GUERRA CIVIL DE ANGOLA: MÁS ALLÁ DE LAS ARMAS Adrián Romero Jurado
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ÍNDICE Introducción ................................................................................................. 3 Contexto histórico: conflicto colonial y orígenes de la guerra civil ........ 5 Partes implicadas......................................................................................... 6 Participación cubana en Angola .......................................................................... 9 Intervencionismo sudafricano ........................................................................... 13
Desarrollo del conflicto ............................................................................. 17 Fin del período internacional y consecuencias ....................................... 20 Consecuencias humanitarias ............................................................................. 21 Consecuencias socioeconómicas ....................................................................... 22 Consecuencias políticas .................................................................................... 24
Conclusiones .............................................................................................. 25 Bibliografía................................................................................................. 27
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Introducción A engi adilanga mu Longa se adila va makaya, ay´adilanga va makaya se adila Mu longa. Proverbio kikongo1. El 25 de abril de 1974 supondría una fecha de cambios para Portugal. Un día antes, los portugueses se habían acostado bajo el dominio autoritario del Estado Novo, y apenas veinticuatro horas después la Revolución de los Claveles iniciaba un proceso pacífico de transición democrática. Sin embargo, la pugna por el cambio de régimen no había ido acompañada únicamente de movimientos pacíficos. La guerra llevaba gestándose en el país europeo desde hacía más de una década, si bien el conflicto se oía lejano desde el palacio de gobierno de Marcelo Caetano. Mientras en las plazas de todo el país se cantaba Grândola, Vila Morena, a más de cuatro mil, seis mil y hasta siete mil kilómetros de distancia, los enfrentamientos entre las fuerzas armadas portuguesas y los movimientos de liberación nacional bañaban de sangre sus territorios en África. Las regiones de Guinea-Bissau, Angola y Mozambique llevaban alzadas en armas desde la década de los sesenta, y la caída del gobierno les sorprendió tanto como a los portugueses de la metrópolis. El régimen salazarista, que hasta aquel entonces se había opuesto a promover la libre determinación, había caído, y con ello se cernía la duda sobre el futuro de las colonias portuguesas. Aunque la Revolución de los Claveles marcó un alto el fuego entre las partes enfrentadas con el fin de iniciar un proceso de independencia negociado, la incertidumbre era aún latente en los nuevos Estados. Con un aparato gubernamental aún por desarrollar, debían tomar las riendas de sus países en un contexto marcado por el recrudecimiento de la Guerra Fría y el intervencionismo de terceros Estados, tanto africanos como extranjeros. Si el más famoso periódico de noticias portugués por aquel entonces, Diário de Noticias, declaraba el 25 de abril de 1974 sobre Portugal cómo era «importante concienciar al país para que escoja al régimen en el que quiere vivir»2, las colonias portuguesas debían seguir un camino similar. Angola, país cuya guerra contra la dominación portuguesa se había extendido por más de trece años, era a mediados de los setenta un país dividido. Con unas estructuras políticas precoloniales cercenadas por el proceso de «Portugalización» de Salazar y el rechazo de las distintas comunidades que habitaban Angola para ser consideradas parte del nuevo estado, el país arrastraba grandes divisiones y un difícil proceso de independencia. A su vez, este evento marcaba un nuevo punto y aparte en el proceso de descolonización, siendo una de las últimas grandes colonias en obtener la independencia
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«Aquel que come en un plato, tarde o temprano comerá sobre hojas». Esta frase es atribuida al General Antonio de Spínola, posteriormente primer presidente de la República Portuguesa. Cita traducida del texto original: «É importante consciencializar o país para que escolha o regime em que quer vivir». 2
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para convertirse en ese «punto de inflexión en la “revolución inacabada de África”» (Sadiqali, 1976)3. Cada uno de los movimientos de liberación nacional que habían luchado contra la antigua metrópolis se encontraban enfrentados por causas fundamentalmente políticas e ideológicas. Por una parte, El Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) se mostraba como un movimiento derechista y anticomunista apoyado por el régimen de Mobutu en Zaire (actual República Democrática del Congo) y comandado por su cuñado Holden Roberto. Una escisión del movimiento provocaría el surgimiento de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), liderada por la carismática figura de Jonás Savimbi. La UNITA, a pesar de mantener una retórica conservadora, no impidió adoptar parte de las técnicas guerrilleras de Mao, llegando a colaborar ocasionalmente con los portugueses para asegurar su supervivencia (Marcum, 1976). Por último, el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) de Agostinho Neto basaba su lucha en el pensamiento socialista, siendo apoyado por un amplio sector de la población izquierdista, tanto colonos portugueses como nativos angoleños. Esta última facción obtendría el reconocimiento posterior de Portugal y de la ONU para ser investido como partido soberano del nuevo Estado angoleño. Desde la Guerra de Independencia contra Portugal, la falta de consenso entre cada movimiento era evidente. Además de evitar emprender acciones conjuntas, realizando intervenciones militares desde distintos puntos del África austral (MPLA en el enclave de Cabinda, FNLA desde Zaire y la UNITA a través de Zambia), tras la Revolución de los Claveles se negaron a firmar la paz con Portugal de forma paralela. De hecho, los primeros procesos de paz multilaterales entre los líderes de los distintos grupos en Kinsasa también resultaron infructíferos. La imposibilidad de lograr un acuerdo entre los contendientes llevaría a Angola a iniciar un nuevo conflicto que se convertiría uno de los más largos en la historia del África Subsahariana del S. XX. La división del país era clara desde el momento de su independencia, característica de un Estado sin nación. In the capital, Luanda, huge crowds cheered, and soldiers fired shots into the air as the new country's flag was raised at midnight. However, the main groups vying for power held separate independence ceremonies. The MPLA held a huge ceremony at a stadium in the capital, Luanda, attended by a representative from the Soviet Union. (…) Meanwhile, the rival Union for the Total Independence of Angola (UNITA) announced it had joined forces with another liberation movement [FNLA] to form a national council which would act as Angola's government.
BBC (1975).
Cita traducida del texto original: «the Angolan conflict was a turning point in “Africa´s unfinished Revolution”». Legum, C & Hodges, T. (1976) After Angola: The War Over Southern Africa. Rex Collings (p.236). Londres. 3
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Contexto histórico: conflicto colonial y orígenes de la guerra civil El inicio de la Guerra de Independencia de Angola, si bien no fue objeto de sorpresa para el gobierno central, sí fue un evento inesperado para el pueblo portugués y la opinión nacional. Las primeras iniciativas armadas contra objetivos militares portugueses fueron llevadas a cabo por el MPLA, aunque el FNLA ya había comenzado a movilizarse en las provincias fronterizas del Zaire. Ambos movimientos fueron apoyados por el Movimiento Anti-Colonialista4, la Organización para la Unidad Africana (OUA) y países de la comunidad internacional. Estos últimos no miraban con buenos ojos las acciones de la Portugal de Salazar y su deseo por mantener el dominio colonial, en contraste con la progresiva renuncia de la soberanía directa sobre África de otros Estados como Francia o Reino Unido Portugal, debiendo mantener simultáneamente tropas en distintas regiones coloniales, se veía forzada a la negociación continuada con los movimientos de liberación. Según la Dra. María José Becerra (2007), especialista en conflictos interestatales en África Subsahariana: «Portugal pretendía un cese del fuego para negociar, mientras que los grupos de liberación querían negociar para aceptar luego el cese del fuego» (p. 7). En un primer momento, los acuerdos se firmaron por separado a través de sucesivas reuniones en Kinsasa y siendo promovidas por la OUA. Tal era la divergencia entre los grupos que incluso en actos de negociación previos a Kinsasa la UNITA no era reconocida como movimiento de liberación, a pesar de la influencia que poseía en el este del territorio y el apoyo parcial que obtenía de la FNLA. Finalmente, el tratado de Alvor reconocería la validez de la UNITA, siendo a partir de ese momento tres las facciones que debían sentarse en las mesas de negociaciones para decidir el traspaso de poderes tras la independencia. La división entre grupos siguió aumentando de manera significativa a lo largo de los meses. Por ejemplo, desde los ataques realizados por miembros del Frente Nacional de Liberación contra los miembros del MPLA en el norte de Angola en 1961, ambos se habían excluido de cualquier tipo de acuerdo. De igual forma ocurría con la UNITA, al ser esta una escisión de la FNLA. No sería hasta una reunión celebrada en Mombasa (1975) que se acordó una negociación conjunta por todos los grupos armados que habían participado en la lucha por la liberación de Angola hasta antes del 25 de abril de 1974, día del alto el fuego con Portugal (Becerra, 2007: 8). Sin embargo, las dificultades por encontrar un acuerdo beneficioso para todas las partes derivaría en una escalada de tensiones entre las distintas formaciones por obtener el poder político y militar que los proclamase como líderes indiscutibles del nuevo Estado angoleño. El país, dividido tanto étnica como políticamente, abocaba la transición pacífica al fracaso. La MPLA, a pesar de que trató de unificar los tres frentes en uno común, constató que las diferencias ideológicas frenarían cualquier tentativa de pacto. Para mayor desgracia, en intentos de negociaciones posteriores Portugal fue excluida
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El Movimiento Anticolonialista o MAC, fundado a finales de los 50 en la capital portuguesa a manos del líder revolucionario de Guinea-Bissau Amílcar Cabral, fue fundamental para unificar las ideas de todos los movimientos anticoloniales gestados en las principales colonias portuguesas en África.
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como intermediaria aun poseyendo todavía tropas en el territorio. En contraparte, poco a poco se fue dejando claro el intervencionismo extranjero en la región, hasta volverse insostenible para las Fuerzas Armadas mixtas5 mantener la seguridad del país. El 11 de noviembre, tras varios meses de enfrentamientos, la MPLA proclamaba de forma unilateral la República Popular de Angola. Obteniendo el reconocimiento internacional al tener bajo su control la capital, Agostinho Neto solo necesitaba expulsar a las fuerzas de la UNITA y FNLA para asegurar su mandato. La Guerra Civil de Angola se iniciaba tan solo dos días más tarde, pero su fin no llegaría hasta veintisiete años después.
Partes implicadas Al escuchar al entonces presidente angoleño durante la Segunda Asamblea Popular del MPLA en 1975, este justificaba la acción armada como un método para «resistir cualquier forma de agresión imperialista». De acuerdo con un extracto de una entrevista realizada para un medio de comunicación francés, Neto declararía los siguientes postulados6: Entrevistador (E): «¿Qué vienen del interior o del exterior?» [Con respecto a las acciones armadas]. Agostinho Neto (N): «Sobre todo del exterior». (…) E: «¿Espera que la guerra civil continúe?» N: «Sí». E: «¿Piensa que la guerra durará de nuevo mucho tiempo?» N: «Eso depende. Si pudiera hacer esa pregunta a los camaradas de Vietnam cuando comenzó la guerra, ciertamente serían optimistas (…). Pero nosotros estamos preparados para una guerra muy prolongada» E: «¿Sus amigos han decidido apoyarlo hasta el final?» N: «Pensamos que sí». E: «Ha recibido garantías?» N: «No. Ante todo, la garantía somos nosotros mismos. Nosotros tenemos la esperanza de la fuerza moral (…) contra los invasores extranjeros».
Por su parte, Jonás Savimbi calificaba los enfrentamientos llevados a cabo en territorio angoleño como antipatrióticos, culpabilizando a la MPLA de haber arrastrado al país hacia la guerra7:
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Las Fuerzas Armadas mixtas fueron un cuerpo militar creado tras los Acuerdo de Alvor, compuesto por tropas procedentes de los tres movimientos de liberación popular (UNITA, MPLA y FNLA) y con el fin de crear un ejército nacional provisional. Sin embargo, los artículos fueron flagrantemente violados por las partes firmantes, pues todos ellos mantuvieron gran parte de sus efectivos bajo su mandato. 6 Las siguientes citas han sido transcritas, adaptadas y traducidas del francés, siendo extraídas del vídeo original Ferreira, M. (8 octubre, 2018). Agostinho Neto 2ª Assambleia Popular – Luanda, Angola 1975 [Documento audiovisual] Min. 3:06-4:33. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kiAB0NIHacM 7 Las siguientes citas han sido transcritas, adaptadas y traducidas del francés, siendo extraídas del vídeo original Al Felix (2012). Jonas Savimbi – Histoire et Autres Conflits. [Documento audiovisual]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=N09FWPdBUu4
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Pensamos que la guerra civil que se vive hoy en nuestro país es un acto antipatriótico, y pensamos que el culpable de esta guerra es el MPLA (…) El FNLA no estaba de acuerdo con esta guerra civil, así que nos juntamos con el FNLA (…) El MPLA comprende según sus análisis, que nosotros consideramos superficiales, que será la guerra civil la que podrá conducirnos hacia un gobierno progresista. Nosotros decimos: toda guerra civil es reaccionaria (…) Era necesario crear un gobierno de unidad nacional, porque la FNLA ha participado en el esfuerzo para la liberación, la UNITA también, así como la MPLA. ¿La MPLA hace la guerra civil con ayuda de quién? ¿La MPLA ha violado los acuerdos de Alvor con ayuda de quién? Con ayuda de los soviéticos.
Savimbi, J. (6 noviembre 1975). Buscando pretextos para señalar al culpable que los había llevado hacia el conflicto, las antiguas facciones anticoloniales se veían ahora más divididas que nunca, siendo el MPLA apoyado desde el extranjero por la URSS y Cuba; y la FNLA y UNITA por Zaire y Sudáfrica. Esta última llegó a obtener apoyo armamentístico incluso de la misma República Popular China, en un intento por competir contra la presencia soviética en territorio africano. En el contexto social, las distintas etnias que poblaban el país comenzaron a decantarse por uno y otro bando, a pesar de que ninguna de las formaciones prohibió por norma general el alistamiento de grupos étnicos minoritarios, salvo el caso de la población blanca urbana, que fue prácticamente absorbida por el movimiento de Agostinho Neto. Mientras el FNLA y la UNITA buscaban a través de su propaganda un Estado multicultural y diverso, el pensamiento marxista-leninista8 de la MPLA pugnaba por la unidad del pueblo angoleño en la identidad del Estado. En el fondo, para los angoleños los nacionalismos no eran más novedosos que la propia etnicidad de cada comunidad, y en todo caso la ideología marcó un conflicto político y de poder. De igual forma, las deserciones eran comunes entre uno y otro bando, y generalmente los reclutamientos respondían a la necesidad de sobrevivir en un país azotado por el conflicto más que por razones de linaje. Así lo relata Ryszard Kapuściński (1976), quien fuera uno de los más importantes reporteros de guerra en África durante la descolonización9: El prisionero [del FNLA] cuenta que en Kinsasa se organizan redadas para cazar a bakongos de Angola a los cuáles incorporan en el FNLA (…) Quien tiene francos puede pagarse la libertad (…) No se estaba nada mal en el FNLA porque te daban de comer. Mandioca y carne de cerdo. Los sábados dan cerveza. Cuando ganan una batalla, reciben dinero10.
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Si bien es innegable las influencias marxistas en el movimiento del MPLA antes incluso de la independencia de Angola, esta ideología no fue declarada por el Comité Central hasta 1976. Debido a la heterogeneidad de pensamientos en las filas intelectuales del MPLA, este alineamiento produjo inevitablemente faccionalismos. Dentro de los grupos más radicales, se produjo un intento de golpe de Estado conocido como «trama Nitsta» en 1977, desencadenando una purga interna posterior. 9 Aunque se le ha juzgado en repetidas ocasiones por mantener una crónica poco acorde con la realidad de los hechos, siendo más tendente a la narrativa ensalzada, a consideración personal defiendo la veracidad de las experiencias que Kapuściński plasma en Un día más con vida, al entender cómo, aun pudiendo darse el caso de ser una realidad falseada, y de acuerdo con otras fuentes consultadas, su visión sobre los primeros compases de la Guerra Civil de Angola no resultan en absoluto tan descabellados en comparación con lo que realmente pudo suceder. 10 Un día más con vida (1976). pp. 51-52.
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Al contrario que sus contrapartes, la ideología socialista del MPLA impedía la imposición de sanciones para los descendientes blancos y mestizos, acusando al resto de grupos de «tribalistas» e «invasores extranjeros», una afirmación más acorde con la estrategia propagandística. Según indica Inge Brinkman (2003), el MPLA consideraba que la FNLA «…no tenía lazos con Angola y el movimiento solo podía sobrevivir por el apoyo de Mobutu»11. La influencia de la cultura Kongo en el Frente Nacional de Liberación y la influencia de algunos de sus líderes en la élite 12 de Zaire daba parte de razón a la idea de una formación más pro-zaireña que angolana, si bien esto se debió en parte por el mantenimiento de los principales cuartes de entrenamiento en Zaire desde la Guerra de Independencia. Sin embargo, las intensas relaciones mantenidas históricamente entre algunas regiones de Angola fronterizas con dicho país, también justificaban la influencia sociocultural. Lo que resulta innegable es que los enfrentamientos entre los defensores de los «verdaderos africanos» y la igualdad de ciudadanía entre blancos y mestizos llegaría a servir de acicate para acrecentar las divisiones entre las tres facciones. Con respecto a los países extranjeros que apoyaban de manera directa la intervención en Angola, se destacaban Cuba, Sudáfrica y Zaire. Terceros países como Estados Unidos intervendrían enviando apoyo logístico tanto a la UNITA como a Sudáfrica, o mediante comandos de la CIA. Su participación venía acompañada de su contraparte, la URSS, y la necesidad de actuar como contrapeso durante el conflicto. Por aquel entonces, el secretario de Estado del presidente Richard Nixon llegó a admitir que la intervención estadounidense no «era la intrínseca importancia de Angola, sino las implicaciones de la política exterior soviética y las relaciones a largo plazo entre Oriente y Occidente»13 (Spears, 2010). Por tanto, la participación de las superpotencias, al igual que ocurrió con otros conflictos paralelos como Vietnam o Afganistán, no era la búsqueda de una adecuada resolución entre las partes enfrentadas, sino socavar aún más el conflicto siempre y cuando ello pudiera repercutir en beneficios geoestratégicos. En este caso, el país americano no solo intervenía en Angola por razones políticas, pues muchos eran los intereses económicos desplegados en la nación del África austral. Así lo ejemplifica el africanista y profesor de política en la universidad de Santa Cruz (California) John A. Marcum (1976): Los bebedores de café americanos habían consumido en los últimos años unos 100 millones de dólares de semilla de robusta de Angola al año. Y la Gulf Oil Corporation [Empresa petrolera estadounidense] desarrolló un hallazgo de petróleo moderadamente importante en el enclave de Cabinda, del tamaño de Delaware, donde bombeaba unos 150,000 barriles por día en 1975»14.
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Cita traducida del texto original: «Its leadership had no ties with Angola and the movement could only survive because of Mobutu´s support» (p. 198). 12 El líder principal de la formación del FNLA, Holden Roberto, era también asociado del dictador de Zaire, Mobutu Sese Seko, quien gracias a la intervención estadounidense le apoyaría económicamente para financiar el armamento y ejército empleados en la guerra contra el MPLA. 13 Cita traducida del texto original «was not the intrinsic importance of Angola but the implications for Soviet foreign policy and long-term East-West relations» (p.183). 14 Cita traducida del texto original «American coffee drinkers have for the past few years consumed some $ioo million of Angola robusta beans each year. And the Gulf Oil Corporation developed a moderately
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Estados Unidos llegaría a ostentar un importante papel como mediador durante las negociaciones de paz en los primeros años de la contienda, en gran medida para reducir la presencia cubana en el país, sin demasiado éxito. No sería hasta finales de la década de los 80 cuando los primeros acuerdos con el gobierno del MPLA se harían efectivos (Becerra, 2007, pp. 13-14). En el caso de la Unión Soviética, la ayuda sería enviada como respuesta por las intervenciones estadounidenses en el territorio, pero principalmente contra la injerencia china, quien apoyaba indiferentemente tanto al FNLA como a la UNITA. Por supuesto, cabe destacar el aprecio que la Unión Soviética mantenía por el gobierno de Neto, ferviente acreedor del pensamiento socialista, frente a otros países de la región como Mozambique, cuyas posturas ideológicas de izquierda habían rebajado el nivel de su retórica o, en el caso de Mugabe en Zimbabue, había preferido alinear sus intereses con la República Popular China. Por tanto, es innegable que tras la tríada de los líderes revolucionarios enfrentados (Neto, Savimbi y Roberto), también había otros políticos extranjeros que apoyaban su causa: Brézhned y Castro, Kissinger y Vorster y Mobutu respectivamente. Zaire, que desde la Guerra de Independencia había provisto al FNLA de bases militares con las que atacar a los contingentes portugueses, no tardó mucho tiempo tras el inicio de la Guerra Civil en realizar un llamamiento internacional para el apoyo tanto del Frente Nacional de Liberación como de la UNITA. Países como Francia enviarían «1.500 tropas marroquíes a Kinsasa, la capital del entonces Zaire, para unirse a las fuerzas nacionales y del FNLA» (Fernández de la Fuente, 2016), y otras tantas fuerzas mercenarias se enrolarían en el conflicto, la gran mayoría británicos procedentes de la compañía Security Advisory Services. Aparte del MPLA, FNLA y UNITA, movimientos de distinta índole se unirían posteriormente al conflicto, como la South-West African People´s Organization (SWAPO), apoyados por el MPLA y cuya principal pugna era liberar a Namibia del apartheid y el control sudafricano. Por su parte, el FLEC o Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda fue un movimiento separatista angoleño que llevaría a cabo acciones militares de guerrilla en el territorio homónimo tras ser invadido por las fuerzas del MPLA en 1975 tras la fallida proclamación de la República de Cabinda.
Participación cubana en Angola Analizar la participación cubana en Angola resulta fundamental, pues muestra en todo su esplendor la relación del socialismo castrista con el denominado «Tercer Poder»15. La ayuda que Cuba aportó al país del África Subsahariana no se caracterizó únicamente por un apoyo meramente militar, siendo un gesto de cooperación y reciprocidad en multiplicidad de campos, que iban desde la educación, el desarrollo y hasta el apartado político. Por supuesto, es innegable la inestimable ayuda logística important petroleum find in the Delaware-sized enclave of Cabinda, where it was pumping some 150,000 barrels a day by 1975» (p. 407). 15 Refiere a la capacidad de los considerados Países No Alineados durante la Guerra Fría para influir en los eventos internacionales.
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prestada por Fidel Castro a Agostinho Neto, dotándole no solo de efectivos (médicos cualificados y asesores militares), también de armamento militar innovador (cazas y armas de combate soviéticas). La acción cubana es considerada en la mayoría de los análisis sobre la Guerra Civil Angolana como determinante para el desarrollo del conflicto, al realizarse en una época donde el bloque comunista dirigido por la URSS apenas se atrevía a intervenir en países conflictivos con regímenes socialistas, a riesgo de poner en duda el proceso de distensión que había comenzado a establecer con Estados Unidos. Además, mostrar un apoyo abierto al régimen del MPLA sería justificación suficiente en Washington para intervenir incluso a pesar del reciente desastre ocurrido durante la Guerra de Vietnam. Ante del inicio de la guerra civil, Cuba ya mostraba su apoyo incondicional al MPLA frente al resto de facciones. Esto contrastaba sin duda con las estructuras del FNLA o la UNITA, claramente opuestas a la ideología marxista. Como dato añadido, cada grupo hundía las raíces de su sentimiento nacionalista según orígenes étnicos y religiosos, si bien estos solo actuaban como características coyunturales, al primar mucho más el ámbito geográfico y social. En el MPLA, la mayoría de sus miembros eran mbundu y mestizos de religión católica; baptistas bakongos en el FNLA y congregacionalistas ovimbundu en la UNITA (Brinkman, 2003). Prácticamente no había ningún blanco en el FNLA y la UNITA. Estos dos partidos eran vistos como «tribalistas» por los blancos y los miembros del MPLA. Eran partidos fundados por asimilados recientes, personas que no tenían ninguna relación con las elites nativas de la costa ni con Portugal, y a la vez estaban muy enraizados en sus comunidades locales (…). El MPLA, en cambio, era un movimiento básicamente urbano, liderado por los descendientes de los antiguos nativos y que tenía una ideología marxista y universalista.
Alcoy, D. (2007). p.69. La relación entre Cuba y el MPLA era tan intensa que ya en los años 60 el país ofrecía educación universitaria a miembros de la organización en su capital, formándoles a su vez en la luchas de guerrilla contra Portugal. Incluso Ernesto Che Guevara estableció en 1965 contactos con el movimiento durante sus acciones en el Congo, favoreciendo la representación de Cuba en la región y facilitando las políticas para establecer acuerdos posteriores con la organización revolucionaria. El país caribeño trató en todo momento de jugar un papel fundamental en su participación, siguiendo los pasos de la «solidaridad internacionalista» de apoyo incondicional a regímenes socialistas y movimientos de liberación nacional marxistas. Estamos hablando de una participación titánica, con casi medio millón de soldados cubanos habiendo participado en el conflicto hasta su retirada en 1991, así como decenas de miles de voluntarios encargados del envío y mantenimiento de los recursos logísticos. Semejante despliegue se ha constituido aún hoy como una de las relaciones de cooperación militar sur-sur más intensas del S. XX. La acción cubana en Angola puede considerarse como un apoyo consensuado entre ambos países antes que una intervención extranjera. Sin embargo, mucho se ha relatado con respecto a la participación de Cuba y la posible injerencia de la URSS para forzar su intervención. Si bien es incontestable que la decisión de Fidel Castro fue tomada por iniciativa propia, no es menos cierto que muchas de las acciones que llevó a cabo 10
sobre el país se realizaron gracias a la ayuda económica soviética. Ante todo, la cooperación Cuba-Angola era resultado de la necesidad de los nuevos Estados recién descolonizados por encontrar apoyo internacional para sus regímenes, más aún si estos se hallaban sumidos en un conflicto. Según Christine Hatzky (2015), varias fueron las razones de colaboración entre Cuba y Angola durante el conflicto. En primer lugar, aunque menos determinante de lo que se suele creer, la identificación del modelo socialista angoleño tras su independencia con el cubano. En segundo lugar encontramos lo que ella identifica a través del espacio histórico como concepto de «Black Atlantic», una noción contrapuesta a la siempre visión de este espacio geográfico como predominantemente occidental. Este principio establece que los traslados forzados de la población negra de África a las colonias americanas para trabajar como esclavos determinó una serie de normas culturales y de identidad compartidas. Castro conocía de sobra la historia del comercio de esclavos entre América y África, además del pasado colonial de Cuba, lo que le permitió valerse de ella en su discurso para justificar la cooperación con Angola. Según explica Hatzky: «él inventó una tradición en el sentido de Eric Hobsbawn16, estableciendo una continuidad con un pasado histórico apropiado, así como simbolizando su pertenencia a una comunidad real o artificial…»17 (p. 11). Por último, la cooperación cubana con Angola también jugaba a favor en su aparato político, considerando su participación como una forma de combatir al imperialismo estadounidense. Todos estos factores, unido al clímax de la Guerra Fría, llevaron el 5 de noviembre de 1975 a la creación de la Operación Carlota18 con la misión de eliminar la injerencia sudafricana y zaireña en suelo angoleño. La primera etapa se saldó con un envío masivo de tropas: treinta y seis mil cubanos voluntarios entre soldados y oficiales civiles fueron enviados para contener la invasión de la UNITA y el FNLA, siendo apoyados por países extranjeros durante los primeros meses del conflicto. El despliegue se hizo efectivo gracias a la instalación previa de campos de entrenamiento con instructores cubanos durante la Guerra de Independencia, si bien las rápidas intervenciones de las fuerzas invasoras dificultaron enormemente su desembarco, realizado tanto por aire como por mar. Además, las instrucciones aportadas por el personal de La Habana resultaban insuficientes para el MPLA, que tenía que combatir desde diferentes frentes bajo el marco de una guerra convencional y no de guerrillas. De no haber sido por la llamada de Agostinho Neto a la «solidaridad internacionalista» y el apoyo del régimen de Fidel Castro, muy probablemente la supervivencia del gobierno socialista habría sido cuestión 16
Hosbawn, uno de los más importantes historiadores occidentales del S.XX., señalaba en su pensamiento cómo los propios mecanismos sociales del individuo en el presente pueden relacionarse con las concepciones creadas por generaciones anteriores, siendo así parte de la interpretación de cada realidad histórica. 17 Cita traducida del texto original: «He therefore invented a tradition in the sense of Eric Hobsbawm, in establishing a continuity with a suitable historical past as well as symbolizing the membership of a real or artificial community…» 18 Tal y como señala Gabriel García Márquez en su artículo Operación Carlota para la revista Tricontinental 53 (1977), el nombre se dio en honor a la esclava cubana Negra Carlota, asesinada un 5 de noviembre, pues «se había alzado machete en mano al frente de una partida de esclavos, y había muerto en la rebelión. Como homenaje a ella, la acción solidaria en Angola llevó su nombre…» (p. 7).
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de meses. Aun así, el envío militar y logístico fue peligroso, y en muchos casos lento. Tal y como dejó ya entrever el Che Guevara, «la marcha de una guerrilla está determinada por el hombre que menos avanza»19. La intervención de Cuba comenzó a llevarse a cabo cuando todavía las tropas portuguesas estaban evacuando la colonia, ya que las invasiones de la UNITA y el FNLA ya habían comenzado a ser efectivas en las regiones fronterizas de Namibia y Zaire. Su primer objetivo consistió en evitar la caída de Luanda, por lo que el envío fue realizado de forma precipitada, primero por avión y después por barco. El empuje y la temeridad de los voluntarios cubanos reclutados permitió asegurar la capital y los envíos de personal y soldados comenzaron a realizarse de manera continuada y masiva a lo largo del año. Tal y como indica Gabriel García Márquez en su artículo para la revista Tricontinental (1977)20: «Los decrépitos Britannia remendados con frenos del Illushin 18 soviético mantuvieron un tráfico constante y casi inverosímil. (…) Los pilotos, cuyas horas normales de vuelo deben ser 75 al mes, alcanzaron a volar más de 200» (p. 9). Por si fuera poco, su transporte era caótico, con soldados montados en los asientos con sus fusiles cargados y listos para salir al combate, en muchos casos llevando explosivos consigo sin respetar las normas de seguridad militares. Situaciones similares corrían los convoyes enviados por mar, con retrasos tanto en el envío como en la repatriación de efectivos debido al excesivo trabajo de los motores, que apenas descansaban en su trayecto a través del Atlántico. Otras dificultades con las que los Cuba tuvo que lidiar era la enseñanza en el manejo de material soviético a los soldados del MPLA, además de superar la barrera de las diferencias culturales y lingüísticas que separaban a cubanos y angoleños. A pesar de los reveses iniciales, las tropas cubanas demostraron su eficacia en acciones contra fuerzas enemigas como la UNITA. Incluso en los estertores de su participación, y después de que Fidel Castro proclamara la repatriación progresiva de los efectivos en Angola, estos siguieron aportando numerosas victorias al gobierno angoleño. Según relataba en su obra Cuba and Angola: The war for Freedom (2017) el asesor militar cubano Harry Antonio Villegas Tamayo, alias «Pombo», en 1987 Sudáfrica lanzaría un ataque masivo contra las posiciones de Angola con el fin de acabar de una vez por todas con las fuerzas del MPLA. Sin embargo, el apoyo cubano logró detener su avance en el pueblo de Cuito Cuanavale, arrojando a la fuerza invasora de vuelta a sus fronteras iniciales. La eficacia en el desenvolvimiento del ejército cubano destinado en Angola, unido al envío constante de tropas, llevó sin duda a una «ofensiva incontenible del MPLA en
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Aunque Gabriel García Márquez la indica en su artículo Operación Carlota (pp.10-11), dicha frase es una adaptación de la que aparece en la obra La Guerra de Guerrillas, escrita por Ernesto “Che” Guevara en 1969. La oración real es la siguiente: «Recuérdese que, en marcha, la velocidad de la guerrilla es igual a la velocidad de su hombre más lento» (p. 13). 20 Si bien debemos mostrarnos cautos con el desarrollo de este artículo, puesto que en muchos casos guarda un elevado componente propagandístico, no hemos de desmerecer en ningún momento su fidelidad histórica, a veces engrandecida por la narrativa, que guarda sobre el desarrollo de los primeros compases de la Operación Carlota. Debemos tener en consideración informes de este tipo para nuestro análisis, más aún cuando apenas hay registros históricos fidedignos que lo relaten, debiendo en todo caso atenderse a las crónicas periodísticas de los corresponsales internacionales enviados al lugar de los hechos.
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todos los frentes», lo cual «volteó para siempre la situación a su favor» (García Márquez, 1977. p.14). Sin embargo, no siempre hubo victorias para Cuba. Uno de los mayores reveses sufridos durante su estadía en Angola sucedió el 12 de diciembre de 1975 en el desastre de Catofe, cuando un contingente de tropas sudafricanas logró exterminar a todo un regimiento al ser atacados por sorpresa desde la retaguardia. La participación en la Guerra Civil Angolana se cobraría la vida de unos dos mil cubanos. Cuando en 1976 la desbandada de tropas extranjeras en territorio angoleño se hizo evidente, Fidel Castro pactó con Agostinho Nieto la retirada progresiva de sus divisiones, manteniendo únicamente un contingente mientras durase el conflicto y con el único fin de mantener la seguridad y estabilidad en la región. Aunque la participación a gran escala de Cuba finalizaba con aquel acuerdo, el conflicto no cesaría, alargándose durante tres largas décadas. La Operación Carlota duraría 15 años más hasta el retiro total de todos los efectivos cubanos y tras asegurarse la renuncia del estacionamiento de tropas sudafricanas en Namibia21. El último soldado cubano abandonaría suelo angoleño en mayo de 1991.
Intervencionismo sudafricano La primera intervención de Sudáfrica en Angola apenas se hizo esperar tras la declaración de independencia proclamada por la MPLA en 1975. Desde hacía una década grupos de la UNITA ya habían colaborado estrechamente con el gobierno de Pretoria para eliminar la influencia de la SWAPO en Namibia, en muchos casos llevando los enfrentamientos a la frontera angoleña. Mucho se había especulado a este respecto durante la Guerra de Independencia, principalmente por lo inconcebible que resultaba un movimiento guerrillero fuertemente pertrechado luchando únicamente con sus propios medios (Sadiqali, 1976). Por tanto, el apoyo ofrecido por el hasta entonces primer ministro John Foster no era más que una prolongación de su injerencia en el país del África austral, movido por el deseo tanto de acabar con el movimiento marxista desarrollado en la región como de evitar el apoyo de Agostinho Neto a los grupos de liberación en Namibia. La operación Savannah, que partiría desde el sur de Angola con destino a Luanda, comenzaría el desarrollo de sus acciones militares efectivas el 20 de octubre de 1975, un mes antes incluso de la firma del Tratado de Alvor, por lo que en consecuencia suponía la invasión a un territorio aún portugués cuya renuncia a la soberanía dejaba atado de pies y manos al nuevo gobierno de transición. Desde ese mismo instante, Sudáfrica se involucraría directamente en el conflicto con el fin de salvaguardar sus intereses, debiendo tomar sus acciones con cautela ante una creciente comunidad africana cada vez más crítica con las políticas del apartheid y su intervencionismo. La injerencia sudafricana guardaba una significancia mayúscula, pues en esencia era el único Estado independiente 21
A través del Protocolo de Ginebra y el Acuerdo Tripartito (1988), se concluyó un acuerdo entre el gobierno cubano y Sudáfrica para el cumplimiento de la resolución 435/78 de la ONU que establecía la retirada de la administración ilegal del gobierno de Pretoria en Namibia, exhortándole a establecer las medidas necesarias para la celebración de unas elecciones libres bajo el auspicio de la ONU. S/RES/435 Consejo de Seguridad de la ONU (29 septiembre, 1978). Recuperado de https://undocs.org/es/S/RES/435%20(1978)
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y abiertamente racista en África, lo que hacía que cualquier movimiento llevado a cabo por el país fuera condenado por el resto de las naciones africanas. Si por algo podían caracterizarse las intervenciones extranjeras en territorio angoleño, esa era la ausencia de cronistas e historiadores que pudieran relatar de cuerpo presente el desarrollo de las operaciones tanto del MPLA y Cuba como la UNITA-FNLA y Sudáfrica (Hallett, 1978). Sin embargo, fue gracias al trabajo periodístico y la desclasificación de documentos posteriores lo que ha permitido la configuración de una idea más o menos clara sobre el desarrollo del despliegue sudafricano, las causas de su injerencia y retirada. En todo caso, la intervención en la guerra civil pudo marcar un antes y un después en la política del apartheid, no resultando desacertado indicar cómo la incapacidad del ejército sudafricano por tumbar el gobierno del MPLA y asegurar su derrota significó el inicio de un lento camino que finalizaría con la retirada de tropas de Namibia y la caída del régimen racista. Como ya hemos señalado, los compases de la operación Savannah estaban marcados por la continuidad del apoyo hacia la UNITA, la necesidad de eliminar a la SWAPO del territorio angoleño y el deseo de establecer un gobierno afín a sus beneficios. Su interés también radicaba en la explotación de sus principales recursos minerales y fósiles y reforzar el control del Pacífico a través de la toma de la costa sur angoleña y del ferrocarril de Benguela, punto de unión con Zaire (Halett, 1978). Esto último resultaba esencial dado que las buenas relaciones con el régimen de Mobutu subsanaban en parte la decadencia de la diplomacia sudafricana, condenada al ostracismo por la comunidad internacional22. Sin embargo, el compromiso de Savimbi con Foster tendía a ser más un compromiso quid pro quo que una alianza política al uso. Los miembros de la UNITA, siendo en su mayoría negros que habían estado bajo un régimen colonial, condenaban enérgicamente el apartheid, si bien acordaron rebajar las críticas contra las medidas tomadas por Sudáfrica en ese aspecto a cambio de apoyo logístico y militar. Por su parte, Sudáfrica no era partícipe del nacionalismo de la UNITA en Angola, mas siempre prefirió la instauración de un gobierno conservador a través de este grupo antes que contemplar un gobierno prosoviético cerca de sus fronteras. La inmersión de Sudáfrica en Angola estuvo meticulosamente medida a través de la búsqueda por obtener apoyo público de las comunidades de la región. Los ambo, un grupo etnolingüístico residente en las zonas semiáridas del sur de Angola, fue una de las comunidades menos beneficiadas por la colonización, principalmente por la ausencia de recursos minerales en su región natal y la nula redistribución posterior. Mediante la inserción de separatistas ambo, Sudáfrica buscaba desestabilizar las provincias sureñas bajo el control del MPLA, ya de por sí muy debilitadas por sus constantes enfrentamientos con la UNITA, siendo este el punto neurálgico de su cuartel general. Su misión era
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A través de diversas resoluciones y convenciones celebradas en el seno de la ONU durante los años 70, se abordó con especial interés el régimen del apartheid en Sudáfrica, su condena internacional y deseo de erradicación. Algunas de ellas, como la 3093, 3068 o 3151 en el 28º período de sesiones extraordinarias de la Asamblea General de la ONU (en este caso, del 30 de noviembre al 14 de diciembre de 1973), tratan sobre esta temática. Naciones Unidas. Recuperado de https://www.un.org/es/documents/ag/res/28/ares28.htm
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sencilla, no siendo otra que «alentar la idea de la creación de un 'Groot Ovambo 23', un estado que incorporaría ovambo en ambos lados de la zona fronteriza bajo la supervisión de Sudáfrica …»24 (Halett, 1978). Los ambo apoyaron de buen grado esta medida en parte por las promesas de recibir protección y auxilio sudafricano, una ayuda que nunca les había sido conferida por Lisboa en tiempos coloniales; mucho menos con el ahora fragmentado gobierno de Luanda. Esta dinámica ya había sido seguida por otros grupos, donde la homogénea etnicidad de cada facción respondía más a factores de supervivencia (pertenecer a uno de estos grupos aseguraba víveres y obtención agua, un recurso tan fundamental como escaso durante el conflicto) y geografía (aquellas comunidades cuyas regiones estaban bajo control de alguna de las facciones solían alistarse en sus filas) que a razones étnicas. La participación de Sudáfrica en el conflicto no es en absoluto baladí, pues su injerencia fue motivo suficiente para que ciertas naciones africanas, como fue el caso de Nigeria, comenzasen a reconocer al MPLA como el gobierno legítimo del nuevo Estado de Angola, deslegitimando a las otras facciones por recibir apoyo directo de Sudáfrica25. Sin embargo, esta crítica entraba en contradicción con Zaire, país de régimen dictatorial que llevaba desde la Guerra de Independencia apoyando al FNLA. El régimen de Mobutu, asesorado por la CIA, había llevado a cabo su intervención de forma indirecta, bien mediante apoyo logístico, mercenarios o el envío de tropas a través del FNLA. Zaire no fue señalada por la comunidad internacional al no poseer políticas de segregación racial. A pesar de que Sudáfrica había tratado de mantener su intervención en secreto durante los primeros compases del conflicto, apenas dos meses después comenzarían a transmitirse noticias que efectivamente confirmaban la presencia de tropas sudafricanas en la región. Tal y como expresó el presidente de Tanzania Julius Nyerere (1976) «Sudáfrica ha invadido a Angola independiente (…) [El gobierno del MPLA] está luchando contra la agresión sudafricana. Por lo tanto, necesita el apoyo militar de sus amigos para consolidar la independencia formal»26. Además, la justificación del intervencionismo cubano como un acto en legítima defensa para la preservación del nuevo gobierno permitió que la injerencia llevada a cabo por Castro no se viera mermada,
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Los conceptos «ovambo» y «ambo» refieren en todo caso al mismo grupo étnico. La variación de la palabra es determinada por la geografía, siendo llamados ovambo en Namibia y ambo en Angola. 24 Cita traducida del texto original «encouraging the idea of the creation of a ' Groot Ovambo', a state that would incorporate Ovambo on both sides of the border area under South African supervision and would thus provide an invaluable buffer zone» Hallett, R. (julio, 1978). The South Africa intervention in Angola 1975-76. African Affairs, 77 (308) p. 351 25 Es necesario matizar este aspecto, pues si bien en países de especial relevancia económica, política e histórica en el continente como Etiopía, Nigeria o Ghana apoyaron unánimemente al gobierno de Agostinho Neto, otras naciones de gobiernos conservadores como Senegal o Costa de Marfil siguieron manteniendo un apoyo de bajo perfil tanto a la UNITA como al FNLA. (El-Khawas, 1977. p. 39). En reuniones posteriores, se apostaría por la resolución del conflicto entre las facciones angolanas enfrentadas. 26 Cita traducida del texto original «"Independent Angola has been invaded by South Africa (…) [The MPLA government] is fighting South African aggression. It therefore needs military support from its friends, to consolidate the formal independence». Discurso de Jules Nyerere, 25 de enero de 1975. Citado por El-Khawas, M. (1977). South Africa and the Angolan conflict. Africa Today 24 (2) p. 39.
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y ello contribuyó en parte a la posterior victoria diplomática de la República Popular de Angola en la primera fase27 de la guerra civil. Si la operación Savannah se había iniciado a mediados de octubre, a finales de dicho mes comenzaron los primeros ataques a la capital, Luanda, tras un ataque relámpago que partía desde dos frentes: en el sur a través de la UNITA y el ejército sudafricano, y por el norte por el FNLA. Una «columna misteriosa» que marchaba hacia el norte desde Namibia (Sudáfrica), liderada por sudafricanos blancos, portugueses y una variedad de mercenarios equipados con vehículos blindados Panhard y «helicópteros de combate», rápidamente empujó al MPLA fuera de la mitad sur del país hacia la región Mbundu al norte de Novo Redondo. (...) Para el 11 de noviembre, cuando el Alto Comisionado portugués dobló su bandera y zarpó hacia Lisboa y ninguna otra nación u organización multilateral dio un paso adelante para mediar, la fuerza armada se había convertido en el único determinante del futuro de Angola.28
Marcum, J. A. (1976) p. 417. Por su parte, Cuba ya había comenzado a desplegar ese mismo mes tropas que buscasen evitar a toda costa la caída de la sede principal del nuevo gobierno. La intervención cubana logró salvar tanto a Luanda como mantener los puertos principales del sur, objetivo fundamental de las fuerzas de Sudáfrica para eliminar las de la SWAPO. La derrota fue un duro revés para la administración sudafricana, quien jamás lograría capturar los tan ansiados territorios. La presencia de tropas cubanas, «no solo ampliaría el conflicto sino que también intensificaría una confrontación de gran poder» 29 (ElKhawas, 1977). Pronto, Sudáfrica pudo descubrir horrorizada cómo su aventura en Angola no estaba dando los resultados esperados. A finales de 1975, y especialmente a principios del 76, Pretoria ya había comenzado a dejar de llevar la iniciativa en la contienda30. Si bien resulta erróneo señalar este evento como el inicio de su retirada de la guerra civil, es innegable que la idea de no obtener una victoria rápida en el conflicto comenzó a desincentivar la acción armada. Desde ese momento, la mayoría de las acciones se orientaron hacia la necesidad de asegurar los intereses sudafricanos en Namibia, lo cual 27
Denominamos «primera fase» al conflicto relativo al intervencionismo internacional en Angola durante la Guerra Civil, entre 1975-1991. 28 Cita traducida del texto original «A "mystery column" marching north from out of Namibia (South West Africa), led by white South Africans, Portuguese and assorted mercenaries equipped with Panhard armored cars and helicopter "gunships," quickly pushed the MPLA out of the southern half of the country toward the region of its own Mbundu home country north of Novo Redondo. (…) By November 11, when the Portuguese High Commissioner folded his flag and set sail for Lisbon and no other nations or multilateral organizations stepped forward to mediate, armed force had become the sole determinant of Angola's future». 29 Cita traducida del texto original «would not only widen the conflict but would also intensify a great power confrontation» (p. 44). 30 «The official said that the ‘South African troops were not ‘leaving Angola but were remaining on alert in “nonoperational areas.” This raised the possibility that they might return to the front if their withdrawal is not matched» Kamm, H. (26 enero, 1976). South Africans said to pull back. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/1976/01/26/archives/new-jersey-pages-south-africans-said-topull-back-angola-move-is.html
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había sido en parte una de las razones de su intervencionismo, sin dejar por ello de emplear ataques puntuales de gran intensidad con el fin de debilitar a las fuerzas angoleñas. A finales de 1980 la intensificación del conflicto había sido tan dañina para Sudáfrica que su aparato militar y político comenzaba a resquebrajarse. Los grupos aliados habían sido obligados a retirarse de objetivos tan esenciales de ser resguardados como el ferrocarril de Benguela, y la política interna comenzaba a resquebrajarse a causa de las continuas denuncias internacionales y de países africanos. La derrota en Cuito Cuanavale y la pérdida de mando los llevaría a sentarse en 1988 con el gobierno de Dos Santos para negociar el alto el fuego definitivo, traducido en el Protocolo de Brazzaville31. Tras la retirada de las tropas sudafricanas el 1 de septiembre de dicho año de Namibia, Estados Unidos se convertiría en el principal proveedor de la ayuda dirigida hacia la UNITA hasta el fin de la dinámica de bloques.
Desarrollo del conflicto La Guerra Civil de Angola puede dividirse en dos etapas altamente diferenciadas entre sí, aunque igual de violentas y contraproducentes para su población. La primera, ocurrida entre 1975-1992 y denominada «etapa intervencionista», está caracterizada por la internacionalización del conflicto al enmarcarse en el contexto de la Guerra Fría. Cada una de las facciones enfrentadas se alinearían con el bloque estadounidense o soviético según sus fundamentos ideológicos. Esta época se caracteriza por la intermitencia de los combates, con meses donde el alto el fuego imperaba o los ataques únicamente se llevaban a cabo en zonas remotas, en cuyo caso es difícil determinar por falta de literatura si se trataron de verdaderas batallas o simples escaramuzas. Períodos como el de 1978-1984 se caracterizaron por el gran estatismo de los frentes, con apenas resultados reseñables. Es en la primera etapa del conflicto donde se ha desarrollado la práctica totalidad de nuestro estudio, pues aunque sea la más analizada por los africanistas y otros expertos familiarizados con el conflicto, también resulta de las más incomprendidas. La segunda etapa, correspondiente a 1992-2002 y al período de paz relativa en 1994, está marcado por el fin del conflicto internacional y la internalización de los enfrentamientos entre las facciones del MPLA y la UNITA. Tan solo cabe señalar la importancia de este período como punto de inflexión para la inserción de Angola en el marco internacional, las medidas y reformas sociopolíticas que llevó a cabo para la remodelación del gobierno y la reconstrucción económica del estado tras décadas de guerras continuadas. Este fue un período marcado por el decaimiento de los conflictos a gran escala y la diferenciación entre regiones pacificadas y en conflicto, las cuestiones humanitarias derivadas del uso indebido del derecho internacional ius in bello y la caída de la guerra en el ostracismo para el mundo occidental.
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Dicho protocolo no solo sentaba las bases para el fin definitivo de la presencia sudafricana en la región, también la renuncia completa de su ocupación en Namibia.
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Podemos señalar el inicio oficial de la Guerra Civil de Angola con la declaración unilateral de independencia proclamada por Agostinho Neto el 11 de noviembre de 1975, si bien como ya es sabido los combates se venían prolongando en el territorio entre las facciones del MPLA, FNLA y UNITA antes incluso de la retirada formal de las tropas portuguesas. La guerra daba comienzo tras los infructuosos tratados y acuerdos por establecer un gobierno de coalición entre las partes enfrentadas, aspirantes a tomar el poder de la capital y proclamar su propia gobernanza en una Angola bajo Holden Roberto; bajo Savimbi; bajo Neto. Antes incluso de que los frentes comenzaran de nuevo a crujir con el sonido de las ametralladoras de los milicianos, las naciones extranjeras habían comenzado a aplicar su intervencionismo, cada una apoyando a un bando u otro según intereses geopolíticos. En el caso del gobierno central, el fallido golpe de estado había dejado entrever la débil jefatura que presentaba la joven nación, y cómo este debía reservar sus tratos con un aliado mayor. Cuba ya estaba plenamente integrada en la ayuda internacional dispensada a Neto, más aún cuando los sudafricanos comenzaron a tomar importantes regiones del país, como Benguela el 4 de noviembre de 1975. Sin embargo, la URSS iniciaría sus encuentros formales con el nuevo gobierno a partir de 1976 mediante el Tratado de Amistad y Cooperación por veinte años32. Este se mantendría durante toda la etapa de 1975 a 1992, aun incluso después del fallecimiento de Agostinho Neto el 10 de septiembre de 1979 y su sucesión por José Eduardo Dos Santos. Ello le permitió proyectar sus fuerzas en el sur de África sin demasiados reveses, en contraste con la reacia actitud de intervención por mantenida Estados Unidos ante lo que podría convertirse una nueva Vietnam. Las primeras batallas del MPLA a gran escala se librarían fundamentalmente en el sur contra las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica, sin apenas posibilidad de victoria ante el control casi unánime de la UNITA en la región y por mantener una débil estructura militar en la región. La batalla por Luanda se libraría apenas semanas más tarde, donde gracias a la llegada de tropas socialistas a través de la Operación Carlota se lograría frenar la ofensiva UNITA-Sudáfrica antes incluso de que tomasen la capital. Esta victoria lograría iniciar un lento aunque efectivo contraataque contra las fuerzas combinadas, cuyas consecutivas derrotas llevarían finalmente a la retirada provisional, mas no definitiva, de Sudáfrica el 27 de marzo de 1976. En los años siguientes, gran parte de la guerra sería librada por Sudáfrica en la frontera Angola-Namibia contra los insurgentes del SWAPO. Durante este período, el gobierno del MPLA sería finalmente reconocido por la ONU. Con respecto a los movimientos en oposición, Estados Unidos y China financiarían ampliamente al FNLA y la UNITA. Naciones africanas como Botsuana o Zambia también apoyarían a Savimbi, retirándose únicamente cuando la OUA llamó al cumplimiento de los acuerdos de Alvor para las partes en conflicto. Mientras que el Frente Nacional de Liberación perdía miembros en favor de la Unión Nacional para la 32
El tratado incluía fundamentalmente una cooperación en materia defensiva mediante el envío de material logístico. Desde el primer momento, la URSS no se hallaba especialmente complacida con una intervención directa en la región tal y como hizo Cuba, a riesgo de levantar suspicacias en el bloque occidental.
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Independencia, las sucesivas campañas dirigidas desde Zaire por Holden Roberto fracasaban estrepitosamente, nunca resultando en un riesgo para Neto como lo fueron las acciones sudafricanas. Para 1976 sus afiliados habían caído a apenas unos miles de guerrilleros, y su estabilidad únicamente se vería subsanada gracias a los constantes apoyos logísticos y mercenarios enviados desde Zaire. En la primera mitad de los años 80, ofensivas realizadas por el gobierno central a zonas bajo control del FNLA acabaron por desmantelar la estructura militar del movimiento, donde años más tarde decidirían integrarse formal y pacíficamente en la política angolana. El caso de UNITA resulta más complejo, ya que se hallaba parapetada tras el paraguas sudafricano que le permitía desplegar una intensa labor de defensa y desarrollo de sus bases en la frontera de Namibia. Savimbi consideraba irreconciliable su postura con Neto. De hecho, gran parte de su odio hacia el MPLA se debía a su consideración como artífice de una guerra fratricida, siendo esto condicionante de su incapacidad por asumir los resultados electorales posteriores a las elecciones de 1991. Los combates siguieron extendiéndose indefinidamente en los años posteriores a la derrota de la coalición sudafricana-UNITA en 1976 hasta 1991, con eventos señalados en los siguientes tramos: 1976: Unidades del ejército sudafricano desplegadas en Angola para la ofensiva conjunta con UNITA se retiran provisionalmente hacia Namibia. 1980: Sudáfrica lanza la denominada «Operación Sceptic» con el objetivo de destruir bases militares de SWAPO, así como proveer a UNITA de la región de Cunene para ejercer como muro de contención a los ataques de movimientos de liberación nacional en Namibia. 1984-85: Sucesivos combates contra las posiciones del FNLA por parte del gobierno central acaban desmantelando la práctica totalidad de la estructura militar de la organización. Acciones posteriores contra la UNITA en la provincia de Moxico obligan al retroceso de las tropas de la UNITA, replegándose hacia el sur. 1987-1988: Batalla de Cuito Cuanavale en la provincia de Cubango. Anteriormente, el combate del río Lomba había frenado la capacidad ofensiva del ejército de Angola, forzado a pasar a la defensiva. Gracias a la intervención cubana, y tras una serie de ataques fallidos a las posiciones angolanas por parte de la UNITA y el gobierno sudafricano, las graves pérdidas sufridas les obligaron a la capitulación y el acuerdo de un alto al fuego. 1988: Firma del Protocolo de Brazzaville, donde Sudáfrica acordó la retirada de tropas de Namibia, así como Cuba de Angola. 1991: Se firma el alto el fuego entre el gobierno del MPLA y la UNITA, prometiéndose la celebración de elecciones presidenciales libres al año siguiente. 1992: Ante los resultados presidenciales de septiembre y la victoria parcial del MPLA en la primera vuelta, UNITA no reconoce la votación, evitando así la celebración de una segunda vuelta. Se inicia la segunda etapa de la Guerra Civil Angolana.
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Fin del período internacional y consecuencias Después de que los convoyes sudafricanos atravesasen la frontera hacia Namibia, el último soldado cubano fuera embarcado de vuelta a su isla natal, y los enfrentamientos entre los bloques capitalista y comunista se diluyeran tras la desaparición de la URSS, el conflicto en Angola quedaba huérfano de sus promotores, pero seguía ardiendo con una violencia nostálgica de los años del intervencionismo internacional. En 1991, la paz temporal entre las facciones enfrentadas era pura apariencia. La UNITA aún seguía fuertemente armada gracias a los apoyos extranjeros remanentes, y la MPLA ambicionaba mantener su statu quo como partido hegemónico del pueblo angoleño. Los acuerdos para la Paz en Angola, datados el 17 de mayo de 199133, acordaron el cese de las actividades militares entre la UNITA y el MPLA. El FNLA, devastado tras la pérdida de influencia militar en favor de la organización de Savimbi, vio en esta iniciativa su apertura política hacia un régimen multipartidista que le permitiera insertarse pacíficamente en la sociedad civil, comenzando así la progresiva desmovilización de sus guerrillas armadas. La guerra había terminado para Holden Roberto, pero no así para el resto de los grupos enfrentados. Tras unas elecciones que dieron la victoria indiscutible al MPLA y que no fueron avaladas por la UNITA, las balas volvían a correr por la capital en 1992, estableciéndose nuevas zonas de influencia y dividiendo una vez más al país. Savimbi determinó cómo la desmovilización y descontinuación del movimiento armado jamás le aseguraría una victoria política a corto plazo, en gran medida por el amplio control que ejercía el MPLA en los sectores gubernamentales y de la sociedad. La irreconciliable situación entre ambos bandos impediría que en 1994, con la firma de los acuerdos de Lusaka, se alcanzase un alto el fuego definitivo. La guerra no finalizaría formalmente hasta 2002 con el Memorando de Entendimiento de Luena y tras la muerte de Jonás Savimbi ese mismo año. Gran parte de los autores coinciden en señalar que, desde principios de los años noventa, el principal motivo de la guerra radicó en el interés de las élites de ambos lados contendientes de controlar la producción de diamantes y, sobre todo, de petróleo.34 García Rodríguez et al (2013) p. 49.
Aunque el país vivió períodos de gran virulencia en la década de los 90 por la continuidad de los enfrentamientos, su aparato económico y diplomático comenzó a repararse progresivamente, por lo que el análisis de su figura bajo estos términos también nos resultará fundamental para comprender las consecuencias de la guerra civil a nivel internacional. 33
Para más información, léase el siguiente documento S/22609 Consejo de Seguridad de la ONU (17 mayo, 1991). Recuperado de https://peacemaker.un.org/sites/peacemaker.un.org/files/AO_910521_PeaceAccordsforAngola%28esp%2 9.pdf 34 Aunque dicha tónica es la que se ha mantenido en la mayoría de las narraciones, al igual que los inicios de la Guerra Civil de Angola no se debieron únicamente a causas sociopolíticas, tampoco fue el carácter meramente económico el que impulsó la continuidad del conflicto entre el MPLA y la UNITA. Dicha suposición será desarrollada en párrafos posteriores en la obra de José-León García Rodríguez et al.
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Consecuencias humanitarias Comenzando con el ámbito del derecho humanitario, la Guerra de Angola fue un desastre en lo que a violación sistemática de derechos humanos se refiere. El conflicto empleó material prohibido por los Convenios de Ginebra, como fueran los señalados en el Protocolo II sobre el uso de minas, armas trampa y otros artefactos (Convenio sobre Ciertas Armas Convencionales de 1980)35. A pesar de que Angola no suscribió dicho acuerdo, ciertos estados interventores como Cuba, Unión Soviética o Estados Unidos sí fueron estados firmantes, todos ellos en 1982. Al conflicto se le achacan crímenes de guerra por el empleo de menores de quince años como niños soldado en la participación de las hostilidades, acción llevada a cabo por la totalidad de los bandos enfrentados. También hay que destacar el tráfico ilegal de los denominados «diamantes de sangre» por la UNITA mediante el trabajo forzado en las minas de Lunda. Además, la crisis de refugiados que experimentó el país llegó a movilizar hasta 2002 más de un tercio de la población. Al finalizar el conflicto, Angola poseía según datos de la ACNUR más de cuatro millones de desplazados internos de los más de diecisiete millones que poblaban el país a principios de los 2000, y medio millón de refugiados en países fronterizos (Mateos, 2005). Por norma general, ninguna de las partes enfrentadas atendió a un proceso de protección de Derechos Humanos durante el conflicto, por lo que las violaciones, ejecuciones sumarias o la esclavitud forzada fueron constantes. A partir de 1998, la misión de paz establecida por las Naciones Unidas, MONUA36, fue progresivamente desplazada por el gobierno central al mismo tiempo que volvían a reanudarse los ataques contra las posiciones de la UNITA. Hasta el último momento, Angola siguió viviendo conatos de violencia en las regiones fronterizas al este del país. Muchos de los crímenes de guerra cometidos aún no se han juzgado adecuadamente por las instituciones domésticas e internacionales. Con respecto al empleo de niños soldado, y de acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, tanto las fuerzas paramilitares como gubernamentales emplearon menores durante los enfrentamientos. Se estima que para 2002 más de 16 000 niños debían desmovilizarse de ambos bandos. Sin embargo, un porcentaje considerable permaneció armado debido a su estancia en zonas rurales de difícil acceso para el aparato estatal. Estudios posteriores determinaron angustiosamente que más del 10% de las fuerzas armadas habían sido compuestas hasta el final de la guerra por niños. Por su parte, unas 30 000 menores fueron forzadas a la esclavitud sexual. La falta de registros de nacimiento ha dificultado enormemente su posterior identificación y muestreo. Además, la poca dedicación de fondos estatales, en muchos casos dependiendo 35
Para más información, visítese el siguiente enlace: http://disarmament.un.org/treaties/t/ccwc United Nations Observer Mission in Angola, creada el 30 de junio de 1997 a partir de la Resolución 1118 del Consejo de Seguridad de la ONU, fue la última misión de paz establecida en el país desde la UNAVEM I, II y III. Debido al recrudecimiento del conflicto y la imposibilidad de hallar una paz duradera entre las partes enfrentadas, el secretario general en aquel momento, Kofi Annan solicitó su retirada en 1999. Para más información, visítese el siguiente enlace: https://peacekeeping.un.org/en/mission/past/monua_b.htm 36
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de la caridad extranjera, han dificultado enormemente la reinserción de estos grupos en la sociedad, arrastrando graves cargas psicológicas de su paso por el conflicto. Tal y como indicaba en 1999 un estudio del United States Institute of Peace, «la guerra de Angola ha durado casi cuarenta años, mientras que el angoleño promedio tiene solo diecisiete años. Por lo tanto, más del 80 por ciento de la población nunca ha experimentado una Angola en paz».37 Angola ha sido uno de los países más azotados por el uso de minas antipersona junto con Camboya y Afganistán, manteniendo aún millones de artefactos explosivos enterrados en zonas potencialmente aptas para el cultivo. El gasto previsto para desminar el país, cumpliendo así con los designios del Convenio de Ottawa38 para 2025, supera los 200 millones de dólares. Ello provoca que las tierras para uso agrícola sean mínimas (menos del 10% del total cultivable), motivando a la población a sembrar más allá de los espacios delimitados por el gobierno, con las consecuencias que ello conlleva. Como resultado, la gran mayoría de los alimentos necesitan ser importados desde el exterior, lo que ha lastrado gran parte del sector agrario.
Consecuencias socioeconómicas En términos sociales, el fin del período internacional y la inserción de las antiguas facciones opositoras en el gobierno implicaron graves desequilibrios en la sociedad angoleña. Señalábamos cómo las divisiones entre grupos ciudadanos derivaban en cierta medida por causas étnicas. Sin embargo, en esencia siempre fue el nacionalismo y la ideología, empleadas como herramientas políticas, las que jugaron un rol fundamental en la división del MPLA, UNITA y FNLA. Esto se puede reflejar en cómo especial cantidad de bakongos regresados de las zonas del norte de Angola acabaron por unirse a las filas del MPLA, a pesar de que su mayoría étnica era de carácter mbundu o mestizo. En 1993, un rumor exaltado sobre la idea de que tropas procedentes de Zaire, y por tanto asociadas a la etnia bakongo, planeaba asesinar al presidente Dos Santos en la capital, derivó en una escalada de violencia entre los luandeses, con repersecuciones sistemáticas contra zairianos y quema de escuelas e iglesias (Brinkman, 2003). Este evento, conocido como «Viernes Sangriento», socavó aún más las diferencias entre luandeses (también llamados kalus) y bakongos, provocando que el discurso étnico volviera una vez más a diluirse con los nacionalismos. En algunos casos, activistas radicales bakongos llegaron a reclamar la soberanía para la creación de una nación independiente inspirada en el antiguo reino precolonial Kongo, en lo que se entendería como «una lucha por la autodeterminación de las tierras de Kongo que fueron
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Cita traducida y extraída del siguiente texto « The war in Angola has raged for nearly forty years, whereas the average Angolan is only seventeen years old. Thus, over 80 percent of the population has never experienced an Angola at peace» (p.2). 38 El Tratado de Ottawa, firmado el 4 de diciembre de 1997, establece dentro de los países partícipes de sus principios la renuncia del empleo, producción o almacenamiento de minas antipersona. Angola suscribiría el acuerdo apenas unos meses más tarde de la finalización de las hostilidades en 2002. Para más información, visítese el siguiente enlace: https://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=IND&mtdsg_no=XXVI-5&chapter=26&clang=_en
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anexionadas por Angola para ganancias coloniales» (Prendergast, 1999)39. El proceso de identificación social en torno a una única nacionalidad estaba lejos de ser exitoso, y las divisiones continuaron acentuándose hasta el fin de la guerra civil, período donde los procesos de paz sirvieron para relajar las tensiones entre los antiguos rivales. En el ámbito económico, la devastación sufrida en el país por la guerra había destruido prácticamente la economía civil del país. La dependencia exterior que arrastraba la nación, así como la deuda contraída, habían respondido fundamentalmente a causas bélicas para la obtención de armamento. Para finales del S. XX., Angola contraía en deuda el 238% de su PIB (UNDP, 1998)40. Por otro lado, Angola ya era un importante productor de petróleo antes incluso del estallido del conflicto, y gran parte de sus recursos fósiles serían enviados al extranjero para subsanar su déficit. Su condicionante como país exportador le granjearía importantes socios comerciales, sobre todo tras la crisis del petróleo del 73, donde hasta los países no miembros de la OPEP «resultaron favorecidos como consecuencia de la subida de precios de otros productos primarios y de las facilidades ofrecidas para el endeudamiento» (Bidaurrazafa Aurre, 2002-2003). Aun así, la situación del país en su crecimiento económico no había sido satisfactoria. Informes internacionales señalaban cómo a mediados de la década de los 70 las exportaciones decayeron hasta un 2% en relación con otros productores de petróleo, como la República Democrática del Congo (en ese momento Zaire) y Nigeria (BM, 1981) a causa del conflicto. Los 80 marcarían un paso hacia la dependencia exterior de su sector primario, revelando los graves desequilibrios estructurales que arrastraba el país a causa de su situación política interna. A partir de los 90, Angola comenzaría un proceso de remodelación de su sistema económico de uno planificado hacia otro de libre mercado, con un aumento significativo de las exportaciones gracias al fin del intervencionismo internacional y la pacificación temporal de las partes enfrentadas en 1992. La contracción de la deuda buscaría subsanarse a través del PIB que restaba del gasto dirigido al presupuesto militar. Estas políticas dejaron bajo mínimos las inversiones en educación y ayudas básicas a la ciudadanía, y su dependencia hacia el petróleo comenzó a vincularse progresivamente con la economía de las élites procedentes del gobierno de Dos Santos, conocido como el «Futungu de Belas»41 (García Rodríguez et al., 2013). Por otro lado, debido a que Angola no fue incluida dentro del grupo Heavily Indebted Poor Countries (HIPC), su deuda no fue condonada. Su déficit tanto en la balanza de pagos como en las arcas públicos siguió aumentando, y con ello la inflación (en ese mismo año, y según datos del Banco Mundial, rozaba el 4145, 10%). Aunque la situación de conflicto armado parecía ofrecer legitimidad al gobierno para imponer 39
Cita traducida y extraída del siguiente texto a « a struggle for self-determination of the. lands of Kongo that were annexed by Angola for colonial gains» (p. 210). lands of Kongo that were annexed by Angola for colonial gains» (p.2). 40 Citado por Bidaurrazaga Aurre, E. (2002-2003: 208). El legado del neoliberalismo en África Austral: los efectos económicos y sociales del ajuste. Revista CIDOB d’Afers Internacionals 60, pp. 185-211. Recuperado de https://www.raco.cat › index.php › RevistaCIDOB › article › download 41 Nombre que recibe parte del complejo presidencial establecido en la capital del país, Luanda.
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ajustes económicos desfavorables para la población, a partir de los 90 se debieron abordar serias reestructuraciones gubernamentales, con un desmantelamiento progresivo del modelo comunista unipartidista. Sin embargo, en la práctica el país no logró desvincularse de su consideración como el «Kuwáit africano», ni de un gobierno cada vez más hipercentralizado en la figura de Eduardo Dos Santos.
Consecuencias políticas El fin de la Guerra Fría también atestiguó un cambio significativo en las relaciones internacionales de Angola, puesto que caída de la URSS había cercenado uno de sus aliados fundamentales en el conflicto. Aunque Cuba seguía manteniéndose alineada en la cooperación con el país africano, no podía desplegar un amplio entramado de inversores y ayuda económica para la reconstrucción del país. Sin embargo, nuevos aliados comenzaron a otearse en el horizonte. Ante la licitud de las elecciones presidenciales de 1991, el gobierno vencedor de Angola sería reconocido por Estados Unidos, y la ONU llegaría a señalar un ultimátum a las fuerzas rebeldes de la UNITA para la asunción de los resultados y el abandono de las fuerzas armadas. China desplegaría una amplia participación en el proceso de reconstrucción de Angola a través de la cesión de créditos a bajo interés a cambio de un acceso privilegiado a la exportación de recursos fósiles en el país. Por último, se volverían a formalizar las relaciones con Portugal a través de su inserción en 1996 en la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa. A nivel regional, Angola desarrolló una postura prominente gracias a su actitud de liderazgo en la creación de la Comunidad de Desarrollo del África Austral, la cual jugó un rol fundamental para el apoyo del líder revolucionario Kabila durante la Segunda Guerra del Congo. Angola participaría activamente en otros conflictos como la Primera y Segunda Guerra Civil del Congo, con el fin de derrotar a Mobutu y acabar con las bases militares y comercio de diamantes que empleaba la UNITA en las regiones fronterizas para seguir financiando la guerra en el país del África austral A nivel doméstico, la política de Angola apenas cambió con respecto a los años de intervencionismo extranjero. Si bien, y como ya hemos mencionado, se buscó abandonar la lucha socialista e integrar al país bajo un régimen pluripartidista y democrático, en la práctica la imagen de Dos Santos continuó representando al estado angoleño, siendo únicamente soslayada en importancia por la capacidad petrolera del país. Dos Santos comenzaría a desvincularse progresivamente del partido para la toma de decisiones, y la élite perdería gran parte de su capacidad de intervención política. Estas acciones eran admisibles dado que muchos angoleños veían a Dos Santos como un liberador, y por tanto su liderazgo gozaba de popularidad suficiente para forjar un régimen en torno a su persona. Sin embargo, este apenas atendió a las demandas civiles, centrándose en seguir desplegando una red clientelista y aprovechándose de sus grandes conglomerados estatales como Sonangol para recibir ganancias fraudulentas, convirtiendo a su familia en la más rica del país.
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La corrupción continuaría siendo una de las asignaturas pendientes de la política de Angola, cuyo índice alcanza las más altas posiciones del ranquin mundial. Según el Doing Business Ranking del Banco Mundial, Angola jamás ha alcanzado un mínimo rasgo de transparencia en sus acciones empresariales, si bien muchas de las corporaciones extranjeras contratadas tampoco han pugnado por establecer una serie de mínimos acuerdos para reflejar claridad en sus transacciones. Esto se puede ver en cómo «el crecimiento de las élites en África puede corromper a las democracias en Occidente», con gobiernos como el partido de la CDU en Alemania siendo financiados ilícitamente a través del petróleo de Angola (García Rodríguez et al., 2013). Los conocidos como «años dorados» de la economía angoleña, propiciados por un alto valor del precio del barril, sirvieron para que a finales de los 90 y la década de los 2000 el gobierno del MPLA siguiera gozando de gran popularidad entre la población, manteniendo un ritmo de crecimiento del PIB interanual del 10% hasta el estallido de la crisis de 2014 y la caída del valor del petróleo un 40%. En esencia, la política en Angola desde los 90 hasta el fin de la guerra civil poco cambió desde su independencia, basada en la preservación del statu quo y únicamente elevando reformas bajo la atenta mirada de las élites, que no deseaban comprometer sus intereses. Por su parte, la población no ha mantenido en absoluto una actitud de pasividad, y las cada vez mayores demandas por los derechos sociales comenzarían a cristalizar en un descontento por el gobierno del MPLA. De acuerdo con las elecciones de 2017, las últimas celebradas en el país, la mayoría de los votos dirigidos hacia el MPLA procedían de las zonas rurales acaudilladas por líderes locales relacionados con el partido. Mientras, ciudades como Luanda o provincias separatistas como Cabinda obtuvieron amplia representación de la oposición (Péclard y Soares de Oliveira, 2018). La retórica de la victoria en la guerra por el MPLA no cuajó en Luanda, capital que no vio tan alta participación en el conflicto como otras provincias, además de ser una ciudad con mayor disponibilidad de medios de comunicación, no estando subordinada a las autoridades locales con tanta fiereza como en la periferia.
Conclusiones La Guerra Civil de Angola es sin duda uno de los conflictos más cruentos vividos como consecuencia de la descolonización en África, así como uno de los más longevos, donde dos generaciones de angoleños se han visto forzados a vivir bajo las consecuencias de la contienda. La joya del Estado Novo portugués emergería como nación independiente en 1975 tras más de 10 años de movimientos de liberación, pero no podría librarse del flagelo de la guerra hasta dos décadas más tarde. Sin embargo, y aun estando reciente el recuerdo en la memoria colectiva de muchos angoleños, el país del África austral está hoy más vivo que nunca. El carácter combativo que las comunidades del país tuvieron que desarrollar ha dado paso a una nueva generación de jóvenes y adultos que aprendieron de su pasado y miran hacia el futuro con decisión. Angola no ha de responder como país en desarrollo por cuestión únicamente de su PIB o IDH, también por su constante ebullición y cambio. Las demandas sociales, los cambios políticos y los movimientos estudiantiles ya forman parte 25
de la dinámica del país, dispuesto a no ceder a los designios de los gobernantes. En esencia, la nación no ha cambiado ni un ápice: el instinto de supervivencia les ha dado alas para iniciar un proceso de conversión tanto económico como político. Sobrevivieron a la esclavitud y dominación portuguesa, cuarenta años de cruentas guerras en sus regiones, y más recientemente una crisis económica en 2014. Bajo la supervisión del nuevo gobierno de João Manuel Gonçalves, nuevas reformas han comenzado a impulsarse para subsanar la creciente corrupción, la desvinculación definitiva de su dependencia al petróleo y revalidar su posición como país de oportunidad y liderazgo regional. No es un proceso fácil, en absoluto. En los últimos años, el crecimiento económico apenas parece haber despegado, debido principalmente a las enormes reformas que precisa el aparato estatal para hacer funcionar el motor del desarrollo económico. Los lazos clientelistas que estableció el gobierno de Dos Santos aún perviven y deben ser cercenados para convertir al estado angoleño en plenamente democrático y pluralista. Sigue existiendo una gran desigualdad en poder adquisitivo y su dependencia de la inversión China continúa siendo preocupante. Pero también resulta imprescindible afirmar que desde el fin de la guerra civil el país ha recuperado el espíritu por seguir creciendo, y muchos de los grandes logros, como aumento en la tasa de alfabetización, reducción de la inflación, libertad de prensa, inversión y transparencia extranjera han sido posibles gracias a un compromiso conjunto, de «mejorar lo que está bien y corregir lo que está mal»42. En agosto de 2019, el Japan Times emitía un artículo extensivo titulado simplemente Angola43, donde se deshacía en halagos sobre los grandes logros que el nuevo gobierno ha logrado implementar en el país. Sin embargo, no es solo el gobierno, sino la población la que ha logrado que los ecos de una guerra que no puede ni debe ser olvidada resuenen de forma distinta en su recuerdo: como señal para la esperanza.
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«Melhorar o que está bem e corrigir o que está mal» fue el lema oficial de la campaña presidencial en 2017 de Manuel Gonçalves. 43 Para más información, consúltese el siguiente enlace https://info.japantimes.co.jp/internationalreports/pdf/20190828-GI-Angola.pdf
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