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Inspirados en la lectura de “Great Myths of the Brain” de Christian Jarrett (Wiley Backwell, 2015) pasamos a elaborar unos consejos que buscan ayudar a las distintas personas que se acerquen al campo de las neurociencias. Este escenario es muy rico en conocimientos pero también en confusiones y excesos. Es necesario diferenciar lo genuino de lo charlatán. Vamos a elaborar unas recomendaciones que tienen por objeto: dotarle de ciertos “trucos” para poder diferenciar entre una información necesaria de tener en cuenta y una información desechable (o cosas peores).
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Uno No porque en el hablar se use la palabra “cerebro” o la raíz “neuro…” se debe creer ciegamente lo que se dice. Ésta es una tendencia casi contemporánea: para Vivimos una cultura o, mejor dicho,
todo existe un contexto “neuro”.
una NEUROCULTURA: neuromúsica,
neuroarte, neurogerencia, neuromarketing, neuroeconomía, etcétera. Se tiende a vivir en el cerebro, en torno al cerebro. No se habla de la persona, que es lo necesario, sino
del cerebro.
Y el cerebro, piensa, se dice, el cerebro mira, el cerebro siente, el cerebro imagina, el cerebro decide. Y eso es
falso.
El que piensa, mira, siente, imagina y decide es
la persona, no el cerebro.
Sería más correcto, pero igualmente falso, decir no el cerebro sino el encéfalo. El encéfalo incluye a la corteza cerebral, que es lo que se llama “cerebro”, por tanto sería más correcto decir:
el encéfalo piensa; 02
pero es igualmente falso, porque en realidad es la persona:
la persona piensa.
Y si se quiere: cuando piensa: es todo su cuerpo “pensando” (desde sus uñas hasta la punta de sus cabellos, atravesando sus sistemas metabólicos, endocrinos, inmunitarios, y obviamente: neurológicos).
Nuestro primer consejo es: No confundir cerebro con encéfalo, y no
reducir la actividad de la
persona a un órgano de dicha persona, por más bello y complejo que éste pueda ser.
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Dos En un contexto de mercado, es un hecho común el encontrarnos con periódicos, revistas, anuncios televisivos, programas de radio y marketing con afirmaciones que hacen referencia a un producto y a una consecuencia de su uso:
placer, adicción, perjuicio, etcétera, ya que se han registrado, mediante imágenes (electroencefalogramas o resonadores multifuncionales) activación o desactivación de los “circuitos
de recompensa” o del
“sistema límbico” o de la “corteza prefrontal” o de algún otro espacio del sistema nervioso. Por ejemplo, algunos
productos se promocionan argumentando que
aumentan la “capacidad
cerebral”.
Frente a este tipo de cosas es necesario tener siempre una
posición crítica, y
preguntarse por ejemplo: ¿realmente existe dicho producto? 04
¿Realmente existe una referencia científica que de soporte a esa afirmación?
¿Cuál es la fuente de ese dato? Ciertamente, cualquier actividad del ser humano puede “activar” cualquier parte del sistema nervioso. La activación del llamado “circuito de recompensa” puede resultar de comer un chocolate, no tropezar cuando se cree que se va a tropezar, un cigarrillo,
la risa de un chiste, el orgasmo, el dulce de la leche de la abuela, una buena película, una excelente noticia magnífica,
etcétera.
Entonces, si es así: ¿tiene algún valor especial el que un producto estimule alguna área cerebral o encefálica? Si la tiene, debe estar, por lo menos, documentado, por eso es necesario preguntar:
¿cuál es la fuente? Por ejemplo: ¿En qué contexto se llegó a la conclusión: el producto X activa ciertas zonas encefálicas? Uno de los neuromitos más frecuentes es el de creer que los suplementos nutricionales 05
tienen un
impacto en el rendimiento académico.
Simplemente, no sin embargo:
hay pruebas que den soporte científico a esa afirmación,
el marketing hace uso de este argumento como estrategia de venta.
En el Anexo 1, hemos colocado los neuromitos más frecuentes que se pueden rastrear en la evidencia existente (Gleichgerrcht, Lira, Salvarezza & Campos, 2015; Dekker, Lee, Howard-Jones & Jolles, 2012).
Nuestro segundo consejo es: Buscar siempre las pruebas, los sustentos científicos que justifiquen cualquier afirmación sobre los beneficios o perjuicios de un producto en relación con su
impacto sobre el cerebro en particular, y el
encéfalo en general.
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Tres La única forma de
determinar causalidad es a través de un “estudio
experimental aleatorio”. Todo el resto de estudios y evidencias solo prueban, en el mejor de los casos, correlaciones o asociaciones. Un estudio nos puede decir que: “Las personas que realizan más tienen un área
actividad X
Z más grande”, sin embargo, si este estudio no fue de tipo “experimental
aleatorio”, es muy probable que pueda existir dicha asociación pero no se debe concluir con eso que la actividad X causa el incremento en el área Z o que el incremento en el área Z causa la forma de actividad X. Lo mismo se puede decir de los estudios que pregonan que por consumir una sustancia X
inteligente”, “sagaz”, “capaz”, etcétera.
la persona es más “
Otra vez: en tanto no se haya hecho un estudio “experimental aleatorio” no se puede decir que el consumo de la sustancia X es la causa de esa actividad de la persona, a lo mucho se
puede decir que existe una asociación, pero en concreto:
y en tanto no existan
pruebas procedentes de un experimento: la actividad 07
“inteligente”, “sagaz” o “capaz” de la persona puede haber sido causada por cualquier cosa, y no necesariamente por el consumo de la sustancia X. En caso de
no existir estudios experimentales,
es necesario recordar que cualquier
fuente de información debe evaluarse por
la rigurosidad metodológica de su construcción: la
seriedad de sus fuentes
bibliográficas: su sentido o razón lógica y práctica: el nivel de sus aspiraciones.
Nuestro tercer consejo es: No es lo mismo correlación (asociación) que causalidad, lo que se encuentra más frecuentemente en los estudios son asociaciones y no
causalidades.
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Cuatro Todos queremos comprender, es una característica humana buscar el conocimiento que explique (y que permita, luego, transformar)
la realidad.
Para esto, muchos docentes y personas en general tienden a usar metáforas y ejemplos. Una cosa es decir que debe existir un balance en la vida de las personas y otra decir que la actividad de la persona es resultado de un balance de la actividad de los hemisferios cerebrales. Mucho se usa en este aspecto la creencia dualista que dicta que en el fondo del cerebro (técnicamente esto es incorrecto porque no existe el “fondo” del cerebro) radican
las pulsiones, las emociones, la vida irracional, etcétera, y que en la cima del cerebro (técnicamente sería en la cima del encéfalo, que es justamente el “cerebro”) radican las funciones superiores de control, de planificación, lógicas. Ciertamente, las
neurociencias ya no dan cabida actualmente a
explicaciones duales de la persona (ser por un lado irracional o “cabeza caliente” y por otro lado racional o “cabeza fría”). Las metáforas de las voces internas, del
“pensamiento profundo”, de las zonas oscuras del cerebro: no aportan claridad en el contexto de explicar la actividad de una persona. 09
Hay que cuidarse, también, de aquellos que predican que han encontrado una
“zona
del cerebro” que tiene que ver con un aspecto de la persona. Por ejemplo, en el Daily Mail, se reportó en febrero del 2013, una investigación realizada por un neurólogo alemán quien decía haber encontrado una zona en el cerebro de asesinos y violadores que podría explicar su conducta. Esto es simplemente inconsistente, la actividad de la persona no se puede explicar por activaciones de una zona particular en el cerebro, todo acto humano es:
transcortical, holocerebral.
Hay que cuidarse mucho, por ello, de los estudios de neuroimagen que pregonan por doquier conocer el “cerebro
en actividad”; ciertamente lo que conocen es solo la
actividad metabólica del encéfalo (incluyendo la del cerebro). Pero la actividad del encéfalo es en realidad además de metabólica:
eléctrica y magnética.
La actividad humana no se puede reflejar (en la actualidad) con técnicas de imagen salvo aproximatívamente. Ya en el siglo XIX se
desarrolló una pseudociencia llamada frenología que
consistía en identificar zonas del cráneo protuberantes las cuales se asociaban con ciertos rasgos de la persona. Se creía, profundamente, que el cerebro funcionaba por módulos y que la mayor actividad de estos módulos producía (como en los músculos) una hipertrofia
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que podía identificarse (oh!) en la superficie del cráneo. Se llegó a editar una revista “científica” (en 1884) incluso: American Phrenology Journal. Ciertamente, la idea fue cautivante en su momento y convenció a muchas personas célebres (el mismo Walt Whitman se vio seducido por las potencialidades de la frenología, por ejemplo). Lo concreto, en nuestro momento, es que la historia se ha encargado de deshacerse de todos los argumentos frenológicos aunque aun ahora muchos apelan a estos conceptos cuando quieren darle base “científica” a sus afirmaciones.
Nuestro cuarto consejo es: Hay que tener
claro que no existen zonas específicas en el encéfalo que
explique una actividad, y siempre tener presente que una metáfora es una metáfora y como tal puede ayudar a explicar que una metáfora es una metáfora y como tal puede ayudar explicar la realidad pero no reemplazarla.
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Referencias Bibliográficas Dekker, S., Lee, N., Howard-Jones, P., & Jolles, J. (2012). Neuromyths in education: prevalence and predictors of misconceptions among teachers. Frontiers in Psychology, 3, art. 429. doi: 10.3389/fpsyg.2012.00429 Gleichgerrcht, E., Lira, B., Salvarezza, F., & Campos, A.L. (2015). Educational neuromyths among teachers in Latin America. Brain and Education, 9(3), 170-178. doi: 10.1111/mbe.12086 Howard-Jones, P. (2014). Neuroscience and education: myths and messages. Nature Reviews Neuroscience, 15, 817, 824. doi:10.1038/nrn3817
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Algunos neuromitos frecuentes Los niños deben aprender su lengua materna antes que una segunda lengua. Si no hacen eso, ninguno de los idiomas se adquirirá completamente Está comprobado científicamente que los suplementos con Omega 3 y 6 tienen un efecto positivo en los logros académicos Hay periodos críticos en la niñez después de los cuales ciertas cosas ya no pueden ser aprendidas Ambientes ricos en estímulos mejoran los cerebros de los niños en pre-escolar La mayoría de nosotros solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro Las diferencias en la dominancia hemisférica (cerebro derecho e izquierdo) pueden ayudar a explicar las diferencias individuales entre los alumnos Problemas asociados a diferencias en el desarrollo de la función cerebral no pueden ser remediados por la educación En el cerebro existe una zona dominada por las pulsiones y una zona que controla la razón
Fuente: Howard-Jones, 2014; Dekker, Lee, Howard-Jones & Jolles, 2012. 13