9 minute read
Actúa: Contrarresta
No importa si eres delgado o gordo, si formas parte del mundo rico o del pobre, lo que realmente cuenta es el hecho obvio de que sólo existe una atmósfera. Por lo tanto, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero realizada por una persona en un determinado país es tan válida como la reducción realizada por cualquier otra persona en cualquier otro lugar: la atmósfera se verá beneficiada en uno y otro caso. Así que, si alguien quiere emitir más de lo normal, ¿por qué no pagar para ayudar a reducir las emisiones en otro lugar? Si deseamos realizar un vuelo trasatlántico, por ejemplo, podríamos contrarrestar el daño climático que realizaremos pagando por un número concreto de árboles, que podrían plantarse para absorber el carbono generado. Este es el sistema conocido como bonos de carbono.
Para alguien que esté considerando la adquisición de bonos de carbono, puede resultar un misterio calcular la cantidad de carbono que realmente logrará reducir; en particular, si se trata de proyectos de carbono capturado. Y una pregunta que a menudo se plantea, en relación a los proyectos forestales, es cuánto durarán los efectos. Por ejemplo, durante el ciclo de vida de un árbol, éste absorberá una cierta cantidad de carbono. Pero si se quema o se tala, una parte del carbono almacenado se liberará de nuevo a la atmósfera. Los nuevos árboles que se planten absorberán CO, mientras crecen, pero si la tierra fue despoblada de un bosque natural o de otro sumidero de carbono, el efecto global puede ser mucho menor, o incluso negativo. Hay un debate científico acerca de la utilidad de plantar árboles como remedio para el cambio climático, ya que puede funcionar en latitudes más bajas, pero en climas templados puede tener un efecto de calentamiento (puesto que la copa del árbol absorbe la luz del sol, más que reflejarla).
Pueden darse otros problemas relacionados con los árboles. La restauración de los bosques naturales puede ser buena, pero la creación de plantaciones de una sola especie produciría pocos beneficios para la población o para la fauna y la flora. Las especies no autóctonas y de rápido crecimiento (muy atractivas comercialmente) pueden causar el caos en los ecosistemas locales.
Pero los árboles aún tienen mucho que ofrecer. Para empezar, son una forma económica de eliminar CO, de la atmósfera: go USD costearían 900 árboles, suficientes para eliminar el carbono correspondiente a la media de emisiones de combustible fósil originadas por un ciudadano americano. Pueden servir como recurso para la obtención de leña y, por lo tanto, ralentizar la deforestación. También favorecen el crecimiento de la flora y de la fauna, ralentizan la erosión del suelo, proporcionan madera, frutos y otros productos, y son símbolos universales de salud medioambiental. Pero cada vez que se pierde un árbol, debería reemplazarse. En pocas palabras, plantar un árbol es algo positivo en la mayoría de las ocasiones, pero no todos los árboles plantados pueden considerarse como garantía de compensación de emisiones.
Dicho de forma sencilla, estos bonos pretenden neutralizar la cantidad de nuestro aporte de GEI mediante proyectos financiados con nuestro dinero, de forma que algún día se produzca una reducción equivalente de emisiones en cualquier parte del planeta.
Los gases de efecto invernadero circulan libremente en la atmósfera que todos compartimos, por lo que compensar nuestras propias emisiones puede conse- guirse desde cualquier lugar del mundo. Con el fin de hacer funcionar esta sen- cilla idea, es importante recordar que la reducción de las emisiones no hubiera tenido lugar sin el incentivo adicional proporcionado por los créditos de reduc- ción de emisiones. En otras palabras, no deberíamos ser capaces de reclamar créditos por algo que hubiera sucedido de todas formas.
El hecho de contrarrestar las emisiones de GEl se basa en el principio de la eco- nomía de mercado: la reducción de emisiones de GEl puede realizarse de dife- rentes maneras y, según las circunstancias locales específicas, habrán formas más caras y otras más económicas. Alguien a quien limitar sus propias emisiones le resulte caro o incluso poco factible, puede sentirse tentado a pagar a alguien para que reduzca las emisiones en su lugar. El acceso a reducciones más baratas nos puede permitir establecer objetivos más ambiciosos y beneficiar a los países en los que se financian esas reducciones. Los economistas afirman que la oferta y la demanda regulará el precio: cuantas más empresas, países y personas intenten reducir sus emisiones - pero opten por ayudar a otros a que las reduzcan pagando por ello, en vez de tomar medidas directas - más alto será el precio de la reducción, hasta el punto de que la reducción de las propias emisiones resultará más econó- mico que comprar certificados de reducción de emisiones.
A pesar de que la acción voluntaria aún contribuye a desacelerar el crecimiento de los GEI en la atmósfera, establecer un límite vinculante ampliamente aceptado de emisiones permitidas, con sus consecuencias correspondientes en caso de incumplimiento, fortalecería este concepto. Este es el caso, en teoría, de los miembros del Protocolo de Kioto, que ya han establecido sus objetivos nacio- nales con respecto a la reducción de emisiones para el año 2012. Estos objetivos pueden conseguirse combinando la reducción de emisiones a nivel nacional y el uso de los denominados Mecanismos de Flexibilidad , que también incluyen la anulación de las emisiones de GEI según ciertas condiciones aprobadas por el Protocolo de Kioto. Pero muchos países no están en camino de alcanzar sus objetivos con respecto a las emisiones, en parte debido a que aún no han establecido a nivel interno unos límites vinculantes.
Registros
Los registros de compensación de carbono mantienen un control de los bonos y son vitales a la hora de minimizar el riesgo de contabilización duplicada (es decir, múltiples interesados en el mismo bono).
Los registros también clarifican la propiedad del bono, ya que una vez certificado, se le asigna un número de serie. Cuando se vende, el número de serie y crédito de la reducción se transfiere de la cuenta del vendedor a la del comprador. Si el comprador utiliza el crédito como bono de sus propias emisiones, el registro retira el número de serie para que no pueda volverse a vender.
¿Una manera económica de librarnos de nuestros pecados?
Los bonos conllevan varios pros: conciencian al ciudadano, promueven las tecnologías sostenibles (por ejemplo, financiando proyectos de energía renovable) y ofrecen beneficios de desarrollo a las comunidades locales. Sobre todo, en el caso de emplearse correctamente, reducen las emisiones de GEI. Pero también hay inconvenientes inevitables y los bonos de carbono tienen adversarios determinados, los cuales aseguran de que es una manera fácil y barata de acallar la voz de la conciencia sin hacer nada en realidad. Si simplemente pagamos un poco por la promesa de una futura inocencia climática, no será suficiente para persuadirnos de reducir nuestras emisiones de aquí y ahora. Incluso si la cantidad total de emisiones se redujera gracias a los bonos, las estructuras vinculadas a las emisiones generadas no mejorarían (por ejemplo, un sistema de transporte público ineficiente). La desigualdad entre aquellos que pueden permitirse emitir GEI y aquellos que no, es otra de las críticas a las que se enfrentan los defensores de los bonos de carbono. El proyecto Carbon Trade Watch (www.carbontradewatch.org) los describe como indulgencias del mundo actual, vendidas a un público cada vez mas concienciado para que absuelva sus pecados climáticos .
¿Y qué pasará con el futuro valor contable? Esta es la pregunta que se plantea cuando se vende un bono que tardará en actuar y, por lo tanto, en reducir las emisiones. El comprador puede pensar, equivocadamente, que ya ha compensado sus emisiones. Y cuanto más tarde el proyecto en reducirlas, más posibilidades habrá de que algo vaya mal y que nunca se consigan contrarrestar.
Con el fin de refutar esos argumentos, los defensores de los bonos explican que, comparados con las indulgencias, los bonos son más que meras promesas en papel y que realmente ayudan a combatir el cambio climático. Y dado que existen objetivos de emisiones vinculantes, si aumenta el precio de los bonos como consecuencia del crecimiento de la demanda y del desarrollo económico, reducir nuestras propias emisiones resultará mucho más atractivo. Quizás no inmediatamente, pero sí tarde o temprano (en el caso en el que todos participemos).
En la mayoría de los casos, la manera más propicia de reducir emisiones es simplemente reduciendo emisiones. Este debería ser siempre el primer paso, reducir tanto como fuera posible. Pero si reconocemos que lo mejor no es siempre factible, ya sea por razones económicas o no, entonces aún nos que- dan más opciones.
¿Cuáles son las opciones de compensación?
La idea de pagar por reducir emisiones en vez de hacerlo nosotros mismos está vin- culada al comercio de emisiones. Las reducciones de emisiones basadas en proyec- tos generados por el mecanismo oficial del Protocolo de Kioto se regulan mediante un estricto marco formal y legal, y en principio están pensadas para ayudar a los países desarrollados a cumplir sus objetivos de reducción de emisiones de GEL. Sin embargo, estas reducciones pueden comprarse y ser utilizadas por cualquiera que desee reducir su huella climática. Las reducciones que cumplen con estos criterios constituyen el denominado mercado de cumplimiento. A pesar de que este mercado constituye en la actualidad la mayor fuente de reducción de emisiones mediante bonos, también existe el llamado mercado voluntario, en el que se pueden comprar bonos que no reúnen los requisitos del Protocolo de Kioto, pero que no son nece- sariamente menos efectivos.
Algunos alegan que las actividades internas que tienen lugar dentro de una entidad también son compensaciones. Por ejemplo, imaginemos que la empresa X o la ciudad Y registran una cierta cantidad de árboles que han plantado para reducir emisiones. Al igual que muchas actividades sin control externo, es dificil compro- bar si esas actividades serán tan efectivas como se supone.
Por lo tanto, nos centraremos en las compensaciones oficiales (permitidas por el Protocolo de Kioto) y también en las voluntarias. Ambas pueden adquirirse fácil- mente, ya se trate de una organización, un país, o un particular.
Mercado de cumplimiento
Los sistemas con fuerza legal pretenden convencer a los participantes de re- ducir sus emisiones de gases de efecto invernadero basándose en una sen- cilla idea: hacer que la gente pague por contaminar aumentará el coste de las emisiones, dando lugar a la reducción de la cantidad de emisiones generadas. Sobre este tema, el Protocolo de Kioto proporciona mecanismos que permiten a las partes reducir sus emisiones más allá de sus fronteras, pero registrándo- las como objetivos nacionales de reducción de emisiones.
Los bonos ofertados y adquiridos bajo este marco forman parte del mercado de cumplimiento. Para todos los bonos creados mediante el mecanismo de Kioto, se verificará de manera independiente que las reducciones en efecto han te- nido lugar y se han registrado en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), registro que da credibilidad a la transacción, protege contra el fraude y posibles errores, y facilita las transacciones, al basarse en estándares y procedimientos ya establecidos.
En 1997, el Protocolo de Kioto estableció objetivos de reducciones de GEI con fuerza legal a los que se conocen como Países del Anexo 1 (países desarrollados y con economías de transición). El Protocolo estableció los llamados Mecanismos Flexibles, para permitir a estos países cumplir con sus objetivos mediante el comercio de créditos de carbono o unidades de reducción de emi- siones, es decir, adquiriendo el derecho de emitir a otros países que ahorran en emisiones (normalmente países en desarrollo). La reducción de las emisiones puede conseguirse mediante el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y el de la Aplicación Conjunta. El mercado de cumplimiento es el resultado de estos Mecanismos Flexibles. El Comercio de Emisiones internacional es una opción por la que la mayoría de los Países Anexo 1 pueden suplementar la reducción nacional, mediante la comercialización de cuotas de emisiones entre ellos.
El Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL)
Se espera que en 2012, el MDL haya emitido el equivalente a tres mil millones de toneladas de CO, en bonos, lo que correspondería al mayor número de reducciones de emisiones del mundo.
Este mecanismo permite a los Países Anexo 1 invertir en proyectos que re- duzcan emisiones en países en desarrollo, como alternativa a las reducciones mucho más caras en sus propios países, para así cumplir sus objetivos de reducción. Los proyectos generan créditos de emisión llamados Certificados de Emisiones Reducidas (CER), que pueden comprarse o venderse. Cualquier persona, no sólo los gobiernos, puede adquirir certificados del MDL y utilizar- los para cumplir con sus obligaciones según el Protocolo de Kioto. Para aquel- los países en los que tienen lugar los proyectos, el resultado de la inversión es beneficioso para la tecnología y el estímulo económico. Hasta la fecha hay casi 1.000 proyectos registrados en el MDL. Para registrarse en este mecanismo, debe demostrarse que las actividades tendrán como resultado reducciones de emisiones adicionales.