2 minute read
Dos llamados de Dios
Tenía solo doce años cuando supe con certeza que quería llegar a ser psicóloga. Con la bendición de Dios y el apoyo de mis padres y más tarde de mi esposo, terminé esa carrera. No obstante, después de varios años de capacitación adicional, mi esposo y yo decidimos ser padres. Después de mucha oración y de caminar por fe, tomamos una difícil decisión: al menos por unos años, dejaría de lado mis sueños profesionales para dedicarme tiempo completo a la aventura de la maternidad. Creímos que los fundamentos sólidos durante los primeros años de Thiago y Maia eran esenciales para que más adelante alcanzaran el éxito en la vida. Fueron años de muchas exigencias, llenos de desafíos y aprendizaje continuado. Lo positivo fue que tuve el privilegio de estar presente para escuchar las primeras palabras de mis hijos y guiarlos en sus primeros pasos. Cuando se enfermaban, allí estaba para aliviarlos y cuidar de ellos de la mejor manera posible. Me encantaba escuchar que uno de ellos me llamaba: «¡Mamá!» solo para añadir cuando le preguntaba qué necesitaba: «¡Nada! ¡Solo quería saber que estás cerca!» No estoy segura cuánto valoran mi presencia
Vi que Dios obró ahora que son adolescentes, pero agradezco haber podido y me abrió las estar presente durante sus puertas para que también creciera primeros años. Lo veo como el primer eslabón en una cadena de eventos y experiencias por profesionalmente. las cuales agradezco a Dios.
Después de seis años dedicada plenamente a la maternidad, creí que sería un desafío reinsertarme otra vez en mi profesión. Pero vi que Dios obró y me abrió las puertas para que también creciera profesionalmente. Por una razón inexplicable, sentí el llamado de capacitarme como psicooncóloga. La posibilidad de capacitación se encontraba en una gran ciudad a varias horas de distancia. También incluía clases todo el viernes y los sábados por la mañana.
Fue una gran bendición hallar que mi esposo pudiese hacer arreglos para quedarse con los niños la mayoría de esas horas. Otra bendición invalorable fue la disposición de la profesora de enseñar los jueves de tarde, en lugar del sábado. También me dijo que podía dejar la clase los viernes antes de la puesta de sol. Cuando Dios me abrió todas las puertas, sentí que no tenía otra opción que avanzar.
Después de graduarme, tuve la bendición de llegar a formar parte de un equipo integral en una institución adventista de salud, como la primera psicooncóloga en el departamento de salud mental. En mi trabajo, brindo apoyo, consuelo y una esperanza final a personas que a menudo están desesperadas. Siento que es la misión que Dios me dio, y no puedo dejar de alabar su nombre.
Cristina Escudero es psicooncóloga en el Sanatorio Adventista del Plata en Argentina.