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La LLAMA de la FE

Estábamos a menos de 160 km de la línea ecuatorial, en medio de caminos de tierra y puentes destruidos, en lo profundo de la frontera misionera. Un pequeño y muy gastado acondicionador de aire rugió y sopló un chorro de aire frío en la penumbra, en una habitación de una estrella, repleta con 22 pioneros de Misión Global. Podía saborear, oler y sentir la emoción. El peligro acechaba. Por primera vez en la historia de la iglesia, 23 grupos de creyentes estaban siendo plantados en este implacable territorio de una de las mayores religiones no cristianas del mundo.

Lágrimas de gozo y tristeza colmaban los milagrosos informes acerca de la conducción de Dios. Grandes emociones y humildes oraciones hacían resaltar la profunda convicción de 22 embajadores de la misión de Dios.

Y luego, como una pesadilla en cámara lenta, el líder de Misión Global comenzó a revelar la razón de por qué estaban presentes solo 22 pioneros de Misión Global, en vez de 23. Era exactamente lo que todos temían.

Observé cuidadosamente al grupo. Nadie habló, ni se movió, ni desvió la mirada. El líder habló lentamente, articulando cada palabra. Recuerdo que dijo: “Hay 17 personas que ahora estudian la Palabra de Dios y oran a Jesús como su Salvador gracias a nuestro hermano. Los fundamentalistas radicales descubrieron su trabajo y lo han golpeado severamente. La fe ahora prospera en esta gran ciudad del norte. Sin embargo, mientras estamos reunidos, nuestro hermano está en una unidad de cuidados intensivos con una contusión cerebral, huesos rotos y docenas de puntos de sutura. Lo visité hace dos días. Está débil, pero su fe es fuerte. Repetía esta pregunta: ‘¿Quién irá y mantendrá viva la llama?’”.

Rara vez he escuchado oraciones tan fervorosas: “No dejes que el diablo gane la victoria. Humildemente pedimos por la vida de tu siervo y que la llama no se apague.

¿Quién irá?”

Después del culto de la mañana siguiente, el grupo se sorprendió cuando un tranquilo joven vestido con una vieja y desteñida camisa verde se puso en pie. Recordé su emocionante informe. Levantando sus ojos del suelo susurró en tono grave: “Yo iré”. Parecía que habían sacado el aire de la habitación. Nadie tenía la más mínima duda acerca del riesgo. Inmediatamente se formó un círculo de oración de rodillas alrededor del joven. Lo único que recuerdo de la sesión de oración es cuán poco profundas parecían mis oraciones comparadas con estas.

La reunión terminó al mediodía. Las despedidas llenaban el aire. Los deseos del poder y el cuidado de Dios eran profusamente pronunciados entre estos amigos y embajadores del Reino.

Entonces vi al joven con la vieja y desteñida camisa verde trabajando solo bajo la sombra de un pequeño árbol. Lo observé cuidadosamente. Usando tiras de tubo cortado, amarró una caja de cartón a su vieja bicicleta. En cuanto terminó, le dije: “supongo que recogerá sus cosas antes de irse al norte”.

“No; esto es todo lo que tengo”, respondió amablemente.

Eso remeció un tanto mi conciencia. Así, torpemente, esbocé mi siguiente parte de la conversación: “Bueno, debe saber que estaré orando por su seguridad y éxito”. Al oír eso hizo una pausa, mirando largamente la última amarra que había hecho con la tira de tubo. Luego, lentamente se volvió hacia mí, aclaró su garganta y, con mucha amabilidad, dijo estas palabras que nunca he olvidado: “Pastor, siempre debo recordar que el Señor no me ha pedido que sea exitoso; Él me ha pedido que sea fiel”.

Mi doctorado de grado mayor de la Asociación General se desinfló como un globo. Aquí estaba yo de pie ante un joven cuya vieja y desteñida camisa verde, y ropas que no hacían juego, podrían ser juzgadas inapropiadas en muchas iglesias. Con una Biblia con muchas marcas y un pequeño rotafolio había establecido una iglesia en el foso de los leones. Y ahora estaba a segundos de partir a pedalear muchos kilómetros en su vieja y gastada bicicleta, con zapatos rotos en los dedos de ambos pies, para llevar el mensaje del precioso Señor Jesús al foso de otros leones.

¡La llama de la fe! ¡Que Dios pueda hallarla en mi alma!

PAÍS RESERVADO

Aquí, en Misión Global, nuestra prioridad es establecernuevos grupos de creyentes entre grupos depersonas no alcanzadas. A menudo, esto significaque los pioneros de Misión Global, fabricantes detiendas y Centros Urbanos de Influencia operan enlugares peligrosos. Cuando compartamos una historiade un área sensible, Ud. la verá indicada como“País reservado” o “Ciudad reservada”. Por favor orepor estos proyectos especiales y apóyelos visitandoGlobal-Mission.org/giving y seleccionando ProyectosReservados, FONDO GM5040.

Michael Ryan trabajó como director de Misión Global y vicepresidente de la Asociación General. Actualmente retirado, es asistente del presidente de la Asociación General.

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