Festejar el adviento Soline y Pierre Lienhard
La importancia de la navidad La fiesta de Navidad apareció en el siglo IV en la vida de la iglesia cristiana. Hasta ese entonces, la época de Semana Santa, seguida de la Ascensión y Pentecostés, había sido el centro de gravedad de la vida sacramental y esto es muy comprensible, pues fue entonces que se realizó la gran victoria, la metamorfosis que permitió que una vida nueva surgiera de la muerte. En ese período, el Cristo se establece como Maestro en el mundo terrestre y triunfa definitivamente sobre el “príncipe de este mundo”. En el ambiente de Pascuas se bautizaba a los catecúmenes, quienes participaban así al nuevo nacimiento, aun arriesgando sus vidas por afirmar su fe en Cristo y en la nueva realidad. El misterio de Navidad está ligado a la espera; a la experiencia del tiempo que hace falta para que la metamorfosis se cumpla y que las fuerzas de vida y de luz se apoderen y “transformen” toda la creación. Al principio, los cristianos vivían con el sentimiento de la inminencia del fin y la venida del Cristo, pero cada vez era más y más claro que esta venida era el hecho de un largo proceso y que el “fin”, antes que ser una fecha o el último momento de la historia, era el umbral que cada uno debía atravesar individualmente con la ayuda del Cristo. Desde entonces, la Navidad se volvió cada vez más importante ya que se encontraba en ella la respuesta a la pregunta: ¿Cómo pudo el ser divino llamado “Cristo” volverse hombre, volverse presente y activo en el dominio terrestre? Para que la evolución espiritual de la humanidad continúe y que la iglesia viva, es necesario que el misterio de la “encarnación” continúe realizándose y que esa potencia soberana que llamamos “El Señor”, se consolide cada vez más en las almas humanas. En la iglesia oriental se comenzó a festejar la Navidad el 6 de enero, aniversario del bautizo de Jesús en el Jordán; ése fue el día en el que el Cristo, ser divino,
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vino a encarnarse en el hombre Jesús. Esta realidad es completamente desconocida en nuestras iglesias y sólo aparece en algunos manuscritos antiguos de los evangelios, que las traducciones corrientes han ignorado: cuando en el bautizo de Jesús una voz se hizo escuchar: “Tú eres mi hijo bien amado”, ésta voz agregó: “hoy yo te he engendrado”. También es el 6 de enero, aniversario del “Cristo cósmico”, cuando se festeja a los Reyes que buscaban a aquél que había anunciado la estrella. El 25 de Diciembre es la fecha occidental, que Roma terminó por imponer. Es el aniversario del niño Jesús, nacido en Belén, resultado de esa larga preparación, de esa difícil fidelidad del pueblo judío, “elegido” para proporcionar el receptáculo al Mesías. El misterio de la Navidad se realiza precisamente entre estas dos fechas, en el camino que lleva de Jesús al Cristo. Las tradiciones populares, vehículo de una sabiduría profunda, no se equivocaron al considerar que estos 12 días determinan el tiempo de los 12 meses del año. Estos 12 días son como la fontanela con la que cada año se une a la dimensión supratemporal, de donde vienen las nuevas impulsiones. Muy pronto el misterio de la encarnación se unificó con el misterio del regreso del Cristo: cada año la impulsión del Cristo penetra en las profundidades de las almas humanas; cada año el regreso del Señor, de aquél que funda toda soberanía, toda autoridad verdadera, es más inminente. A medida que los tiempos se vuelven apocalípticos, la espera de la llegada del Señor se vuelve concreta, vital, y el periodo en que se le espera y prepara esta venida, el Adviento, toma una importancia inaudita. Antes, a través del ayuno, la oración y los ejercicios espirituales, uno preparaba su alma para recibir en ella esta presencia soberana, ¿qué podemos hacer ahora para preparar el nacimiento del Señor en las almas que están cada vez más desviadas, desgarradas, desequilibradas? No hablaremos aquí de lo que un adulto puede hacer por él mismo bajo esta relación, sino de lo que se puede hacer por los niños, por aquellos que han venido al mundo para volverse hombres y
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reencontrar aquí al Señor. Los niños llevan en ellos el futuro; necesitan sentir la presencia espiritual de este Señor, creer en la posibilidad de su nacimiento en sus almas. Es por esto que preparar la Navidad con ellos es algo infinitamente serio. No se trata de que los padres presenten a sus hijos un sentimentalismo anticuado, o de fingir creer, con ellos, en “Santa Claus”, hacen falta sentimientos fuertes y auténticos. La única tradición que se conserva ampliamente, es la de la “Cena”, aun cuando se haya perdido su significado, “La Cena” era la comida, rica y alegre, con la que se terminaba el período de ayuno, la espera de la Navidad. La riqueza de la Navidad era sentida como un regalo, como una gracia que uno recibía sólo para sí, y por ello precisamente uno daba muchos obsequios a los grupos de jóvenes que pedían de puerta en puerta con cantos y una gran bolsa; aún hoy podemos sentir el impulso de compartir la gracia de Navidad con otras personas, además de la familia y los amigos. Para los niños es la mejor ocasión de preparar en sus corazones un lugar para “el prójimo”. De cualquier forma, Navidad es la fiesta de los regalos, y un regalo se prepara. En primer lugar hay que meditar sobre la idea del regalo adecuado, después, hay que encontrarlo, o eventualmente fabricarlo. A los niños les gusta hacer regalos, pero necesitan, en general, que guiemos su imaginación y les ayudemos a que lo hagan con tiempo. Preparar los regalos de Navidad es uno de los medios de dar al Adviento su significado. Me permito agregar un recuerdo de mi propia infancia en Alsacia. Desde el principio del Adviento mi madre comenzaba a fabricar las “galletitas” para Navidad, y nosotros teníamos el derecho de mirar, de participar un poco, de lamer los platos, de comer lo que estaba demasiado cocido… y la casa tomaba un olor de fiesta. Mi esposa ha adoptado esta costumbre. También hay formas más directas de festejar el Adviento y de preparar la Navidad. Existe la “Corona de Adviento”, una corona de ramas de pino, en la que se insertan cuatro velas: se la coloca en un lugar apropiado, o se la suspende con listones rojos, como lámpara-araña.
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El primer domingo de Adviento se enciende en la noche, la primera vela, que se vuelve a encender, si es posible, todas las noches de la primera semana. El segundo domingo se encienden dos velas, el tercero tres y el cuarto las cuatro. Lo más importante es llegar a crear un ambiente justo, un espacio interior calmado y abierto. Diez minutos pueden bastar, pero se necesita que esta fiesta tenga una forma y que toda la familia participe tanto como sea posible. Antes de cualquier cosa hay que cantar, aprender y preparar los cantos de Navidad. En la medida en que se festeje el Adviento todas las noches, se tendrá tiempo de aprender nuevos cantos. El contenido de la fiesta cotidiana del Adviento depende de la imaginación de los padres. Los cuentos e historias que se encuentran en este cuaderno nacieron en nuestra familia hace ya algunos años. Narrados por la madre o el padre, comentaban de alguna forma nuestro “Calendario de Adviento”. Uno puede crear todo tipo de Calendarios del Adviento. En Alemania se venden muchos calendarios con “ventanas”: el de mi infancia, protestante, representaba una gran casa con tres lados, un tríptico que tenía tantas ventanas como días del Adviento, cada día abríamos una ventana que dejaba ver un versículo de la Biblia. Pero las ventanas, en vez de ser prosaicamente las de una casa cualquiera, podían encontrarse sobre un paisaje y dejar ver, al abrirlas, unos pajaritos en su nido, o un conejo en su madriguera… El año en que fueron contadas las historias que se narran a continuación, mi esposa había creado un calendario gigante. Sobre un espacio libre en la pared ella había fijado un papel de envoltura azul de por lo menos dos metros de largo por sesenta centímetros de alto; sobre este fondo con un papel de color, recortado y pegado, ·había creado un paisaje de invierno. En el horizonte se verán unas montañas cubiertas de nieve. Se encontraban algunas casitas esparcidas, un camino, un riachuelo, un pequeño puente, árboles, piedras, etc. En este paisaje vacío aparecía cada noche el personaje, ángel, hombre, duende o animal (también recortado en papel y pegado), del que contábamos la historia, hasta que en la noche de Navidad aparecía el establo con el nacimiento.
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Otro año fueron varios santos que aparecieron uno tras otro, cada uno con su historia, hasta la aparición del nacimiento. Así, puede uno hacer revivir, del interior, esta vieja tradición popular. Un divertido calendario de Adviento es la cadena de nueces: uno debe juntar 27 nueces abiertas y vaciadas sin que se rompan; se vuelven a cerrar (con pegamento) y se unen unas con otras con pedazos de listón (pegados al mismo tiempo con las cáscaras). Al interior de cada nuez se encuentra “algo” que se deja a la imaginación de los padres. Una vez nosotros pusimos en las nueces unos santos liliputienses (existen en este tamaño minúsculo) y aún hemos llegado a poner pequeños bulbos de flores (narcisos de la nieve, por ejemplo) que, plantados al principio del Adviento, pueden florecer en Navidad. Es necesario hablar de las “transparencias”, las siluetas de cartón negro sobre fondo de papel translúcido, de colores. Todos estos juegos de luces y de colores, con ayuda de velas o de la simple claridad del día, corresponden bien a la preparación de la Navidad, la fiesta de la luz en las tinieblas. No es posible hablar del Adviento sin decir algo sobre la Navidad. Me conformaré con precisar algunas formas de festejar, a las que nos ha conducido la experiencia de la Navidad en nuestra familia. El árbol de Navidad es algo muy bonito si se le decora dignamente ¡y con verdaderas velas! La luz eléctrica no es de culto, espiritual, y esto se siente particularmente en esta ocasión. Los más grandes de la familia, es decir, los que ya no son niños, ayudan a los padres a preparar todo. La noche del 24 se les reúne en una habitación con un adulto que los hace esperar en calma, contándoles una historia o con algún juego hasta que suena la campana. Entonces entran en la “sala de fiesta” donde el árbol luce en todo su esplendor. Antaño, cuando yo mismo era un niño, los regalos estaban reunidos bajo el árbol y atraían irresistiblemente las miradas en espera de ser poseídos, después de algunos cantos.
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Actualmente, nosotros festejamos la noche del 24 de Diciembre como el resultado de las semanas de “la espera'', con el árbol, los innumerables cantos, la lectura de la historia de la Natividad según el evangelio de Lucas (capítulo 2)… y galletitas. Los regalos aparecen sólo la segunda noche. Todas las noches, hasta el 5 de enero inclusive, continúa la fiesta de la Navidad. Se alumbra el árbol, se canta, eventualmente se cuenta una historia y… los regalos “retrasados” se encuentran bajo el árbol muy normalmente, muy orgánicamente. Un detalle aún: los regalos bajo el árbol están todos envueltos con bonitos papeles y listones; así, el acercarse a ellos y tocarlos se hace más respetuoso, más intenso. El 6 de enero, el árbol, el calendario de Adviento, los santos, todo desaparece. Una sola novedad: los 3 reyes se encuentran junto al niño. Para esto, uno puede utilizar figuras diferentes, de un tamaño eventualmente más grande. Todo esto lo contamos tan sólo para animar a cada uno a encontrar su propio camino hacia la Navidad y a crear las formas que corresponden a su propia experiencia.
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