Génesis 11:1-9 1 En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra. 2 Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron. 3 Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. 4 Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.» 5 Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, 6 y se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr. 7 Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos.» 8 De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad. 9 Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y de donde los dispersó por todo el mundo.
Un idioma común crea una conexión inmediata. Un idioma desconocido crea una barrera invisible, separando el “nosotros” de “ellos”. También los discípulos de Jesús enfrentaron este obstáculo, hasta que Dios decidió intervenir un día, hace mucho tiempo, en la ciudad de Jerusalén. Las calles estaban llenas de actividad y ruido. Judíos provenientes de muchas naciones se habían reunido para celebrar el Pentecostés, una de las principales fiestas de la “peregrinación” que requería que los judíos viajaran a Jerusalén cada año. Los visitantes inundaban la ciudad, y cada uno hablaba un idioma diferente, pero todos tenían el mismo propósito: celebrar una fiesta ordenada por el Señor.
EL CONTEXTO Los judíos iban a Jerusalén cada año para celebrar tres fiestas: la Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos. La celebración del Pentecostés fue ordenada por Dios con el propósito de darle gracias y alabarlo por la cosecha. Se hacía cincuenta días después de Pascua, y se conocía originalmente como la fiesta de las semanas. Pero en el Nuevo Testamento, la celebración es llamada Pentecostés, de la palabra griega que significa “quincuagésimo”. En el tiempo que pasó Jesús en la tierra, Él también viajaba a Jerusalén para el Pentecostés. El día de Pentecostés: Era la fiesta judía de las semanas o de las primicias (Éxodo 34:22; Deuteronomio 16:9-11; Números 28:26), que también se llamaba la fiesta de la siega (Éxodo 23:16) o día de las primicias, que caía en el día número 50 después de la fiesta de la Pascua. La fiesta de Pentecostés estaba hecha para ser un tiempo de gozo, pero seguramente había también rumores y dudas mientras las multitudes se movían por las calles. Jesús de Nazaret había sido condenado a muerte recientemente, y algunos decían que había resucitado. Pero ¿podría ser verdad la noticia? Si lo era, ¿qué significaba esto para los judíos de todas partes del mundo? Pero, antes de que pudiera haber una respuesta, tenía que entenderse. Los visitantes no tenían una forma común de comunicación, excepto con gestos. ¿Quién podría comunicar la verdad del Cristo resucitado? Incluso los discípulos hablaban un dialecto galileo diferente. Esta barrera del lenguaje les impedía a los visitantes entender a los doce apóstoles y escuchar las Buenas Nuevas. ¿Cómo era posible que el lenguaje, esa hermosa y útil herramienta, se hubiera convertido en un embrollo tan difícil? Para encontrar la respuesta, tenemos que retroceder en el tiempo a la antigua ciudad de Sinar. Ésta era una ciudad de Babilonia ubicada cerca de los Irak e Irán actuales. Conocida por su preciosa alfarería del barro, Sinar se jactaba de tener muchos trabajadores calificados que se destacaban en la creación de los impresionantes zigurats.
PARA ENTENDER Babel es el nombre hebreo bíblico por el que se conoce a la ciudad mesopotámica de Babilonia. De acuerdo con el Génesis, se trata de la primera de las cuatro ciudades originales del reino fundado por Nemrod, el poderoso cazador opuesto al Dios Yahveh. Según esta misma narración, estaba situada en «una llanura en la tierra de Sinar» donde se llevó a cabo un intento infructuoso de erigir una torre de altura suficiente para alcanzar el cielo: la célebre torre de Babel. Un zigurat era una torre construida en forma de pirámide de varios niveles, con una escalera en la parte exterior. Cada ladrillo era hecho a mano, y la estructura se construía con niveles superpuestos totalmente compactos. La estructura estaba destinada a ser el punto más alto de la ciudad. Los zigurats no eran el lugar en que se realizaban actos públicos o ceremonias, sino que se les consideraba la morada de los dioses. Gracias al zigurat, la gente podía estar cerca de los dioses. Cada ciudad tenía su propio dios o diosa, de la cual era patrón, gobernador, patesi o lugal. Sólo los sacerdotes tenían acceso al interior del zigurat para atender a las necesidades de los dioses, lo cual hacía de ellos un elemento poderoso de la sociedad. Nemrod o Nimrod fue un monarca mítico de Mesopotamia, mencionado en el capítulo (10:8-10) del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas y cuentos. La gente de Sinar tenía ambición, habilidades, y por desgracia, una perversa dosis de orgullo. El historiador Josefo nos dice que el gobernante babilonio Nimrod los estimuló a este pecado: “Dijo que iba a vengarse de Dios, si tenía en mente ahogar otra vez al mundo; ¡por eso construiría una torre muy alta a la que las aguas no podrían llegar!” Nimrod quería que el pueblo construyera algo para evitar el juicio de Dios. Génesis 11:4 “Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.”
UN POCO DE CURIOSIDAD ¿Cuánto medía la Torre de Babel? Fuente extraída de la revista “Muy Interesante” Hasta hace poco se pensaba que la Torre de Babel, la mítica construcción mencionada en la Biblia cuyos restos fueron hallados en 1913 en Akar Quf por el arqueólogo Robert Koldewey, medía 90 metros de altura. Pero un nuevo estudio realizado por el historiador español Juan Luis Montero, de la Universidad de A Coruña, sugiere que era de 60 metros de altura. La hipótesis se basa en que en Mesopotamia no existió ningún edificio macizo de 90 metros construido con adobe, material que no soportaría una altura de esa envergadura, como tampoco el suelo arcilloso de Babilonia aguantaría la tensión de una torre de 700.000 toneladas de peso, según el investigador. El experto murciano investigó además otros
zigurats de adobe llegando a la conclusión de que la altura no supera nunca el 70 por ciento de su base, y en el caso de Babel la base era de 90 metros. Montero propone una Torre de Babel de 400.000 toneladas de peso, levantada con 25 millones de piezas de adobe y ladrillo, con 60 metros de altura distribuidos en seis terrazas de 48 metros de altura total y un templo en la cumbre de 12 metros, al que se accedía por rampas organizadas en zigzag en la fachada principal, o bien distribuidas en espiral, y de una anchura de 3 metros.
Todos forman un solo pueblo Génesis 11:5-7 “5Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, 6y se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr. 7Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos.” En un golpe maestro para disciplinarlos, el Señor les quitó la capacidad que tenían de comunicarse entre sí. Al igual que el toque suave deliberado a un castillo de naipes, la comunidad colapsó. La gente se dispersó por todo el mundo, llevando sus numerosos idiomas con ellos.
PARA PROFUNDIZAR En el libro de Proverbios, el rey Salomón asocia a muchos de los desastres de la vida con el pecado del orgullo. Véanse Proverbios 11.2; 13.10; y 16.18. Proverbios 11:2 “Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría.” Proverbios 13:10 “El orgullo sólo genera contiendas, pero la sabiduría está con quienes oyen consejos.” Proverbios 16:18 “Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso.” Génesis 11:8-9 “8De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad. 9Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y de donde los dispersó por todo el mundo.” Es difícil recuperar la historia antigua de Babilonia. Las excavaciones en el lugar no pueden ir más allá del comienzo del segundo milenio porque la capa hídrica del Éufrates se ha movido en el curso del tiempo y ha destruido los niveles más bajos.
Hechos 2:1 “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.” Miles de años después, en un aposento alto de la ciudad de Jerusalén, los discípulos estaban reunidos justo antes de la fiesta de Pentecostés. Con ellos estaban la madre de Jesús, muchas otras mujeres, y unos cuantos seguidores de Cristo. Los discípulos habían visto a su Maestro golpeado y colgado para morir, traicionado por sus amigos y ridiculizado por sus enemigos. Habían visto al Cristo resucitado, y vieron cuando Él ascendió al cielo. Pero ahora enfrentaban un nuevo reto: el período de espera. Antes de ascender, Jesús “les mandó… que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí; porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1.4, 5). Hechos 1:4-5 “4Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: —No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado: 5Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.” Los discípulos decidieron esperar juntos y orar. Los discípulos se habían preparado deliberadamente para la venida del Espíritu Santo y seguían paso a paso, a través de la Palabra, esta revelación que ya había sido profetizada. Joel 2:28-29 “28»Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes. 29En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los siervos y las siervas.” Mateo 3:11 “Yo los bautizo a ustedes con agua para que se arrepientan. Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.” Hechos 2:2-4 “2De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. 3Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. 4Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.”
EL CONTEXTO El fuego es utilizado a menudo en la Biblia como un símbolo del Señor:
El Señor guió al pueblo con una columna de fuego durante la noche (Éx. 13.21) El Señor se describió a sí mismo como un fuego consumidor (He. 12.29) Sus palabras son como fuego (Jer. 23.29) Jesús se revelará un día con sus ángeles en llama de fuego (2 T. 1.7, 8)
Hechos 2:5-8 “5Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. 6Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma. 7Desconcertados y maravillados, decían: ¿No son galileos todos estos que están hablando? 8¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?” Los discípulos estaban hablando de repente en idiomas extranjeros, y pronto los visitantes de la ciudad oyeron su propia lengua hablada claramente. El mismo Dios que había confundido la lengua de los orgullosos babilonios, utilizó ahora el lenguaje para atraer a sus hijos a sí mismo y proclamar al Cristo resucitado. Después de que Pedro se puso de pie para dirigirse a la multitud, alrededor de tres mil personas aceptaron el mensaje del evangelio. Este milagro del Pentecostés fue un recordatorio de que Dios había eliminado todas las barreras para acceder a su gracia. La oferta de salvación fue voceada en medio del caos y de las calles llenas de gente: el regalo del perdón de Dios había sido extendido a cada corazón. Las lecciones del Pentecostés siguen hablándonos a nosotros hoy. En primer lugar, recordemos que los discípulos esperaron juntos. El aislamiento puede traer tentaciones y hacernos dudar de lo que sabemos que es verdad (Ec 4.12). Cuando tenemos que esperar en Dios, es sabio rodearnos de creyentes con la misma actitud. Eclesiastés 4:12 “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” En segundo lugar, recordemos que los discípulos perseveraron en oración. El esperar despierta muchas emociones, pero por medio de la oración con acción de gracias, tenemos la seguridad de que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4.6, 7). Esperar juntos y orar juntos ayudó a preparar el terreno para el milagro del Pentecostés.
APLICACIÓN En vez de centrar nuestras oraciones exclusivamente en las circunstancias, pidámosle a Dios que nos proporcione la compañía de hermanos que fortalezcan nuestra fe. Hace mucho tiempo, el orgullo derribó una torre, y la confusión creó una barrera. Pero, cuando un pueblo fiel se reunió para adorar al Señor, Él utilizó el obstáculo de sus diversas lenguas para abrir los corazones a su mensaje. Para usted, hoy, el mensaje es el mismo: no importa qué tan bajo haya caído o qué tan alto haya subido, Dios le está llamando, y Él habla su idioma.