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el arte contra las cuerdas
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JAVIER ILLIDGE
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La pandemia del Covid-19 ha causado muchos y muy graves estragos en todos los ámbitos de nuestras sociedades a lo largo y ancho del mundo. Con diferentes niveles de inversión y de preocupación, tanto desde las políticas estatales como de las acciones de los particulares, se ha visto cómo la crisis sigue siendo una constante en la que cada quien (como se dice en España) se las arregla para “apañarse” como puede con la situación.
Y es que con la desaceleración económica el campo artístico se ha visto terriblemente afectado, tanto en su estructura como en su parte humana. Si en las empresas han tenido que desvincular a tantos y tantos empleados (y eso sin mencionar a tantos que han tenido que cerrar en forma definitiva), ¿qué decir del trabajo propio del campo del arte, donde la mayoría de las veces ni siquiera hay vinculaciones medianamente estables?
El arte y la educación artística se las han tenido que arreglar como pueden: mucho uso de tecnología, de transmisiones, de performances “en vivo” mediados por las tecnologías y las plataformas de comunicación, grabaciones, montajes y ediciones, muchas cosas para las que no estábamos ni medianamente preparados. Y todo esto sumado a verdaderas afugias económicas que no han contado con los apoyos económicos que harían que la crisis no sea para el sector artístico peor de lo que ya es.
He tenido que ver cómo muchos artistas de diferentes campos se han tenido que dedicar a actividades completamente diferentes para poder subsistir, desde trabajar como obreros en la construcción o de la siembra y cosecha en el campo, hasta cocinar o vender artículos a
domicilio, o salir a llevar su arte a la calle a la espera de las monedas que “por su buen corazón” les den los ciudadanos de a pie, en una situación que no se sabe cuándo mejorará.
Por esto y, sin entrar a hablar del contexto internacional (sino centrándonos en lo que ocurre “en casa”), echemos un vistazo a lo que ha venido ocurriendo:
Primero, desde las políticas estatales, se puede ver por una parte la gran preocupación que produce en este momento la desaparición del Programa Nacional de Salas Concertadas (lo cual afecta de manera especial al Teatro), así como la propuesta en la Reforma Tributaria que se presentó recientemente en el Congreso de gravar con una tarifa de IVA del 19% a los servicios culturales. Y se pude ver cómo desde la administración local, a finales del año pasado, se hicieron convocatorias para presentar pequeños espectáculos en espacios abiertos con una infraestructura muy básica.
Por otra parte, ¿qué ha pasado con el equipamiento cultural? Bueno, salas de exposiciones, galerías y teatros con cierres y restricciones, espectáculos al aire libre en algunos casos y todo tipo de circulaciones a través de pantallas, las salas de cine cerradas, los teatros parecieran ser, para muchos y en todo caso para quienes manejan nuestros destinos, menos seguros que el transporte público… Es para pensar: si presentar espectáculos en teatros es tan costoso desde el punto de vista tributario (ni qué pensar de lo que cuesta producirlos), si el aforo ahora es reducido por el distanciamiento que se debe mantener y además existe el peligro de gravar con IVA del 19% los servicios culturales… ¿qué será del arte en este país? Buscar patrocinios privados, diría cualquiera. Pero si buscar patrocinios de la empresa privada era tan duro antes de la pandemia, ¿cuánto más arduo lo sería ahora?
¿Y los entornos educativos? Sin un sistema masivo de vacunación realmente eficiente, seguimos mediados por las pantallas. Entonces, un trabajo de formación actoral, o de danza, o el ensayo de una banda, de una orquesta, de un coro, ¿qué posibilidad queda de realizar estas actividades y que al mismo tiempo ellas sean bioseguras? Se ha pensado en abrir los espacios educativos para la alternancia, pero conforme las cifras de número de contagios, de ocupación de camas de cuidados intensivos, etc. aumentan cada vez que aparece un nuevo pico, las intenciones se van postergando. Es cuestión de preservar la salud antes que todo.
En conclusión y gracias a una cantidad de factores que están jugando un rol importante en nuestra realidad cotidiana, el arte sigue estando “contra las cuerdas”: galerías de arte, museos y teatros con restricciones y cierres, las compañías importantes como la Ópera de Colombia o la Fundación Jaime Manzur diluyéndose desde el momento mismo del fallecimiento de figuras como Gloria Zea o Jaime Manzur, las escuelas de formación tratando de sobrevivir desde modelos remotos, la distribución de obra en la virtualidad y los músicos volcados a las calles tocando en los andenes, el
porvenir no puede estar pintando peor. Quisiera tener una visión más optimista de esta situación, poder vislumbrar esa “luz al final del túnel” que nos diera un asomo de esperanza, pero no puedo menos que reconocer lo que está pasando. Una buena noticia se genera con la posible próxima apertura del Teatro El Encanto, para impactar en forma positiva desde las diferentes artes al amplio sector suroccidental de nuestra Bogotá. Ojalá que el futuro nos depare tiempos mejores.