Crónica de la Cultura y el Ocio
to obligado a dejar su bicicleta en cualquier rincón del estacionamiento de motos, o encargársela a los guardias de seguridad si el lugar no le ofrece un poste para encadenarla. Los comercios y las oficinas todavía no están preparados para recibir a los que pedalean. Lo que sí ha sufrido, al igual que los ciclistas de Ámsterdam, es el robo. En una ocasión, se la robaron mientras compraba en el mercado La Villa.
La esperanza sobre dos ruedas Cada vez son más los guatemaltecos dispuestos a cambiar su carro por una bicicleta. Pero, ¿Guatemala está lista para atender las necesidades de seguridad y movilidad de estas personas? Wendy García Ortiz. wngarciao@gmail.com
Son las 12 del mediodía en la ciudad de Guatemala. Don Héctor López va sobre la Diagonal 6 en su bicicleta. Por más que va pegadito a la banqueta derecha, varios automóviles le bocinan con desesperación; en cuanto pueden, lo esquivan con un timonazo. Las que más dificultad tienen en maniobrar son las camionetas extraurbanas, las que vienen de Pinula. Mala suerte para Héctor si el chofer lleva prisa, la bocina de esa enormidad no es muy sutil que digamos. En algún momento pensó en con-
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ducirse sobre la banqueta, como los peatones, pero en ese trayecto urbano ni los peatones tienen asegurado el paso. Hay tramos en los que los postes de electricidad o de teléfonos limitan su circulación. Cuando Don Héctor por fin dobla hacia el condominio donde trabaja, se pregunta si su camisa está empapada por el calor del sol o por el que producen los nervios. Está consciente de que salió a mala hora a hacer los mandados: la compra de impermeabilizante para preparar las paredes contra la lluvia, el depósito de los cheques de donde saldrá su salario, y la compra de sus tor-
tillas porque por el condominio no llegan las señoras con sus canastos. Desde hace cinco años que dejó su casa de San Marcos para venir a cuidar un terreno en la zona 10. Cuando los dueños construyeron el condominio, lo convirtieron a él en el encargado de mantenimiento. Con el dinero que de este trabajo, ha podido ir construyendo su casa en su tierra natal. El día que la termine, se regresa. Esta ciudad no le gusta. En el condominio vive una familia que también tiene bicicletas. Pero ellos sólo las utilizan los domingos, día de Pasos y Pedales. Cada vez que los ve salir, con sus sonrisas bien puestas, Héctor piensa cómo les iría si se vieran obligados a transportarse en esos vehículos de dos ruedas todos los días. Mientras para algunos este objeto es una especie de juguete o de sano entretenimiento, para otros es el único medio de transporte. ¿Nos estamos preparando? En Guatemala, desde hace algunos años, se está promoviendo el uso de la bicicleta. La Municipalidad de Guatemala organiza dos veces al mes los llamados City Tour en Bici-
Crónica • Mayo 2013
cleta, con los que busca fomentar “la práctica deportiva, la convivencia en familia, y a la vez conocer la ciudad y sus atractivos”. Sin embargo, hay quienes promueven su uso, en sustitución del carro, no sólo para hacer ejercicio, sino también para cuidar al ambiente de la contaminación que produce la gasolina. El colectivo Masa Crítica, por ejemplo, convoca a otros ciclistas a hacer recorridos similares a los de la Muni, pero con la diferencia de que sus dirigentes ya tienen varios años circulando por las calles exclusivamente sobre sus vehículos de dos ruedas. (Facebook: masacritica. guatemala) Otro fenómeno interesante son los talleres de reparación de bicicletas. Los que estaban ubicados en algunos barrios citadinos nunca cerraron, pero recientemente han surgido otros que se instalan en centros comerciales (como Bicimanía en Majadas y Euro Bikes en Plaza Office Depot del Bulevar Los Próceres) o en zonas productivas y de mucho movimiento (como Ciclovida Urbana a pocos metros de la Torre del Reformador). Lo que hace diferente el servicio que proporcionan es que están presentes en las redes sociales, lo que han aprovechado no sólo para pro-
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mover sus empresas, sino también para crear conciencia acerca de los beneficios del uso de la bicicleta e informar acerca de los bicitours y de las ciclovías próximas a inaugurarse. Don Héctor no está enterado de nada de esto. Si él necesita reparar su “cicle”, busca los repuestos por su cuenta y la trabaja él mismo. Así lo ha hecho siempre en San Marcos. Allá tampoco hay ciclovías, pero no lo ha visto necesario. Sus trayectos de tierra por la montaña no lo ponen nervioso como le sucede en la capital. ¿Será que estamos cerca de replicar a las grandes ciudades europeas? En Ámsterdam, Holanda, se sabe que existen más de 600 mil bicicletas para una población de 750 mil residentes. Allá, las calles albergan al tranvía y a los peatones y a los ciclistas. Los automóviles de cuatro ruedas son los extraordinarios y hasta les es difícil circular en ciertas calles. Esa ciudad está organizada al revés: existen carriles y estacionamientos exclusivos para bicicletas (los hay incluso flotantes sobre los canales de la ciudad), aunque se puede circular y dejar estos vehículos en cualquier calle. Pero también se sufre de un alto número de robos (80 mil al año). Aquí en Guatemala, Héctor se ha vis-
Mucho camino por pedalear En Guatemala y en otras ciudades latinoamericanas existen todavía muchos factores pendientes para que se piense en la bicicleta como un medio de transporte urbano factible y seguro. Hace falta la creación se servicios públicos de alquiler o préstamo de bicicletas, así como modificaciones en la legislación y normativas sobre tráfico, seguridad vial y movilidad. Pero, para empezar, es necesario crear carriles exclusivos que salven del peligro. Todavía no es suficiente el que ya existe sobre la Sexta Avenida de la zona 1, ni los exclusivos de lugares cerrados como los grandes complejos de condominios (Condado Naranjo) o bien, los de uso específico (como el de la Universidad de San Carlos). La Municipalidad de Guatemala está construyendo otro que conectará al Obelisco con la zona 1. Éste sería de gran utilidad para personas como Héctor. De unos meses para acá, se ha dado cuenta que cada vez hay más patojos que salen de su trabajo en bicicleta, en su mayoría son albañiles jóvenes que llegan de noche a sus casas. Verlos pedalear con el cansancio de la jornada encima, pero con alguna emisora de radio encendida en sus celulares, le parece encomiable. Tal vez le pasa por la mente lo que al escritor británico H. G. Wells: “Siempre que veo a un adulto encima de una bicicleta recupero la esperanza en el futuro de la raza humana”.
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