eigenfunción Rheannon Loth & Daniela Quiroz
Me definí como escritora por mucho tiempo, como si fuera algo único. David Baker me hizo gritar ‘¡YO SOY ESCRITORA!’ Me validó entonces. Ahora no significa nada. Pues significa todo y no significa nada. Todos son escritores. ¿Gritar ‘YO SOY ESCRITORA’ me convirtió en escritora? No. Ya era escritora. ¿Sigo siendo escritora? ¿A quién le importa una puta mierda? Todos son escritores. O. van a ser escritores. Claro que todos escriben. Es como decir que todos respiran. Si todos respiraran por la boca, el mundo sí que olería a ajo. Por suerte, hay tantas maneras de respirar—con aliento a menta fresca, por la nariz, desde el diafragma. Y hay tantas maneras de escribir. Con los dedos de los pies, con los pulgares, con todos los dedos, con lápiz, con bolígrafo, con pluma, con pintura, con tinta, con tiza, con hojas, con piedras, con las puntas quemadas de ramitas de una fogata en un campamento. Claro que todos son escritores—¿cómo no podrían serlo? Así que a veces lo es todo y a veces no es nada. ¿Por qué escribimos? Para decirle a una amiga que estamos afuera. Para contarles a los amigos la ridiculez que otro hizo. Para decirle a nuestra nona que la amamos. Para acordarnos de qué comprar en el super. Para recordar nuestro cumpleaños de hace diez años. Para acordarnos de por qué escribimos. A veces hay algo en mí que necesita escapar con uñas y dientes. A veces mi alegría pura necesita otra superficie a la que adherirse. A veces sentir duele demasiado. A veces todo lo demás es agobiante. A veces solo estoy aburrida de todo lo demás. ¿A quién le importa por qué escribimos? ¿A quién no le importa? ¿A quién puede no importarle? No podemos no escribir. Incluso si lo intentáramos. Lo hemos intentado. Juré que nunca escribiría otro ensayo en mi vida.
PLUMA • 35