Taller de Producción Gráfica-Redacción (FCEdu - UNER)
ISSN 2718-8299 e-ISSN 2718-8302
No me digan cómo debo ser Un Meet acerca de la diversidad sexual en la niñez Disponibilidad 24/7
No nos callamos más
El agobio que siente un estudiante por la virtualidad
El escrache como herramienta de prevención y condena social
STAFF: Gisella Alarcón Melina Alvarez Sandoval Lautaro Nahuel Blasko Micaela Eva Caniggia Eugenia Castro Luisina Colja María Carolina Cometti Rocío Geraldine Dondonei Emily Katherine Jacobi Greta Margetik Agustín Morande Gabriel Rodríguez Tiago Leonel Romero Rocío Nadine Rossi Margarita Ruiz Díaz Natalia María Candela Strack Lautaro Tomasini Iara Troncoso Camila Villalba
Equipo docente: Guillermo Hennekens Leonardo Caudana Cecilia Barrandeguy Milena Ceccato María Florencia Benítez Rausch
POSTAfue elaborada por estudiantes Redacción durante el segundo cuatrimestre del ciclo lectivo 2020. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de Entre Ríos. Alameda de la Federación 106. Paraná, Entre Ríos (Arg.) C.P.: 3100. 0054 343 4222033. aci.fcedu@uner.edu.ar www.fcedu.uner.edu.ar ISSN 2718- 8299 2 e-ISSN 2718- 8302
Decir la posta en medio de un caos La POSTAes lo que vivimos en carne propia, lo que criticamos y queremos contar, poner en disputa o incluso gritar. En este año tan particular la revista se elaboró fuera de las aulas y los pasillos de la facultad, al calor de caóticos debates en videollamadas. Sus contenidos viajaron por la red entre Chubut, Santa Fe y Entre Ríos, venciendo distancias para complementarse. En el proceso se mezclaron nuestras voces para generar sionales y comprometidas para conocer más sobre infancias disidentes y así romper estructuras. Además, descubrimos que nuestras palabras se convierten en autodefensa ante la violencia social que nos interpela. Queremos romper las reglas para decirles basta a los piropos que reciben las mujeres en la calle. Tuvimos que reinventar nuestra forma de vincularnos para salir de individualidades a las que nos sometió la cuarentena y regresar a lo colectivo, a esa lucha en la calle que tanto extrañamos, a esos abrazos que anhelamos volvernos a dar. Nos detuvimos a pensar qué pasa en nuestro interior y el desafío que presenta un mundo en el que nos conectamos, pero no nos tocamos. Producimos y discutimos esta propuesta entre clicks. Buscamos la inclusión para visibilizar problemáticas disruptivas que te interpelen. Te proponemos POSTAcomo un lugar de transformación y te invitamos a disfrutarla tanto como nosotres. Porque, como diría Cerati, «sacar belleza de este caos es virtud».
SU MA RIO
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Ser y crecer en un mundo hostil La psicoanalista Natalia Sobrado propone vivir una identidad libre en un mundo de estereotipos.
Estudiar entre clicks: de la cama al Meet El nerviosismo constante que supone la modalidad de videoconferencias.
11 La virtualidad no es para todes La verdadera grieta está entre quienes acceden a la educación y quienes no.
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12 El escrache como forma de empoderamiento popular Si nadie nos cuida nos advertimos entre nosotres. La denuncia social como manifestación de poder.
Hambre de piel
18 Rompemos las reglas
La falta de comunicación y las consecuencias del individualismo en cuarentena.
21 Calladitos se ven más bonitos Cuando salir a la calle se vuelve una pesadilla para la mujer.
Lo que vive una mujer por los estereotipos vigentes.
22 ¿Qué onda con el deseo? Sexting: la alternativa digital para sentirnos cerca.
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Infancias disidentes libres
SER y crecer en un mundo hostil Las manifestaciones de género comienzan en la niñez, pero cuando no se inscriben dentro de una matriz cisheterocentrada suelen ser relegadas, reprimidas y patologizadas. Entrevistamos vía Meet a la Licenciada en Psicología Natalia Sobrado, especialista en salud mental de infancias y adolescencias. Conversamos sobre Educación Sexual Integral y los roles de la familia, la escuela y el Estado. ¿Qué significa que una persona sea transgénero o cisgénero? Son dos nomenclaturas que aparecen para mostrar que el género no es algo dado. A cada sujeto se le asigna arbitrariamente al nacer un género ligado a la biología. Si tiene vulva, se espera que se constituya mujer, y si tiene pene, varón. Esto está vinculado a estructuras de poder de matrices binarias, no tiene que ver con cada sujeto, sino que es preformativo y performativo. A las personas que se reconocen con el género adjudicado al nacer se las denomina cisgénero y transgénero son aquellas que no se identifican con esa asignación. Esta categoría implica una transición, una reparación de la atribución ligada a la genitalidad. Estas dos posibilidades de inscripción no son las únicas porque existen otras, como las identidades no binarias o fluidas. ¿Cómo se construye la identidad de género? La identidad de género se construye en los primeros años de vida, es anterior a la diferenciación sexual anatómica, pero no es igual para todes, ni transcurre siempre en los mismos tiempos.
Desde la modernidad se pensó como una construcción fija, su modificación implicaba alguna psicopatología. La militancia política ejercida por travestis y trans inició una ruptura de esta idea de identidad como algo invariable, para pensarla como una estructura primaria en la infancia y que a lo largo de la vida es cuestionada o construida.
«La disidencia no va a desaparecer por negarla. Las identidades insisten en existir» ¿Cómo puede acompañar la familia y su entorno a une niñe en transición? Es fundamental que la familia acompañe y sostenga. En la infancia, les adultes del entorno realizan propuestas identificatorias, como «las nenas son delicadas» o «los nenes juegan a la pelota», en relación con las construcciones ideológicas de cada une. Además, no solo decodifican un mensaje, sino que también lo codifican. Con sus respuestas dicen de alguna manera si algo es posible o no. Una forma 5
«La ESI no solo debe tener perspectivas de género sino también representaciones de diversidad sexual» de acompañar es pensar que nada está dado, así una infancia disidente se puede desarrollar libremente en los tiempos que disponga para expresarse. Es primordial una escucha abierta a la posibilidad de procesos de transición identitaria por fuera de lo hegemónico o lo socialmente esperado. Si la atención se otorga desde un lugar cisheteronormado, va a generar represión en sentido estricto. La disidencia no va a desaparecer por negarla, puede resurgir en la escuela o mucho después. Las identidades insisten en existir. ¿Quién debería garantizar los derechos de una infancia trans? En materia de derechos, el acompañamiento familiar es fundamental. Pero cuando la familia reproduce violencias graves toda disidencia circula en un espacio hostil. Un varón gay muy feminizado tiene grandes posibilidades de ser agredido y recibir una golpiza en la calle, una lesbiana con rasgos masculinos sufre el riesgo de ser violentada, ya sea con un insulto, con acoso, o hasta con
una violación mal llamada correctiva. Podemos mencionar que un tema tan delicado como el suicidio es muy frecuente en los jóvenes disidentes. Esto no tiene que ver con psicopatologías o depresiones sino con condiciones de vida complejas porque no se sufre por ser disidente sino por la violencia del contexto. Una familia que acompaña y lucha, un Estado que reivindica y garantiza los derechos de les niñes, pueden marcar una diferencia absoluta en la sociedad. ¿Cuál es el rol del Estado en la construcción de espacios de encuentro y contención? Que todas las instituciones sean abiertas y receptivas a la población disidente es responsabilidad absoluta del Estado. Que el acceso a la salud, la educación y el trabajo sean reales en sectores públicos o privados demanda políticas específicas, focalizadas en regularizar y cumplir con las leyes vigentes. La comunidad trans tiene el destino cruel de una expectativa de vida de entre 25 y 40 años, generalmente
por enfermedades asociadas a la pobreza y el no tener acceso a la salud. Una travesti o trans que modifica su cuerpo con aceite de avión, con cirugías en condiciones precarias o que no es correctamente hormonizada, termina con un sinfín de enfermedades, todas evitables. Existe la ley de cupo laboral, pero su implementación va muy despacio, mientras transcurre el tiempo, la prostitución es el trabajo más ejercido por travestis y trans. Por otro lado, la sanción de la Ley de Identidad de Género es un avance enorme pero no alcanza, es necesario que esté garantizado su cumplimiento. Por ende, me parece que todavía hay un Estado ausente en relación a los derechos de las personas disidentes. ¿Cómo interviene la escuela en el proceso de transición? El rol de la escuela es muy importante porque tal vez sea el único espacio de escucha de algunes niñes. Es responsable de los contenidos académicos y emocionales del trayecto educativo que atraviesan las infancias y adolescencias. Es fundamental pensar desde qué lugar se transmiten esos contenidos, si es desde matrices cisheterocentradas o si se tienen en cuenta las disidencias; pensar qué juegos o actividades se proponen, qué agresiones se ignoran o per-
Natalia Sobrado es psicoanalista, especialista en salud mental. Trabaja en la Secretaría de Igualdad y Género de la Provincia de Santa Fe. Es Miembro de la Asociación de Psicoanálisis Sigmund Freud del Litoral. Trabajó en el Hospital de Niños Dr. Orlando Alassia de Santa Fe. Entre 2017 y 2019 participó del dispositivo de acompañamiento a las infancias trans que funcionó en el marco de la Subsecretaría de Diversidad Sexual, en la provincia de Santa Fe.
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miten. La escuela debe garantizar derechos, más allá de los principios que cada institución tenga. La educación tiene que ir acompañada de la formación de docentes y la modificación en los establecimientos para que se alojen situaciones de todo tipo, acorde a la ley y sin ejercer más violencias. ¿La Educación Sexual Integral es una herramienta para la visibilidad de la niñez transgénero? ¿Por qué? La ESI es fundamental tanto para la niñez como para la adolescencia en general. No solo debe tener perspectiva de género sino también representaciones de diversidad sexual. Se tiene que educar para evitar caer en el esencialismo, para permitir pensar, expresar y visibilizar diferentes situaciones libremente. Para su implementación igualitaria, es necesario deconstruir representaciones ligadas a la psicopatología o a la moral sexual, que operan con la idea de degeneración y marginalidad. Hay que destacar que muchos casos de abuso sexual fueron denunciados a partir de la implementación de la ESI. Esta es una herramienta que va más allá del contenido, permite algo sumamente importante que es la circulación de la palabra. Si pensamos que puede haber infancias ligadas a las disidencias que dentro del seno familiar no son escuchadas, esta instancia educativa sería el espacio propicio para contenerlas y garantizarles derechos.
¡Escaneame!
Necesitamos saber que...
Las manifestaciones de autopercepción de género comienzan en promedio a los 5 años. Solo el 6% de las familias tiene como primera reacción la aceptación, sin vincularlo a un malestar o padecer. El 36% de las familias no pueden terminar el trámite de cambio de DNI. 6 de cada 10 escuelas no están preparadas para brindar apoyo.
Datos relevados por la Asociación Civil Infancias Libres en un informe realizado en 2018 y 2019.
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Desafíos virtuales
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¡Escaneame!
Este contenido fue elaborado de manera colaborativa, a propuesta del equipo docente y sin su presencia. Recupera aportes realizados en tiempo real por 20 estudiantes el jueves 15 de octubre en el marco de un Paro Universitario Nacional.
Una semana más desde casa participando de las clases virtuales. La pandemia me llevó a transitar el tercer año de la carrera desde la (in)comodidad de mi habitación. Me levanto y mientras preparo un café, miro por la ventana y pienso en todo lo que tengo que hacer en el día. Reviso por decimoséptima vez los archivos e ideas que vengo ordenando minuciosamente desde el inicio del cuatrimestre. La falta de contacto humano se hace sentir un poco más con el paso del tiempo. Los mates que se pasaban de mano en mano y las charlas en los pasillos de la facultad fueron reemplazados por la frivolidad que encierran las pantallas. Mis compañeres se convirtieron en imágenes del mosaico de Zoom o Meet. Hoy la cátedra del Taller de Producción Gráfica-Redacción nos pidió que nos conectemos 15 minutos antes de lo habitual. Nunca me preocupé tanto por mi puntualidad. «¿¡Otro reto más!?» fue lo primero que pensé. Cuando intenté ingresar la conexión a internet falló. Leí el grupo de WhatsApp y comprobé que teníamos los mismos problemas. Sin embargo, las dificultades de conectividad no son una novedad ya que a lo largo del año afectaron el cursado de todas las materias. La ansiedad y la incertidumbre se volvieron sensaciones más recurrentes desde que se presentó esta nueva modalidad que desconocía y que sigue siendo un desafío. Una vez que me aceptaron y accedí a la reunión nos informaron que hoy había
paro docente nacional. En el cursado presencial de la materia, esto tendría mayor visibilidad y difusión. La cátedra decidió adherirse, suspender la clase y ponernos al tanto de la situación. La virtualidad no sólo conlleva la precarización de las condiciones de aprendizaje de les estudiantes sino también del trabajo docente, quienes tuvieron que adaptar los programas de estudio y las propuestas de enseñanza. En vísperas de cierre de cuatrimestre todo se vuelve un caos. El tiempo no alcanza, las correcciones pesan el doble, el sueño invade mi cuerpo y el cursado se hace más extenso. Las maneras de comunicarme y entenderme con mis pares se vuelven todo un desafío. Además, las situaciones domésticas cotidianas no me permiten activar la cámara y el micrófono o participar de manera activa como en la presencialidad. Las condiciones para estudiar dentro del hogar no son las mismas porque tampoco lo son las posibilidades de acceso, los tiempos y las comodidades que disponemos. En plena clase, una discusión entre mi mamá y mi hermano menor me obligó a trasladarme a mi pieza, donde el wifi no funciona bien. Estas situaciones también interfieren en el desempeño académico. A pesar del paro, tenemos que realizar esta pieza comunicacional de manera colaborativa en tres horas. Cae la noche y seguimos trabajando, la educación virtual me exige estar disponible 24/7. Me llegan mensajes relacionados a la facultad a cualquier hora, consignas de actividades,
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devoluciones, notificaciones de muchos grupos. Mientras debatíamos en Meet nos preguntamos sobre el sentido de esta propuesta que demandó mucho esfuerzo. A profesores y a estudiantes nos atraviesan problemáticas iguales y diferentes. También tuvimos que aprender a organizarnos para terminar el trabajo, porque ponernos de acuerdo para elaborar una crónica entre 20 estudiantes, a través de pantallas, no es tarea sencilla. La exigencia y la carga académica se multiplicaron y me resulta casi imposible desprenderme de tantas responsabilidades o relajarme un rato. De vez en cuando,
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hago una pausa y pienso: ¿cómo influye todo este estrés en mi salud física y mental? Vivir en automático me da miedo. No debería dejar mi vida en segundo plano y tener como única prioridad los estudios, pero no tengo tiempo para meditarlo. Pareciera que nunca hay tiempo suficiente. Sin dudas, esto deja en evidencia que las dificultades que acarrea la virtualidad van más allá del proceso de enseñanza y aprendizaje o las posibilidades de acceso, porque también la salud mental se vuelve una preocupación para quienes tenemos que afrontar las nuevas modalidades de estudio.
La virtualidad no es para todes Nada reemplaza el espacio áulico, el cara a cara con profesores y pares. Sin embargo, después de siete meses nos acostumbramos a la nueva normalidad: la falta de conexión, los inconvenientes del hogar que se interponen en las clases, la fusión entre el tiempo de estudio y de ocio. Pero, ¿qué pasa con quienes no pudieron acceder a esta modalidad? La educación virtual instaura esta nueva brecha, porque las posibilidades que tenemos no son las mismas y acceder a la educación, en un país donde la desigualdad es cada vez mayor, se hace más difícil. Asistir a clases detrás de las pantallas generó grandes cambios en la educación, dándole un papel fundamental a la conectividad. Las formas de estudiar y de aprender no son las mismas a las de la presencialidad. La virtualidad conlleva la precarización de la educación en sentido amplio, lo que hace aún más dificultosa la tarea de estudiar en cualquier nivel. La falta de dispositivos tecnológicos, los problemas económicos, combinados
con aquellos inherentes a la vida académica, se suman a las causas posibles de deserción estudiantil: sin internet no puedo conectarme a las clases, y ahí empieza todo otra vez. Por otro lado, el aislamiento tuvo gran impacto en nuestra salud mental. El estrés, la ansiedad y el cansancio son recurrentes y hoy se sienten aún más, lo que influye de manera negativa en el ámbito educativo. Consideremos además la precarización laboral docente, en un contexto donde no se reconoce su trabajo, pero tampoco se visibilizan sus luchas y protestas. Las modalidades de educación semipresencial y a distancia son una novedad que la mayoría de docentes y estudiantes no elegimos, y la coyuntura social y educativa impone condiciones que a veces no son favorables. Los problemas propios de cursar una carrera a distancia son una realidad que nos atraviesa y exigen un mayor esfuerzo de adaptación a estos cambios que ya se instalaron, sin dudas, para permanecer...
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Condena social
El escrache como forma de empoderamiento popular Desde sus orígenes es utilizado para visibilizar la impunidad de agresores y delincuentes en posición de privilegio. Así lo afirman Horacio Coutaz, militante e hijo de víctimas de represión durante la dictadura, y Luján Pintos, activista feminista de nuestra ciudad. Este pasaje de lo privado a lo público tiene su aplicación en las calles y también en las redes sociales. ¿Qué es? Según el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, la palabra escrache refiere a la «manifestación popular de denuncia contra una persona pública a la que se acusa de haber cometido delitos graves o actos de corrupción». La acción de protesta, sin embargo, no termina cuando la gente se retira de las movilizaciones, sino que continúa todos los días, cuando al escrachado «no le venden el pan o el diario, cuando se levantan de un bar si no se va, cuando no deja de sentir la mirada del pueblo». Así proclamaron los militantes de Hijos e Hijas por la Identidad y Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S), en un discurso contra el genocida Jorge Luis Magnacco en 2018. Con las denuncias públicas se reclama justicia. Una justicia que se aleja de lo institucional, que busca una salida ante la imposibilidad de la condena legal: la condena social, aquella que reivindica el pueblo cuando señala a quienes atentan contra sus derechos. Sus orígenes: H.I.J.O.S Horacio Andrés Coutaz es abogado, militante e hijo de víctimas de represión militar durante la década de los 70. En Hacer justicia en tiempos de transición, resume la situación democrática de nuestro país en tres líneas: «Entre la primera ruptura institucional de 1930 y 1983, la Argentina conoció más gobiernos que llegaron al poder por las botas que por los votos».
A mediados de 1990, ya en democracia y con la herencia de años oscuros de violencia y corrupción, gran parte de los partícipes del golpe de Estado estaban libres y absueltos. Las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, sancionadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín y señaladas por organizaciones políticas y sociales como Leyes de Impunidad junto con los indultos aplicados por el presidente Carlos Menem, amparaban y eximían de culpa a los genocidas. En ese contexto surgió la organización H.I.J.O.S en 1995, conformada por hijos de desaparecidos, exiliados, presos políticos o fusilados durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar argentina. Estos jóvenes organizados que reivindicaban la militancia de sus padres y madres sembraron, según Coutaz, el «ingreso de una nueva generación, más masiva, en la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia». Es a partir de su activismo, y el de otros «hijos de la misma historia», que se comenzó a utilizar el escrache como una nueva herramienta política de denuncia popular.
«Ni Madres ni H.I.J.O.S. aceptaron el espacio público como zona de prohibición»
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«¡Alerta, alerta, alerta a los vecinos, al lado de su casa está viviendo un genocida!» Los militantes irrumpían en los domicilios o espacios laborales de los involucrados en los crímenes con murgas, teatralizaciones y discursos con el objetivo de llamar la atención de la ciudadanía. Las consignas y frases exclamadas mostraban claros contradestinatarios: los militares y civiles implicados y los gobiernos democráticos que sostenían la impunidad. Los cánticos retumbaban en las calles y la vía pública era intervenida con carteles y pintadas. Se hacía uso del mapeo, donde se señalaban las direcciones de los represores para que los vecinos los conozcan y «se ponga en discusión que cada uno podía vivir al lado de un genocida», expresó Coutaz. Lo público era apropiado, politizado y resignificado. El Grupo de Arte Callejero, manifiesta en GAC: Pensamientos, prácticas, acciones que «Ni Madres ni H.I.J.O.S aceptaron el espacio público como zona de prohibición. Por el contrario, lo usan como lugar sobre el cual desplegar un modo de la acción que hace énfasis en el rol de la memoria como función del presente, y no sólo del pasado. Una memoria viva, activa, actual». El lema «si no hay justicia, hay escrache» se había instalado en el pueblo.
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Hablar es autodefensa: los feminismos En las marchas por el #NiUnaMenos, en los plenarios, en las reuniones y en las redes sociales, el escrache fue apropiado por sectores del feminismo para denunciar a violadores y abusadores que no son juzgados por la justicia. Al calor de la lucha feminista y de los debates en asambleas se cuestiona el carácter punitivista de estas medidas, el separatismo y la conservación de ciertos espacios libres de hombres hetero cis. También se discute el rol del círculo social del agresor escrachado: sus amistades, su pareja, su familia. Los escraches se realizan con la intención de alertar. Funcionan como una especie de castigo, ya que no dejan lugar para la defensa del acusado, y en ocasiones su veracidad es puesta en duda por su carácter anónimo. Sin embargo, muchas veces es la única herramienta con la que cuentan las víctimas. En carencia de una justicia con enfoque de género y feminista, a falta de un Estado que brinde recursos para combatir la cultura de la violación, quedan muy pocas opciones. Por esto las mujeres recurren a unirse entre ellas y a replicar la voz de las que antes callaban. Luján Pintos, activista independiente de nuestra ciudad, nos
relató su experiencia con los escraches y describió que «la decisión de utilizarlos parte principalmente de haber descartado las acciones legales después de ver innumerables ejemplos donde el sistema judicial se vuelve contra las víctimas o no actúa en absoluto». Aseguró que la decisión final se toma cuando les denunciantes se sienten responsables de alertar sobre el agresor a otras personas que podrían estar en riesgo. «Decimos que hablar es autodefensa porque todas las violencias se han valido del silencio, algunas veces para llegar a ejercerse, y otras para permanecer impunes. Casi en todos los casos suceden ambas cosas a la vez, haciendo del daño algo más profundo y sostenido», agregó. ¿Cómo nos cuidamos? Hoy existen cuentas en las redes sociales que se dedican exclusivamente y de manera anónima a la visibilización y transmisión de los escraches. Una de estas es @abusadores.parana, administrada por tres militantes feministas. Como dice su biografía de Instagram, exponen «a acosadores, violadores y abusadores paranaenses». Es importante que le denunciante cuente con apoyo para analizar los detalles del escrache y que pueda asesorarse legal y estratégicamente. Lo ideal es
¡Escaneame!
evaluar en qué medio hacerlo, qué es prudente contar y si conviene (o no) hacerlo desde el anonimato. Para Pintos, el escrache es una forma de cuidado colectivo que busca la recuperación del poder sobre los hechos, la reparación emocional de las víctimas y la unión entre pares para conformar redes de apoyo. Es una práctica imponente y arbitraria. Sin embargo, hay quienes la usan con otros fines: en las redes mucha gente escracha con nombre, foto y datos personales a estafadores, maltratadores de animales e incluso infieles.
«Decimos que hablar es autodefensa porque todas las violencias se han valido del silencio» Lo personal es político Para algunes el escrache surgió como un reclamo ante la falta de juicios a delincuentes, para otres se convirtió en un fin en sí mismo: la condena social de les culpables. Ante el actuar de los gobiernos de turno, el pueblo se organizó en contra de la impunidad, denunció y puso en tela de juicio no sólo a genocidas y abusadores, sino también a la pata civil de los gobiernos, dejando atrás cierta retórica del perdón, el olvido y la reconciliación. Es importante hacer uso responsable de esta herramienta política porque con ella se pone en juego la identidad y la intimidad de más de una persona.
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PIEL Desde que somos gestades en el útero establecemos nuestro primer lazo emocional con nuestra madre. Crecemos en entornos diferentes que no escogemos, porque la familia no se elige, pero con el paso del tiempo establecemos vínculos en diversos ámbitos que caracterizan la vida en sociedad. Pasamos la vida entera entablando distintas relaciones, algunas más durables e intensas que otras. La mayor cantidad de contactos se presenta en nuestra adolescencia, cuando empezamos la universidad o entramos a un trabajo, porque los diálogos son constantes. La fuerte presencia de estos lazos en nuestro día a día nos permite entender fácilmente de qué hablamos cuando decimos hambre de piel. De un día para el otro nos vimos obligades a vivir en un nuevo tipo de sociedad, entre individualismos disfrazados de pluralidad. «Cuidate para cuidarnos» se multiplica en carteles de la vía pública y en los portales digitales. Los medios ya no transmiten las estadísticas con la misma gravedad que al principio de la cuarentena. Los números siguen siendo aterradores y nos producen miedo al contagio, pero también a volver 16
al contacto. El COVID-19 nos hace más desconfiades. Ana Sánchez Anegón, terapeuta emocional, nos cuenta que «es complicado recuperar la confianza cuando uno recibe mensajes constantes de miedo y alerta. El cuerpo siente que existe un enemigo invisible, y aunque la cabeza quiere controlar ese miedo, el cerebro reptiliano indica que existe un peligro. Hay un diálogo entre la cabeza y las emociones e instintos».
«Es complicado recuperar la confianza cuando uno recibe mensajes constantes de miedo y alerta. El cuerpo siente que existe un enemigo invisible» Les argentines somos seres sumamente sociables que encontramos cualquier motivo para festejar, y esto nos diferencia de otros países que, al no disfrutar nuestra cercanía, tampoco sufren de la misma manera la falta de contacto físico. El aislamiento nos ata de pies y manos, pero también del corazón, no lo vamos a negar. Dejamos de lado los almuerzos familiares de los domingos, las rondas de mate y los saludos con besos. Ahora festejamos cumpleaños por Zoom, vemos la recibida de une compañere por Meet, miramos películas coordinando para darle play al mismo tiempo y un sinfín de circunstancias modificadas por la pandemia que dieron lugar a la virtualidad. Van ocho meses de aislamiento, en los que pasamos por diferentes etapas, intercalando la cuarentena obligatoria con las actividades que se van permitiendo. A pesar de que se intenta volver a la normalidad, el detalle de los barbijos en algunos rostros y la cantidad de casos positivos nos demuestran que todavía estamos lejos de retomar el contacto físico con total seguridad. Con la incertidumbre de una vacuna que parece nunca llegar y el deterioro económico de la sociedad en general, el hartazgo y el miedo nos invaden. «La distancia implica una restricción
comunicacional que puede producir síntomas psicosomáticos que se expresan como alergias, manifestaciones respiratorias, estados de ansiedad que lleven a agitación psicomotriz, insomnio o aumento de los vínculos violentos. Esto sucede especialmente en los niños, las mujeres, los adolescentes y la gente mayor», nos cuenta la psicoanalista Mabel Burin. La tecnología permite que podamos expresar emociones, hablar con personas a la distancia, compartir opiniones, cuidar, proteger y querer. Lejos está de completar en su totalidad los lazos comunitarios, aunque queda clara la importancia de la comunicación que, en esta coyuntura, es a través de internet. Sentimos la inmediatez del cuerpo de le otre de una manera distinta, hay una afectividad que surge de manera diferente. «El mundo cambia en la transformación de las tramas, del tejido, como si fuéramos babosas o arañitas que vamos tejiendo la red de relaciones a nuestro alrededor. Y esta pandemia está transformando las maneras en que tejemos nuestro alrededor inmediato», nos enseña Rita Segato. Nuestras vidas cambiaron y nos queda el desafío por delante de encontrar la forma de saciar tanto hambre de piel.
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Vivir siendo mujer
El día comienza y con él las diferencias, no porque queramos, sino porque nos criaron así. La mujer en su rutina, tiene que pensar miles de situaciones antes de cada paso. Nos lavamos la cara y además nos maquillamos, a veces con ganas y otras sin ellas. Porque nos enseñaron a tener una buena imagen, aunque un exceso de maquillaje puede producir el efecto contrario. He visto a mi hermano elegir ropa al azar y salir, en cambio para mí vestirme implica pensar que quizás ese short sea demasiado corto para ir a la facultad o esa musculosa demasiado escotada para trabajar. Termino eligiendo los jeans por más calor que haga, para sentirme menos vulnerable. Así inicia mi jornada. Subo al colectivo y siempre opto por los asientos individuales, creo que es porque la última vez que me senté en los dobles un tipo me miró todo el camino hasta que logró sentarse al lado. Cuando me di cuenta mi corazón se heló y sentí el miedo recorrer todo mi cuerpo. Apareció la sensación de impotencia y mi instinto me llevó a clavar los ojos en la ventanilla, pero sentía los suyos agujereándome el cuello. Solo pude respirar cuando se bajó. Continuamente me consuelo pensando que hay situaciones peores, por ejemplo a una amiga un degenerado la siguió una cuadra cuando salía de la facultad y después se le tiró encima diciéndole obscenidades. A otras les han gritado palabras repugnantes, las intentaron tocar y hasta secuestrar. Es algo egoísta resguardarme en la suerte de que no me ha sucedido
nada grave, porque nadie tendría que vivir ninguna situación así. Todos los días veo en las noticias casos de violaciones y feminicidios, porque siempre hay varones que se creen impunes y con derecho a hacer de nosotras lo que deseen.
«Es algo egoísta resguardarme en la suerte de que no me ha sucedido nada grave» Esa es solo una parte, las mujeres no solo tenemos presiones sobre nuestra imagen y vivimos bajo la inseguridad de que en cualquier momento un machito con ganas de sentirse más poderoso nos haga lo que quiera, sino que además persiste todavía la postura de que el combo de responsabilidades familiares, profesionales y hogareñas tienen que ser resueltas por mamás, hermanas, compañeras, parejas o amigas. Desde tender una cama hasta resolver un trámite que fácilmente podrían hacer ellos mismos, se espera que todo lo hagamos nosotras, porque siempre fue así. ¡Esa actitud tiene que cambiar! En esta cuarentena las exigencias se intensificaron al entrelazarse actividades académicas, profesionales y relaciones familiares dentro de las paredes del hogar. Pienso en diferentes situaciones: la mujer que trabaja pero a la vez hierve los fideos para el almuerzo, la docente que da clases mientras sus hijes corretean alrededor, la
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piba que intenta estudiar pero el entorno supone que está esquivando los quehaceres domésticos. También imagino a la trans que una vez más debe relegar la lucha por sus derechos mientras busca la manera de subsistir. Y me pregunto: ¿todes tenemos la misma exigencia o nosotras cargamos con un plus? Luchamos contra los prejuicios todos los días. La mayoría hemos atravesado alguna relación tóxica o hasta violenta. Sentimos miedo, pero también el anhelo de poder acompañarnos y ayudarnos desde la solidaridad sin juzgarnos, fortalecer nuestros vínculos para deconstruir las estructuras tan fijas sobre las que estamos paradas. Es un proceso de cambio que se elige y empieza en una misma.
«Elegimos vivir libres y sin miedo, aunque la nuestra sea una lucha de todos los días» Me voy a descansar con la certeza de que las mujeres, en nuestra lucha feminista, hace tiempo y de forma constante rompemos lenta pero firmemente las imposiciones patriarcales con las que fuimos criadas. Abrimos la mirada y descubrimos que la violencia nos atraviesa a todas y debemos seguir peleando para acabar con ella. Elegimos vivir libres y sin miedo, aunque la nuestra sea una lucha de todos los días. Hasta que de tanto romper entiendan que el tiempo de cumplir sus estereotipos terminará.
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CALLADITOS SE VEN MÁS BONITOS El acoso sexual callejero, ¿no es para tanto o es para mucho? Todos los días las mujeres recorremos la ciudad y como si fuera el pago del peaje por portar un género, desconocidos nos acosan de diferentes maneras. Todas podemos afirmar que en algún momento caminando solas por la vía pública alguien nos gritó una obscenidad. ¿Quién no vio a un tipo dirigirle miradas lascivas a nuestro cuerpo como si fuese un pedazo de carne? Muchas sentimos alguna vez que uno o varios varones nos perseguían. ¿A quién no le temblaron las piernas o la invadió la furia porque un par de machos se creyeron con derecho de decirnos o de hacer con nosotras cualquier cosa? Que un varón le haga un comentario sexual explícito a una mujer no es un halago. Que la toque en la vía pública sin su aprobación, tampoco. Que le muestre sus genitales o se masturbe frente a ella, menos. Sin embargo, en la cultura patriarcal y machista el acoso callejero es una conducta válida y aplaudible. La normalización de estos actos repudiables demuestra que socialmente persiste la idea de que el acoso sexual es un piropo que debe agradecerse. No es así, es una práctica que violenta los derechos de las mujeres y que es necesario erradicar. El acoso callejero es la forma de violencia de género más naturalizada. Según un informe de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), un 93% de mujeres asegura haber sufrido acoso sexual callejero a lo largo de su vida
y un 80 % sentirse insegura al transitar por las calles. Que nos silben, nos chiflen, nos toquen bocina, nos tiren besos o nos intenten manosear es moneda corriente cada vez que salimos a la calle. Estas situaciones pasan tan seguido que parecen inevitables, como si fueran inherentes a nuestras vidas. Causan malestar, indignación, humillación, inseguridad y miedo. Pero, más importante aún, privan nuestra libertad y autonomía. Hasta ahora el acoso callejero es considerado una contravención solamente en la ciudad de Buenos Aires. Esto tiene que cambiar porque las mujeres tenemos los mismos derechos que esos varones que nos acosan. Incluso el de transitar libres y tranquilas por el espacio público. No queremos sentirnos valientes cuando salimos a la calle, queremos sentirnos seguras.
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Erotismo digital
¿ En tiempos de distanciamiento social nuestra conexión con les demás es limitada. Todes, independientemente de la edad, lo notamos y padecemos. La rutina, las actividades de ocio y las relaciones sociales se adaptan, a la fuerza, a lo que la nueva realidad parece imponer: vivir sin tocarnos (o, al menos, intentándolo). Los abrazos, los besos, las caricias y las miradas parecen haber existido en un plano que se aleja inmensamente del que hoy transitamos. La falta de contacto físico puede causarnos tristeza y frustración, y nos hace extrañar momentos pasados. Además, la incertidumbre ante un nuevo paradigma, el miedo al contagio, la obligación de cuidarnos de manera constante y de tener que lavarnos las manos, usar barbijo y distanciarnos, pesan sobre nuestras emociones. El erotismo no está por fuera de lo que sucede. Por el contrario, todo repercute directamente en nuestras formas de vivir y compartir el deseo. La relación con otros cuerpos y con los propios se desfigura y se transforma. El encierro puede llevarnos a afianzar la relación con nuestra corporalidad o causar el efecto contrario. Aunque con un virus al acecho la pareja sexual más
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? segura somos nosotres mismes, puede ocurrir que no encontremos la motivación para encender esa llama que antes parecía florecer espontáneamente. Según Judith Butler, el deseo es el «movimiento ambiguo del sujeto hacia el mundo: devorar y exteriorizar, apropiarse y dispersar». Como el mundo pre-pandemia ya no existe, surge la necesidad de reinventarse dentro de cada vínculo. Y eso incluye, además del afecto, la sexualidad. Las diferentes prácticas sexoafectivas son reemplazadas por mensajes, reacciones en las historias de Instagram y memes, en una especie de «apareamiento virtual».
«Las diferentes prácticas sexoafectivas son reemplazadas por mensajes, reacciones en las historias de Instagram y memes» Cuando no existía internet, la distancia entre enamorades se acortaba con el sexo telefónico, que se practicaba mediante el teléfono fijo. La diferencia es que antes las
¡Escaneame!
personas sólo podían escucharse y le tocaba a la imaginación hacer el resto. Hoy, en cambio, tenemos la posibilidad de transmitir más sentidos: además de oírnos, nos podemos ver. En la actualidad, el sexting consiste en la circulación de contenido erótico, sexual o pornográfico mediante el envío de imágenes, videos, audios o mensajes de texto en diferentes dispositivos electrónicos. Sólo queda muy poquito por sentir: todavía no nos podemos oler, tocar o probar. Sin embargo, aunque esta práctica sea llamativa y más aún en este contexto, no siempre es segura y hay que llevarla a cabo de manera responsable. «Pedí consentimiento y no divulgues imágenes de la otra persona. Usá aplicaciones donde se borra lo compartido, y si dudás de que la persona sea la que te está hablando pedile que te mande una foto haciendo algo en particular», escribe Cecilia Ce, Licenciada en Psicología y sexóloga que es furor en Instagram. Si bien sirve como alternativa, el hecho de sextear pone en jaque cuestiones como la importancia de la piel, las expre-
siones faciales, el lenguaje corporal y los movimientos característicos de la coloquialidad en la comunicación. Los píxeles de una pantalla no reemplazan la compañía de otra persona. Los mensajes no brindan calor ni pueden acompañarnos de la misma manera que alguien de carne y hueso. Incluso el silencio estando cerca de le otre no es lo mismo que un mensaje sin contestar: en uno sentimos la presencia y en el otro sólo esperamos una respuesta. En Argumentos: estudios críticos de la sociedad, Beatriz Ramirez Grajeda, Doctora en Psicología Social, explica que «la comunicación digital permite, en apariencia, estar siempre conectados con otros, pero el carácter impresencial de esta comunicación no logra superar el sentimiento de soledad acompañada». Con la interacción física negada y el deseo postergado a un segundo plano, contamos con las alternativas que nos brinda la virtualidad para sobrellevar este momento. Pero, ¿stalkear, poner like en una selfie o verbalizar el deseo puede, de alguna forma, reemplazar el (con)tacto con otra persona?
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Pilotear entre el caos y la incertidumbre En el entramado de sucesos sociohistóricos de este año pandémico, donde todos los días pasó y pasa algo nuevo, significativo y caótico, producimos esta edición de la revista. ¿Cómo seleccionar, entre tanta crisis y con esta agenda, aquello que queríamos contar?¿Cómo seguir trabajando cuando el mundo se nos cae encima? Creemos que es imposible permanecer al margen de las luchas sociales o ser indiferentes con lo que sucede por fuera de nuestras cuatro paredes. Por eso, nos propusimos salir de los lugares comunes para ahondar en el concepto de crisis. Buscamos visibilizar el recorrido de todes ante una nueva coyuntura, exhibiendo las problemáticas que nos atraviesan como seres sociales. Nos encontramos con incertidumbres propias del trabajo colaborativo, pero logramos superar nuestros límites y tener debates muy intensos sobre las ideas que queríamos plasmar. POSTA significó ir más allá de nuestras individualidades, despojarnos de prejuicios, empatizar con le otre y fortalecer el trabajo en grupo.