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COLOMBIA Y VENEZUELA, JUNTOS POR SIEMPRE
Opinión
Director Ejecutivo. Área de Estudios Económicos, Cámara Colombo-Venezolana.
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La relación colombo-venezolana se ha visto afectada por la dificultad política para mantener un diálogo acorde a los intereses mutuos, cuyas propuestas y su desarrollo en lo económico contribuirían al diseño de una hoja de ruta que propenda por la recuperación del aparato productivo del hermano país y el resurgimiento de la integración bilateral.
La crisis venezolana de los últimos años se caracteriza por una caída en el Producto Interno Bruto total y per cápita durante el período 2013-2018 de cerca del 50% y del 70% del comercio total (tanto de exportaciones como de importaciones), lo que ha significado una crisis de la demanda interna que se manifiesta en la escasez inclusive de los productos básicos (alimentarios y farmacéuticos) más esenciales.
Lo anterior es evidente cuando se analiza la caída en la producción de petróleo y lo errático en el comportamiento de sus precios en el mercado internacional, puesto que de este producto dependen más del 90% de los ingresos externos de ese país.
Si a esto se le suma una política cambiaria de controles que contribuía a la ineficiencia, e inclusive a prácticas desleales en el manejo de las divisas, un aumento en el endeudamiento externo con China y Rusia, un incumplimiento en las obligaciones con respecto a los bonos país y de PDVSA, con un default a la fecha cercano a los 10.000 millones de dólares y una política de expropiaciones que ha significado condenas en los tribunales de arbitramento, especialmente en el CIADI, de más de 24.000 millones de dólares, así como los incumplimientos en materia de obligaciones comerciales, la consecuencia es la de un cierre absoluto a la posibilidad de acceder a recursos externos de cualquier tipo en el corto y mediano plazo, a no ser que se recupere la credibilidad en la política económica, lo que no parece ser viable en el modelo político dominante.
En lo interno, la caída de la producción y la demanda, así como la de las importaciones, a la cual se adicionó una política monetaria increíblemente expansiva condujo a fortalecer una hiperinflación sin control que generó en gran parte la dolarización de la economía. La política fiscal es a su vez deficitaria, entre el 15 y 20% del Producto Interno Bruto.
No obstante, antes de la crisis, Venezuela era uno de los pilares del crecimiento económico de la región, reflejado en sus ingresos externos por petróleo y su capacidad de importación. Hasta el 2012, con su mejor comportamiento en el 2008, la complementación económica y comercial generada por la liberalización del comercio significó un desarrollo virtuoso para las dos economías. Desafortunadamente, las dificultades descritas llevaron a una crisis sustantiva en las relaciones económicas, políticas y comerciales bilaterales.
Si se modifica el modelo económico de Venezuela, Colombia será un actor realmente importante en la recuperación de corto y mediano plazo como proveedor confiable de productos alimenticios y farmacéuticos, de bienes intermedios y de capital, contribuyendo al mejoramiento de sectores como eléctrico y el mantenimiento curativo de empresas que han perdido su capacidad de producción y, por supuesto, en la complementación industrial y productiva de las cadenas de la petroquímica, plásticos, textiles y confecciones, la siderurgia y el aluminio, con los sectores de la construcción y la metalmecánica, así como el desarrollo conjunto de la industria automotriz.
Y no habrá que olvidar la enorme potencialidad de sectores de incorporación de progreso técnico, en las tecnologías de la información o de desarrollo de capital humano, en las industrias culturales o la promoción de los conocimientos tradicionales, donde el papel de las mipyme es fundamental.
El futuro para la integración entre nuestros dos países es promisorio, no es en ningún caso una ilusión. Implicará ingentes esfuerzos para su consolidación y fortalecimiento, en lo institucional (comercial, reglas de juego con seguridad jurídica por ejemplo en inversiones, propiedad intelectual, normas de competencia, armonización sanitaria, convenios de transporte, etc.). Hay que pensar en el mañana y confiar en la construcción conjunta de un futuro común y prometedor.