UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGENIERIA | FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y ARTES – Sección Posgrado MAESTRÍA EN CIENCIAS mención en Arquitectura, Historia, Teoría y Crítica SEMINARIO DE CRÍTICA | Profesor: Dr. Arq. Wiley Ludeña Urquizo
CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA De Peter Sloterdijk
Alumna: Arq. Vanessa Montezuma Ramos Fecha: 24 de junio del 2015
Sobre el autor: Nació el 26 de junio de 1947 en Karlsruhe. Cursó estudios de Filosofía, Germanística e Historia, en las universidades de Múnich y Hamburgo. Doctorado con una tesis sobre literatura y organización de las experiencias vitales. Formado bajo las directrices de la 'Escuela de Frankfurt', critica que las obras de Theodor Adorno y otros se encuadraban en lo que denominó "ciencia melancólica". Se traslada a la India para estudiar con el gurú, Osho, que cambió su visión de la filosofía. Desde sus primeros trabajos académicos se aprecia una tendencia hacia la hermenéutica poética. Catedrático de Filosofía en la Hochschule für Gestaltung de Karlsruhe. Doscientos años después de la aparición de la Crítica de la razón pura de Kant, su ensayo Crítica de la razón cínica se convirtió en el libro de filosofía más leído y debatido en Alemania. El trabajo de Sloterdijk se vincula con la crítica que hace del humanismo como una utopía ingenua, de domesticación humana mediante la lectura, dice Sloterdijk, que fracasa ante las nuevas técnicas de desinhibición de las masas. La ideología ya no funciona, según él, como una "falsa conciencia", como un enmascaramiento de la realidad, sino de un modo cínico.
El libro de Sloterdijk es un ensayo extenso que explora el cinismo, pero no en la definición a la que nos hemos acostumbrado en la actualidad, que él califica de errada y manipulada. Sino del cinismo como una práctica que tiene su origen en la antigua Grecia y que funciona como una forma de crítica a la sociedad y los poderes establecidos. El término clave para comprender el ensayo de Sloterdijk es entender en primer lugar a que se refiere él con cinismo. “Ya la Antigüedad conocía al cínico (mejor al quínico) como un extravagante solitario y como un moralista provocador y testarudo. Diógenes en el tonel pasa por ser el patriarca del tipo” (pg. 38). Al buscar el significado de quínico, podemos darle el sentido real al ensayo. De acuerdo con Sonia Arribas, el quínico es aquel que “reconoce que no conoce de antemano aquello en lo que está inmerso, y se sitúa de lleno en la situación, transformándola y 1
transformándose él mismo (…) El sujeto quínico se queda desnudo en la situación, sin protección o distanciamiento posible, exponiéndose. Es por eso que se expresa por medio de gestos, a menudo cómicos, que no tratan de explicar las cosas ni de buscar grandes causas.” (pg. 744-745). En contraposición a esta definición de quinismo, está el cinismo actual, que como Sloterdijk afirma al inicio de su ensayo, es universal y difuso. La figura del quínico es la de un espíritu burlón que no necesita nada y a nadie, mordaz y malicioso, y ante su mirada nadie puede escapar. El cinico de hoy aparece como un tipo de masas, ha dejado de ser un marginado. “El moderno cínico de masas pierde su mordacidad individual y se ahorra el riesgo de la exposición pública” (pg. 39). Ya no hablamos de un personaje que se exponía para desenmascarar, sino uno que se esconde y se adapta al medio, solo se dedica a sobrevivir en el mundo. “(…) se puede comprender al cínico de la actualidad como un caso límite del melancólico, un melancólico que mantiene bajo control sus síntomas depresivos y, hasta cierto punto, sigue siendo laboralmente capaz” (pg. 40). De aquí que Sloterdijk formula su primera afirmación: cinismo es la falsa conciencia ilustrada. Ya no existe desnudamiento de la verdad, el nuevo cinismo se rodea de discreción. El libro se estructura en dos partes. En la primera se realiza un análisis del ocaso de la falsa conciencia, así como una revisión de la crítica en distintos temas como la revelación, la ilusión religiosa, la apariencia metafísica, la superestructura idealista, apariencia moral, transparencia, apariencia natural, apariencia privada. También se revisa el origen del quinismo, y como este término ha ido evolucionando a través del tiempo. La segunda parte hace una interpretación del cinismo desde los gestos (la lengua sacada, boca torcida, boca amarga, boca serena, entre otros), puesto que existe una conexión profunda entre la crítica cínica y la corporización; partes del cuerpo que expresan una mirada cínica (senos, culos, genitales) y expresiones de cinismo producidas por el cuerpo (el pedo, mierda). Luego realiza una revisión de aquellos personajes que representan el cinismo por excelencia: Diógenes, Mefistófeles, Luciano, El Inquisidor. Así mismo, enfatiza en distintos conceptos del cinismo desde el enfoque fenomenológico: los cinismos cardinales (cinismo militar, cinismo estatal y de prepotencia, cinismo sexual, cinismo de la medicina, cinismo religioso, cinismo del saber) y los cinismos secundarios (minima amoralia, escuela de la arbitrariedad,
2
cinismo de intercambio). Los últimos dos capítulos tratan el cinismo desde el ángulo lógico e histórico. En la segunda parte, llamada Cinismo en el proceso cósmico, Sloterdijk analiza en primer lugar, la parte fisonómica, ya que no solo el lenguaje hablado tiene algo que decir, sino también las cosas hablan a aquel que sabe usar sus sentidos. Durante el proceso de civilización se nos fuerza a utilizar la ciencia, que nos distancia de los hombres y de las cosas. “(…) la piel puede oír, los oídos son capaces de ver y los ojos distinguen del frio y del calor” (pg. 226). A través del análisis fisonómico, Sloterdijk plantea otro camino para el análisis del cinismo. En primer lugar está “La lengua, sacada”, como una reacción del cuerpo cuando el diálogo apasionado ya no puede seguirse con palabras. Este sacar la lengua es ambivalente, puede ser si como no, puede ser alegre o malicioso. En todo caso, Sloterdijk se refiere finalmente al sacar la lengua de acuerdo al Eulenspiegel, un personaje proveniente del folklore alemán que se burla de los demás, el moderno quínico, “un ilustrado de orientación grosera que ni siquiera se arredra ante las peleas” (pg. 228). En este sentido, este personaje se alegra del mal ajeno, y siente placer al desenmascarar y poner en ridículo a los demás. Como explica Sloterdijk, “hay que chocar contra la moral para salvarla” (pg. 229). En “Boca torcida sonriendo maliciosamente”, habla del saber cínico señorial. El poderoso quiere mantener el poder, de esta superioridad nace una sonrisa torcida, un gesto malvado, en defensa de un status quo defectuoso. La sonrisa cínica se mezcla con una cortesía desvergonzada, que pone de manifiesto que desea mantener a distancia a los otros seguramente como se controla a sí misma. Sloterdijk explica que esta sonrisa se encuentra frecuentemente en altos funcionarios, políticos y redactores. En “Boca amarga y pequeña”, es una de amargo silencio, de quien está marcadamente desilusionado. “La felicidad siempre parecerá como un engaño y parecerá demasiado barata para que merezca la pena el esfuerzo de echar la mano hacia ella” (pg. 231). En “Boca carcajeante, fanfarrona”, se trata de una carcajada que proviene de las entrañas, fundida en una manera animal, que olvida la rigidez y hace tabla rasa de las ilusiones y las poses. Sloterdijk caracteriza esto como un reír demoniaco, que posee en sí mismo una característica destructiva. Al llegar a “Senos”, se establece la representación de los pechos como un símbolo del consumismo de la época. Nada parece marchar sin ellos, afirma Sloterdijk. Son representantes del ornamento universal del capitalismo. Los pechos modernos existen como un poder, una atracción. Existen ahí de manera explícita o implícita, y constituyen parte de un juego de apariencias donde existe una 3
ambivalencia entre lo que son realmente por sí mismos y lo que pretenden ser para los demás. A través de este símbolo se expresa la cosificación del sexo. En “Culos”, se establece una suerte de contraposición con el resto del cuerpo. Para Sloterdijk, el culo representa el cinismo en el cuerpo mismo, “el órgano quínico elemental” (pg. 237). El culo no hace diferencia entre sentarse en un lugar u otro (un trono o un retrete de cuclillas). Su inclinación natural hacia lo elemental predispone el culo hacia la filosofía. El culo posee una imagen del mundo plebeya, popular, realista. Esa provocación del culo le sigue al pedo, que Sloterdijk no deja de lado, pues si ya se habló del culo, se debe seguir en procesión inevitable hacia los genitales –capítulo que le sigue a “El pedo”. De esta manera, afirma que el pedo es un acto voluntario de provocar a través de una acción: “El pedo, entendido como señal, muestra que el abdomen está en plena acción” (pg. 241). En “Mierda, desperdicios”, analiza el rol de los desperdicios y la basura. Afirma que es imposible escapar a ella, pues todos la producimos, haciendo incidencia sobre la ecología, que ha tenido la hazaña de poner a la basura en el centro del diálogo. “A partir de ahora, ya no constituye un molesto efecto secundario; más bien se reconoce como principio fundamental” (pg. 242). Ante todo, hay que aceptar que producimos basura (o mierda) y el quínico real será aquel que no se sienta asqueado por esto y que, como los niños, no sepa todavía de la negatividad de sus excrementos. Sobre “Genitales”, Sloterdijk termina este gran capítulo afirmando que los genitales son los genios entre los órganos de la mitad del cuerpo. Menciona al psicoanálisis freudiano, que fue tachado de cínico por proponer que todo debía girar en torno a los impulsos sexuales y en sus deformaciones. En ese sentido, el psicoanálisis buscaba descubrir la verdad detrás de los disfraces culturales, algo puramente quínico. En “El gabinete de los cínicos”, Sloterdijk repasa a las figuras de la conciencia cínica. Diógenes de Sinope siendo el primero y más importante de ellos, y a quien dedica bastante tiempo. En segundo lugar, Luciano el burlón de Samosata. Como creaciones de la literatura y poesía están Mefistófeles y El Gran Inquisidor; para luego concluir con “El Se” de Martin Heidegger. Sobre Diógenes se pueden destacar varios aspectos importantes para configurar la idea general que trata de transmitir el autor sobre el personaje del cínico, que ha ido evolucionando a través de la historia. Es claro que Sloterdijk admira profundamente a Diógenes, aunque sin decirlo, lo sitúa como un personaje clave, que marca el inicio. Existe una relación entre la definición del quínico y los perros, con quienes eran comparados por su desfachatez y falta de vergüenza en 4
expresa a través de sus actos y de su cuerpo su filosofía de vida. A pesar de haber sido tan trascendental para el mundo, Diógenes no dejó nada escrito. Su teoría, afirma Sloterdijk, debe comprenderse como una amalgama entre teoría y práctica, y debe tomarse como una enseñanza a través de la no-enseñanza. Diógenes no acostumbraba tener pertenencias, llevaba consigo mismo lo que necesitaba y eso era todo. De esto se genera el concepto que los cínicos practican la simpleza, y el poder y la libertad que no tener nada que perder les daba. La ambición de poder es una cadena para la vida, y por eso Diógenes no ambiciona nada. En este sentido, el personaje de Diógenes tiene un poco de maestro japonés Zen, afirma el autor. “(…) estar tumbado en el sol, observar el ajetreo del mundo, cuidar su cuerpo, alegrarse y no tener que esperar nada” (pg. 253). El sabio no es cómplice del poderoso, dándole la espalda al principio de poder, ambición y deseo de figurar. El autor afirma que el hombre socializado es aquel que ha perdido su libertad desde el momento en que sus educadores han logrado plantar en él deseos, proyectos, ambiciones, separándolo de su época interior, del ahora. Además de no esperar nada, Diógenes no esconde su enseñanza en un lenguaje complicado. La aparición de Diógenes coincide con la decadencia de la comunidad urbana ateniense, y la víspera del dominio Macedónico, es decir, cuando el modelo pierde vigencia y se da la transición hacia uno nuevo. Diógenes formula un nuevo ethos: “ya no se es un ciudadano estrecho de miras de una comunidad urbana casual, sino que uno tiene que concebirse como un individuo en un cosmos ampliado” (pg. 259). En este punto, el autor aclara que en ese rechazo a la ambición y a no necesitar de nada y de nadie, se da un malentendido en la ética quínica, que encuentra fácilmente a sus seguidores en gente dispuesta de una manera masoquista, que conserva a través del ascetismo, una posibilidad de descargarse de sus resentimientos contra lo vivo. En este sentimiento se genera una resignación, que se contrapone al amor por la vida, la jocosidad y vivacidad que transmitía Diógenes. Para Sloterdijk el problema de la quínica surge cuando esta abstinencia quínica (no necesito nada ni a nadie) se olvida. Los filósofos buscan el confort burgués, pero al mismo tiempo desean mantener prestigio filosófico. En la figura de Luciano, el sarcástico, Sloterdijk plantea la crítica al cinismo desde el cinismo mismo. En la época de Luciano, medio milenio más tarde que Diógenes, el protoquínico ha caído en desgracia. Luciano ocupa su sátira en un suceso que había acaecido en Olimpia, donde Peregrino, líder quínico de sectas, decide quemarse en 5
público para dr al mundo el espectáculo teatral de una trágica y heroica muerte voluntaria y obtener más respeto para su secta. En Diógenes sería impensable un gesto tan patético como una muerte voluntaria. En este sentido, los roles se invierten. A Peregrino le correspondería la tragedia, no la comedia, ni la sátira. Coincidentemente, su secta era una congregación de personas cargadas de resentimiento. “Lo que Peregrino, el quínico ansioso de la muerte, presenta a sus espectadores como ejemplo heroico desprecio de la muerte y de la sabiduría, para Luciano no es más que una deformación ridícula del ansia de celebridad” (pg. 271). Esto también resulta en un cambio del tipo de crítica cínica: de plebeya a señorial. “La carcajada de Luciano sigue siendo una pizca demasiado estridente para ser serena; demuestra más odio que soberanía” (pg. 274). En el análisis de Sloterdijk sigue Mefistófeles, personaje de Goethe, una figura que al igual que satán disfruta la libertad de decir las cosas como son. “El demonio es el primer realista postcristiano” (pg. 275). Mefistófeles vive en un modo completo en su metamorfosis. Él se transforma en un perro, eligiendo en su primera aparición el símbolo de la secta quínica de filósofos. Esta solo constituye la larguísima serie de transformaciones pues él es un artista de la máscara, comparable a los estafadores y espías, ya que en la era post cristiana el mal tiene la condición de disfraz, de máscara de inofensividad. Mefistófeles tiene una posición ambigua: es tanto señor como plebeyo. “Una de las paradojas de este mundano y ordinario diablo de la evolución (…) en comparación con el doctor Fausto, es el verdadero ilustrado” (pg. 280). Hablando sobre Fausto, Sloterdijk afirma que este personaje muestra aquello que Nietzsche acenturía: la voluntad de saber está alimentada por una voluntad de poder. Por lo tanto, la voluntad del saber no puede apoyar en el saber, puesto que su impulso es sin mesura, y detrás de todo conocimiento se apilan nuevos enigmas: “el saber quiere a priori saber más” (pg. 281). Todos estos personajes marcan la tensión que existe en cada época, de los individuos mismos por mantenerse a sí mismos como seres racionalmente vivientes frente a las distorsiones y las racionalidades a medias de sus correspondientes sociedades. En este punto se visualiza la diferencia entre quinismo y cinismo, una dualidad que se corresponde: “autocorporización en la resistencia y autoescisión en la represión” (pg. 328). El pensar cínico solo es posible cuando existen dos lados del mismo hecho: uno oficial, otro no oficial. 6
El cinismo militar solo puede desarrollarse con tres caracteres de lucha masculinos: el héroe, el vacilante y el cobarde. El heroísmo se convirtió y siguió siendo hasta hoy un factor de cultura dominante. El culto al luchador agresivo y victorioso recorre la historia en distintas tradiciones. Estos tres caracteres representan también tres tipos de tácticas o estilos de lucha. El héroe percibe las ventajas y ataca; el indeciso es el centro razonable; y el cobarde logra salvarse después que aquellos que resistieron se ven condenados a perecer. En el héroe se concentra la luz, la adoración y la admiración. La segunda actitud es la del vacilante, la del héroe relativo. Aquel que cumple con la moral del héroe, pero a quien no le va muy bien. Va hacia el ideal pero no lo consigue. El vacilante es en cierta forma un mediocre, ni muy arriba ni muy abajo, siempre “obligado” a la lucha, nunca por si mismo. La tercera actitud es la del cobarde. De acuerdo al autor, en él empieza una callada desintegración del “super yo”. En la conciencia del cobarde está la célula del quinismo militar. Sloterdijk menciona a Sancho Panza como el primer gran representante de este quinismo. “Sin reflexionar mucho, este inteligente campesinete sabe que tiene derecho a la cobardía, al igual que su pobre y aristocrático señor Don Quijote tiene el deber del heroísmo” (pg. 335). Aquí el antiheroismo encuentra su lenguaje. El cinismo estatal, Sloterdijk compara a la realidad política, los estados y los poderes con los héroes para la realidad militar. El pueblo judío es el inventor original del quinismo, pues ha resistido a las super potencias. El autor afirma que el mundo hereda del judaísmo la idea de resistencia. “El quínico judío penetra hasta la médula en las fantasías de invulnerabilidad de los déspotas militares” (pg. 350). El cinismo sexual está marcada por la ideología del amor idealista, que asigna al cuerpo un papel secundario en relación con “sentimientos superiores”. En esta parte Sloterdijk habla del quinismo femenino, y empieza diciendo que esto es una empresa metódicamente difícil, pues la conciencia femenina está indirectamente documentada en medio de tradiciones masculinas. De acuerdo con el autor, no se puede hablar de la cultura del cinismo sexual sin hablar del trato cristiano con la sexualidad. Afirma que la moral sexual cristiana está construida sobre mentiras sublimes, y esto constituye un rasgo un tanto agresivo, al estar en contra de la verdad, en parte satírico o blasfemo. “Si la iglesia católica no hubiera afirmado que María había traído al mundo a Cristo siendo virgen, entonces no se habría dado esa cantidad ingente de hombre que, rabiosamente satíricos, tuvieron la ocurrencia de ponerse a echar tacos de esta rara 7
especie de virgen (…) Bromas de esta especie surgen de la mitología cristiana con una necesidad casi de ley natural (…) Tan pronto como el idealismo haya tensado el arco, el realismo atacará blasfemamente” (pg. 384)
Después de esta afirmación, el autor se pregunta si acaso en la aureola de la Madona no existe también una fase cínico sexual, donde la madre también ha sido “la puta del padre”. Existe una dualidad cristiana que permite el lado sexual-animal del hombre, se pregunta. En la época burguesa, el cinismo sexual se da de otra manera. Se erige una muestra propia del amor ideal: el matrimonio por amor. Existen incontables novelas que han contribuido a distribuir los patrones de este idealismo erótico burgués, especialmente en las mujeres. Existe una dualidad entre los deseos de experimentar los impulsos de la aventura pasional y la rígida estructura del amor orientado al matrimonio, donde el lado animal no desempeña ningún papel. Este idealismo, de acuerdo con el autor, provoca antítesis sexual cínica. El burgués es, en las cosas sexuales, un cuasi realista. La estrategia cultural del arte burgués consiste en representación de lo privado, pero donde existe una diferencia entre lo privado idealista y lo privado animalista. “Sabe diferenciar lo humano de lo demasiado humano” (pg. 389). Para Sloterdijk, la ventilación de los secretos sexuales no ha condcido a la desneurotización de la sociedad, ya que estos representan una fracción del inconsciente social e individual. La sociedad burguesa mantiene domesticado su animal interior a través de la razón. Los románticos surgen como una respuesta a esto, donde se plantean dos caminos: la luz o el abismo. El animal encadenado que se atreve a descender en sus propios secretos. Actualmente nadie practica la división entre amor animal e idealista. De acuerdo al autor, los chistes sucios y la pornografía muestran hoy un aspecto atrasado. La pornografía es decisiva para definir el cinismo sexual: si antes el cuerpo era considerado un indicador del alma, en la pornografía sirve para representar la falta de cariño que en nuestro mundo tiene el poder de definir lo que es realidad. En el cinismo médico, tiene su origen en el momento en que un auxiliador emplea de una manera frívola realista su saber sobre el cuerpo y sobre la muerte contra los deslumbramientos de enfermos y poderosos. Para el autor, no existe prueba mas fehaciente que el hecho de ofrecerse recompensas al hecho de contribuir con que sus prójimos no enfermen. Uno de los símbolos de la medicina de señores es que esta esté mas interesada en las enfermedades que por los enfermos. “Si el doctor admitiera, en 8
cuanto sabio partidario de la vida, que su tarea realmente consiste en la obligación de evitar enfermedades por sus causas, en vez de acomodarse de una manera parasitaria a ellas como efecto, entonces debería someter voluntaria y constantemente a discusión su relación con el poder y su uso del mismo” (pg. 404-405). El cinismo religioso está constituido en primer lugar por la figura de Moisés en su papel de rebelde quínico. “El destruye todo lo que no es espíritu sino letra, todo lo que no es Dios, sino ídolos, todo lo que no es viviente, sino sólo representación” (pg. 413). Toda materialización tiene que ser destruida cuando empieza a pasar a primer plano. En el cinismo del saber, Sloterdijk afirma nuevamente que el quinismo no puede ser una teoría ni tenerla. Es una forma de trato con el saber, una forma de relativización. Es una respuesta de voluntad de vida, en parte una resistencia intelectual, es parte crítica. “Teoría crítica será aquella que proteja la vida de la falsa abstracción y de la violencia de las teorías positivas” (pg. 433). La quínica superación dialéctica de la teoría es la que proviene de un consciente no saber, no de un saber más.
9