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Mirada al pasado
Mirada al pasado
En momentos de duelo
Cómo Elena White procesó las pérdidas inesperadas
Los últimos dos años han estados llenos de angustia y pérdida. Más allá del dolor de perder a un ser querido, muchos aún están procesando el confuso remolino de emociones que producen las carreras alteradas, los planes modificados y los sueños sin realizar debido al caos de la pandemia. Puede resultar difícil avanzar en medio de la neblina de esta realidad.
Después de una muerte rápida y significativa de un miembro de una de mis congregaciones, mi mente gravitó hacia una declaración que una vez colgaba en la pared de la casa de mis suegros. Eran las tiernas palabras escritas por Elena White, la cofundadora de la Iglesia Adventista, cuando sepultó a su esposo y compañero en el ministerio. Allí estaban, enmarcadas y visibles, como aliento después de un trágico accidente que se cobró a uno de los amigos de mis suegros. Me pregunté: ¿Puede la experiencia personal y el consejo inspirado de Elena White orientar a los que luchan por procesar sus propias pérdidas?
UN PESO ABRUMADOR
Mientras viajaba en carruaje desde Battle Creek a Charlotte (Míchigan) para un fin de semana de predicaciones con su esposo, Elena White se sintió impresionada por cómo Dios lo había restaurado. Jaime había experimentado severos inconvenientes por un derrame que había sufrido quince años antes, pero ahora pensaba con claridad, se movía libremente y hablaba con energía. Elena registra que él dijo: «Ahora que Dios me ha renovado fuerza física y mental, siento que puedo servir a su causa como nunca antes». 1
Entonces hicieron planes de viajar a Colorado y a la costa del
Pacífico, lo que les brindaría amplio tiempo para escribir. Más allá de eso, Elena White expresó: «Esperábamos permanecer juntos para presenciar la finalización triunfante de la obra». 2
Jaime sufrió un poco de exposición al frío debido a una tormenta inesperada en ese viaje de verano, pero no se preocupó por ello. Al sábado siguiente, introdujo los cultos en el Tabernáculo de Battle Creek con cánticos y oración. Para el lunes, sin embargo, se sintió enfermo y, después de seis días internado en el Sanatorio de Battle Creek, exhaló su último suspiro.
Con la esperanza destrozada, su esposa escribió: «El protector elegido de mi juventud, el compañero de mi vida, el copartícipe de mis labores y aflicciones, fue arrebatado de mi lado, y fui dejada sola para terminar mi obra y para continuar peleando la batalla». 3 «La conmoción por la muerte de mi esposo —tan repentina, tan inesperada— cayó encima de mí como un peso abrumador». 4
LA PERSPECTIVA DE LA ETERNIDAD
No era la primera vez que Elena White enfrentaba una pérdida significativa. Su hijo menor, Herbert, había muerto de bebé en diciembre de 1860. Solo tres años después, perdieron a su hijo mayor, Henry, a los dieciséis años. Ambos padres y los dos hijos restantes lloraron la muerte del menor y también la del mayor, del que extrañaban profundamente sus cánticos.5 Ante cada pérdida, sin embargo, White fijó sus ojos en la resurrección de la segunda venida de Cristo.
Siguiendo el consejo de Pablo a la iglesia de Tesalónica, no se entristeció «como los que no tienen esperanza». Sabía el estado del ser humano en la muerte y la promesa de la resurrección. Fijó sus ojos en la realidad de que el sueño terrenal de la muerte pronto se revertirá para los que aman a Jesús.
En cierto momento de su ministerio, aconsejó a un ministro afligido que «abrazaba la congoja en su pecho» […], se espaciaba en ella, y permitía que su mente y pensamientos se enfrascaran en su dolor». 6 Al hallarse en la misma posición, White escribió: «Siento hondamente la pérdida, pero no me atrevo a entregarme a una congoja inútil». 7
White no negó la realidad del dolor en la experiencia de otros o aun en la suya. No minimizó la importancia de procesar esos sentimientos complejos. A pesar de ello, marcó una distinción entre la tendencia a llorar la pérdida con la angustia egoísta y obsesiva para la cual no hay remedio, y llorar a la luz de las promesas de Dios cuya intención es darnos la esperanza de que los días de llanto se trocarán en gozo. Por fe en la Palabra de Dios, es también una experiencia que podemos tener hoy.
DE REGRESO A LA OBRA
Elena White llegó a un momento en que pudo mirar «con placer su lugar de reposo», anticipando que su esposo pronto saldría del sepulcro. Con esa renovada paz, decidió honrar la memoria de su esposo al continuar con la obra que Dios le había encomendado.
Aunque al comienzo lamentó la realidad de avanzar sin su compañero, resolvió finalmente asumir la tarea de su vida sola, pero con la plena confianza de que el Redentor estaría con ella.8
En efecto, se concentró en la obra que se le había asignado. Diez años después de la muerte de Jaime, abordó un barco en dirección a Australia, donde estableció nuevos ministerios y escribió importantes libros. Más allá de cumplir ciertas tareas, deseaba que su ministerio estuviera caracterizado por la bondad, la cortesía y la paciencia. Su propio duelo la volvió más sensible a las luchas de los vivos.
UN DESAFÍO PARA LOS VIVOS White se refiere a dos maneras prácticas en que podemos procesar
el dolor. En primer lugar, nos impulsa a una mayor resistencia al pecado y los poderes de las tinieblas, que traen muerte y pérdida. En segundo lugar, nos anima a servir a Cristo con mayor entusiasmo, sabiendo que las cicatrices del dolor humano solo serán sanadas plenamente cuando el Sol de Justicia se levante con sanación en sus alas (véase Mal. 4:2).
Durante un momento de amplia pérdida y dolor, esas palabras que los padres de mi esposa pusieron en la pared en forma de cuadro ofrecen un desafío y un paso positivo en el camino hacia la sanación: «La mejor manera en que yo y mis hijos podemos honrar la memoria del que ha caído –escribió White – es asumir la obra que él dejó y, con el poder de Jesús, llevarla hasta su terminación».
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Nosotros también podemos honrar a los que hemos perdido, al avanzar con un propósito renovado, deseando ver otra vez sus rostros y, por sobre todo, el rostro de nuestro Redentor, que lo hará todo posible.
1 Elena G. White, Notas biográficas, p. 275. 2 Ibíd., p. 273. 3 Ibíd. 4 Ibíd., p. 278. 5 Elena White, Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 100. 6 Elena White, Carta 1, 1883, pár. 12. 7 Notas biográficas, p. 280. 8 Ibíd. 9 Ibíd.
Jarod Thomas es pastor adventista de dos congregaciones en los alrededores de Detroit, Míchigan, Estados Unidos.