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«Cuéntame una historia»

Enfoque en historias

Por qué compartimos historias

Ala distancia la escena puede parecer caótica. Un grupo de mujeres trabaja la masa alrededor de una mesa. Con harina en los delantales, se mueven de un lado a otro, entre ollas humeantes de verduras al vapor y arroz, revolviendo aquí y allá, y mirando el horno donde está el plato principal (ese que tiene el ingrediente secreto que solo conoce tía Carmen). Las frutas frescas cocidas con miel son traspasadas a una rejilla para que se enfríen, y de los armarios surgen especias para sazonar el guiso. Hay que rociar los bollos con azúcar y un toque de coco rallado, mientras se escucha el crepitar de las cebollas salteadas de la manera correcta. Hay risas e interacciones. Pero no se ignora la tarea de nadie. Tres conversaciones distintas se producen al mismo tiempo, y todos pueden seguir con el ritmo cambiante de cada relato individual, entretejiendo comentarios y palabras alegres.

De chica imaginaba que cada comida tenía trozos de historias horneadas y mezcladas mediante el uso de la observación, una perspectiva, una broma, un pensamiento profundo y aun una palabra de advertencia. Con la mesa servida y después de una oración de gratitud, me deleitaba con estas historias como si cada palabra estuviera cocinada, preparada y servida solo para mí. Un banquete de historias. ¿Por qué compartimos historias? Porque nos ayudan a darle sentido a la vida.1 Nos involucran en una comunicación personal y más profunda, donde se produce empatía y comprensión; donde encontramos los hilos delgados y frágiles de la emoción y la lógica; el lugar donde lo improbable es tangible mediante experiencias personales compartidas.2 Creo que las historias pueden salvar la brecha y acortar la curva de aprendizaje. Reunimos lecciones valiosas de historias que no nos pertenecen pero que nos comparten. Recuerdo esos banquetes de historias de mi niñez.

INSPIRACIÓN

Mientras ponía la mesa para una comida en honor a Erin, mi nueva amiga, desde la cocina llegaban las risas y conversaciones de mis amigas. Esas voces familiares, porque hemos compartido

historias y una travesía espiritual, recordándonos mutuamente historias significativas y verdaderas a las que nos aferramos durante los fuegos emocionales de la vida. Ahora juntas hacíamos una comida especial. La madre de Erin, Cindy, había muerto poco tiempo atrás. Erin, que es hija única, viajó para ocuparse de los dolorosos detalles y cerrar ese capítulo de su vida. Mis amigas y yo cuidamos de su mamá; la visitamos y pasamos tiempo con ella durante el último año de una larga y dolorosa enfermedad. Erin y su madre no se habían hablado en diez años.

Para honrar los deseos de Cindy, se me dio la tarea, como capellana del grupo, de hacer «esa llamada» que cambia la vida de una persona. Una llamada que suele recordarse por el momento exacto, la fecha y el lugar donde estaba la persona cuando la pérdida, las circunstancias desconocidas y el dolor llamaron a la puerta y se abrieron paso. Coloqué cuidadosamente una cajita de cedro en la mesa, frente a la silla de Erin. Una promesa que habíamos prometido cumplir.

Al llegar, y después de un saludo general, Erin fue llevada a la cocina. Allí se unió a las tareas y los relatos. Me alegró ver que su expresión abrumada se transformó en risas. Quizá es por eso que compartir historias es tan importante: para que estemos juntos, así como Dios lo desea para nosotros. A veces olvido de qué manera el Señor nos brinda la oportunidad de compartir nuestra travesía espiritual, nuestras conexiones emocionales con los demás. Como cristianos, tenemos la historia más maravillosa que contar.

La mesa está lista y, después de la oración para agradecer por la comida, se abre la cajita de cedro y Erin saca lentamente seis tarjetas con recetas. Ella reconoce que los platos que ayudó a preparar son acordes a las recetas de su madre. Bajo las tarjetas de recetas hay una fotografía de Cindy con la bebé Erin en sus brazos. Sin saber qué decir, sacude la cabeza: «¿Mamá dejó esto para mí?» Erin mira a su alrededor, a los que cuidaron a su madre: enfermeras, terapeuta y capellana. Ya no hay títulos formales: son amigas. Le cuento que todas hemos escuchado las historias de Cindy, sobre su hermosa hija que tenía seis recetas favoritas. Le cuento de las oraciones hermosas que elevaba Cindy a los pies del Creador, pidiendo con humildad y honestidad que Erin «regresara a casa». «¿Ella oraba por mí?» susurra Erin. Tanto que compartir. Hay un pesado silencio, breve, pero captamos la moraleja del relato.

Así comienzan las historias. Sin lágrimas. Por el contrario, con una fiesta de preciosos recuerdos para Erin. Su madre le dejó más que recetas; le dejó el recordatorio de la oración, de la alimentación espiritual del alma, mucho más espesa que los delicados hilos que van de lo emocional a lo lógico. Un puente para salvar una brecha de diez años mediante una comida para alimentar el cuerpo. No faltarán las risas, porque Erin está realmente participando de un banquete de palabras preparadas, cocinadas y servidas, solo para ella.

1Joseph Campbell, The Hero with a Thousand Faces, 3ra ed. (Novato, Cal.: New World Library, 2008), pp. 25-29. 2Ibíd.

Dixil L. Rodríguez sirvió como profesora universitaria y capellana en un hospital. Vive en Ohio,

Estados Unidos.

Escribir desde el corazón

¡Las historias son un ministerio poderoso! Compartir historias demanda que escribamos desde el corazón, que seamos vulnerables. Piense en las historias que ha escuchado. ¿Cómo impactaron en usted? ¿Qué dicen de su fe? ¿Cómo demuestran su travesía espiritual, sus conexiones emocionales con otros? Escribir una historia nos permite confeccionar un mensaje significativo e inspirador. Los tres tipos más comunes de redacción de historias comienzan al recordar una experiencia que brinda una lección (las palabras de sabiduría e inspiración que queremos dejar con los lectores):*

La vida antigua en contraste con la nueva. Usted percibe y escribe acerca de cambios en su experiencia como resultado de un momento o evento transformador.

Perspectiva antigua de una persona en contraste con

la nueva perspectiva. Escribe sobre una persona (alguien especial en su vida) y sobre cómo su percepción cambió como resultado de un momento revelador. Ese «cambio» también podría reflejar un cambio en usted.

Antiguos valores en contraste con nuevos valores que

amenazan, desafían o alteran a los antiguos. ¿Ha atravesado una experiencia que desafió sus valores, que creó un cambio en su cosmovisión?

HONRAR NUESTRAS HISTORIAS

Piense de antemano en preguntas que podrían tener los lectores:

6. ¿Qué hace que sea algo con lo cual se querrán relacionar sus lectores? 7. ¿Cuál es el tema de la historia?

1. ¿Qué hace que el acontecimiento sea memorable? ¿Qué detalles físicos le vienen a la mente cuando reflexiona en el evento? 2. ¿Hay algún momento de reflexión en la historia en la que usted «creció» espiritual e intelectualmente? 3. ¿Cuál es el significado de la historia? 4. ¿De qué manera su historia se refiere a cuestiones y preocupaciones humanas más generales? 5. ¿De qué manera la historia ministra a los demás?

*Adaptado de: John D. Ramage, John C. Bean y June Johnson, The Allyn & Bacon Guide to Writing(London: Pearson, 2016).

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