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Gonzalo Montero Lara

COMO ES ARRIBA ES ABAJO Gonzalo Montero Lara

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Gonzalo Montero Lara (7-7-52-Bolivia) Reside: Colcapirhua-Cochabamba-Bolivia. Telf.: 77423953 Correo: gonzalomonterolara@gmail.com. Obra: Poesía: Miradas del Silencio (2004), Rosas de fuego (2005), Bálsamos y Brebajes (2006), Versos de Oro Plata y Bronce (2007), Latidos del Tiempo (2008), Espejo de ausencias (2009). Versos sediciosos (2021). Narrativa: Pétalos de Sangre (2009), Huellas de Luna (2010), Viaje al fondo del bar (2014). El Misterio de las Tres Tetillas (novela 2012). Ensayo: La lista incompleta… (2012), Escalona. Crónica (2017), Gotas de vida. Semblanza y memorias de Hugo Montero Mur (2019). Picante de lengua (2021). Humor: De plumas y escalpelos (2014). Punto G., Humor con sexo sentido (2016). Integra: Escritores Unidos. Sociedad de Escritores de Narrativa Fantástica, Ciencia ficción y Terror “Supernova”. PEN Cochabamba-Bolivia. Escribió y compiló obras con reconocidos escritores nacionales e internacionales. Jurado de concursos literarios.

COMO ES ARRIBA ES ABAJO

—Solo hemos desentrañado un miserable porcentaje de los desconcertantes misterios de estas ruinas dormidas a orillas del insólito lago sagrado del Titicaca, enclavadas en el macizo pétreo de los Andes, donde aún nadan peces fósiles en ignotas ruinas sumergidas al fondo. — Reflexiona el arqueólogo. —Una magnífica civilización sin tiempo, arrasada y enterrada de manera implacable por inauditos cataclismos. Sin embargo, los restos de las construcciones hablan de una tecnología avanzada y hoy por hoy desaparecida, que fue utilizada para conseguir la extraordinaria perfección de las edificaciones de la enigmática civilización de Tiahuanaco. Cortes demasiado, y lo sostengo, demasiado precisos en los bloques de andesita que ha dado lugar a variadas hipótesis; desde al amasamiento del material pétreo, hasta el uso de rayos similares al láser actual… pero todas son hipótesis —señala el investigador, enfundado en un grueso poncho rojo tejido de lana de auquénido para combatir el frio de esa región altiplánica. Las convulsiones sociales cíclicas del país son una amenaza permanente a los intentos de recuperación de los restos arqueológicos que ayuden a develar la historia de estas misteriosas ruinas enclavadas en la más absoluta desolación del altiplano, de las cuales no se tiene ni certeza de su antigüedad. Confinado a la soledad de su laboratorio, un científico misántropo refugiado de guerras en lejanas tierras, especula sobre el origen del universo y sus dimensiones fundamentales: el espacio y el tiempo. Revisa una y otra vez el espíritu de los conceptos, mirando sus fórmulas astrofísicas, mientras afirma para sí: —Toda la existencia, desde la estructura de las partículas atómicas detectadas, hasta la espiral del código genético, son sistemas dinámicos, de formas predominantemente arborescentes, tubulares y helicoidales. — Reflexiona en silencio, tomando de su escritorio una bella caracola de mar y mirando la escaza arboleda por la ventana—. Este ser como cualquier otro, resume la existencia del equilibrio bipolar de dos opuestos pero complementarios, tal cual señalaba el pensamiento pitagórico, el yin yang del taoísmo, cuando mostraban la necesidad de contrarios para el

movimiento dialectico y la percepción de los acontecimientos. Se necesita la quietud para percibir el movimiento, así como la luz para percibir la oscuridad. La amable voz de la secretaria ofreciendo una aromática taza de café le saca de sus cavilaciones. —Necesita descansar del trabajo en laboratorio. ¿Y cómo le va con su maquinita del tiempo? —comenta divertida—. Si logra viajar al antiguo Egipto le encargo un collar de faraona. El científico X, como lo llaman por el pronunciado genu valgo de las rodillas, mira sonriente la agradable figura juvenil, quien continúa su risueño comentario: —Si retrocede más aun, se trae un bebe dinosaurio para que lo donemos al zoológico cuando sea grande. —Dicho esto, la muchacha cargada de energía da a la tarea de ordenar el caótico laboratorio, mientras el científico silencioso mira las espirales de vapor que desprende su tazón y sus iridiscentes efectos de luz del café yungueño. —Los secretos de la existencia de nuestro universo…es decir multiverso, puede estar a la salida de los agujeros negros. De acuerdo a la ley de la conservación de la materia, todo lo que come esta boca feroz, pasa por un intestino cósmico y se debe eliminar por el culo —expresa con cierta torpeza X, enfatizando su aseveración apretando la oreja de taza de porcelana—. Este material, puede ser el abono de la creación-evolución. El sabor estimulante del café acariciando el gusto, le recordó la cita programada con su carnal arqueólogo, añejo amigo de infancia con quien pasaban horas acopiando fósiles marinos de la las ultimas estribaciones de la cadena montañosa vecina a la ciudad donde nacieron. El científico enterado de las investigaciones en los fósiles tradición plasmados en leyendas de milenarios pueblos como sobre la utilización del poder del sonido o más propiamente del ultrasonido en la Isla de Pascua para mover los gigantescos Moais, y el relato del derrumbamiento de los aparentemente inexpugnables muros de la ciudad de Jericó en Medio Oriente. El arqueólogo a quien le decía cariñosamente en idioma quechua Chullpa sua, ladrón de momias andinas, por su gusto por las mujeres maduras… y la arqueología. El amigo le comunicó el hallazgo de un proveedor de piezas, un huaquero, excavador y traficante de restos

arqueológicos. Ya en casa del arqueólogo, este le señala una caja de cartón. Una enorme caracola de mar asoma entre piezas de piedra y cerámica aún no clasificadas. Sobresale la punta abierta y tallada seguramente para adaptar a una boquilla. Sin salir de su asombro atropelladamente le interroga: —¿Dónde y cuándo lo encontraste? ¿Cómo lo trajiste hasta acá? —Calma, calma. Por los grabados, sé que pertenece a la cultura del Tiahuanaco, lo hallaron en una chinkana. Como te conté, se trata una red de túneles escondidos con un ingreso secreto a orillas del lago sagrado, y lo trajeron para venderlo, pero, me pidieron una fortuna por la boquilla de oro que trae en la punta y ellos la guardan celosamente. Sin embargo señalaron, que si me interesaba, podíamos “viajar” con el sonido del caracol para ver cómo vivían nuestros antepasados. Hay una leyenda local al respecto y persona conoce el embarque para el viaje. Todo eso, solo por mil dólares per cápita; ¿te imaginas ver todo eso? Si fuera cierto… —“Si fuera cierto”—repite el científico— . ¿Y si fuera una burda estafa…? —¿Y si no fuera? Una máquina del tiempo y un tour al origen del universo… ¡en un solo paquete! Los ojos semidormidos de expresión generalmente triste se encendieron: —¿Hay alguna garantía…? —pregunta angustiado X, y un denso silencio llena el ámbito, mientas X visualiza a los “corneteros” del famoso friso de la Puerta del Sol en los Andes bolivianos y a Wiracocha, personaje central de brillante escafandra manipulando palancas vertebrales de mando. —El contacto es conocido. Tú sabes que estoy sin fondos. He invertido mi capital y empeñado mi casa en equipo para las excavaciones porque los gobiernos apoyan con miserias estos emprendimientos, cuando le conviene políticamente. Y los nuevos mandamases suspendieron los trabajos, seguramente mandarán de jefes a sus familiares haciéndolos pasar por arqueólogos. —Me interesa el tema, me haré cargo, diles que estoy de acuerdo, pero, ¿cómo sabremos que no es un engaño, nos desplumen… y todo se acabe?

—Mi proveedor de piezas es de confianza y quien puede llevarnos es su compadre, un maestro callawaya, quien recorre las comunidades para hacer curaciones extraordinarias con pócimas que elabora y realiza preparados especiales para estos de esos viajes. —¿Preparados?… Pensé que ofrecían una nave interdimensional o máquina escondida en alguna oscura chinkana… je, je… creo que con mariguana y rock pesado podría haber salido salir más barato el viajecito. Era un amanecer diferente, solo estaba el huaquero y el curandero vestido con coloridos atavíos de gala y un sombrero de ala negro. Llegaron frente al encargado del cuidar el ingreso de las ruinas, quien los detuvo argumentando que estaba cerrado por tareas de mantenimiento, pero unos apetitosos billetes, como es costumbre, posibilitaron la entrada. Allá contemplamos el famoso friso de la Puerta del Sol, con su enigmático personaje central, coronado de rayos blandiendo cetros o palancas vertebradas, flanqueado se seres alados, algunos provistos de artefactos que podrían corresponder a instrumentos acústicos. Antes del viaje, luego de ayunar de sol a sol, están sentados los dos frente al augur que les ofrece preparadas las tres hojas del kintu para arrojarlas, sobre una pequeña unquña tejida con lanas de color. En ambos lanzamientos hubo una hoja que cayó de envés. La aguda mirada del científico observo una casi imperceptible sombra de preocupación en el rostro del augur. El callahuaya procede a tender una chullpa mesa ritual con todos sus elementos característicos. Con mucho cuidado y respeto saca de una gran chuspa un cráneo envuelto en un cuero de oveja y un aguayo antiguo. —Es el tojlu de un antepasado muy sabio que hablaba con los espíritus tutelares de nuestros pueblos, lo hallamos en una tumba en un cerro de Charazani, lugar de maestros callawayas, por las ofrendas y la leyenda pertenecía a un maestro que conversaba con apus, achachilas y hombres de las estrellas. El hombre procede a tender una mesa como parte del ritual andino para tomar contacto con los espíritus tutelares de su cultura, quienes tienen otro hábitat al que solo pueden acceder estos maestros iniciados. Mediante este ritual pronto la atmosfera se impregna de un aroma a incienso y copal. Envueltos en este humo aromático se challa una bebida

espirituosa a los dominios de las divinidades celestiales superiores del Hanan Pacha, a la Pachamana, del Kay Pacha terrenal y el Uku Pacha del inframundo, beben infusiones de ayahuasca, floripondio y coca. Ubican a los viajeros de frente a los nacientes rayos de Sol a través del rajado portal tiahuanacota. El maestro Kallawaya y aplica los gruesos labios a la boquilla de oro.

—Es un oro especial que se llevaban los waj jallpa runas —comenta el huaquero en quechuauñol, mientras el kallawaya resuena el caracol con un singular ulular que llena el ámbito interior de los viajeros de ecos e imágenes. Una especie de película de largometraje pasa vertiginosamente por las retinas de los viajeros. Estos apenas logran retener algunas imágenes comprensibles antes de transformarse en una película simplemente insólita, se suceden sin permitir siquiera interpretarlas y se desconecta del aquí y ahora. El arqueólogo contempla cientos de ciudades descubiertas enterradas o sumergidas en mares del planeta tierra y miles y miles de otras desconocidas sobrepuestas por el tiempo en capas envolventes semejando una cebolla. Civilizaciones que aparecen y desaparecen en rápidos ciclos de esplendor y decadencia hasta sumergirse o enterrarse; unos castigados por catástrofes naturales otros por guerras de aniquilamiento. Todas estas escenas están montadas sobre un mundo de mapa vertiginosamente cambiante de los continentes con las últimas versiones parecidas a grandes rasgos al mapamundi actual. Algunas metrópolis en febril construcción, muchas erigidas en todo su esplendor y bullente actividad, surcadas muchas de ellas por ingenios voladores. Varias urbes se ven rodeadas de extraños bosques con desconocida flora y fauna donde se podían reconocer a terroríficos dinosaurios cabalgados por hombres e inverosímiles especies conviviendo con cientos de versiones humanas, y seres probablemente no terrestres densos y también sutiles, transportados en diversos aparatos voladores y mirados como dioses por asustados habitantes, mientras huyen a sus cavernas o primitivas chozas. Algún tiempo después, arriban a un remanso inenarrable girando en espiral envueltos por miríadas de capilares activos por donde circulan formas, colores y sonidos inimaginables y otros por los que fluye un material indefinible que se conecta a los tubos activos, con diferentes

velocidades de desplazamiento. Los viajeros circulan por un tubo transparente contemplando “todo” que, aún en su fracción más minúscula, resulta demasiado para entender y soportar… Pese a que cierran los ojos, siguen viendo. Así pasan eones contemplando la diversidad de lo imaginable e ininteligible de la que formamos parte. Vieron incontables de millones de ductos palpitantes llenos de incomprensibles. Mientras peregrinaban por ese conducto lleno de algo impalpable que los revitalizaba. Viajaron también a una zona oscura donde contemplaron eso que podía ser el Multiverso imaginado: ¡era un árbol inconmensurable e indefinible; indescriptible, hermoso y atemorizante! Mientras más se alejan las incontables arboledas que brotaban sus ramas frutecen universos hijos que se expanden al infinito. Este universo madre es al final de cuentas un impensable bosque de unidades arborescentes que se trenzan sobre sí mismos formando una especie de cuerda. Los bosques de este conjunto reflejan en su corteza acebollada envolviendo mundos paralelos en múltiples capas de existencia, emanando tiempos y espacios distintos de acuerdo a la diversidad de realidades producidas. Universos cebolla. Despiertan de noche en la casa del huaquero. El Maestro kallawaya les ofrece infusiones sedantes para modular el aterrizaje en esta realidad. Después de abrir los ojos, les da de beber mate de coca, luego café endulzado con miel de llachiwana. Aliviada su intensa sed, empiezan a comer chocolate amargo diluido en leche de oveja para activar sus centros cerebrales sometidos a una insólita hiperestimulación en un desconocido hiperespacio. Tiempo después, ya repuesto, los recuerdos del extraño viaje, le permitieron al arqueólogo reconstruir detalles de la ciudad ancestral de Tiahuanaco y señalar el descubrimiento de otras urbes, aún no descubiertas, enterradas y sumergidas en el lago sagrado. El arqueólogo contaba con un mapa mental hecho impronta en su conciencia profunda que le permitía visualizar y localizar sitios antiguos impensables, develar la realidad de mitos impensables para la ciencia y plantear revolucionarias teorías sobre el origen del mundo las civilizaciones terrestres, intraterrestres y extraterrestres. Convirtiéndose en un mensajero de fama planetaria.

En un algún punto perdido del Multiverso, un hombre soñoliento despierta tendido en un complejo de ruinas. Mira la hora con dificultad; solo pasaron pocos minutos de un viaje programado, pero se halla confuso; los números y letras de la esfera del reloj parecen estar invertidos al igual que las imágenes de un billete que saca de su bolsillo. El sol del amanecer, según percibe, brilla al poniente. El científico se halla en mutismo y confuso durante meses. Ve todo “al revés”. Está recluido en una institución de salud mental, donde le indican que presenta un brote psicótico inducido por la ayawaska y floripondio que le administraron para el viaje. Habla y escribe febrilmente páginas y páginas respecto a una singular e ininteligible fábrica del tiempo y espacio para un inimaginable Multiverso pletórico de bosques de universos hijos incomprensibles para el cerebro humano común. Esquizofrenia paranoide con delirios bien sistematizados de contenido megalómano y persecutorio característicos, opinan los doctores que atienden el caso. Tiempo después, ya mejorado, observa a su médico con atención y le manifiesta con plena convicción: —Ardo en deseos de conocer mi nuevo mundo. —Luego de estas enigmáticas palabras, alborozado exclama—: ¡Estoy en otra punta de la espiral de la existencia… como es arriba, es abajo… pero no igual! El psiquiatra le mira, con una sonrisa compasiva y con infinita paciencia señala: —Me alegra verlo tan animado el día de hoy. Pronto le daremos de alta y podrá retornar a su hogar con su esposa y sus pequeños hijos que lo esperan. —¿Esposa…? ¿Hijos?, pero si no los tengo, soy soltero… El arqueólogo con el huaquero sufridos por el estado del científico amigo, recurren al Kallawaya para curar al solitario científico. El curandero, prepara un ritual donde entra en trance calavera en mano y al salir de este estado comunica: —Contacté en sueños con un Apu tutelar regente del Pacha. Le pregunté por su amigo X y me dijo: —“Hay muchos órdenes en las existencias como existencias hay en la existencia, que es una sola con infinitas formas”.

—Misteriosas palabras por cierto —señala desconcertado el arqueólogo por lo que juzgada un oscuro y perverso juego de palabras, que no le aclaran nada la situación. El maestro andino continúa: —Después de estos viajes al Hananpacha, nadie vuelve a ser el mismo. Su amigo no volvió del otro lado; regresó “su otro”. Los rayos de un sol rojo bañan las aguas de un mar con olas de color cobalto playas de arena azul donde revolotean humanos transparentes por la atmósfera verde burbujeante.

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