4 minute read

Crónica de un día oscuro

Fernanda Padilla Mizrahi

Todo empezó ese día que se levantó de la cama, me miró a los ojos y me dijo que no podía llevarme a la escuela, se sentía muy mal como para agarrar el auto, por lo que regresó a su cuarto y se volvió a dormir.

Advertisement

Al final, yo era una niña que todavía dependía de sus papás, mi mamá ya se había levantado para irse al trabajo así que me quedé sentada en mi almohada con un nudo en la garganta y teniendo en mente que ese día ya no asistiría a clase.

Ir a la escuela era lo mejor para mí, era una distracción de mi realidad, aprender cosas que me sorprendían al igual que me interesaban. Ese día me quedé sin ver a mis amigas, maestros, y lo peor de todo esto es que el clima no le ayudaba a mi estado de ánimo: una mañana nublada con brisa de lluvia fría. Me entró una luz de emoción, pensé que iba a desayunar algo calientito que ayudara a mi tristeza, corrí a toda prisa por las escaleras, llegué a la cocina y cuando abrí el refrigerador estaba vacío. No había nada de comer y me rugía el estómago, así que decidí despertar a mi papá para decirle que tenía hambre.

Cuando llegué a su cuarto vi cómo mi papá ya no era él, lo había poseído un demonio que gritaba, lloraba y aventaba cosas. Estaba asustada, solo recuerdo haberme quedado paralizada observando su cara monstruosa, deformada con cada palabra que decía y no podía entender.

Sentí un dolor intenso en el estómago, pero no supe diferenciar si era hambre o un golpe que había recibido de mi papá. Con ese dolor recuperé la conciencia, me percaté que no era ni uno de los dos posibles impactos, sino un comentario que perforó hasta lo más profundo de mi ser.

Me era imposible reaccionar, estaba a dos de desmayarme, sentía una impotencia brutal por lo que me había dicho. El único hilo que pude sacar de mis entrañas fue un ligero llanto, me encogí y recargué en el clóset por lo débil que me sentía.

Ese día mi papá no me mató a golpes, sino con una sola palabra, yo estaba completamente fulminada. Hubiera preferido vivir otras situaciones, pero entendí que uno tiene su propio destino, y nunca es por elección propia.

Me levantó una fuerte sacudida, era mi madre que gritaba a todo pulmón. Había recibido una llamada de los vecinos, le dijeron que se escuchaban gritos y sabían que estaba en apuros. Intentaron ayudar, pero les fue imposible entrar a mi casa, tenía extrema seguridad; decidieron acudir a las autoridades. Ellos tampoco pudieron accesar, hasta que optaron por marcale a la única persona que tenía acceso: mi madre. La heroína de la historia.

Llegó corriendo con sudor en el cuerpo, le temblaban las manos y le pareció imposible abrir la puerta de mi casa. Dio un buen suspiro, metió la llave en la chapa, le dio la vuelta a la puerta y por fin subió corriendo las escaleras, cuando me vio me tomó muy fuerte del cuerpo. Fue un abrazó de muchas emociones: dolor, preocupación, alegría de tenerme completa, y otras más que seguro le llegaron a la cabeza, aunque nunca me quiso decir.

Mi mamá le gritó a mi papá cosas que yo nunca pude entender por el estado de inconsciencia en que me encontraba, solo sabía que me defendía. Él se aferraba a nuestros brazos; no nos dejó ir hasta que subieron las autoridades en nuestro auxilio. Lo agarraron como pudieron, era un completo criminal, pero él se negaba a aceptarlo. A la fecha se declara inocente y se sigue pudriendo en un jardín al que llamo infierno. Desde ese día oscuro, triste y frío no volví a ver a mi papá, él ya no era mi padre.

Recuerdo que con él mis horas, días, meses se volvieron tediosos, pasaba hambre; mi refrigerador ya no era más que un rectángulo que ocupaba espacio en la cocina. En mi escuela me complicaban el ingreso, no podía ver a mis maestros, amigos ni a los libros que me entretenían, y veía los días nublados cuando eran soleados.

Mi héroe, el hombre de mis cuentos, mi mejor aliado, protector, había desaparecido, lo único que quedó en mis recuerdos fue ese monstruo que gritaba y se tragaba mi inocencia a su paso. ¿Papá? Desde ese día dejé de verte, te perdí, te enterré en mis recuerdos y mi corazón. Desde entonces no he vuelto a saber de ti, solo de ese demonio que me hace tanto daño cuando lo veo, que se come lo que ve a su paso.

Ese día mi mamá me salvó, me cargó y corrió a un lugar lejos de esa criatura dañina. Dejó todos los objetos que eran como él: vacíos, nocivos y fríos. Desde aquel día, le lloro como el cielo hace con la lluvia, los volcanes con las erupciones y los terremotos con la tierra.

This article is from: