Querido Manny: ¿Te acuerdas de aquella extraña vagabunda que se quitaba la dentadura para darnos miedo? Pues está muerta. Ya, lo sé, no es un comienzo agradable, estoy algo nervioso y está lloviendo, el olor que desprende la tierra se está colando por mi ventana y su brisa, como un cachorrito, me va hiriendo la piel con su frío intenso, ha llovido mucho Manny y es por eso que no sé por donde iniciar esta carta.
¿Te acuerdas de aquel cubo de basura que la loca chiflada adornaba con figuras de periódico en el parque? Hacía papiroflexia con los diarios que encontraba abandonados en los bancos de la vieja estación. Flores, barquitos, gatos, perros... todos alrededor de un muñeco de papel con una cara sonriente mal pintada con carboncillo, daba miedo ¿verdad? Pero lo que más daba miedo era cuando nos miraba fijamente con esos ojos y esa cabeza desgreñada cada vez que pasábamos por su lado en aquel parque. Se ponía de pie, nos sonreía y acto seguido llevaba su mano temblorosa hasta su boca y se sacaba los dientes mientras se reía, nos la mostraba, nos mostraba su dentadura babosa en su mano y aquello nos daba un asco enorme pero reíamos, reíamos y reíamos, nos quedábamos afónicos de tanto reír, nos vaciábamos de lágrimas mientras caminábamos, a ti te daban calambres en el vientre y a mí me dolían los ojos por culpa de las carcajadas, nunca supimos porque aquella vieja le gustaba hacer eso día tras día.
Al llegar hasta el final del paseo del parque viejo había un estanco (¿te acuerdas?) y nos pedíamos los puros del anciano, nos sentábamos y con ellos en la boca nos poníamos a charlar de nuestro sueño: ser grandes periodistas. Tú y yo trabajando para un gran periódico, siempre con el sueño de la fama y los premios, los coches y los puros, el