Lezzueck Asturias Coosemans

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Lezzueck Asturias

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DOMINGO 19 DE FEBRERO DE 2011 SIGLO.21

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Wendy García Ortiz describe a un pintor surrealista cuya certeza le ha permitido sobresalir en Alemania

Lezzueck Asturias Coosemans Creador de otros mundos

En el mundo que vive Lezzueck hay animales que hacen cosas de seres humanos y viceversa, hay paisajes tupidos de color rojo o ríos azules, rostros de personas reales que nos observan, como resucitando de una larga muerte. Este mundo, creado en su cabeza, sale a través de sus manos y se eterniza en un lienzo. Tanto usted como yo, estamos obligados a ser parte de él, a no dejarlo pasar desapercibido. Hay que aprovechar que sus pinturas están expuestas en Galería El Attico hasta el 8 de marzo, pues Lezzueck las comparte con el público guatemalteco una vez cada dos años. “Una después de otra, cada imagen representa una añoranza que amarra figuras del pasado con visiones quiméricas del futuro. Los celajes de antaño son sustituidos por panorámicas dramáticas y hasta extraterrestres, si se quiere”, explica el curador de la galería, Guillermo Monsanto, en el texto que acompaña a la muestra. Quien conversa con Lezzueck (de 35 años de edad) e ignora su faceta artística, no imaginaría nunca que se encuentra ante el creador de esas escenas fantásticas, pues es un ser pacífico, educado y de voz dulce. Así descri-

Su obra on line

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be cómo llegó a descubrirlas: “Yo estudié arquitectura, pero después de un par de años de trabajar en eso, me di cuenta de que no tenía la suficiente libertad creativa como para desarrollar lo que realmente quería. Además, trabajaba para alguien porque no podía financiar mi propio estudio. Era muy joven, aún vivía con mis padres. Así que, decidí experimentar por mí mismo. Me fui a Costa Rica, a pintar sobre cartón. Compré un set barato de

acrílicos y empecé a pintar diferentes motivos de la playa, como si los viera a través de un lente de ojo de pez. Los llevé a un centro de turistas en Puntarenas y a la semana, ya se habían vendido tres. ¡Del arte se puede vivir!, me dije. Y entonces me dediqué a esto más seriamente”. Esas bases que adquirió de la arquitectura clásica (la que pone a los estudiantes a dibujar a mano y no en computadora) le sirvieron a Lezzueck para comprender cómo funcionan las proporciones, las líneas claras. “En 1998 murió mi padre. Regresé a Guatemala, pero los recuerdos me afectaban mucho. Quise dar un salto más grande que el que había dado hacia Costa Rica. Mis tres mejores amigas vivían en Alemania y en aquel entonces, el ingreso a las universidades era más económico que ahora. Así que me fui en 2000 a estudiar alemán a la ciudad de Leipzig. Hice cuatro

“¡Del arte se puede vivir!, me dije. Y entonces me dediqué a esto más seriamente.” Lezzueck Asturias Coosemans

meses intensivos para poder hacer exámenes de admisión en algunas universidades. Al final me quedé estudiando Artes Experimentales en la Universidad Weimar, que es de la Bauhaus. La facultad de arte es bastante joven, pero tiene una importante tradición. Ahí estudió Kandinsky”. Durante esos años, los artistas jóvenes retomaban como vehículo expresivo la instalación, que sus precursores habían explorado en los años 60 y 70. Mientras tanto, él insistía en utilizar pinceles y lienzos, convencido de que lo que estaba creando era importante. Desde entonces se podía observar en sus obras, ese carac-

terístico estilo surrealista que admiramos ahora. La fotografía y la naturaleza, medio y protagonista Cuando Lezzueck se graduó de Weimar, en 2006, ya realizaba trabajos de fotografía para sobrevivir en Alemania, donde ahora reside. Así como disfruta de la técnica tradicional para pintar, también prefiere la fotografía análoga y las cámaras antiguas para inmortalizar momentos. A pesar de que la mayoría de sus encargos son comerciales, ha podido conservar una independencia laboral que muchos envidiarían, pues no trabaja para ninguna empresa.

“Con una cámara digital, la gente está acostumbrada a sacar muchos retratos en un día. Yo soy feliz porque puedo hacer uno solo, en el mismo tiempo. Tengo que encontrar la luz, la perspectiva, las sombras perfectas para un retrato. Esa fotografía clásica va a ser siempre actual. Para mí, una buena foto es la que queda como salió. Es como un orgasmo. Es fantástica. No sé si eso lo pueden reconocer las personas”. Lezzueck no manipula su trabajo fotográfico con ninguna técnica de posproducción. Lo que sí digitaliza son sus cuadros, para documentar su trabajo. En esas fotos sí hay una manipulación adrede, pues

procura recrear el mismo color de sus pinturas. Pero detrás de esa fachada de fotógrafo profesional, hay una parte más o menos oscura que el artista convirtió en una constante en sus pinturas: fotos de personas muertas. En los mercados de segunda mano europeos, es muy usual encontrar puestos que venden fotos antiguas. Aunque casi nadie les pone atención a estos objetos, Lezzueck ve en los rostros de esas personas desconocidas, protagonistas para sus mundos. Lo hipnotizan esos atuendos de los años 20, las poses, las miradas. Si tiene suerte, adquiere retratos de personas que vivieron en 1800.

EXPOSICIÓN EN GUATEMALA

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“Yo les doy vida, les hago un mundo más alegre que ese mercado callejero”. Con pinceles finos y trazos delicados de óleo, reproduce fielmente las cejas, los ojos, luces y sombras de esos desconocidos. Siempre los pinta en blanco y negro, tal y como los encontró, pero el paisaje que los rodea es contrastantemente luminoso, de colores casi puros. Desde hace algunos años, otra constante se nota en las obras de Lezzueck: la naturaleza. Búhos, aves del paraíso, osos panda, gatos…, animales coloridos interactúan con esos personajes de las fotos. Siendo originario de Guate-

mala, lugar que considera “un paraíso”, se siente muy incómodo con la manera en que el ser humano trata a la naturaleza. Pese a que no es activista ecológico, busca siempre enviar mensajes de respeto por lo que nos rodea, o de alerta por lo que nos espera. La Sperl Galería, una de las dos que lo representan en Alemania, lo confirma: “La imagen de Lezzueck A. Coosemans es una expresión de su respeto por la naturaleza. Nos recuerda que debemos repensar nuestro comportamiento como comunidad”. La serie Hábitat, que se expone en El Attico, es un ejemplo claro. Por eso Monsanto asegura: “Las composiciones transmiten un fuerte deseo por el respeto absoluto hacia la flora, la fauna y su medio ambiente y la convivencia armónica entre el animal humano y el animal natural”. Hoy que Lezzueck está de vuelta en Alemania, ya se encuentra trabajando en una nueva serie, de aproximadamente 40 cuadros. Su plan es respetar esa misma temática, pero con algunas variaciones. Cada una de sus series parte de una idea general que comienza con dibujos, figuras que para él transmiten su mensaje. Luego busca modelos para fotografiar o se dirige, con mucho gusto, a esas viejas colecciones de fotos. Entonces, empiezan a surgir los coloridos fondos, varias capas de color al óleo que él piensa que le vienen de Guatemala. Esas atmósferas inquietantes que crea y que tanto sorprenden al espectador, le han permitido destacar de entre sus colegas de Weimar, quienes se quedaron “experimentando” en el arte conceptual. Él tenía razón, después de todo. La manera tradicional era su fuerte, aunque si observamos bien, lo tradicional sólo está en su técnica, pues sus manos pintan los mundos paralelos en los que vive, esos que brotan de su fantasía, pero también de su conciencia ecológica y de la tierra que lo vio crecer. K% N\e[p >XiZ X Fik`q n^XiZ`X7j`^cf)(%Zfd%^k =% 8e[i j MXi^Xj XmXi^Xj7j`^cf)(%Zfd%^k


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