la extremidad del otro N° 12

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#12 Mayo 2014


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Editorial


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EDITORIAL: LA LECHUGA Con Guadi nos gusta comprar �lores raras. Después de mirar un buen rato un puesto de la alameda decidimos “re contentas” por una que asomaba de forma particular a nuestros ojos y acordamos que nos sorprendía a las dos por igual. En el momento de pagar mientras esperábamos el vuelto de la niña que nos atendía pasa una mamá con una pequeña y se oye un grito: _mirá mamá: UNA LECHUGA!!!!... El tópico re�iere a un lugar psicológico donde todos nos ponemos en algún momento… Es también el lugar donde los otros nos ponen, Porque los dejamos,

Aprendemos a pensar en relación con nuestras percepciones del prójimo, del vecino. Una criatura semejante, no los padres, ni un completo extraño, sino tal vez, por el sonido de sus gritos, otro niño…..

El prójimo es bene�icioso y hostil. Armo mi cuento acerca de lo que interpreto en él, me encuentro con mi soledad en cuanto lo tengo que enfrentar o interactuar Con él. En ese encuentro no hay direcciones acerca del conocimiento, no hay experiencia previa para contrastar. La intolerancia que supone el extraño entre nosotros


supone siempre una intolerancia de base de nuestra parte. Nos guste o no. El prójimo es al que se le dan las explicaciones El prójimo es una cosa ajena, algo mudo pero que habla y que está más allá de la idea de amigo/enemigo… …Por intermedio de él surge la subjetividad, es una especie de mediación. Es bene�icioso y hostil. …. Es curioso los del interior…. son ELLOS pero los que damos explicaciones SOMOS NOSOTROS…

En esta operación de dar explicaciones “el sujeto del interior” arma un acceso a un objeto provisto de sustancia propia, que en ese adelantarse se niega a la apertura de lo no conocido. Teme lo que está por venir y niega enfrentarse a ello, a esa aventura de lo inesperado. Entre las opiniones y la verdad aparece el espacio de la palabra, la explicación que llena, pre-ocupa, el sentido del encuentro antes de que se produzca. JUGAMOS HACIENDO ESA OPERACIÓN FUNDAMENTAL DEL TIPITO POSMODERNO: EL ACCESO A UN OBJETO DESPROVISTO DE SUSTANCIA O MÁS BIEN: PROVISTO DE NUESTRA SUSTANCIA. Dar explicaciones implica casi tantas veces, buscar garantías. Es el miedo al abismo del ACTO, eso que ya alguien denunció como oportunismo. Es también una manera de vivir la temporalidad como COSAS QUE HAY QUE HACER para discutir que son super�luas. También Tiene que ver con esa actitud CORRECTA POLÍTICAMENTE que Adelanta El Tiempo, arma


una afabilidad para ser aceptado y presupone una negativa: la del que no puede enfrentar el vacío del sentido por venir y …ADELANTA. Adelanta palabras, escenas, primerea la experiencia del otro. -dar explicaciones. Una forma de ser que trasunta una actitud. Ser del interior no es literal, es ser de una determinada manera en unos casos. Se puede ser de capital y actuar como del interior en este sentido. Por otro lado está bueno notar como dice más arribita: que Los del interior son ellos pero damos nosotros- es una suerte de cambio de persona gramatical en la frase que actúa como una especie de metonimia del sujeto. Se cambia la parte en que somos otros y no yo, para no decir que nos hacemos cargo de nosotros directamente de una forma un poco servil. En el sentido que dar una explicación tiene que ver con dar argumentos de porqué se procede de una u otra forma a un Otro que ni siquiera pidió esa explicación. En este sentido es una anticipación signi�icativa, espacio temporal, que puede tener que ver con dos situaciones: o estamos solos hablando con nuestros fantasmas y tratando de hacernos querer anticipadamente o estamos tratando de tener un tipo de acercamiento al otro que es diferente. Esto es posible? De ello se trata este número de la extremidad.




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eNatali Incaminato e


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Los del interior damos explicaciones. Explicaciones del interior del interior. Explicaciones del interior en el interior. Explicación de devenir “del interior” en el centro. En lo golpes de peor suerte, con épica self-made man, con el sacri�icio de los padres, con yo no fui al colegio Nacional, con “M’hijo El Dotor“. Literatura autocomplaciente y cómoda. En los mejores, las preguntas. Qué interior, qué centro? El pasaje de la interminable llanura sureña mirada por un recuadro de vidrio hasta el esperado objetivo de ciudades con cielos tajeados por los cables de tensión y edi�icios aplastantes. Inmigrantes aquí y allá. Allá bolivianos, aquí peruanos. Del interior somos todos. De la familiaridad de los rostros conocidos, la comunidad, a la impersonalidad de rostros inaprensibles por su velocidad que se desplazan en �lujos de ósmosis entrando y saliendo por los vasos respiratorios arti�iciales de la máquina urbana. La máquina deseada, las Instituciones Notables, clases altas más tangibles, los Frutos del Capital simbólico al alcance de la mano. El interior, entonces, es ahora esa juntura imposible entre pasado y presente. Un desajuste que prodiga confusiones, excusas, explicaciones, compromisos, culpas, falsas idealizaciones, rescates; como un Inca Garcilazo de la Vega entre Incas y españoles. “Pero he venido de Trujillo a Lima. Pero gano un sueldo de cinco soles.”


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Matias M atias Forlani


El pensamiento del afuera Al caer los parpados un mundo veloz y cambiante se presentó. Proliferaba a saltos, cataratas de sonidos e imágenes, puentes sonoros que estallaban imágenes para arriba. Colores y rostros que gesticulaban al mismo tiempo gestos distintos, diversos, multiformes, cambiantes, moviéndose al interior de imágenes “polivocas”. El pensamiento era detenido. Y poblaciones de doblamientos proliferantes de un mundo informe que llagaba desde todas las esquinas y atravesaba los límites cercenantes del mundo vulgarizado, agotado de la civilización, y con ello, la posibilidad de expandir hasta el extremo de lo absurdo, la proliferación heterogénea de los más exagerados encuentros, vínculos. Conexiones de imágenes con palabras, trozos de palabras con ruidos extraños. Escenarios con sus desentendimiento y desconocidos personajes. Algo así como la expansión deliberada de un pensar otro (del afuera, quizás, del interior), que se abre extasiadamente cuando el mundo armado pierde su interés y la libido se enrosca para lo que sucede al interior del mundo cerrado de los párpados. Sobre el rostro inmovilizado al movimiento ágil de los sueños. Y así, de la rueda de los pies, los colores de la noche gris y apagado en la quietud vibrátil de los encuentros extraños, inauditos, inesperados, el diálogo fragmentado con una doncella extremadamente delgada que yacía postrada, quieta, desnuda, horripilante, arrugada, amorfa, o de forma dilatada, me hablaba (o emitía sonidos ruidosos), de ese ruido salía una boca que parecía formar un informe cuerpo de mujer donde en lugar de pómulos se derretía una mucosa arrugada y donde se ubican los senos caía plácidamente en miniatura un trozo de piel seca. De la parte trasera ubi-


cado por encima de las piernas, recostada en una posición que no se puede ver, puesto que parecía estar recostada sobre la espalda, se veía con toda claridad, sin embargo, su parte trasera donde una especie de cola de lagarto se extendía larga, verde y arrugada hasta debajo de las uñas de los pies. Habló, emitió un ruido sonoro, lo más parecido a un temblor, al mismo tiempo que emitía un olor fuerte, intenso, desconocido. Y dijo “pon tu sexo en mi vientre” y yo coloqué la palma de mi mano. Del lugar donde está la panza, por dentro, en el adentro, en el interior, se escuchaba el ladrido de un sin �in de bocas de niños diminutos, chillones, o tremendamente molestos, apretados, incómodos, pero al mismo tiempo risueños, contentos de ser tantos, en un lugar tan minúsculo, desapercibido. Mi mano cliente (que ya no me pertenecía), hirviendo se llenó de la proliferación de las innumerables voces de esas criaturas ardientes, exaltadas, proliferantes…extrañísimas…su voz o lo que salía de esa boca, lo dijo “era del diablo” yo le quise retrucar que no existía, que eso es una construcción moral del mal. Ella (o eso), cerró los ojos como apenada, de sus ojos salieron dos lombrices que se extendieron musicalmente sobre sus ojos, empezaron a enroscarse en el lugar donde está la nariz, se apretaban y ella me dijo que impedía así oír, que es la manera que tiene de no escuchar estupideces tantas veces repetidas como la frase que yo le había dicho… El pensamiento del interior es al interior de un pensar que hace límite con el decir posible. El posible decir balbucea con un agujero que solo logra decir extrañeza de lo que realmente intenta decir.








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X Fernando Sdrigotti


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Interiores: extensiones, intensidades Ser del interior... ¿Qué signi�ica? ¿Qué de�ine la palabra interior? ¿Tiene un signi�icado tan claro como para que sea de uso tan habitual? ¿O acaso se trata solamente de una palabra arbitraria? ¿Interior en relación a qué exterior? Es tentador rechazar esta idea, dictaminar que no existe, proponer quizás la existencia de innumerables centros, cada uno con su periferia, deconstruir esta idea proponiendo que los afueras no son nada más que una ilusión. Suena más en sintonía con nuestro momento pos-posmo. Y sin embargo la palabra interior nos permite pensar ciertos lugares en conjunto, los vuelve parte del mismo fenómeno. Monje, Firmat, Cippoletti, Trenque Launquen, cualquier pueblo “perdido” de La Pampa, Chacabuco, Montes de Oca. ¿Cómo pensarlos – en conjunto – sin alguna categoría arbitraria? ¿Cómo pensar cualquier cosa sin categorías arbitrarias? Tal vez se trate de pensar lo interior en ese estado de tensión – poner la arbitrariedad al servicio de la duda.

Porque es una idea compleja y hasta cierto punto contradictoria. Hablamos de interiores mientras que pensamos en espacios abiertos, inabarcables. Exteriores, hectáreas de campo perdiéndose en la distancia. Extensiones y no intensidades. Las rutas desoladas y poceadas del interior de Santa Fe. Kilómetro tras kilómetros de espacio abierto, alguna que


otra estación de servicio, paradores al costado de la ruta, molinos abandonados, y silos y alambrados. Plazas vacías, el inevitable fata morgana de la hora de la siesta. Cementerios de pueblo donde la causa número uno de muerte son los accidentes de tránsito. Aire, el espacio: poroso.

Pero, ¿qué hay de lo intensivo? ¿Cómo pensar y escribir las intensidades particulares de esos espacios, su no sé qué? Pienso que aquí mismo radica la contradicción de la idea de interior: nos lleva a pensar en términos extensivos, en posiciones y relaciones en el espacio, cuando en realidad el interior es también una intensidad. Y la intensidad se pierde. Es lo que siempre se pierde cuando se habla de interiores. Es muy di�ícil trasmitir intensidades. Quizás sea imposible. Negarse a rechazar de cuajo una idea no signi�ica que sea posible comunicarla. Es la invitación a pensarla, a abusarla, a hacerla funcionar de cualquier manera que sirva.

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En uno de los capítulos de La poética del espacio Gastón Bachelard intenta proponer una dialéctica del adentro y el afuera. Si bien Bachelard está más interesado por los espacios domésticos que por el paisaje, en uno de los momentos más sugerentes cita al poeta franco-uruguayo Jules Supervielle, a la sensación de encierro que a este le provoca el espacio abierto de la pampa. Supervielle siente claustrofobia, pánico de lo abierto del paisaje, y de su monotonía. Lejos



de ser una instancia única, este pánico a esa “prisión a cielo abierto” es un tema recurrente. La literatura, la música, la ensayística, el cine, están plagados de estos momentos. Así como están plagados de los momentos opuestos, de fugas hacia el interior como algo liberador. En Argentina y en el resto del mundo. La sensación de encierro de Supervielle, pienso, captura muy bien una posible contradicción inmanente a la idea de interior, entre su aspecto extensivo y su aspecto intensivo. Son los dos momentos de la misma idea encontrándose, discutiendo. Extensivamente abierto, intensivamente cerrado. Para Supervielle y para muchos.

El pánico de Supervielle es el resultado de innumerables galopes mirando un paisaje monótono. ¿Quién no sintió un pánico similar mirando pasar el horizonte desde la ventana de un ómnibus de larga distancia? Casas perdidas a los costados de la ruta. Restos de autos estrolados. Altares consagrados a la Difunta Correa. Dinámicas que nunca llegaremos a comprender. Vidas que son vividas en paralelo a las nuestras y con las que nunca nos cruzaremos. Quizás el pánico de Supervielle sea también el pánico de saber que no todo lo que se nos pone delante puede ser inscripto con sentido o entretejido alrededor de nuestra existencia. Hay cosas que no se pueden conocer, que no se pueden comprender, que nos esquivan, y por lo tanto no se pueden describir y tal vez eso nos llene de impotencia y angustia.

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¿Cómo transmitirle a quien solo conoce la sensibilidad de los centros las intensidades particulares de los interiores? Personalmente me parece imposible. Me parece imposible dar explicaciones, cuanti�icar sensaciones, construir una narrativa que no sea la regurgitación de la misma cantinela de siempre: entre el aburrimiento y la fascinación – pueblo chico, in�ierno grande – la belleza de las mujeres –el ritual de la comida – el índice elevado de psicótico per capita– y otros lugares comunes. Tal vez Haroldo Conti consiga hacerlo. A mí no me sale.

Quizás lo más práctico – y lo más sincero – sea declararse incapaz de dar explicaciones, extender una invitación a conocer, a subirse a un auto una mañana y perderse por alguna ruta de provincia. Puede que se sientan como Supervielle o puede que encuentren un lugar en el mundo que excede la lógica de centros y periferias, que es imposible de explicar pero que puede ser vivido, percibido en sus intensidades. Ojalá que sea la segunda opción.

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Gabi Arturo Fonseca


Ñoñada

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Me gustaría (mucho) volver a sentir lo que sentí cuando vi por primera vez el mar. Sentirme diminuta otra vez, frente a esa in�inidad azulada que viene, se va, viene, se va y así hasta que algo más me entretenga///Quiero saber cómo se veía de pie desde abajo el tobogán blanco y el refugio en forma de iglú que tenía a los costados, sin que me llegue a la cintura///Que la montaña me dé miedo y sea una gran hazaña llegar a La Cabeza del Indio con mi viejo y mi hermano, antes de ser tan fóbicos los tres///Me gustaría (mucho) preguntar mil veces por qué a todo impunemente y que me respondan sin indiferencia y con una paciencia tamaño mar///Que las maquetas sean cada vez más grandes y pobladas de historias, que no me aburra de nada ni tenga que desarmar las cosas porque no funcionan más/// Que las desarme para saber cómo funcionan///Me gustaría (mucho) reírme otra vez hasta el dolor de panza en los ascensores, en las �ilas y en donde se me antoje sin que el montón de cabezas que me rodean se giren para reprobar mi felicidad con una sobredosis de envidia///Que nadie me pida explicaciones por lo que digo o hago///Que todo se asuma///Que mi interior salga sin justi�icarse, sin pensarse como interior, ni como centro, ni como periferia, ni como nada///Me gustaría (mucho) salir de acá.


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Z Marcos Seifert


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k Lo cautivo

¿es aquella zanja la que manchó tu guardapolvo o es esta, la de Alsina, la que no sirvió para parar el malón? hay que saltar la zanja, Miguel para ir al colegio, o caer con los brazos en cruz en sacri�icio, pajonal furioso, día del juicio, perro delirio de garganta que tajea oraciones.

¿no te dijo mamá que no enchastres los deberes con lanzas hambrientas? ¿no te dijo que no es tu sueño el de maestras que gimen bajo indios agudos? es la fantasía que deja en los ojos la liturgia patriótica, es amargura de civilización que se chupa tu cuadernito estropeado.





d Alejandro Morandini



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En el mercado

El excesivo aire colma con torpeza la agonía apilada en cajas de madera. Pescados entorpecidos sobre sus escarchas animales alejándose plexos descubiertos subiendo hacia el olor del ajo. Máquina del piso luciente vuelco del cántaro en vastos orinales al mediodía música oh música. melones aves coca Dejo mi debilidad a los gorriones que anidan en las vigas entrego mi pudor al buen pescado a los dientes asomados en las hortalizas. Ruego una sola vez al camión sangrante expresión de la virgen del tránsito con chaguar y merluza de la quebrada. Semillas huevas detenidas en la contemplación del relámpago. Bestias apechugando enero febrero y los meses melancólicos del otoño. Contra el portón misales abandonados a su suerte. Perseguir en arroyo de las voces que se alzan sobre la carne muerta de los almácigos. ah latifundio drástico �lujo hacia ningún lado






Nazareno C

Leonard


Cruz y el lobo

do Favio




Colaboraron en este número: Texto Gabi Arturo Fonseca // comunicacion.fonseca@gmail.com Escritora-Mendoza Matías Forlani // matias.forlani@hotmail.com Psicológo- Mendoza Natalí Incaminato // @lainca_ Prof. de Letras - Viedma/ La Plata Alejandro Morandini // @almorandini Escritor y periodista - Salta Marcos Seifert // @tresfebrerense Lic. en Letras - Tres de Febrero Fernando Sdrigotti // @f_sd Escritor - Londres/ Rosario Colaborador incondicional Rayen Nazareno // @solicitante_ Escritor- La Plata/Mendoza

Contacto: Web: visualobjeto-a.com.ar / e-mail: visualobjetoa@gmail.com http://www.facebook.com/pages/Visual-Objeto-a/190563547705126


Editorial

María Forcada Imagen

María Forcada Patricia Benito Fernando Guevara Juliana Dolinsky Héctor Romero Florencia Manzano Preproducción

Fernando Guevara Maquetación

Juliana Dolinsky

F Próximo número

IDILI

Comunicación

Patricia Benito Corrección

Emilia Matus


E Microediciones del objeto a


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