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P E R I Ó D I C O
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E D I C I Ó N 76
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PUBLICACIÓN GRATUITA
o g e u f e d a b e Pru
N ‘S E M A N A’ R E M E ZÓ N E
derivó en el a d ja e n a m l a Una crisis m ana, oronell de Sem C l ie n a D e d o despid re la actuación b so a ic m lé o p en generó una al poder y puso te n e fr s io d e ás de los m de la revista m io ig st re p l e io tela de juic ne , que ahora tie ís a p l e d te n a ar import lpe y reivindic o g l e d e rs ra e que recup . Un gran reto. su credibilidad
@unpasquin
EDITORIAL Peor, imposible.
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A TRAZO
LIMPIO
Caricatura de Mheo
En el periodismo la objetividad es un mito; la libertad, un derecho y la independencia, una obligación.
E D I T O R I A L
Peor, imposible
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EL PERIÓDICO DE LA O DIRECTOR: VLADIMIR FLÓREZ [VLADD0]
Caricatura de Elena Ospina
a salida de Daniel Coronell de Semana es un asunto que solo deja perdedores; pues la publicación perdió a uno de sus columnistas más importantes, la credibilidad de la revista quedó maltrecha y sus lectores quedaron entre indignados y desconcertados. El detonante de la crisis fue la nota de La Silla Vacía [ver nota en la página 5] según la cual la revista había engavetado la investigación sobre un posible resurgimiento de los falsos positivos, historia que fue finalmente apareció en The New York Times y que causó mucho revuelo en las altas esferas del gobierno. Una semana después, Coronell, en su columna [ver contraportada], le hizo un reclamo público a la revista acerca de lo ocurrido. Tal cuestionamiento puso a las directivas de Semana en una situación muy complicada. Sin embargo, la reacción inicial de Alejandro Santos, director de la publicación, fue subrayar vía Twitter que la revista respetaba las críticas de sus propios columnistas y aclaraba que no engavetaban información que fuera de interés público. Por su parte, tras algunas conversaciones con Santos, Coronell no quedó satisfecho con las explicaciones del director y avisó que insistiría en sus reclamos. Ante esa advertencia, Felipe López, fundador y copropietario de la revista le manifestó a Coronell su incomodidad y zanjó la discusión poniéndole punto final a su columna en Semana. Más allá de que Coronell se haya equivocado o no en la forma de hacer su reclamo, la medida tomada por López fue sorprendentemente torpe, pues así desautorizó al director de la revista y dio pie para que muchos cuestionaran la libertad de expresión de sus colaboradores y periodistas. Y además fue una decisión inoportuna, porque se dio en medio del debate sobre la independencia de Semana frente al gobierno. Peor, imposible.
Dibujan: Fontanarrosa, Bacteria, Betto, Elena Ospina y Mheo. || Caricaturas de Vladdo, cortesía de Semana y DW en Español.
Edición 76 — MAYO DE 2019
www.unpasquin.com
Asesor Gráfico: Gustavo del Castillo
Mail: correo@unpasquin.com
Escriben: Olgahelena Fernández, Juliana González, Gonzalo Guillén, Santiago Londoño Uribe y Ricardo Sánchez Ángel. Colaboraciones especiales de Yolanda Ruiz y Jorge Enrique Robledo.
Servicios de prensa: Agencia EFE
Twitter: @unpasquin
Producción: VladdoStudio
DERECHOS RESERVADOS © 2019 VLADDOSTUDIO
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MEDIOS
Coronell y Semana Luego de las agitadas reacciones que suscitó la salida de Daniel Coronell de la revista Semana, Un Pasquín publica este interesante análisis de la periodista Yolanda Ruiz sobre el caso, quien logró hacer una reflexión pausada, sin estridencias y sin creerse la dueña de la verdad.
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a salida de Daniel Coronell de la revista Semana es una oportunidad dura y valiosa para dar debate de fondo sobre periodismo, opinión y libertad de prensa en Colombia. Celebro que la publicación de La Silla Vacía y la columna de Coronell nos hayan puesto a hablar de este asunto y que lo hagamos desde el gremio. El caso no es tan sencillo como parece en los miles de trinos en Twitter ni se trata de una batalla entre ángeles y demonios porque la realidad tiene contexto, tiene historia, tiene detalles que no gusta ver cuando se trata de debatir desde la guerra de posiciones. Creo que la revista Semana se equivocó de manera grave en el manejo de la crisis que se le vino encima cuando uno de los columnistas más destacados del país lanzó una carga de profundidad contra el medio en el que estaba escribiendo. La revista dio señales distintas y confusas cuando primero publica la columna, en un valioso gesto de respeto a la libertad de opinión, para luego terminar el episodio con la salida del columnista. El director de la revista, Alejandro Santos, quedó en una posición muy complicada porque su mensaje tras la columna fue decir “en Semana siempre defenderemos la libertad de expresión, aún la de los columnistas que critican a su casa editorial. Actuamos con rigor y responsabilidad y jamás hemos engavetado –ni engavetaremos– investigaciones periodísticas de interés público.” Este pronunciamiento resultó contrario a lo que ocurrió unas horas después con la salida del periodista. La columna era claramente un reto difícil de sortear para todos los involucrados. El columnista en su texto reflejaba lo que él después ratificó: que las explicaciones que le dio el director sobre las razones para no publicar la investigación no eran satisfactorias. El medio quedó así en una encrucijada
porque el trabajo de los periodistas está basado en la confianza que debemos tenernos en el día a día periodistas y directores. Si eso se pierde, algo se quiebra. ¿Podía quedarse Daniel Coronell en una revista después de dejar en evidencia que no le cree a su director y cuestionarlo públicamente? Considero que la situación era insostenible tanto para la revista como para el columnista. Como la revista toma la decisión de cancelar la columna, el mensaje que se manda es grave y peligroso porque pareciera que los medios son intocables y no se permite la discrepancia so pena de ser despedido. Para Pedro Vacca, director ejecutivo de la Flip, hay un caso de censura indirecta porque es como si quedaran notificados todos los periodistas de la revista. En sus palabras textuales “se da un manotazo a la sala de redacción”. Los antecedentes de la salida de Coronell son muy delicados porque hay una columna muy crítica y unas denuncias de una información que, según algunas versiones, no se habría publicado por presiones. Sin embargo, Pedro destaca la autonomía que tienen los medios para contratar colaboradores o para prescindir de sus servicios porque eso también forma parte de la libertad de prensa. Aunque no es taquillero decirlo coincido con esa apreciación. Es más fácil mostrar a los dueños de los medios como monstruos con colmillos que censuran todo el tiempo. Hay casos de censura, claro, y asimismo en la realidad hay todo tipo de razones para contratar periodistas o para despedirlos. Subrayo que al decirlo hablo en términos generales y no sobre el caso Coronell, en el cual hay mucho para considerar y una evidente relación de causa–efecto entre una columna y su salida. En el debate de fondo que es saber si la revista Semana se dejó presionar por el gobierno o no para no publicar una infor-
¿Podía quedarse Daniel Coronell en una revista después de dejar en evidencia que no le cree a su director y cuestionarlo públicamente? Considero que la situación era insostenible tanto para la revista como para el columnista.
mación, hay unos indicios delicados que publica La Silla Vacía, aunque es bueno precisar que en algunos momentos su informe habla de fuentes indirectas y eso, en periodismo, es importante. Hay más de una versión sobre lo ocurrido y para mí no hay, en lo publicado hasta el momento, elementos suficientes para establecer con total certeza que la revista decidió deliberadamente engavetar la investigación por presiones o por favorecer al Gobierno. En versión del propio Daniel Coronell, que en declaraciones posteriores a su salida matiza los cuestionamientos de la columna, pudo ser un caso de negligencia, un error de criterio o la decisión de privilegiar la relación con el Gobierno. La respuesta que ha dado la revista, según reporta la nota de La Silla Vacía, es que fue una chiviada como pasa a veces. Las reuniones con altos funcionarios del Gobierno no son en sí mismas un problema porque buscar información pasa también por esos encuentros. Hay múltiples razones para no publicar una investigación o para demorarse meses o semanas en confirmar unos datos. No necesariamente es censura o decisión de ocultar. A veces, de nuevo hablo en términos generales y conceptuales, esperar y buscar más fuentes es lo correcto, lo procedente, para verificar una información. Con los datos disponibles no tengo elementos de juicio para saber qué ocurrió en el caso en cuestión. Está en juego el prestigio de un medio al que este país le debe mucho en años de buen periodismo. Las valientes denuncias sobre el proceso 8 mil, los falsos positivos, las chuzadas ilegales, el Tolemaida Resort y muchos temas más dan cuenta de un trabajo serio que ha implicado amenazas y persecución para unos periodistas
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valiosos que hoy quedan en el ojo del huracán porque algunos creen que se puede borrar de un plumazo esa historia y que es mejor dejar de leer su trabajo. Para mí no es claro que Semana haya engavetado la información de manera negligente o en detrimento de la libertad de prensa, tampoco hay evidencia contundente de que eso no haya pasado. La poca información dada por la revista se ha prestado para todo tipo de especulaciones. Se ha dicho incluso que la salida de Coronell se debe a la nueva realidad accionaria de la empresa. No hay evidencia de eso. El mismo Daniel Coronell dijo que su interacción fue con Alejandro Santos y con Felipe López. Nos contó, en RCN Radio, sobre alguna reunión con Gabriel Gilinski antes del incidente y un par de mensajes que recibió el día que publicó la columna y el día que se anunció su salida, pero nada más. No sabemos qué más ocurrió detrás de la decisión. A la luz de lo que ha trascendido, el emplazamiento público del periodista al medio en el cual escribía generó una tormenta perfecta. La revista o el periodista debían tomar una decisión. En cualquier caso no creo que la respuesta a una crisis sea llamar al boicot a un medio de comunicación que ha tenido una trayectoria de periodismo serio y valiente. Con preocupación noto que en la exacerbación de los ánimos se pierde la capacidad de razonar, de entender, de escuchar, de leer. Hay problemas serios en el gremio, tenemos dificultades por la cercanía con las fuentes, por la falta de duda, por la ausencia de investigación, por los salarios cada vez más bajos de los reporteros y la escasez de recursos, por la concentración de medios en manos de grupos económicos, por los periodistas– influencers que privilegian la conquista de tendencias en redes en vez de concentrarse en la búsqueda de la verdad, o los periodistas-empresarios que cruzan líneas éticas todos los días. Aún así, para mí nada de eso es suficiente para condenar a miles de periodistas que hacen su trabajo bien hecho y se esfuerzan por aportarle al país en medio de condiciones cada vez más adversas. Grave la salida de Daniel Coronell y más grave creer que los problemas se arreglan acabando con la prensa.
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Semana tenía la investigación del New York Times Por Juan Esteban Lewin | Cortesía de La Silla Vacía A fines de abril el saliente secretario general de Presidencia, Jorge Mario Eastman, visitó las oficinas de Revista Semana. Allí habló con el director, Alejandro Santos, y con Ricardo Calderón, curtido periodista investigativo, sobre denuncias idénticas a las que reveló el New York Times este sábado. La investigación que lideraba Calderón nunca salió publicada, a pesar de que en el consejo de redacción de la revista se habló de ella varias veces y se dijo que daba para portada. La pregunta es por qué no salió, cuando habría sido un éxito del periodismo investigativo como los que ha tenido Semana.
En pos de la chiva perdida
Se ha dicho incluso que la salida de Coronell se debe a la nueva realidad accionaria de la empresa. No hay evidencia de eso.
Según seis fuentes que conocieron los hechos, Calderón tenía la investigación lista hace varias semanas, hacia Semana Santa. Sus fuentes eran las mismas a las del New York Times; los documentos también. Pero algo pasó. Hay varias versiones sobre lo ocurrido después de eso, que coinciden en todo caso en lo esencial. Una versión, de fuentes indirectas, dice que en una comida en Palacio entre el presidente Iván Duque y los dueños de Semana -Gabriel Gilinski, y María y Felipe López- alguien del lado de Semana habló de la investigación. Según esa versión, el Presidente respondió que creía importante contrastar bien el tema, lo que llevó a que en Semana decidieran esperar un contraste con fuentes oficiales. Las otras versiones dicen que en ese encuentro no se habló de la investigación. Dos fuentes que lo saben de primera mano le contaron a La Silla que en esa comida Duque habló del cubrimiento de Semana, pero de otro tema: se quejó especialmente de la debatida portada “Seguridad, alerta roja”, del 14 de abril. La segunda versión parte de esa queja y dice que eso tensó la relación con Duque y que Alejandro Santos decidió aplazar la publicación y contarle al Gobierno de ella, para así evitar un choque político más fuerte. Santos le dijo a La Silla que eso no fue así, pero coincide con las fuentes de esa versión en que después de la comida se dio la visita de Eastman a Semana, en la que el funcionario supo de la investigación. Para una de las fuentes, en ese encuentro Eastman “termina convenciéndolos de no publicar”. Es decir, que gracias a un alto funcionario de Palacio, Semana engavetó la investigación. Eastman le confirmó a La Silla Vacía que sabía que Semana tenía la información “desde hace dos o tres semanas”, pero que “era una
investigación periodística que estaba en proceso”, no una terminada, y que todavía faltaba para pensar en una engavetada. Santos le explicó a La Silla que Eastman fue por su experiencia en asuntos de seguridad y defensa (fue viceministro de defensa de Uribe dos veces), y que después de la reunión no la engavetó sino que faltaba tiempo por el proceso de hacer las verificaciones y contrastes pertinentes. Además, que las semanas siguientes tuvo un viaje fuera del país y fue el festivo del primero de mayo, lo que demoró el proceso. Esa es la tercera versión Las tres versiones coinciden en su relato a partir de ahí: mientras Santos esperaba datos y argumentos del Gobierno, las fuentes de Calderón se empezaron a poner nerviosas dado lo grave de la denuncia, y terminaron buscando a Nick Casey, el periodista del New York Times. Casey verificó lo que le llevaron las fuentes, redactó la nota e hizo reportería adicional, como cuando estuvo en la rueda de prensa del ministro de Defensa, Guillermo Botero, el viernes. Ese trabajo fue el que alertó al grueso del Gobierno de la nota que se venía pierna arriba, como demostró la prioridad que le dio a ese tema el viernes, en medio de los rumores de conmoción interior y la tensión por la finalmente fallida libertad de alias Jesús Santrich. El periodista del Times también impulsó la nota en su medio y respondió a las preguntas de los verificadores de Nueva York, con tanto éxito que los editores la vieron tan relevante que decidieron sacarla en primera página del impreso un domingo y en inglés, y no solo en web y en la edición en español. Allí estalló el escándalo ya conocido, y que va en que el comandante del Ejército, general Nicacio Martínez, decidió retirar el documento que muestra que estaba pidiendo muertes entre los resultados operativos de sus subordinados, que fue el germen de los homicidios de civiles conocidos como “falsos positivos”. Calderón nos respondió que el vocero es el director y Santos dice que Semana no publicó la chiva sencillamente porque el Times “nos chivió”. “Es la sana competencia entre los medios, que ayuda a que en una democracia haya contrapesos al poder”, explica. "Lo importante es que la información salió a la luz”. Pero no en el medio que en el pasado lideró investigaciones tan importantes como las chuzadas del DAS, la parapolítica o la reunión clandestina de Job en Casa de Nariño.
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No a la extradición; que responda ante la JEP Opinión de Ricardo Sánchez Ángel
A la propuesta de acuerdo de Duque en torno a la extradición a rajatabla, hay que levantar el Frente Único por la paz duradera.
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a JEP decidió, en principio, declarar la no extradición y la libertad del dirigente del partido Farc Jesús Santrich, quien luego fue recapturado. En simultánea, el fiscal general NHM presentó renuncia irrevocable a su cargo de manera espectacular, alegando que esta decisión viola el orden jurídico constitucional y la cooperación con Estados Unidos. La verdad monda y lironda es que NHM no renunció. Se cayó en medio de un clamor nacional e internacional en contra de sus actuaciones liberticidas y pecaminosas, en especial por los negociados de Odebrecht–Aval. Sin eufemismos, también lo tumbó Santrich. La derrota de NHM ante la JEP fue jurídica y política. Sus acusaciones, en compañía de la DEA contra Santrich resultaron ilegales, como lo señala el fallo del tribunal, que ha reprochado tales actuaciones en materia grave. Y es política, porque fracasó en su intento de golpe de Estado contra la JEP, que cuenta con respaldo significativo a su favor. NHM se sublevó contra el fallo y llamó a la movilización de las derechas en contra del mismo. De fiscal general a promotor de bochinches, ofreciéndose como el figurón que habrá de salvar la República que él mismo y el uribato quieren volver invivible. Todo esto es lo que quiere eludir NHM y cubrirse con el cuento de lealtad a su conciencia cuando se trata de unas conductas indignas. Nunca la Fiscalía había sido tan nefasta. El presidente Duque apoya al fiscal, invocando los espíritus de la confrontación al satanizar la decisión de la JEP. Lo que Duque está haciendo es cumplir con la propuesta del uribato de hacer trizas el tratado de La Habana. Derrotadas sus objeciones en el Congreso y rechazadas por amplios sectores, ahora busca desesperadamente que la JEP en su instancia última falle en contra de lo dispuesto. La JEP debe enfatizar que Santrich está bajo su jurisdicción, que debe responder plenamente a todas las acusaciones en su contra, con el debido proceso y garantías para su defensa. La JEP debe operar como tribunal de paz, reconociendo que se trata de un juicio político en un conflicto armado de larga duración. Yo discrepo de la actuación del procurador general Fernando Carrillo, al apartarse de la decisión de la Corte Constitucional, que precisa la facultad de la JEP para revisar pruebas de extradición. Procede Carrillo a solicitar, una vez más, que el caso Santrich vaya a la Corte Suprema
de Justicia para que se ejecute la extradición. Es decir, pretende que la JEP sea una “justicia de trámite”, subordinada, y no un poder republicano con facultades decisorias sobre lo sometido a su jurisdicción. El procurador Carrillo termina identificándose con NHM y el presidente Duque, a contravía del acto legislativo No. 1 de 2017, que establece que en caso de extradición de un desmovilizado la JEP “evaluará la conducta atribuida para determinar la fecha precisa de su realización”. Me preocupa que el procurador no se pronuncie contundentemente sobre las graves violaciones a los derechos de Santrich, y que no asuma el pronunciamiento de la JEP sobre la Fiscalía y la DEA como transgresores de la soberanía jurídica de Colombia, apartándose de sus funciones esenciales de defensa de la Constitución. La tesis de Carrillo sobre la aplicación automática de la extradición es equivocada, partidaria de una justicia global satelizada a favor de Estados Unidos, en detrimento de una justicia de cooperación recíproca, de modulación en el caso de la aplicación de la extradición como mecanismo extraordinario/excepcional, donde no existe tratado vigente, así el embajador Whitaker diga lo contrario. Estamos enredados entre la subordinación del Estado a los intereses de Estados Unidos, la narcotización del debate, la conversión del proceso de paz en pacificación, la polarización con Venezuela y el orden público en proceso de destrucción con los asesinatos a negros, indígenas, campesinos y FARC. A la propuesta de acuerdo de Duque en torno a la extradición a rajatabla, hay que levantar el Frente Único por la paz duradera, cumpliendo integralmente lo acordado y buscándola con el ELN, donde las víctimas son el eje central de estos propósitos. Al cierre. Toda mi solidaridad con el periodista Daniel Coronell. Ricardo Sánchez Ángel es doctor en Historia de la Universidad Nacional.
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De reacción en reacción Opinión de
Santiago Londoño Uribe
La renuncia de Néstor Humberto puso al Presidente ante una de las decisiones más importantes de su mandato.
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uando agradecíamos que después de una errática cabalgata parlamentaria, el remolino de las objeciones presidenciales había aterrizado finalmente en la apacible y centrada Corte Constitucional; cuando creíamos que el Gobierno aprovecharía la aprobación de su plan de desarrollo (“retazudo” y desorientado) para poner a rodar un proyecto de país y cuando todo parecía indicar que el tema de las visas canceladas se limitaba al magistrado involucrado con el Cartel de la Toga, nos cayó, “como del rayo”, la tercera semana de mayo. En tres frenéticos días el país recibió la decisión en primera instancia de la no extradición de Jesús Santrich por parte de la JEP; la renuncia irrevocable del muy cuestionado Fiscal General de la Nación y de su Vicefiscal y la explosiva publicación en primera página del New York Times de unas nuevas directrices del Ejército Nacional que revivían el pavoroso fantasma de los falsos positivos. Un tsunami que amenazaba con revolcar las fundaciones mismas de la construcción de paz, la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos humanos. El revolcón propició toda clase de reacciones. Del partido de gobierno salieron gritos y señalamientos que “confirmaban” la entrega del país al narcotráfico gestada desde La Habana. También desde ese rincón político se enviaron mensajes descalificadores y mentirosos hacia el longevo y respetado periódico neoyorkino y hacia a su acucioso periodista. “Pagado”, “cómplice” y “sicario de opinión” (primo del ya clásico “sicario moral”) fueron los términos utilizados en la sentencia que trinaron miembros del Centro Democrático y que días más tarde propició la salida de los periodistas Nicholas Casey y Federico Ríos de nuestro país. Otros menos agresivos y groseros, pero más estratégicos, aprovecharon la marea creciente para insistir en el llamado regenerador a una constituyente que enderezara, de una vez por todas, lo que en su opinión torció la Constitución del 91. En el Ejército la investigación del New York Times causó gran revuelo no solo por las graves situaciones que alertaba, también porque las fuentes de la investigación son oficiales activos de la institución. El General Nicasio Martínez, Comandante del Ejército, a quien conozco y con quien he trabajado, tuvo una desafortunada, pero diciente, primera reacción cuando trinó: “Una onza de lealtad vale más que una libra de inteligencia.” El problema, aparentemente, no era la directriz que pedía doblar resultados operacionales, incluyendo muertes, y que bajaba las exigencias de certeza para la inteligencia e información que sustentara el uso de la fuerza, sino la valerosa acción de informar con la que los oficiales prendían las alarmas sobre el peligro que significaba renovar la dolorosa política del “body count” (cuenta cuerpos). Con
los precedentes de asesinatos de civiles ya ampliamente documentados y judicializados, el país entero tenía que prender las alarmas. La lealtad, en toda institución y en todo momento, es con los principios constitucionales y con el respeto de los derechos humanos. No hay otra. Con el paso de los días la reacción de Duque y del Gobierno Nacional ante la oleada de acontecimientos fue tardía, ligera y, en ciertos casos, tremendamente equivocada. Aunque hay que reconocer que en el contexto de la decisión Santrich el Presidente evitó los llamados a la Constituyente y a la conmoción interior que le llegaban de su esquina, desafortunadamente no logró entender el trasfondo del asunto y con voz altisonante habló de un “Gran Pacto Nacional” en el que solo convocó al viejo país político. Mucho título para tan poco contenido. La renuncia de Néstor Humberto puso al Presidente ante una de las decisiones más importantes de su mandato. La terna que Duque enviará a la Corte Suprema de Justicia para la elección de su reemplazo hablará de manera clara y contundente de su real compromiso por unir al país. El próximo Fiscal tiene que estar profesional, ética y humanamente por encima del lodazal nacional. Esperamos que la decisión del Presidente sea de grandeza y responsabilidad. Finalmente, la reacción más sorprendente y miope del Gobierno frente a esta andanada de problemas se dio a raíz del tema de la directriz del Ejército. Nos enteramos por La Silla Vacía de que el Gobierno sabía, tres meses antes de la publicación del New York Times y que la revista Semana tenía básicamente la misma información. En vez de tomar en serio el asunto y afrontar una situación a todas luces complicada y preocupante, el Gobierno intentó, con momentáneo éxito y con el sorprendente apoyo de la revista, engavetar el tema. Afortunadamente, la insistencia de las fuentes logró que la investigación saliera en la edición dominical del Times. En tiempos convulsionados la libertad de prensa nos mantiene a flote (así sea desde la Gran Manzana). Con el riesgo de que me sigan llamando iluso y tibio, pero con la certeza de que no hay otro camino, vuelvo a hacer un llamado al presidente Duque para que, con altura, visión y grandeza, y convocando al mayor número de sectores de la vida nacional, lidere un proceso colectivo de acuerdos fundamentales. Mejorar la justicia (la especial y la ordinaria), volcarnos a construir paz en el territorio (llámenlo Plan Duque para la Reconstrucción, si les choca el término), fortalecer la institucionalidad para enfrentar la corrupción y para impulsar un desarrollo más equitativo, entre otros asuntos, son algunas de las tareas urgentes del gobierno. Hay tanto por hacer que no podemos seguir de reacción en reacción… inspirando memes. Santiago Londoño Uribe es abogado; magister en Derecho Internacional.
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Nos quedamos cortos
U Opinión de Juliana González, desde Berlín.
Caricatura de Elena Ospina
Al parecer nuestros dirigentes viven sumidos en un estado etílico. Nadie ofrece disculpas ni enmienda errores.
n temblor político no es un temblor político. Como la famosa imagen de la pipa de Magritte. Y pese a eso, en una democracia siempre habrá que respetar el acuerdo de mínimos. Un acto de corrupción no tiene eufemismos. Ya sea en Viena o en Bogotá. Mayo termina cargado de tormentas políticas para dos jóvenes mandatarios. Sebastian Kurz, el milenial que durante dos años dirigió, con éxito, los destinos de Austria. El otro es Iván Duque, una década mayor que Kurz, y quien desde hace 10 meses es el presidente de Colombia. Dos mandatarios que rejuvenecen a la ultraderecha, en dos países que sienten verdadera fascinación frente a esta ideología. Dos tormentas políticas que ocurren prácticamente en paralelo. La de Kurz fue una obra breve como su apellido. Un escándalo de corrupción de su vicecanciller, HC Strache, salió a la luz pública. “Ibiza”, como lo titularon los diarios alemanes que destaparon el caso, demostró lo corrompible que puede ser un político con tal de alcanzar el poder. El exsocio de la coalición de gobierno y vicecanciller, HC Strache, prometía grandes contratos de obra pública a una supuesta oligarca rusa, en una mansión en Ibiza, a cambio de que ella puliera la imagen de su partido, el FPÖ, desde las páginas del Krone Zeitung, una vez adquiriera acciones. Fue una trampa y cayó de cabeza. Kurz tuvo que aceptar la dimisión de su vicecanciller. Pero él mismo se vería 10 días después obligado a salir del cargo. El parlamento votó una moción de censura en su contra. Moción apoyada por su otrora socio, el FPÖ. Una movida al mejor estilo de House of Cards. Seis meses atrás en Paloquemao… Un audio del otrora abogado inescrupuloso no bastó para lograr que renunciara su alter ego, el Fiscal General de la Nación. La paz en Colombia es la principal virtud y al mismo tiempo el mayor escollo de la historia reciente.
En aquel entonces llovía, pero los vientos huracanados soplarían solo en mayo. La JEP tuvo que dejar libre a un líder guerrillero, porque el ente acusador nunca llegó con las pruebas. El responsable de presentarlas, renunció invocando su “devoción del estado de derecho”, pero calló ante su negligencia y ante sus impedimentos. Y a partir de ahí el país de las derechas y del cobro de justicia por mano propia exigiría una constituyente. ¿Se acaba un país cuando un funcionario corrupto del más alto nivel renuncia? Las alocuciones de Duque se leen erráticas y, una vez más, son opacadas por las de su mentor eterno. Pero lo de Colombia no son huracanes ni tormentas que traigan cambios ni crucen el cielo de arco iris. Son baldados de agua fría que se suceden. Nick Casey, corresponsal del New York Times es abordado por militares colombianos preocupados con una nueva directiva: llenar planillas con números de caídos en combate. Investiga, coteja y su medio publica en edición impresa y en versión digital tanto en español como en inglés el resultado de su investigación: “Ejército colombiano pone en riesgo a los civiles”. El posible retorno de las ejecuciones extrajudiciales para mostrar resultados. Su colega colombiano, Ricardo Calderón, tiene aparentemente la misma historia preparada, pero su jefe la engaveta. El elefante se pasea por la sala y solo se ve desde afuera. ¿Concupiscencia o falta de olfato periodístico? A la hora de escribir estas líneas la Cancillería colombiana y el Ministerio de Defensa habían reaccionado aireados frente al medio. Las voces pendencieras acusan al diario de parcializado. Y se suceden de nuevo los baldados de agua fría contra la ONU, contra el NYT, contra los países que apoyan el proceso de paz. Y aquí a lo lejos ambas tormentas recuerdan que “algo va de Viena a biena…dentro de Boyacá”, pues a diferencia de Colombia, en Viena la caída de un corrupto tuvo consecuencias. Allá el jefe de estado austriaco, Alexander van der Bellen, tuvo incluso la decencia de dirigirse a sus connacionales apenas se desató el escándalo: “Yo me disculpo por la imagen que la política les ha dejado. Así no somos. Así no es Austria. Y esto lo tenemos que demostrar juntos”. Y a esas palabras le siguieron acciones concretas. Pero me temo que aquí aún estamos como el exvicecanciller austriaco, Strache, que minimizando el impacto de Ibiza se refirió a ellas como “conversaciones de borrachos” para impresionar a una mujer bonita. Aquí, al parecer nuestros dirigentes viven sumidos en un estado etílico. Nadie ofrece disculpas ni enmienda errores. Así que mucho me temo que como sociedad siempre nos quedaremos cortos… Juliana González es Analista Política; Máster en Políticas Públicas y Economía para el Desarrollo. @JuliGo4
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¿Por qué renunció el fiscal Martínez? Opinión de Jorge Enrique Robledo
Lo primero que obliga a Martínez a renunciar a la Fiscalía son sus turbias actuaciones en uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia nacional.
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éstor Humberto Martínez, a quien resulta casi imposible coger en una verdad, tuvo el cinismo de presentar su renuncia a Fiscal General como un sacrificio personal en bien de la justicia colombiana. Porque aun cuando él sabe que eso no es cierto, también sabía que tendría, como se ha visto, el respaldo o la alcahuetería de sus protegidos y protectores, miembros todos ellos de los mismos con las mismas, empezando por Iván Duque, con quien llevaba un año dándose respaldos mutuos y utilizando las normas y decisiones de la Justicia Especial de Paz (JEP) como pretextos para recargar con falacias la rabia, el odio y el miedo de los colombianos, con lo que se facilita engañarlos. Duque y la cúpula duquista embellecieron a Martínez mediante el truco de guardar silencio sobre sus corruptelas en el caso Odebrecht-Grupo Aval, porque no se atrevieron a defenderlo a fondo y en público, como quedó en evidencia con el cambiazo de tema que impusieron en el tercer debate sobre el caso en el Senado, cuando el Fiscal iba camino a tener que renunciar. Y a cambio el Fiscal le ayudó a Duque a echar la fábula de que este Presidente sí –y cumpliendo con lo que le ordenen en Washington, en lo que también
coincide con Martínez– acabará con el narcotráfico, en tanto el país es cada vez más consciente de los numerosos fracasos políticos del inquilino de la Casa de Nariño –Carrasquilla, Martínez, Venezuela, Trump, objeciones– y del carácter regresivo de sus políticas económicas y sociales. Si no tuviera el respaldo de los mismos con las mismas atrincherados en todos los sectores del poder, un arribista en extremo ambicioso como Martínez no se atrevería a decir que fue porque por su gusto que entregó el poderoso garrote de la Fiscalía del que tanto abusó, mintiendo, enredando, amenazando, corrompiendo, hasta que el creciente repudio ciudadano lo obligó a irse con el rabo entre las piernas. No hay que caer en el engaño. Lo primero que obliga a Martínez a renunciar a la Fiscalía son sus turbias actuaciones en uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia nacional y que no pudiera acallar el clamor ciudadano exigiéndole su renuncia, así apareciera más en los noticieros de la televisión que las presentadoras, cacareando sobre todo menos de sus negocios con Odebrecht y Luis Carlos Sarmiento Angulo y de sus otras desvergüenzas. También contaron para su renuncia que se reabriera el caso del fiscal anticorrupción corrupto
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TRES EN UNO Por Gonzalo Guillén
LIBERTAD
Caricatura de Bacteria
Al estado colombiano no lo conmueven los fusilamientos en masa de inocentes hechos por sus fuerzas armadas para fingir triunfos en el campo de batalla. De hecho, los patrocina. Lo único que le preocupa es que esos horrores se hagan públicos. Por obedecer al gobierno en ese sentido a cambio de publicidad es que la revista Semana se tapó la boca con sus propias manos y, además, despidió sin miramientos a su principal columnista, Daniel Coronell –el más leído del país– por haberle llamado la atención en público en su columna, valiente y merecidamente. La revista echó así a la basura, en un instante, la credibilidad, la dignidad y prestigio que construyó con ánimo y vocación profesional a lo largo de 30 años.
DE
Moreno y Leonidas Bustos, en el que Martínez también está bastante untado, que fuera abogado de Carlos Mattos y el alto riesgo en el que estaba de que la Corte Suprema de Justicia, a la que engañó para hacerse elegir Fiscal a sabiendas de que el caso Odebrecht iba a estallar en Colombia y que terminaría en sus manos, tomara determinaciones legales que le hicieran imposible sostenerse en la Fiscalía. Y es seguro que pesó mucho en su retiro que el juez que condenó por soborno a casi doce años de cárcel a José Elías Melo le exigiera a la Fiscalía que llamara a rendir cuentas al jefe de Melo, es decir, al hijo de Sarmiento Angulo, con lo que Martínez quedó ante la disyuntiva de no hacerlo y desenmascararse por completo o de morderle la mano a su amo, corriendo el riesgo de que este le respondiera con un tarascazo. La experiencia vuelve a demostrar que los poderosos sí pueden ser vencidos, cuando se alcanza el suficiente reclamo ciudadano. Jorge Enrique Robledo es senador de la República.
La información completa que poseía Semana sobre el regreso de las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos a cambio de incentivos y propinas para los asesinos (en los dos gobiernos de Uribe mataron así a cerca de diez mil personas inocentes) fue engavetada por sugerencia del minipresidente Iván Duque. A cambio de este silencio solidario con la extrema crueldad, Semana obtendrá publicidad oficial con la que probablemente sobrevivirá en cuatro patas un par de semestres más. Fue un acto de prostitución común y corriente en la prensa colombiana.
PRENSA
No obstante, la verdad, como el agua, siempre encuentran un cauce para correr libremente y en esta oportunidad copia de la información engavetada se dirigió a The New York Times. Fue así como un domingo y en primera página del diario más prestigioso del mundo se divulgó la renovada política homicida de Estado. Hoy, el canciller colombiano no va a pedirles a los militares asesinos que no deshonren más al país, sino que se dirige al gran diario, convencido de que también lo callará. Esto me recuerda cuando Uribe llamaba a El Nuevo Herald para solicitar que me botaran porque mis investigaciones no estaban bajo su control, no lo favorecían y lo disgustaban. Menos mal no trabajada en Semana. Gonzalo Guillén es periodista.
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EL RETRATO DEL MES
CORONELL DANIEL —DARDOS DE DENUNCIA
Havladdos. Perfil tomado del libro 101 Retratos se. Hou Cortesía de Penguin Random
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Cuando Daniel empezó a publicar sus columnas en Semana me parecía que estaban escritas en bxxxllx un lenguaje más propio de un juzgado que de una sala de redacción; sin embargo, hoy en sus artículos se combinan la seriedad investigativa y la fluidez periodística, que hacen que uno empiece a leerlos con mucha jxxxxxx curiosidad y los termine en medio de la indignación. A Coronell no le tiembla la mano a la hora de poner el dedo en las llagas más lacerantes de la corrupción y la politiquería. La solidez de sus columnas exacerba el odio que le profesan xl xxfxx Álvaro Uribe Vélez y sus áulicos, lo cual habla muy bien de su trabajo y muy mal de la hxjxxxxtx calaña del expresidente y su entorno. Lástima que en un país txx jxdxdx indolente como en el que vivimos, las denuncias de Coronell, que deberían escandalizar a todo el mundo, se ven como simples xhxxxxx dx xxxxxx ganas de joder de un periodista. —Vladdo
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Padres ejemplares
Feliz día a estos y todos los padres ejemplares, que no se cansan de decirnos cómo debemos comportarnos y actuar.
Caricatura de Betto
Opinión de Olgahelena Fernández
E
n el mes de los papitos debo rendir homenaje a esos padres ejemplares que desde las tribunas de la política nos recuerdan como debe ser la familia perfecta. Empezamos por Bolsonaro, quien durante toda su campaña insistió en que Brasil está en crisis por no respetar la sagrada familia, esa que se compone de padre, madre e hijos heterosexuales, esos que se casan para toda la vida y nunca se divorcian. El flamante presidente de Brasil lleva a cuestas tres matrimonios. Del primero nacieron tres varoncitos. Del segundo, nació otro hombre. Del tercer matrimonio tiene una niña, la que según sus propias palabras tuvo en un momento de debilidad. Para un total de 3 esposas y 5 hijos. Este mismo señor fue quien dijo que “sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Prefiero que muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí.” El presidente de EEUU, quien representa al ala más conservadora de ese país –la que también defiende la familia tradicional– lleva tres matrimonios. Del primero con Ivana nacieron tres hijos. Dos niños y una niña. Del segundo matrimonio con la exmodelo Marla Maples nació una niña y ahora con Melania tuvo otro niño. 3 esposas y 5 hijos. Trump y Bolsonaro se parecen en todo, hasta en eso. Divino, ¿no? Por acá en estas latitudes también tenemos padres ejemplares que merecen reconocimiento. El concejal de la familia Marco Fidel Ramírez, que ha dedicado su carrera política a perseguir a las mujeres que abortan y a los homosexuales porque los considera inmorales, fue pillado siguiendo cuentas porno tales como: @calienteyvirgen, @cachundex y @solosexvzla entre otras. Este señor, hijo de madre soltera, estuvo involucrado desde muy joven en el ámbito religioso. A los 12 años empezó a trabajar en valores familiares en la Iglesia Cruzada Cristiana. Posteriormente pasó a predicar a los creyentes de la Iglesia Familiar Internacional, en el barrio Santa Isabel, donde fue pastor. Visitó 25 países predicando. Ha sido un gran activista de la defensa de la vida, la familia y los valores, llamando la atención de los medios de comunicación con una solicitud de vigilancia que presentó ante la Procuraduría por “la apología a la ho-
mosexualidad”. El lema de su campaña política era “Más valores, menos condones”. Lo que no sabemos es si usaba condón o no, para ver porno. Pero los padres ejemplares no son solo los que defienden el matrimonio para toda la vida, mientras se casan tres veces, también están los que, aunque nunca se han separado, dan un gran ejemplo a sus hijos. Les enseñan a mentir con tal de obtener sus fines. En esta categoría sobresalen el actual alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, que les ha enseñado, no solo a sus hijos, sino a todos los jóvenes, cómo llegar a un cargo falsificando títulos universitarios para parecer muy estudiado sin serlo; y el actual presidente de la República, Iván Duque, que puso en su hoja de vida que era graduado de Harvard, cuando en realidad solo había hecho un cursillo de fin de semana. Pero como buen padre en vez de enseñarles a sus hijos a reconocer errores y pagar por ellos, les enseñó más bien a tapar una mentira con otra mentira o a decir cualquier bobada tipo: “fue un error, me equivoqué en la traducción”. Otros padres ejemplares son los que siempre piensan en el bien de sus hijos y por eso cuando los descubren en actos ilegales o inmorales los usan para hacer vídeos en los que los ponen a llorar. El maestro en estas artes es Andrés Felipe Arias. Nunca pensó en sus hijos mientras repartía ilegalmente el dinero de AIS a sus amigos y colaboradores, pero apenas lo descubrieron no tuvo inconveniente en poner a sus hijos a protagonizar un drama y victimizarlos. Ese mismo estilo y libreto usa el exsenador Musa Besaile para convencer a la opinión pública de que es una víctima. El libreto es así: sofá de la casa, esposa al lado con cara de víctima y los ‘babys’ berreando. Imposible no crear compasión así. Qué buenos padres, ¿no? No podemos dejar pasar la fecha sin rendirles homenaje a esos padres que le dan en la jeta a la madre de sus hijos. Cómo no recordar en un día tan importante a padres como Hollman Morris, que muestran su afecto a la madre de su hijos pegándole, según lo denunció ella misma. Son tan buenos todos ellos que creo firmemente que este año les deberíamos regalar algo especial... Por ejemplo un traductor a Duque, una cámara de alta resolución a Uribito y Besaile, una suscripción a un canal pornográfico al concejal de la familia y condones a Bolsonaro, Trump y Petro, a ver si dejan de invadir al mundo con sus crías. Feliz día a estos y todos los padres ejemplares, que no se cansan de decirnos cómo debemos comportarnos y actuar. Gracias por tanta sabiduría. Olgahelena Fernández es periodista.
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La página de la discordia. Este fue el detonante de la polémica que dejó a Daniel Coronell fuera de Semana y ha dado pie para que muchos cuestionen la libertad de expresión de sus periodistas, así como la independencia de la revista. [Ver páginas 2, 4 y 5.]