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Perspectiva mundial

Perspectiva mundial

Me erigirán un Santuario

Y habitaré en medio de ellos

Fue una noche inolvidable. Una noche que ha perdurado por las edades como símbolo de liberación y triunfo. La tan conocida historia, registrada en Éxodo 14, cuenta cómo los recién liberados hijos de Israel pasaron del horror al éxtasis, cuando Dios los libró del ejército egipcio que los perseguía. Al abrirles el Mar Rojo los llevó a tierra firme del otro lado, y cuando hizo que el mar se desplomara sobre el faraón y sus seiscientos jinetes y carros escogidos, todos ellos se ahogaron.

Después de esa increíble experiencia, el Espíritu Santo inspiró a Moisés para que dirigiera a los hijos de Israel en uno de los cánticos más sublimes de las Escrituras. Conocido como «el cántico de Moisés», comienza en Éxodo 15:1 y 2: «Cantaré yo a Jehová, porque se ha cubierto de gloria; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico. Ha sido mi salvación».

El cántico cuenta la historia de la liberación divina y anticipa proféticamente la conquista de Canaán, y el momento en que Dios llevaría a su pueblo a «Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar donde has preparado, oh Jehová, tu morada, en el Santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado» (vers. 17).

Es en este pasaje profético que las Escrituras hablan por primera vez de un «Santuario», en referencia aquí al lugar santo del Monte Moria, conocido más tarde como el Monte Sión. También anticipa el tiempo en que el pueblo de Dios habitará con él en la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén.

Hasta entonces, sin embargo, Dios aún anhelaba estar con su pueblo. Por ello, según lo registra Éxodo 25, invitó al pueblo a llevar ofrendas de «oro, plata y bronce» (vers. 3), junto con otros muchos artículos preciosos (vers. 4-7). Le dice a Moisés: «Me erigirán un Santuario, y habitaré en medio de ellos» (vers. 8).

UN LUGAR DONDE HABITAR

Este Santuario no era fruto del diseño humano, porque Dios mismo brindó el modelo que tenían que seguir, dando detalles muy específicos, según lo registra Éxodo 25 a 28. Esta residencia especial llegó a ser conocida como «el Santuario del desierto». Diseñado según el modelo del Santuario

celestial, servía como una ilustración vívida del plan de salvación. Cada aspecto de sus servicios, cada detalle del amoblamiento, cada artículo de los sacerdotes era rico en significado. Estaba diseñado para enseñar al mundo acerca de la muerte de Cristo sobre la cruz, por nuestros pecados, y la transferencia última del pecado sobre quien lo merece: Satanás. Mediante la iniciación del servicio del Santuario terrenal, Dios enseñó al mundo cómo Cristo trataría con el problema del pecado y se haría cargo del juicio.

Cientos de años después del establecimiento del Santuario del desierto, Asaf, músico y director de coro del rey David, proclamó: «Dios, santo es tu camino; ¿qué dios es grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas» (Sal. 77:13, 14).

La significación del Santuario es un tema presente en muchos de los salmos. «Jehová te escuche en el día de conflicto […]. Te envíe ayuda desde el Santuario y desde Sión te sostenga. Traiga a la memoria todas tus ofrendas y acepte tu holocausto» (Sal. 20:1-3). Y en el Salmos 96:6, leemos: «¡Alabanza y magnificencia delante de él! ¡Poder y hermosura en su Santuario!».

Los servicios que se habían llevado a cabo en el Santuario del desierto continuaron en el Templo de Salomón, y más tarde en lo que se conoció como el «Segundo Templo», reconstruido después de los setenta años de la cautividad de Babilonia.

EL TIPO Y EL ANTITIPO

Fue en ese edificio, agrandado por Herodes el Grande, donde el joven Jesús fue testigo por primera vez de los inspiradores servicios del Santuario. «Vio a los sacerdotes de albos vestidos cumplir su solemne ministerio. Contempló la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio. Juntamente con los adoradores, se inclinó en oración mientras que la nube de incienso ascendía delante de Dios. Presenció los impresionantes ritos del servicio pascual. Día tras día, veía más claramente su significado. Todo acto parecía ligado con su propia vida […]. El misterio de su misión se estaba revelando al Salvador». 1

Veintiún años después de esa primera visita al Templo, Cristo mismo fue el Cordero de Pascuas. El tipo encontró su antitipo; la cortina del Templo fue rasgada de arriba hacia abajo (véase Mat. 27:51), indicando que el propósito de los servicios del Santuario terrenal había sido cumplido y ya no era necesario.

MINISTERIO COMO SUMO SACERDOTE

Después de su resurrección, Cristo ascendió al Cielo y comenzó su ministerio especial intercediendo por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote. En Hebreos 4:14 al 16 leemos: «Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,

La doctrina del Santuario y el juicio son importantes razones teológicas por las que los adventistas nos involucramos en la misión.

para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro». Ese fue el resultado salvífico de la cruz y los clavos.

Leemos en Hebreos 6:19 que Cristo ingresó «hasta dentro del velo» en el Lugar Santo, llevando a cabo su trabajo de mediación durante dieciocho siglos. Entonces, de conformidad con la profecía de Daniel 8:14, que dice «hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el Santuario será purificado», ingresó al Lugar Santísimo para comenzar su obra final de juicio y ministerio en nuestro favor.

«Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del Santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del Santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el Lugar Santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del Santuario». 2

Ahora estamos viviendo durante la obra final de Cristo: la purificación del Santuario, el juicio. La doctrina del Santuario y el juicio son importantes razones teológicas por las que los adventistas nos involucramos en la misión. Pronto, Cristo regresará y colocará el castigo final sobre Satanás. La sangre de Jesucristo, nuestro sacrificio en la cruz, y el ministerio de Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote en el Santuario celestial, tienen un propósito: que usted y yo, y todos los que nos entregamos a él, confesemos nuestros pecados y lo aceptemos como Salvador, arreglemos las cuentas con Dios, y tengamos vida eterna. No tenemos que temer el juicio si conocemos al Cordero, si conocemos al Sumo Sacerdote, si conocemos al Rey que pronto regresará.

1 Elena White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Calif.: Pacific Press, Pub. Assn., 1955), p. 57. 2 Elena White, El gran conflicto (Doral, Fl.: Asoc. Publ. Interamericana, 2007), p. 415.

Ted N. C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista mundial. Se pueden consultar artículos y comentarios adicionales de la presidencia en Twitter: @pastortedwilson, y en Facebook: @Pastor Ted Wilson.

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