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HOSPITALIDAD EN EL MOMENTO PRECISO
Si algo he aprendido en la vida, es que si cuidas de los negocios de Dios, Él cuidará los tuyos. Él te sostendrá y ¡abrirá puertas que nunca hubieses imaginado!
Mi esposa, Melina, y yo quedamos varados en Londres con 90 kilos de equipaje. Nuestro destino final era Chipre, donde trabajaríamos como misioneros voluntarios pastoreando una pequeña comunidad Adventista en la ciudad de Lamaca.
Cuando comenzamos nuestro viaje, todavía nos faltaban algunos documentos importantes que necesitaríamos para ingresar a Chipre. Sin embargo, se nos había asegurado que estarían listos para recogerlos en Londres.
Nunca nos imaginamos que los documentos tardarían cuatro semanas en llegar.
¡Habíamos planeado quedarnos solo siete días! Si Ud. ha estado en Londres, sabrá lo costoso que es todo allí. No conocíamos a nadie y no sabíamos qué hacer. Así que oramos mucho y esperamos que Dios revelara un plan. ¡Y tenía uno!
He aprendido que cuando no entiendo qué ocurre en mi vida, puedo escoger ponerme en las manos de Dios. A Su tiempo, Dios revelará el misterio. Él me pondrá en contacto con personas que me serán de bendición, y Él me ayudará a darme cuenta de que Su plan es lo mejor que me podría suceder.
Y así fue. En ese mar de incertidumbre, el Señor nos puso en el camino de alguien especial. Su nombre era Rocío. La conocimos la noche del primer viernes pasamos en Londres, justo antes de predicar en una iglesia local. Sin conocernos a nosotros o nuestra necesidad, nos invitó a quedarnos en su casa por el tiempo que fuese necesario. ¡Increíble! ¡Para nosotros, ese gesto fue como un vaso de agua fresca en medio del desierto! Muy agradecidos, aceptamos su oferta.
Le pregunté a Rocío por qué hizo esto, y nunca olvidaré su respuesta: “Elías, yo siempre soñé con tener un cuarto para recibir personas que necesitaran ayuda, tal como la sunamita de la Biblia que hospedó al profeta Eliseo. Le pedí a Dios un cuarto y Él me lo dio. He hospedado a mucha gente. Estoy feliz de hacerlo y Dios me ha bendecido”.
El testimonio de Rocío me cautivó. Me enseñó mucho sobre la hospitalidad y la generosidad. Cuando nos instalamos en el cuarto de su apartamento, nos dimos cuenta de que no era un cuarto de invitados, sino su propio cuarto. Había escogido dormir con su hija para que pudiéramos estar más cómodos.
Pocas semanas después, por fin llegamos a Lamaca. Los líderes de la iglesia local nos habían alquilado un apartamento por una semana, para darnos tiempo de buscar una vivienda definitiva. Pero tan pronto comenzamos a buscar, vimos lo difícil que iba a ser encontrar algo. Como era primavera, Chipre estaba llena de turistas. La mayoría de los lugares estaban disponibles solo por una semana y carísimos.
Nos quedaba solo un día antes de tener que mudarnos. Pasamos la mayor parte del día con el pastor buscando una casa, pero no encontramos nada. Otra vez frente a la incertidumbre, decidimos confiar en Dios.
Esa tarde, recibimos un inesperado llamado. Era de Ina, una miembro de la Iglesia Adventista de Londres, llamando desde su apartamento en las afueras de Lamaca. No la conocíamos, pero nos pidió que fuéramos a visitarla. Dudamos al principio, porque no teníamos tiempo qué perder, pero insistió tanto, que finalmente accedimos.
Cuando llegamos, Ina nos saludó con gran afecto. Después de una breve conversación nos invitó a recorrer el apartamento. No entendíamos por qué, pero aceptamos gustosos. Al final del recorrido, ella dijo: “Me voy dentro de unas pocas horas a mi hogar en Londres. Si lo desean, pueden quedarse aquí el tiempo que sea necesario. La casa estará vacía por varios meses, y no necesitan pagarme nada”.
Quedamos atónitos.
“¿Es broma?”, preguntó el pastor.
“Para nada”, respondió ella con una sonrisa.
“¿Por qué?”, continuó el pastor. “¿No sería mejor alquilarlo y ganar dinero?”
“Quizás”, replicó Ina, “pero Dios es muy bueno conmigo y siento que ayudar a la Misión de Lamaca es lo menos que puedo hacer por Él. Además, he visto que lo que le doy a Dios, Él me lo devuelve con intereses”.
Las palabras de Ina me recordaron a Rocío. La dos mujeres tenían corazones dadivosos y, como resultado, veían la mano de Dios obrando en sus vidas.
Nos quedamos un mes en el apartamento de Ina, y fue una tremenda bendición. Me gustaría agradecer públicamente a Ina y Rocío por su espíritu cristiano en acción, por mostrarme cómo dar sin esperar nada a cambio. ¡Podemos confiar en que Dios siempre provee!
Adventist Volunteer Service
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