Vulva Estelar Femzine ma(u)rciana - nĂşmero 3
gGracias por apoyar la autogestión y los feminismos de provincias. Gracias a todas las autoras por vuestro tiempo y cuidados. © Ilustración cubierta, contraportada y página central: Rosa Tortosa. © Fotografías: Mariflower. © de los textos sus autoras. Edición, diseño y maquetación: Irene Bebop @akane_kendo Correo: vulvaestelar@gmail.com Facebook: www.facebook.com/VulvaEstelar/ Twitter: @vulva_estelar Instagram: vulva_estelar ISSN: 2530-6065 Depósito legal: MU 246-2017 Impreso y editado en Murcia tropical. Ese fanzine está y seguirá estando dedicado a nuestras abuelas. Comparte, difunde y pasa este femzine para que llegue a más feministas. 1º edición: 150 ejemplares.
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Vulva Estelar nº 3 Marte tropical
Queríamos que esta Vulva Estelar fuera diferente, no nos atrevemos a hablar de monográfico (es una palabra muy grande para nuestro proyecto) pero si tuviéramos que explicarlo en lenguaje estelar, sería algo así como un buen parón en Marte, nuestra ciudad. Para semejante parón lanzamos a nuestra tripulación estas preguntas:
¿cuáles son las (dis)utopías feministas que se tejen/ tejemos en la ciudad que habitamos? ¿Cuál es tu camino para volver a casa? ¿Lo piensas o solo te dejas llevar? ¿Por qué? ¿Qué tiene de feminista tu rincón preferido de Murcia? ¿Hay espacio para el urbanismo feminista?¿Qué estructuras favorecen (o no) los cuidados sobre el asfalto?¿Qué espacios generan diálogo-encuentro? ¿Cuáles no? ¿Qué tiene de marciana la ciudad? Podríamos decir que los artículos de este número parten de estas cuestiones pero preferimos que seas tú quien lo compruebe. Casi todos los textos tienen como espacio común la ciudad de Murcia aunque te encontrarás con algunos otros destinos. Hay textos que imaginan, otros son un buen tortazo a la realidad marciana y también están los que invitan a reconciliarnos con la tierra que habitamos. Gracias por apoyar a toda esta tripulación, sumérgete en este número y grita con nosotrxs: ¡la ciudad será feminista o no será!
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cosa fina Mariflower
¿Las personas hacen a las ciudades o son los lugares en sí mismos los que se dan color?. Este planteamiento me ha ayudado a reflexionar sobre Oxford, pero en relación con el feminismo. Oxford como el resto de ciudades del planeta, es jodidamente machista. Lo que me hace la ciudad feminista, es cómo me desplazo en ella, cómo la habito. He de reconocer que si comparamos con el estado español, los espacios para cuidarnos, y cuidar, es decir, los espacios que para mí, nos permiten tocarnos con la tierra son de sobra aquí más abundantes y de dimensiones abrumadoras. Aterrada me quedé al ver a madres, padres y criaturas peleándose por un milímetro de asfalto en un micro parque en Barcelona en la Plaça Revolució.
Mi camino a casa es lo que me encanta de vivir aquí, con mi bici voy y vuelvo mil veces. Vivo en una zona que se conecta al centro por un camino que atraviesa parques y zonas salvajes con patos, cisnes, ciervos, caballos, Tambor, Bambi... En invierno sobre las 5 está absolutamente oscuro y el camino cuenta con un tramo muy estrecho y sin farolas. Ese tramo eterno, solo se alumbra por la luna cuando asoma y por la luz delantera de la bici. Este pasillo oscuro y el más estrecho, es el que concentra el miedo y la sensación de intrepidez, la tranquilidad y el regocijo, las pesadillas y las palpitaciones a mil. Con mi bicicleta, mi arma de poder, soy inalcanzable y más veloz que nadie. Las calles de Oxford para mí, no son feministas, no he visto a las mujeres ocuparlas ningún 8 de marzo, ni ningún otro día para gritar por las que violan y matan cada día aquí también
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o en resto del mundo. ¿Y dónde están las feministas aquí?Le pregunté al Google y me dio esto: https://bit.ly/2DeTWim Mientras en España millones de mujeres hacían huelga el 8 de marzo, aquí las mujeres refugiadas, hacían de comer a los sin hogar de la ciudad y con discursos de cierre de las mujeres blancas que organizan el cotarro. La universidad, que es la misma ciudad prácticamente, es cuna del patriarcado, ese que tantas arcadas da, el enemigo común. Es el Mordor blanco, europeo, elitista, imperialista, clasista, racista, capitalista, religioso, misógino, en fin cosa fina. Esta gran institución educativa que hasta 1920 no permitió que las mujeres se graduaran, con una vice rectora,
Louise Richardson que ante las quejas del alumnado por tener que aguantar a profesores homófobos, lo que hace es que los anima a enfrentarlos de forma dialéctica, en vez de posicionarse a favor de la comunidad estudiantil LGBTQ+ y tomar cartas en el asunto. La crème de la crème. ¿Cómo he ocupado yo la universidad? Pues, ayer mismo sin ir más lejos, cuando un hombre blanco y postdoc me hacía de guía turístico, yo me tiraba un cuesco mientras pisaba un ratito solo, ese césped tan perfecto en Merton College. Mi camino: https://bit.ly/2qEFh8PM
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Fotos: Mariflower
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una historia de amor Ana Andújar
“Incluso una farola tiene género, y es política". Francisca Jiménez, una de las agentes del área de Equidad encargadas de realizar el primer informe de Impacto de Género sobre los presupuestos urbanos del Ayuntamiento de Madrid.
Cojo mi desconchada BH y la meto a trompicones en el ascensor, deseando no encontrarme con ningún vecino que me mire mal por apoyar las ruedas en el espejo: últimamente está mejor visto que te pillen fumando crack entre piso y piso que bajando tu bici. Vivo en el Infante y voy a tardar unos 25 minutos en llegar a la Escuela de Idiomas, haciendo el mismo trayecto desde hace casi diez años (se me está atragantando un poco el alemán, vaya). Dejo atrás la esquina del chino Ana, donde los quinquis teenagers de Alberto Sevilla se ponen ciegos a Monster. Donde más tardo sin duda es en el maldito puente del Hospital. Calatrava se lució haciendo esperar a los peatones durante 10 minutos para circular por el carril central del mastodóntico puente que te obliga a realizar dos cruces dentro de él. Tomo Ronda de Garay porque me gusta pasar cerca de la Plaza de la Universidad y rememorar los días de estudiante perdiendo el tiempo en ella: cuando llegué aquí una hilera de adoquines en forma de bancos la rodeaban: la gente se sentaba allí, tocaba la guitarra u ordenaba las fotocopias. Tras su remodelación, ni una sombra, ni un mal banco. Las terrazas de los bares ocupan la vía pública y los chavales conviven en islas de quintos 3x1. Doblo por José Tapia y no me queda otra que pasar por la Avenida de la Libertad. La esperanza de convertirla en peatonal en 2010 quedó difuminada tras comprobar que solo se iba a hacer un centro comercial más grande (la instalación de unos raquíticos parques infantiles, que venían a decir: ¡señoras, pueden cuidar y comprar sin problema! no mejoraron la cosa) y es el mismo hedor que nos llega con
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Esta es la historia de amor con una ciudad que puede tenerlo todo, pero no se da cuenta. Un centro urbano llano ideal para transportes limpios, pero que no se fomentan.
la tan esperada peatonalización de Alfonso X: cemento y más cemento para arrastrar sin cuartel las sillas de las futuras terrazas de bares de polo de cuello constitucional y tacón. Ahora llega lo divertido. De Diez de Revenga a Ronda Norte jugamos a no morir atropelladas por la carretera. Las estrechas aceras hacen imposible la convivencia entre peatón y bici, así que mola mucho más arriesgar el pellejo entre autobuses urbanos, el súper badén rompecoxis del túnel y la rotonda de la Opinión para llegar al centro de estudios, donde ya me advierten con un cartel que dejo mi bici aparcada bajo mi responsabilidad de jipi, izquierdosa y masona, pues ellos no garantizan que no haya hurto. ¿Ha valido la pena?, parecen preguntarme con la mirada mis compañeros de clase, cuando entro tarde, sudando, con el flequillo como un pequinés que acaba de pelearse y las rodillas con más tensión que un facha en El Retal. Debe ser así, porque el jueves volveré a hacerlo, y el
martes, y así más de diez años. Esta es la historia de amor con una ciudad que puede tenerlo todo, pero no se da cuenta. Un centro urbano llano ideal para transportes limpios, pero que no se fomentan. Con parques enormes pero sembrados de asfalto y cemento donde rogar por una hilera de árboles es un lujo, con bancos separados y sesgados con braceras para impedir no solo la pernocta, sino una puta conversación sobre lumbargia. Con un ficus milenario que se desmorona sobre un océano de locales de yogur helado como metáfora de la impracticabilidad de una plaza pública, totalmente tomada por el consumo rápido. Con frontones y edificios históricos que en lugar de rehabilitarse se cambian por pseudomodernas fachadas con firma de apellido compuesto que borran la historia y el alma de una ciudad. Con un ejército de hermanes para defenderte de la hostilidad de una ciudad que sin ser agresiva, a veces da miedo: no en sus calles, sino en sus despachos. La hostia cana, Murcia: te queremos, pero puedes hacerlo mejor.M
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murcia ¡qué hermosa eres!
Ana Collados
Murcia, ¡qué hermosa eres! Sí que lo eres. Eres hermosa cuando nuestra catedral asoma imponente sobre los edificios de nuestra ciudad. Murcia son las flores que abrigan los jardines del centro, son las fiestas del malecón y los conciertos que aparecen de improvisto por Trapería. Las patatas con pimienta y limón acompañadas por la cerveza de siempre y las aceitunas en la Merced. Murcia, ¡cuánto resistes! Porque casi te parten en dos, mi querida Murcia, a ti, que eres unión. Nos has demostrado que eres lucha vecinal incansable durante más de doscientos días. Que eres la sardina sin agua del Segura verde. Que eres el barrio de la Fama y el polígono de la Paz, llenos de pueblos distintos y orgullosos de sus orígenes. Eres diversidad y eres canciones entonadas a través de ventanas rotas. Eres la marginalización del extrarradio y un cúmulo de promesas que no se cumplen. Eres delincuencia, drogas, falta de educación sexual y machismo. Eres malas combinaciones de buses y un tranvía directo a los centros comerciales. Murcia, es que no solo eres el norte de la ciudad. Eres el sur, eres la huerta que se extingue, eres pobreza respaldada por multinacionales. Eres la agricultura que se están cargando. Pero Murcia, la lucha y el trabajo sí que te hacen hermosa. Eres todas esas personas que quieren un Consejo de la Juventud en el que poder cambiar la realidad de nuestra región. Donde los jóvenes asociados expongamos nuestras ideas, vengamos de donde vengamos, con respeto y con
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incidencia política real. Murcia poco a poco vas a ser una ciudad feminista. Me sorprendiste gratamente el 8 de marzo con toda tu Gran Vía repleta de personas que avanzaban con la determinación que da una misma idea. Donde no cabía ni un alfiler. Ahí, en medio de las pancartas y de los lemas entonados a todo pulmón me hiciste sentir orgullosa de ser murciana, marciana, porque somos potencia y somos grito. Somos mujeres que vienen de pueblos donde hay temas que tardan en llegar mucho más que a las ciudades grandes, pero estamos concienciadas y nos da igual el casposo de turno que se ría de nosotras. Murcia encabeza la región con más denuncias por violencia de género. Queda mucho por hacer. Recuerdo que ese día una mujer de Santiago el Mayor de unos 80 años de edad nos saludaba desde su balcón y gritaba con nosotras. Le mandamos un beso y un aplauso y muchas compañeras nos emocionamos al imaginar que era nuestra abuela que estaba con nosotras acompañándonos en la lucha, ojalá nuestro entorno se empodere. Y es que es esta la belleza murciana, la pobreza y sencillez de los agricultores y de la gente trabajadora. La humildad de la poesía y la literatura de las miradas. Murcia, eres de otro planeta pero tienes un gran complejo de inferioridad. Y no te das cuenta de que lo que importa no es el tamaño, si no lo bien que te cuiden. M
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Tal vez la gente que se ata con cuerdas y las cosas enormes y pesadas no se llevan bien con un suelo tan adaptable e incierto porque las hace sentirse inseguras. Tal vez tienen miedo de ser chupadas y tragadas. Pero a mí no me interesa chupar, y no tengo hambre. Solo soy barro. Cedo. Trato de acomodarme. Y así, cuando la gente y las cosas enormes y pesadas se marchan, no han cambiado, salvo porque tienen barro en los pies, pero yo sí he cambiado. Sigo aquí y sigo siendo barro, pero estoy llena de pisadas y huecos hondos y huellas y alteraciones. Me han cambiado. Tú me cambias. No me tomes por granito. Úrsula K. Le Guin
¿Dónde apuntalar los sentimientos? ¿Cuándo hacerle frente a la desidia que nos devora por dentro? ¿Cómo reiniciar el calendario? ¿Porqué está todo claro y aún así vamos perdiendo? Recoger la toalla de entre los escombros y echar a volar por caminos que nunca serán los más cortos, pero son los que hemos elegido. Tremenda Jauría
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ciudades y cicatrices Mar López
Las ciudades por donde nos movemos atraen más a los coches que a los peatones. Caminar por ellas, salir a pasear en bici o sentarse en un parque a escuchar música en unos auriculares son cosas que he hecho muy a menudo, pero en Murcia siempre ha sido diferente. A pesar de ser mi ciudad, me crié un poco en medio de la nada; en una de esas urbanizaciones donde hay que ir en coche a todos sitios. La bici estuvo bien unos años y el autobús me salvó la vida en la adolescencia pero la sombra del “lleva cuidado, no vuelvas tarde” y demás, siempre seguía rondando. La ciudad es hostil para las mujeres porque esos espacios abiertos nunca han sido del todo nuestros. Hace poco leí «Flâneuse» de Lauren Elkin (Malpaso Ediciones), un ensayo donde cuenta cómo hay que apoderarse de los espacios públicos para hacerlos nuestros, si Virginia Woolf lo hizo en su Londres natal, la cineasta Agnès Varda en París y ella misma en NY o Venecia, nosotras podemos hacerlo en Murcia. La flâneuse no es una turista al uso, es una paseante que camina a su antojo por donde quiere y cuando quiere; por eso esa palabra no existía en femenino en francés, siempre había sido el flâneur: el hombre que sí puede ir por ahí sin preguntarse si está haciendo bien
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o no. La flâneuse nos reta a caminar sin preocupación. Debemos preguntarnos: ¿cuántas veces has cruzado de acera o simplemente rodeado y hecho un camino más largo para no pasar por un callejón? El espacio público tiene que ser seguro para todo el mundo, pero nunca ha sido así. Si preguntas a hombres te dirán que ellos nunca han sentido ese miedo, de hecho pueden saber cómo es el miedo a pasar por un espacio público en el que les puedan, por ejemplo, increpar, o directamente matar, pero nunca sabrán cómo es el miedo a que te puedan violar solo por ser mujer. La flâneuse, la paseante, es importante a la hora de concebir cómo deberían ser las ciudades, sus caminos, sus aceras, sus parques o sus sistemas de transporte público. Todo importa cuando estamos en la calle. Y en Murcia pasa lo mismo que en el resto del mundo, que a veces aparece un “loco del tranvía” y te tienes que bajar antes de tiempo o que vuelves a casa por los caminos más iluminados para no encontrarte a nadie por sorpresa. Caminar, pasear, estar en la calle al fin y al cabo, es cada vez más una tarea de resistencia desde la niñez.M
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Los feminismos como locus y lucus Cris Abellán
¿Cuál es el lugar del feminismo? Pero, ¿tiene lugar? Cuidado, son preguntas trampa. Algunos dirán que si ha de tenerlo estará en la cabeza de las mujeres, y que sus voces inarticuladas, silenciadas, han de guardarlo dentro, muy dentro, para que no escape y pueda crear problemas en el mundo exterior, el real, el de ellos. Les otres, las feministas, las que lo son sin saberlo, aquelles que quiebran el discurso hegemónico de verdad y realidad, aquelles que no se reconocen en ese sujeto legítimo genital-cultural sumiso, las desahuciadas de la dignidad social, las que a pesar del miedo hablan, todas esas otras, porque todes elles son les otres... dirán muchas cosas. Locus significa localización, el punto donde se encuentra algo. El movimiento en la actualidad, posmoderno, rompe el patrón monolítico-monista y decide tomar como lugar los feminismos para desplegarse, infiltrarse y resquebrajar aquellas zonas
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patriarcales despojadas de nosotras. ¡Esto no es un lugar!, dirán algunos. El locus puede ser una realidad material concreta como la plaza del Cardenal Belluga o las vías del tren, espacios públicos escenarios de la lucha contra la violencia de género o contra un tren por soterrar, El Gallinero bar de encuentros de literatura feminista, la Filmoteca y su ciclo de cine hecho por mujeres o los Viernes de Parra y su estela de frutos esparcidos por distintos rincones de la ciudad, como el taller de Las Culpass, la librería Collette o el Café de Ficciones. Pero también puede ser una realidad ideológica que garantiza una estructura social igualitaria, es decir, la fundamentación ontológica de la igualdad en la diversidad. Por tanto, pasamos de una cuestión identitaria, los espacios materiales reconocibles, a una cuestión de acción, y es la propia pluralidad del locus feminista la que pide a gritos que su sustrato sea el lucus. Al parecer en su origen esta palabra significaba claro en el
bosque, lugar divino que proteger, y más tarde, espacio de habitación. Lucus/lucaris, claro o claridad, derivan de la raíz lux, luz o esplendor. Si el locus de los feminismos es su lucus y el lucus es la claridad, entonces los feminismos son la luz. Y ésta llega a aquellos otros lugares, los suyos, los de ellos, donde hay oscuridad patriarcal. Seguramente alguno de esos que nos quieren bien calladas dirá, muy elocuentemente, que la luz va acompañada de sombras. Amigues míes no os riáis, ellos también tienen luces, pero de otro tipo. Sí, la luz no se entiende sin la sombra, del mismo modo que no se entienden por separado la complejidad de los caminos que recorren los feminismos, de la sencillez de su objetivo común. Por eso digo: la ciudad será feminista o no será. M
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Los cuidados en el centro... de murcia Isis Brand
Cuidar, autocuidarse y dejarse cuidar. Confieso: fui cuidadora de las malas, de esas que obligan a la otra a dejarse cuidar. Después -probablemente por estar hasta la seta de cuidar- pasé a esperar ser cuidada, exigirlo incluso. En los últimos tiempos, cansada de esperar que el mundo hiciese mis deberes de autoamor, me he dado fuerte al autocuidado (1). A día de hoy creo que ninguno de los elementos funciona bien por sí solo; la cuidadora se anula a sí misma a la espera de la validación de los demás. La segunda, se deprime esperando que el mundo exterior sea quien supla sus necesidades. La tercera puede caer en el solipsismo y la arrogancia. Pero, entonces, ¿cómo se manejan las tres a la vez? Con amor y con tiempo, como todas las buenas prácticas.
Cada forma de cuidado tiene una dinámica que se dará según con quién establezcas la relación. No es lo mismo cuidar a tu abueli, que a tu mejor amiga, que a tu compañera de curro o a tu vecina Fuen. Las necesidades de la relación con tu abuela y con tu amiga no son las mismas, como tampoco lo serán las demandas de tu compañera de trabajo y de tu novia. Por supuesto, sus necesidades han de ser compatibles con tus posibilidades de cuidar: si tú estás jodía, tendrás que medirte en cuánta energía puedes gastar en cuidarlas o tocará poner límites, pedir ser cuidada o darse apoyo mutuo. Esto parece súper-básico, ¿verdad? Pues yo me sorprendo varias veces al mes alterando mis prioridades de cuidados y necesito recordármelo.
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Hablar de cuidados en clave política tiene a menudo como telón de fondo la melancolía autoimpuesta sobre el funcionamiento “de los pueblos” (otro día con cerveza hablamos del mito de lo rural), cuyo reducido espacio facilita que todo el mundo se conozca y se compartan lugares de sociabilidad y demás. Y entiendo que haya gente que viva en ciudades tan grandes y vea imposible que esto se dé, pero... ACHAS, ACHAS DE MURCIA, NOSOTRAS LO TENEMOS TO FÁCIL. A ver, la que más lejos viva de mi casa estará a… ¿cuánto? ¿15 minutos en bici? Y la mayoría estamos a cinco. El nuestro no es un problema de distancias o de espacios, es un problema de tiempos y de prioridades. Nuestra sociedad de los cuidados está todavía lejos de haberlos puesto en el centro ¿No creéis que nos hemos dado demasiado a la vida productiva? ¿No tenéis la sensación que el espacio para cuidar y autocuidarse está tan reducido como el del ocio? A mí me sucede que llego tan exhausta a las citas con mis amigas que los cuidados que nos damos parecen paliativos. Creo que cuidarse necesita tiempos prolongados. Necesitamos tiempo para que se geste y se constituya como sólida una relación. Necesitamos tiempo para conocer cómo procesa ella y cómo procesamos juntas, necesitamos tiempo para hacer el bizcocho que le subimos a la vecina Fuen, necesitamos tiempo para pararnos con nuestra compi de curro a compartir un trozo de tarta. Tal vez no tengamos aún la opción de poner los cuidados en el centro, pero sí podemos tomarnos esos pequeños tiempos de respirar juntas, compartir y darnos amor del bueno. M (1)Los autocuidados son todo aquello que haces para tu propio onanismo vital. Sí, masturbarse también cuenta. Disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas suena muy hippie, pero es que considero que la vida sensorial está súper infra-valorada y es lo que nos conecta con el mundo exterior a la vez que nos autocentra. Pero, ey, que si no te gusta oler y comer cosas placenteras porque es de hippies, siempre puedes ser una ruinas y tan ricamente. Para mí el autocuidado también tiene mucho de autoregulación, de procurar estar conectada la mayor parte del tiempo con qué quiero, qué necesito y qué me está haciendo sentir mal. Y desde ahí poder tomar decisiones, claro.
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ficciones de polígono y huerta
Irene Bebop
La memoria tiene grietas que la ciudad tensiona. Después de cada fractura, un recuerdo, una activación, una nueva ciudad.
j1999 - Una niña discute con su padre porque quiere ponerse un mono (de esos azules de faena) para trabajar con él en verano. Su padre insiste en que eso no son cosas de chicas. j2003 - Alguien en un aula escucha por primera vez la palabra feminista. A continuación se pregunta: ¿seré una de ellas? j2005 - Dos amigas de 21 años van al hospital Virgen de la Arrixaca para pedir la píldora del día después para una de ellas. No son de la Región de Murcia y tienen tarjeta sanitaria de otra comunidad autónoma. El médico que las atiende les dice que sus padres recibirán una notificación sobre el tipo de pastilla que solicitan, insiste en que, en el fondo, es un tipo de aborto y les explica que esto no es un juego. Las dos salen de la consulta confusas; por un lado desconcertadas, por la conversación y por otra cagadas de miedo, por si tienen que dar explicaciones. Durante semanas se preguntan si habrá llegado la carta a casa. Con el tiempo se les olvida. j2007 - Una niña trans se pone delante de su clase y les explica que, de ahora en adelante, quiere que la llamen Julia
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en lugar de Julio. Su clase entera la abraza, ponen en marcha una asamblea feminista en el instituto. j2008 - Mireia y su abuela trasplantan un poto, su abuela le explica cómo poner la tierra, cómo regar la planta. Meses después la abuela sufre un infarto y muere. Mireia ve en cada poto las manos de su abuela, sus consejos y gestos. Se pregunta si le pasará a más gente eso de ver a sus abuelas en las plantas. j2011 - Alguien vuelve del trabajo y un tío la persigue. Ella corre y cuando él la alcanza, ella lo empuja con fuerza y lo tira al suelo. Consigue, entre nervios, abrir el portal de casa, una vez dentro, llora como si no hubiera un mañana. El miedo era eso. Dos días después se compra una bici, ahora puede volver tranquila a casa. La seguridad también era eso. j2014 - Lara cae en la cuenta, frente a la fachada de la catedral de Murcia, que la única imagen con una mujer leyendo que conoce en la ciudad, es la de la santa que hay en la fachada principal ¿será posible? j2015 - Un grupo de activistas aprende que el entusiasmo también puede acabar con un grupo ¿se puede morir de éxito? Alguien entre quintos dijo que sí. j2016 - Una chica de 16 años se reconcilia con su abuela mientras ve su antiguo álbum de fotos. Se reconoce en sus fotos y relativiza lo machista que le parece en algunos momentos. j2018 - Marta y Laura se encuentran en la manifestación del 8 de marzo en la Gran Vía. Nunca habían visto a tanta gente, se abrazan, hacia tiempo que no se veían, se emocionan nivel sororidad. Bailan, gritan y cantan: Murciaaaaaaa, Murciaaaaa feministaaaaaaaaaaaaaaa.M
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Fotos: Irene Bebop
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