la vez una gran benevolencia y una reserva excesiva. Esta última era el precio de una amistad que, si bien raramente concedía, también raramente retiraba».292 El pintor e ilustrador inglés Walter Goodman (Londres, 1838-1912), que lo conoció y se hicieron amigos en Florencia en 1861 –y lo hace aparecer en formato de fotografía tarjeta de visita en su obra más famosa, La ventana del impresor (1883)–, revela detalles inéditos sobre su aspecto físico: «Su rostro era notablemente atractivo e inteligente, y el único defecto era una ligera desviación en un ojo. Él era un poco más alto que la altura media, muy corpulento y de constitución fuerte, con una paralización peculiar en su pierna izquierda, con un efecto de cojera».293 Y el rico mecenas americano y coleccionista de arte William Hood Stewart (Filadelfia, 1820-1897), amigo íntimo de Fortuny, había llegado a publicar que la cabeza del pintor era quizás demasiado grande: «Su cabeza era, quizás, un poco demasiado grande, pero altamente intelectual».294 Es sorprendente descubrir que, según el testigo de Goodman, era ligeramente estrábico —y como hace notar Cano Díaz, esto explicaría que a menudo aparezca mirando hacia un lado en las fotografías para disimular el defecto— y también que durante un tiempo estuviera cojo, debido probablemente a un accidente en Marruecos y a otro en Barcelona.295
Fortuny y Reus: la construcción de un mito Cómo hemos visto, a lo largo de estos 175 años de historia, el fenómeno mitificador de Marià Fortuny es impresionante, de una intensidad sin medida. El fulgurante y contundente triunfo internacional de su pintura, añadido a su muerte prematura e inesperada en el mejor momento de su carrera, comportaron una mitificación de su figura sin demasiados precedentes. En vida fue la mejor representación del triunfo artístico internacional y su ascendiente fue determinante en toda una generación de pintores, que lo elevaron a la categoría de modelo sacralizado e imitado repetidamente. Sin su aportación sería más difícil entender una parte de la pintura europea y norteamericana del último tercio del siglo XIX. Como ya se ha afirmado, a pesar de la importancia de su aportación, buena parte de la historiografía del arte
Catálogo de la exposición «Fortuny, el mite» Reus, 2013 Institut Municipal de Museus de Reus / Museu Nacional d’Art de Catalunya
292. BERGER: Journal des débats, Paris, 28-XI-1874. Citado por CANO: «Los últimos...», pp. 53-54. 293. «His face was remarkably handsome and intelligent, the only defect being a slight cast in one eye. He was rather above the middle height, very stout, and squarely built, with a peculiar halt in his left leg, the effect of lamensess». GOODMAN: «Señor Fortuny», The Athenæum, 2-I-1875, p. 25. Citado por CANO: «Los últimos...», pp. 53-54. 294. «His head, perhaps, was a little too large, but highly intellectual», STEWART: «Reminiscences and Notes», en DAVILLIER: Life of Fortuny (1885), p. 199. Citado por CANO: «Los últimos...», pp. 53-54. Véase también REYERO: Fortuny o el arte como distinción de clase (2017). 295. DAVILLIER: Fortuny... (1875), p. 21. Citado por CANO: «Los últimos...», pp. 53-54. Y respeto su producción artística, es enorme la cantidad de obras subastadas en el Atelier Fortuny que no están localizadas o de las que no se tiene ninguna referencia. Ojalá que, como ha escrito Emiliano Cano, el renovado aprecio internacional por el pintor –impresionista avant la lettre– las vaya haciendo salir a la luz pública.CANO: «Los últimos...», p. 54.
FORTUNY Y REUS ` 199