Crónica de un día oscuro
CRÓNICA
Fernanda Padilla Mizrahi
T
odo empezó ese día que se levantó de la cama, me miró a los ojos y me dijo que no podía llevarme a la escuela, se sentía muy mal como para agarrar el auto, por lo que regresó a su cuarto y se volvió a dormir. Al final, yo era una niña que todavía dependía de sus papás, mi mamá ya se había levantado para irse al trabajo así que me quedé sentada en mi almohada con un nudo en la garganta y teniendo en mente que ese día ya no asistiría a clase. Ir a la escuela era lo mejor para mí, era una distracción de mi realidad, aprender cosas que me sorprendían al igual que me interesaban. Ese día me quedé sin ver a mis amigas, maestros, y lo peor de todo esto es que el clima no le ayudaba a mi estado de ánimo: una mañana nublada con brisa de lluvia fría.
Me entró una luz de emoción, pensé que iba a desayunar algo calientito que ayudara a mi tristeza, corrí a toda prisa por las escaleras, llegué a la cocina y cuando abrí el refrigerador estaba vacío. No había nada de comer y me rugía el estómago, así que decidí despertar a mi papá para decirle que tenía hambre.
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