para que se escuchen las propuestas copleras Se escucha música de quenas y anatas, el retumbar de cajas y el inconfundible sonido de los charangos. Hay también lugar para las coplas de amor y los regateos, sean en quechua o en español. Los cantos y los bailes propician los romances al mejor estilo puneño: pocas palabras, mucho cortejo y encuentros al anochecer entre estrellas confidentes. El costado espiritual se hace presente gracias a los humildes artesanos que exhiben sus creencias a la par de quienes a través de los «yuyos» todo lo curan, lo adivinan y lo solucionan. Considerada como una de las expresiones más importantes del calendario cultural de la provincia, la feria no produce una gran ganancia económica, pero sí es un acontecimiento único que se está revalorizado. Seguir manteniendo viva esa esencia de una economía tan antigua como es el trueque y para los más atrevidos el amor en las noches jujeñas. Todo sea tener una buena mercancía para intercambiar.
| Betina F. Mattio Tocando el erke Mercadillo de cerámica
«Inca tocando el siku». Autor: Jorge Matías Alba
Guardianes de la tierra Honrar a la madre tierra: Pachamama
La fiesta de la Pachamama constituye una gran celebración en honor a la Madre tierra. «Pacha» significa universo, mundo, lugar y «Mama», madre. Esta festividad ancestral se celebra cada 1 de agosto, día de la Corpachada, ceremonia tradicional en la que se ofrendan alimentos y bebidas, al tiempo que se agradece por buenas cosechas y fecundidad para los rebaños Es una ceremonia que refuerza la reciprocidad entre el ser humano y la naturaleza.
Es una divinidad agrícola que nutre, protege y sustenta. Mencionarla es referirse a las altas cumbres, a los ríos, a los bosques y a todos los seres que las habitan. Según la cosmovisión andina del Qollasuyu, en el mes de los vientos, el 1 de agosto la tierra se despierta, lo mueve todo y allí están sus hijos para celebrar con cantos y alimentos el Sumaj Kawsay: el buen vivir. Significa una gran responsabilidad para quienes participan. Es también el reencuentro de todas aquellas regiones que constituyeron la confederación del Tahuantinsuyo, el antiguo territorio incaico y que actualmente abarca el sur de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, centro y norte de Chile y noroeste de Argentina, es decir, las culturas originarias andinas. El ritual central a la Pachamama es la challa o pago (tributo) la palabra challar se usa como sinónimo de «dar de comer y beber a la tierra». Para ese día se seleccionan los mejores alimentos naturales, las semillas, el tabaco de pipa. La hoja de coca no puede estar ausente, como tampoco la chicha de maíz y de chicha de maní, el algarrobo, el chañar y otros frutos que nacen a lo largo y a lo ancho de estas regiones. Las mujeres preparan los alimentos y los hombres hacen el pozo donde se ubican las ofrendas y la comunidad; en parejas, un hombre y una mujer, se acercan y van sumando hojas de coca o semillas, se ahúma la tierra y ese sitio será, a partir de ese momento, una apacheta, un lugar de trabajo espiritual. Si bien, con el transcurso del tiempo, los rituales de esta tradición fueron variando, tomando distintas formas y enriqueciéndose con los legados culturales, históricos y sociales de diferentes comunidades constituye una excelente oportunidad de reencontrarse con lo más profundo de lo humano y con los seres que nos rodean. Es una oportunidad para recordar las historias personales, las de los linajes de estas culturas, y especialmente las de los ancestros ya que los rituales están a cargo de las personas mayores de las comunidades. En tiempos de pandemia, la Pachamama nos puede brindar una profunda reflexión por el daño que le estamos causando. Tal vez sea una oportunidad para detenerse a escucharla y que no debemos dejar pasar por alto.
Betina F. Mattio
St. Albans (Reino Unido)
Foto | Juaquin Hamilton-YoungBird
75º Encuentro Anual de Indios Pawnee
Del 1 al 4 de julio se ha celebrado el 75º Encuentro Anual de Indios Pawnee Veteranos, en Pawnee, Oklahoma (Estados Unidos). Esta fiesta de cuatro días –que incluye canciones y bailes– conmemora el regreso a casa de los militares activos. Se festeja la vida y se homenajea a los guerreros muertos con canciones en su memoria y recuerdo. Algunas tribus vecinas han aprovechado la oportunidad y también se han unido al evento. La nación pawnee estaba situada en Nebraska y Kansas y, actualmente, se encuentra en Oklahoma. Formada por cuatro clanes: kitkahaki, pitahawirata, skidi y chaui. Está considerada como una tribu amistosa por el Gobierno de Estados Unidos,«hombres y mujeres de gran valor y resistencia». Al acto acudieron el presidente de la Organización de Indios Veteranos Pawnee, Pius Spotted Horsechief, así como el vicepresidente, Marlin Miller y el secretario-tesorero, Joe Hawkins… actuando como maestro de ceremonias Juaquin HamiltonYoungBird y Frank Carson. | Mikaela soler astorga