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Perspectiva mundial Rodeados por el fuego
Perspectiva mundial
Rodeados por el
fuego L as historias son poderosas; son memorables; nos inspiran, nos emocionan, y son para compartir. En la Perspectiva mundial de este mes, me gustaría compartirles una increíble historia que me contó el pastor Geoffrey Mbwana, uno de los vicepresidentes de la Asocación General. Tiene que ver con un pequeño grupo de jóvenes adventistas que escuchó el llamado Dios de Dios de alcanzar a los que vivían en una zona muy difícil y protege de peligrosa. A pesar de los riesgos, esos preciosos jóvenes depositaron su confianza en el Señor y dijeron: «¡Sí, iremos!». Pero antes maneras de avanzar, dedicaron mucho tiempo a orar, rogando que Dios maravillosas los guiara. Creo que se asombrarán e inspirarán al ver cómo Dios respondió sus oraciones.
UNA MISIÓN RIESGOSA
En la costa oriental de Tanzania hay un pueblo de más de ocho mil habitantes. Más del noventa y nueve por ciento de sus habitantes pertenecen a una fe no cristiana. Es conocido por ser un pueblo muy supersticioso, lo que hace que muchos teman acercarse al lugar.
A través de los años se hicieron varios intentos de presentar los mensajes de los tres ángeles a la gente del pueblo, pero ninguno tuvo éxito. En 2000, un grupo de jóvenes de las iglesias adventistas de una ciudad a unos kilómetros de allí se animaron a ofrecer reuniones de evangelización en ese pueblo. Con simples preparativos, fueron y alquilaron un lugar donde alojarse. Sabiendo que el trabajo que tenían por delante era delicado y riesgoso, decidieron dedicar dos semanas a la oración ferviente, rogando la intervención de Dios por la salvación de las personas del lugar. Lo asombroso fue que, pocos días después, recibieron permiso del gobierno local para llevar a cabo reuniones religiosas. Entonces se tornó de público conocimiento que jóvenes adventistas organizarían reuniones.
Los jóvenes siguieron orando con fervor. Decidieron dedicar momentos especiales de oración temprano por la mañana junto a la playa, antes que la gente del pueblo despertara.
FUEGO JUNTO AL MAR
Así es que los jóvenes se reunieron fielmente junto al mar cada mañana antes del alba, clamando al Señor por la gente del lugar y las reuniones. Cierta mañana, sin que supieran, unos muchachos fueron enviados por los ancianos del pueblo para matar a los jóvenes antes de que iniciaran las reuniones. Se habían enterado de que comenzaban el día a las cinco, orando junto al mar, y decidieron que sería el mejor lugar para matarlos.
Los encargados de la matanza fueron a la playa y divisaron que el grupo estaba arrodillado sobre la arena. Al acercarse, listos para realizar su tarea, los atacantes vieron un muro de fuego que rodeaba al grupo. Quedaron atónitos, y no se atrevieron a atacar. Aterrados, salieron corriendo.
UNA ESPADA RELUCIENTE
Los jóvenes adventistas siguieron con sus planes y comenzaron las reuniones. Pero los ancianos del pueblo estaban decididos a paralizarlos. Enviaron a sus muchachos a robar los equipos y el mobiliario utilizado en las reuniones al aire libre. Cierta noche, cuando se acercaban al lugar donde guardaban los equipos, los supuestos ladrones vieron a un hombre muy alto de ropas blancas que, con una espada reluciente, caminaba entre los equipos. Una vez más, no lograron ejecutar su malvado plan.
Finalmente, los ancianos de la ciudad dijeron a sus muchachos: «¡Son unos cobardes que no saben hacer nada! ¡Vamos a encargarnos nosotros y destruir a esos jóvenes adventistas!»
«¡ESTAMOS ARDIENDO!»
Poco después, cuando la reunión se estaban llevando a cabo al aire libre, dos ancianos con la vestimenta tradicional caminaron por entre la multitud, en dirección hacia donde uno de los jóvenes estaba predicando. Pero antes de llegar al frente, comenzaron a correr y saltar, gritando: «¡Estamos ardiendo! ¡Estamos ardiendo!» Corrieron hasta el predicador, pero entonces salieron corriendo por detrás de él.
Lo interesante es que, aunque nadie vio las llamas, los atacantes actuaron como si estuvieran envueltos por el fuego. Más tarde explicaron que quisieron atacar al predicador, pero que vieron que un muro de fuego lo rodeaba.
NINGÚN PODER MÁGICO
Después de esto, los muchachos del pueblo se acercaron a los jóvenes adventistas, preguntándoles por los poderes supersticiosos que usaban para protegerse contra los ataques. Los jóvenes adventistas les dijeron que no creían en la superstición y que no tenían nada que ver con eso. Entonces les preguntaron por qué pensaban que estaban usando algún tipo de magia como protección, por lo que los muchachos del pueblo explicaron lo que habían visto cuando trataron de destruirlos.
Los adventistas les explicaron con alegría que servían al Dios vivo del cielo y que tenían la protección de los ángeles divinos enviados por él. Esto se transformó en una gran historia en ese y otros pueblos cercanos y, al final, muchos fueron bautizados. Cuando la noticia de ese milagro se esparció en las zonas cercanas, un periodista llegó al lugar y más tarde publicó la historia en un periódico nacional.
Aunque el trabajo en la zona sigue presentando desafíos, ahora hay allí tres iglesias organizadas, con una feligresía total de doscientas personas. Varios de esos muchachos llegaron a ser poderosos evangelistas laicos, y dos llegaron a ser pastores.
UN MURO DE FUEGO
Amigos, se nos dice que el Señor es, en efecto, como un muro de fuego. En Zacarías 2:5, leemos esta hermosa descripción de cómo el Señor cuida de los suyos: «Yo seré para ella, dice Jehová, un muro de fuego a su alrededor, y en medio de ella mostraré mi gloria».
Al afirmar este muro de fuego protector, leemos en el libro La edificación del carácter: «Dios acepta al hombre humilde que sigue de cerca en los pasos del Maestro. Los ángeles son atraídos a él, y a ellos les agrada detenerse a lo largo de su senda. Pueden ser pasados por alto
como indignos de que se les dedique atención por aquellos que pretenden haber logrado exaltadas conquistas, y que se deleitan en hacer prominentes sus buenas obras; pero los ángeles celestiales se inclinan con amor sobre ellos y son como muro de fuego que los circunda». 1
Y en otro lugar Elena White ofrece esta perspectiva maravillosa: «Debemos procurar apartar el pecado de nosotros, descansando en los méritos de la sangre de Cristo, y entonces en el día de la aflicción, cuando el enemigo nos oprima, caminaremos entre los ángeles. Serán como muro de fuego alrededor de nosotros; y un día caminaremos con ellos en la ciudad de Dios». 2
Que podamos, así como lo hicieron esos estimados jóvenes junto al mar, depositar nuestra confianza plena en el Señor y estar dispuestos a decir «Sí, yo iré» doquiera él nos guíe.
1 Elena White, La edificación del carácter (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1973), p. 11. 2 Elena White, ¡Maranata: El Señor viene! (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1976), p. 93.
Ted N. C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista mundial. Se pueden consultar artículos y comentarios adicionales del presidente en Twitter: @pastortedwilson y en Facebook: @Pastor Ted Wilson.